miércoles, 29 de julio de 2009

El bridge, la nueva amenaza para las escuelas de negocios


Estábamos en El Cairo. Más precisamente, a bordo de una faluca, esos tradicionales veleros que surcan el Nilo. Éramos un reducido grupo de argentinos (periodistas, en minoría) prodigándonos un paréntesis faraónico lejos de los piquetes, los cambios de gabinete y la psicosis de la gripe A. Ya habíamos almorzado acunados por ese río que es sinónimo de fertilidad bíblica cuando fui testigo involuntaria de una casual talk que, en ese contexto, adquirió cierto tono confesional: "Cuando vuelva a Buenos Aires me espera un torneo de bridge".
Dicho con pasión contenida, esa que habita el corazón de los fanáticos low profile. Y dicho por Sergio Durante, presidente de Biblos Travel, consultora de viajes de lujo. Pero, ¿cómo podía ser que un trotamundos consumado que, sin embargo, sorprendía por el entusiasmo de principiante con que celebraba cada pirámide, bazar y oasis que nos colmaba los sentidos desde hacía tres días, estuviese tan pendiente de la partida que lo esperaba en BA?
Entonces, recordé un dato que, en otra ocasión, había revelado un contertulio: que el bridge, el juego de mesa más paquetérrimo, está experimentando un boom silencioso que se tradujo, en el último lustro, en un incremento del cien por ciento en la matrícula de los clubes más tradicionales. Semanas después, me decido a desanudar el ADN del berretín de Durante. Responde, vía e-mail, desde la Toscana: "Juego al bridge porque no se trata de una simple actividad lúdica. Aquí no hay lugar para el azar: mandan el razonamiento, la memoria y la inteligencia. Además, se desarrolla un tremendo entendimiento con tu pareja.
Porque el bridge, en tanto puente, puede unir dos orillas, pero también a dos seres humanos". Pero entonces, ¿quiénes se enganchan con ese juego de barajas: románticos incurables, ludópatas rehabilitados, solitarios de vuelta de todas las variantes de intercambio social? Cynthia della Costa, RRPP y docente del Recoleta Club de Bridge, me confirma que la pasión de sus 400 socios sostiene la organización de dos torneos diarios (de tres horas y medio promedio cada uno) los días hábiles, a los que se suma el gran clásico de los sábados, donde se dan cita al menos un centenar de estrategas, entre los que militan ingenieros, contadores, abogados y brokers.
El bridge, que se juega con la baraja de poker y de a cuatro (por parejas), es vértigo puro. Cada mano dura 7 minutos en los cuales gana el que obtiene mejor provecho de sus cartas (que otros han tenido previa y exactamente).
"No importa si se tiene mucho o nada. El desafío es resolver el problema de manera diferente, creativa y exitosa", apunta Della Costa. Visión estratégica, negociación, comunicación efectiva, inteligencia emocional, administración del tiempo, lógica creativa y liderazgo situacional son algunas de las competencias que en el bridge cotizan tan alto como en las escuelas de negocios más renombradas. Y, al menos, en los clubes de bridge se pueden generar trazos igual de competitivos pero menos especulativos que en las aulas de un MBA. z we
cronista.com

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