lunes, 1 de diciembre de 2008

Lácteos: cada edad tiene su dosis

MADRID (Diario El País).- El consumo de leche líquida desciende en los países europeos. La amplia gama de productos lácteos y la preferencia de los ciudadanos por los alimentos que ofrecen otros beneficios adicionales para la salud contribuyen a la diversificación del consumo de los lácteos. Pero ¿es indispensable tomar leche en la edad adulta?, ¿qué cantidad se debe tomar?, ¿hasta qué punto es saludable sustituirla por otros derivados lácteos?
El consumo medio de leche en los países europeos sigue cayendo. En 2005 la ingesta media en Europa era de 84 litros por persona y año, y la tendencia continúa a la baja. También en España. Si en el año 2000 se consumían casi 100 litros por persona y año, en 2004 el consumo había caído a 90 litros y en 2007 a poco más de 80, según datos del Eurostat y del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino español. Este descenso se compensa en parte con el incremento del consumo de otros tipos de leche, las desnatadas y reconstituidas, así como de derivados lácteos.
Pero ¿cuánta leche es saludable tomar? Los expertos aconsejan una ingesta equilibrada y variada de entre dos y cinco raciones, en función de las características de cada individuo. Los lácteos son alimentos completos y equilibrados debido a la riqueza y variedad de sus componentes. La ventaja de la leche estriba en su alto contenido en calcio, su fácil absorción, la alta calidad de sus proteínas y los beneficios de sus ácidos grasos, que también los tienen.
La leche no es indispensable para vivir, y ya lo demostraron nuestros antepasados, que sólo la tomaban en los primeros años de vida. Todavía hay civilizaciones que no toman leche y completan sus necesidades de calcio con las espinas de los pescados. En las sociedades industrializadas, sin embargo, la leche es un alimento básico para el desarrollo óseo y para mantener una alimentación equilibrada.
La alta biodisponibilidad del calcio se debe a la acción de la vitamina D y a la fracción de determinadas proteínas, que favorecen la solubilización. El crecimiento y la mineralización del esqueleto se prolonga hasta la tercera década de la vida, momento en el que se alcanza el pico máximo de masa ósea; luego se estabiliza. A partir de esta etapa, los lácteos ayudan a mantener la densidad ósea y a prevenir la osteoporosis. El calcio de la leche también se asocia a una disminución de la hipertensión y de los problemas cardiovasculares.
Necesidades de calcio
A partir de este consenso básico, se plantea una cuestión controvertida: ¿qué cantidad de lácteos se debe consumir para cubrir las necesidades de calcio? Hasta la fecha no se ha podido llegar a un consenso científico que fije una cantidad concreta, si bien la mayoría de las sociedades médicas coinciden en recomendar raciones similares, dependiendo de la edad, la actividad física y las características individuales de cada persona.
La Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (
http://www.nuttricion.org/ ) recomienda para los niños de hasta 10 años tomar entre dos y tres raciones; para los adolescentes y ancianos, entre tres y cuatro raciones; para los adultos, entre dos y tres raciones, y para las mujeres lactantes, gestantes o que ya han entrado en la menopausia, entre cuatro y cinco raciones.
El amplio abanico de productos lácteos disponible en las sociedades industrializadas permite múltiples combinaciones, según las necesidades y las preferencias de cada uno. Así, un adulto sano cubre sus necesidades lácteas diarias con un vaso de leche, una porción de queso y dos yogures. Los yogures son, además, muy recomendables para las embarazadas porque tienen ácido fólico, y para los ancianos, porque los digieren mejor. Quienes no toleren bien la leche pueden tomar queso fresco u otros lácteos enriquecidos.
Entre los nutrientes de la leche destacan sus proteínas, que tienen un alto valor biológico, sólo ligeramente inferior al de las del huevo, que están consideradas el ´patrón oro´. Pero, a diferencia de éstas, las de la leche se caracterizan por su alto contenido en algunos aminoácidos, como la lisina, de tal manera que compensa la carencia de estos nutrientes en otros alimentos que son deficitarios, como los cereales.
Además las proteínas de la leche llevan incluidos en su estructura unos péptidos bioactivos que permanecen inactivos hasta que se produce la hidrólisis en el tracto digestivo. ´A estos péptidos activados se les atribuyen efectos antihipertensivos, antioxidantes, inmunomodulantes y antimicrobianos´, subraya Manuela Juárez, doctora en Ciencias Químicas y profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Intolerancia a la lactosa
La lactosa es el principal hidrato de carbono de los lácteos. Es un disacárido que sólo se encuentra en la leche y que se desdobla por la acción de una enzima denominada lactasa. La lactosa aporta el 25% de la energía total del alimento y proporciona un efecto saciante. Pero alrededor del 25% de la población de raza blanca tiene intoleranica a la lactosa. El consumo de lácteos, sin embargo, no tiene por qué verse afectado, pues se puede encontrar leche baja en lactosa u optar por otros lácteos, como yogures y quesos.
De los casi 80 litros de leche que se consumieron por persona y año en España en 2007, 31 eran de leche semidesnatada, unos 26 de leche entera y en torno a 21 de desnatada. Muchos consumidores han sustituido la leche entera por desnatada o semidesnatada por la creencia de que la entera tiene un alto contenido en grasa, pero luego consumen otros lácteos que tienen altas proporciones de grasa. Así, hay que tener en cuenta que mientras que la leche, el yogur y la cuajada contienen entre el 1% y el 5% de materia grasa, los quesos contienen entre el 10% y el 30%.
Según Juárez, los consumidores más informados rechazan la leche entera porque el 65% de sus ácidos grasos son saturados. ´Sin embargo´, aclara Juárez, ´los estudios científicos han demostrado que muchos de estos ácidos grasos no inciden en el riesgo cardiovascular. También han revelado que en niños pequeños, sobre todo en los menores de tres años, estos ácidos grasos tienen propiedades antibacterianas y antivíricas´. Por otra parte, al eliminar la grasa se pierden también parte de las vitaminas liposolubles (las vitaminas A, E, D y K, que se disuelven en la grasa).
La Federación Nacional de Industrias Lácteas ha editado tres guías sobre lácteos dirigidas a médicos de familia, pediatras, geriatras y cardiólogos con el fin de dar a conocer a estos especialistas los beneficios del consumo de lácteos.
También se pueden descargar en las páginas web
http://www.lacteosinsustituibles.es/ y http://www.fenil.org/
Carmen Girona
© EL PAIS, SL.

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