París. (dpa) – La crisis económica sin duda va a aumentar los índices de criminalidad. De momento, en Francia se ha puesto de modo un nuevo fenómeno delictivo: secuestrar al jefe. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, no está dispuesto a tolerar este tipo de actos, pero la población, mayoritariamente, no los condena.
Las amenazas del presidente francés cayeron en saco roto. "¿Qué historias son esas de rehenes?", se encolerizaba un gesticuloso Sarkozy. "Vivimos en un Estado de derecho. ¡No voy a permitir tales actos!", aseguró. Pero apenas unas horas después, grupos de trabajadores franceses volvieron a retener a directivos como protesta ante el cierre de una planta del grupo británico Scapa, que fueron liberados al día siguiente. "No deseo una sublevación social, pero veo revueltas en las empresas", dijo la líder socialista, Ségolène Royal. Y es que estas acciones cuentan con el apoyo de la población: "La violencia nace en de los empresarios, que sólo piensan en su propio beneficio y destruyen puestos de trabajo", sostienen los sindicalistas. Sólo un siete por ciento de los franceses condena las retenciones de directivos, según una encuesta del instituto Ifop que publicará mañana "Paris Match". En cambio, un 30 por ciento las apoyan sin condiciones y un 63 por ciento las comprenden. Y eso es más que suficiente para las filas conservadoras.
Los sindicatos, que hasta ahora "habían canalizado las revueltas", suponen cada vez menos una válvula de escape. Y a ello contribuye involuntariamente la política. Tras las protestas en todo el país de marzo, Sarkozy dejó claro que no haría más concesiones. Los sindicatos, que movilizaron a las calles a miles de personas, quedaron literalmente con las manos vacías. Cuando poco después empleados de Caterpillar en Grenoble tomaron como rehenes durante una noche a su jefe, Nicolas Polutnik, y otros directivos, Sarkozy tomó cartas en el asunto y dijo que "no dejaría a los trabajadores en la estacada".
Al final, se salvaron 133 empleos y los trabajadores fueron remunerados durante los días de huelga y recibieron más dinero para planes sociales. La privación de libertad no tiene consecuencias jurídicas. La combatividad de las "bases" en las empresas se ha visto alentada por las informaciones sobre opciones millonarias de compra de acciones y dorados "apretones de manos" para los altos directivos. La indignación se expande, los jefes sin escrúpulos se llenan los bolsillos mientras el Estado les salva el pellejo aportando millones y olvidándose del "pequeño ciudadano". Y entonces, cunde la ira.
"Quieren llevarnos como ovejas al matadero, pero van a enfrentarse a leones", dijeron los empleados de la planta de neumáticos Continental de Clairoix tras una conversación de crisis en el palacio presidencial. "No queremos pagar su crisis". La desconfianza asesta cada vez más golpes a Sarkozy, que asumió el cargo como "presidente del poder adquisitivo" que "buscaría el crecimiento con uñas y dientes". Y ahora, la oposición, incluído el líder del centrista MoDem, François Bayrou, muestra comprensión por la toma de rehenes.
Royal incluso llegó a decir que "lo que tildan de revuelta es una reacción a la violencia ejercida contra el país y los empleados". Los trabajadores de Caterpillar se enteraron de su "condena a muerte social por la prensa", dijo la socialista, y denunció la "criminalidad de los sobreprivilegiados" que saquean las empresas y eliminan empleos.
La gobernante UMP acusa por ello a la oposición de "promover la violencia mañana, tarde y noche" y alentar políticamente "los miedos de los franceses". Sin embargo, el malestar social no está beneficiando a los partidos opositores. Al contrario: los sociólogos temen que la crisis salte de la economía a la sociedad. "El pueblo se despide de las élites", explica el director del instituto Mediascope, Denis Muzet.
"El abismo entre el mundo real de las víctimas de la crisis y el mundo virtual de los líderes - políticos, banqueros, directivos-, que calculan en miles de millones, es cada vez más profundo". Por ello, se cierne el peligro de que los políticos y sus planes de rescate acaben en el mismo saco que los responsables de la crisis. En el palacio presidencial, los temores son parecidos. La crisis económica crea "una situación peligrosa de tierra fértil para los extremos", dijo el asesor especial de Sarkozy Henri Guaino. En los años 30, las crisis alimentaron el antisemitismo y el totalitarismo. "Esta crisis sigue el patrón de todos los capítulos de un libro de economía. Debemos tener cuidado de que no acabe en los libros de bolsillo de la Historia".
lavanguardia.es
Las amenazas del presidente francés cayeron en saco roto. "¿Qué historias son esas de rehenes?", se encolerizaba un gesticuloso Sarkozy. "Vivimos en un Estado de derecho. ¡No voy a permitir tales actos!", aseguró. Pero apenas unas horas después, grupos de trabajadores franceses volvieron a retener a directivos como protesta ante el cierre de una planta del grupo británico Scapa, que fueron liberados al día siguiente. "No deseo una sublevación social, pero veo revueltas en las empresas", dijo la líder socialista, Ségolène Royal. Y es que estas acciones cuentan con el apoyo de la población: "La violencia nace en de los empresarios, que sólo piensan en su propio beneficio y destruyen puestos de trabajo", sostienen los sindicalistas. Sólo un siete por ciento de los franceses condena las retenciones de directivos, según una encuesta del instituto Ifop que publicará mañana "Paris Match". En cambio, un 30 por ciento las apoyan sin condiciones y un 63 por ciento las comprenden. Y eso es más que suficiente para las filas conservadoras.
Los sindicatos, que hasta ahora "habían canalizado las revueltas", suponen cada vez menos una válvula de escape. Y a ello contribuye involuntariamente la política. Tras las protestas en todo el país de marzo, Sarkozy dejó claro que no haría más concesiones. Los sindicatos, que movilizaron a las calles a miles de personas, quedaron literalmente con las manos vacías. Cuando poco después empleados de Caterpillar en Grenoble tomaron como rehenes durante una noche a su jefe, Nicolas Polutnik, y otros directivos, Sarkozy tomó cartas en el asunto y dijo que "no dejaría a los trabajadores en la estacada".
Al final, se salvaron 133 empleos y los trabajadores fueron remunerados durante los días de huelga y recibieron más dinero para planes sociales. La privación de libertad no tiene consecuencias jurídicas. La combatividad de las "bases" en las empresas se ha visto alentada por las informaciones sobre opciones millonarias de compra de acciones y dorados "apretones de manos" para los altos directivos. La indignación se expande, los jefes sin escrúpulos se llenan los bolsillos mientras el Estado les salva el pellejo aportando millones y olvidándose del "pequeño ciudadano". Y entonces, cunde la ira.
"Quieren llevarnos como ovejas al matadero, pero van a enfrentarse a leones", dijeron los empleados de la planta de neumáticos Continental de Clairoix tras una conversación de crisis en el palacio presidencial. "No queremos pagar su crisis". La desconfianza asesta cada vez más golpes a Sarkozy, que asumió el cargo como "presidente del poder adquisitivo" que "buscaría el crecimiento con uñas y dientes". Y ahora, la oposición, incluído el líder del centrista MoDem, François Bayrou, muestra comprensión por la toma de rehenes.
Royal incluso llegó a decir que "lo que tildan de revuelta es una reacción a la violencia ejercida contra el país y los empleados". Los trabajadores de Caterpillar se enteraron de su "condena a muerte social por la prensa", dijo la socialista, y denunció la "criminalidad de los sobreprivilegiados" que saquean las empresas y eliminan empleos.
La gobernante UMP acusa por ello a la oposición de "promover la violencia mañana, tarde y noche" y alentar políticamente "los miedos de los franceses". Sin embargo, el malestar social no está beneficiando a los partidos opositores. Al contrario: los sociólogos temen que la crisis salte de la economía a la sociedad. "El pueblo se despide de las élites", explica el director del instituto Mediascope, Denis Muzet.
"El abismo entre el mundo real de las víctimas de la crisis y el mundo virtual de los líderes - políticos, banqueros, directivos-, que calculan en miles de millones, es cada vez más profundo". Por ello, se cierne el peligro de que los políticos y sus planes de rescate acaben en el mismo saco que los responsables de la crisis. En el palacio presidencial, los temores son parecidos. La crisis económica crea "una situación peligrosa de tierra fértil para los extremos", dijo el asesor especial de Sarkozy Henri Guaino. En los años 30, las crisis alimentaron el antisemitismo y el totalitarismo. "Esta crisis sigue el patrón de todos los capítulos de un libro de economía. Debemos tener cuidado de que no acabe en los libros de bolsillo de la Historia".
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