Las poderosas de hoy son mujeres del posfeminismo. En su mayoría, fueron criadas con muchos más derechos, libertades y posibilidades que sus madres y abuelas, pero ¿qué significa esto en la práctica? ¿Ven el mundo de otra manera? ¿Algo de esa mirada nueva impacta hoy en la cultura?
Hay algo que resulta obvio: un nuevo modelo femenino está en marcha.
En los primeros años del nuevo siglo, en la Argentina y en el mundo estaban cambiando muchas cosas.
Por primera vez, y mediante elecciones libres, la Argentina eligió a una presidenta mujer en las presidenciales de 2007. Michelle Bachelet conduce el destino político de Chile. La jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, fue elegida como la mujer más poderosa del mundo en 2007, un podio que volvió a conquistar, por segundo año consecutivo, en 2008, según el ranking de la revista Forbes , que mide a las cien mujeres con más poder del mundo, según el dinero que mueven y la capacidad de influencia que ejercen. Hillary Clinton fue designada en la vital Secretaría de Estado norteamericana, en reemplazo de otra mítica dama fuerte, Condoleezza Rice.
Aunque menos conocidas, hay otras presidentas en el planeta. Los Estados de Irlanda, Finlandia, Filipinas y Liberia son timoneados por líderes femeninas. Hay primeras ministras en países tan remotos para nosotros como Mozambique.
En la más cercana España, un país casi tan machista como la Argentina, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero inauguró un gabinete mixto. A su lado, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega se transformó en un ícono militante en favor de la equidad de género.
Y mientras todo esto sucedía, en la Argentina había otro Olimpo que, paralelamente, se gestaba. Silencioso. Nuevo. Poderoso.
Con la crisis de 2001, había surgido un nuevo liderazgo femenino empresarial. El fenómeno de las mujeres en el poder económico.
Por primera vez y por varias razones, en los primeros años del siglo XXI, las grandes firmas multinacionales decidieron sentar a ejecutivas mujeres en la alta dirección de sus filiales porteñas.
Las presidentas corporativas o CEOs (en inglés: Chief Executive Officers) son aquellas altas ejecutivas que toman las decisiones de riesgo en una compañía -como las inversiones- y fijan su estrategia comercial.
En la Argentina, Microsoft nombró primero a la madrileña María Garaña Corcés, y después a la ingeniera argentina Sandra Yachelini, que es la actual presidenta corporativa de la empresa fundada por Bill Gates. La potencia mundial PepsiCo optó por Paula Santilli, quien hasta marzo de 2009 lideró la corporación aquí y en Chile [el mes pasado fue trasladada a la filial mexicana]. Hewlett Packard (HP) es conducida por Analía Rémedi, una licenciada en Comercio Exterior que entró como pasante a la multinacional norteamericana y terminó en el sillón de CEO.
Una historia similar a la de su colega, la ingeniera Marcela Solanes, que en la actualidad dirige otro coloso tecnológico, Unisys, que antiguamente se llamó Burroughs en la Argentina y que, durante décadas, fue la marca ícono de las máquinas registradoras. La multinacional del entretenimiento MTV; la corporación Nutricia-Bagó, una fusión entre la holandesa Nutricia y los Laboratorios Bagó; la glamorosa Chandon, fabricante de vino y champagne, y el comando del Banco Hipotecario, son otros ejemplos de conducción femenina. Al frente de esas compañías están Paula Guerra, la ingeniera Sandra Slavkis, la venezolana Margareth Henríquez y la economista Clarisa Estol, respectivamente [las dos últimas hoy cumplen también altas funciones en otros destinos].
Pionera en el mercado ejecutivo femenino, María Luisa Fulgueira es un caso aparte: en 1990, se convirtió en la primera CEO mujer de la Argentina cuando quedó al comando de la filial local de Dow Corning, la principal fabricante de siliconas del mundo.
En el inicio de la década de los noventa, ni Clarín ni LA NACION tenían mujeres en la conducción de sus redacciones. [...] Recién en la última década incorporaron a dos mujeres en lo más alto de sus respectivas conducciones periodísticas: Ana D´Onofrio, la actual prosecretaria general de Redacción de LA NACION, y Silvia Fesquet, editora general de Clarín . En plena transición del diario papel a la era digital, Ana D´Onofrio quedó al frente de la edición online del matutino. [...]
Pero ¿no era que las mujeres ya habíamos llegado a todos lados? ¿Qué puede haber de nuevo para decir, a esta altura, acerca de la falta de paridad entre los géneros? ¿Acaso no es un tema ya superado y archivado?
Las estadísticas tienen, entre otras funciones, una muy importante: siempre ponen blanco sobre negro la realidad, más allá de lo que elijamos creer sobre ella.
Y la realidad es que, de las noventa mil empresas que constituyen la economía de negocios en la Argentina -entre ellas, apenas unas mil son las consideradas pesos pesados-, encontramos sólo una CEO mujer para entrevistar: Clarisa Estol, presidenta del Banco Hipotecario, sencillamente porque es la única CEO de empresa argentina que existe. En los Estados Unidos, un país que promueve el liderazgo femenino en los negocios y que suele marcar la tendencia en el mundo, el porcentaje de cabezas femeninas al frente de las grandes firmas araña, apenas, el 2 por ciento.
Los datos hablan por sí mismos. La realidad es también que, si las mujeres estuvimos históricamente excluidas -¿o autoexcluidas?- de los lugares donde se toman las decisiones, esa exclusión -¿o autoexclusión?- se acentúa mucho más en las decisiones que atañen a la economía.
Un estudio privado e inédito hasta ahora de la economista de Fiel, Marcela Cristini, indica que en el 60 por ciento de las empresas argentinas no hay mujeres en cargos ejecutivos. No hablamos ya de CEOs, la función máxima, sino de gerentas o directoras. Cristini tomó una muestra grande, unas dos mil trescientas empresas, que representan entre el 30 y el 40 por ciento de la economía del país. Y allí encontró que, en lo que va de este siglo, el porcentaje femenino en los cargos más altos alcanzaba un magro 11 por ciento. En la Argentina actual, el 40 por ciento de la fuerza laboral es femenina; sin embargo, las mujeres siguen ganando un 30 por ciento menos que ellos y trabajando en puestos de menor jerarquía. [...]
La acusación más frecuente y dañina hacia las mujeres que ocupan lugares de decisión o que compiten por ocuparlos -con las políticas sucede con frecuencia- es que no tienen la capacidad ni la experiencia suficientes para conducir en el alto nivel.
Y esto puede ser cierto, en algunos casos, como también lo es en el caso de hombres que han llegado a los puestos máximos sin la suficiente experiencia ni capacitación. Sin embargo, esa descalificación suena más creíble cuando la destinataria es una mujer. Y lo peor es que suena más creíble para los oídos femeninos.
¿Por qué? Diana Maffía, experta en estudios de género, explica, desde la filosofía, que a las mujeres nos falta esa clase de autoridad que se basa en la experiencia de vida. Es la autoridad que genera respeto ante un determinado punto de vista. Sin embargo, en nuestra cultura, la palabra de las mujeres todavía tiene un peso menor que la de los varones. En el inconsciente colectivo, los que "saben" son ellos. Sobre todo en lo que hace a temas duros, como las finanzas, los negocios o la influencia. [...]
Hay algo que resulta obvio: un nuevo modelo femenino está en marcha.
En los primeros años del nuevo siglo, en la Argentina y en el mundo estaban cambiando muchas cosas.
Por primera vez, y mediante elecciones libres, la Argentina eligió a una presidenta mujer en las presidenciales de 2007. Michelle Bachelet conduce el destino político de Chile. La jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, fue elegida como la mujer más poderosa del mundo en 2007, un podio que volvió a conquistar, por segundo año consecutivo, en 2008, según el ranking de la revista Forbes , que mide a las cien mujeres con más poder del mundo, según el dinero que mueven y la capacidad de influencia que ejercen. Hillary Clinton fue designada en la vital Secretaría de Estado norteamericana, en reemplazo de otra mítica dama fuerte, Condoleezza Rice.
Aunque menos conocidas, hay otras presidentas en el planeta. Los Estados de Irlanda, Finlandia, Filipinas y Liberia son timoneados por líderes femeninas. Hay primeras ministras en países tan remotos para nosotros como Mozambique.
En la más cercana España, un país casi tan machista como la Argentina, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero inauguró un gabinete mixto. A su lado, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega se transformó en un ícono militante en favor de la equidad de género.
Y mientras todo esto sucedía, en la Argentina había otro Olimpo que, paralelamente, se gestaba. Silencioso. Nuevo. Poderoso.
Con la crisis de 2001, había surgido un nuevo liderazgo femenino empresarial. El fenómeno de las mujeres en el poder económico.
Por primera vez y por varias razones, en los primeros años del siglo XXI, las grandes firmas multinacionales decidieron sentar a ejecutivas mujeres en la alta dirección de sus filiales porteñas.
Las presidentas corporativas o CEOs (en inglés: Chief Executive Officers) son aquellas altas ejecutivas que toman las decisiones de riesgo en una compañía -como las inversiones- y fijan su estrategia comercial.
En la Argentina, Microsoft nombró primero a la madrileña María Garaña Corcés, y después a la ingeniera argentina Sandra Yachelini, que es la actual presidenta corporativa de la empresa fundada por Bill Gates. La potencia mundial PepsiCo optó por Paula Santilli, quien hasta marzo de 2009 lideró la corporación aquí y en Chile [el mes pasado fue trasladada a la filial mexicana]. Hewlett Packard (HP) es conducida por Analía Rémedi, una licenciada en Comercio Exterior que entró como pasante a la multinacional norteamericana y terminó en el sillón de CEO.
Una historia similar a la de su colega, la ingeniera Marcela Solanes, que en la actualidad dirige otro coloso tecnológico, Unisys, que antiguamente se llamó Burroughs en la Argentina y que, durante décadas, fue la marca ícono de las máquinas registradoras. La multinacional del entretenimiento MTV; la corporación Nutricia-Bagó, una fusión entre la holandesa Nutricia y los Laboratorios Bagó; la glamorosa Chandon, fabricante de vino y champagne, y el comando del Banco Hipotecario, son otros ejemplos de conducción femenina. Al frente de esas compañías están Paula Guerra, la ingeniera Sandra Slavkis, la venezolana Margareth Henríquez y la economista Clarisa Estol, respectivamente [las dos últimas hoy cumplen también altas funciones en otros destinos].
Pionera en el mercado ejecutivo femenino, María Luisa Fulgueira es un caso aparte: en 1990, se convirtió en la primera CEO mujer de la Argentina cuando quedó al comando de la filial local de Dow Corning, la principal fabricante de siliconas del mundo.
En el inicio de la década de los noventa, ni Clarín ni LA NACION tenían mujeres en la conducción de sus redacciones. [...] Recién en la última década incorporaron a dos mujeres en lo más alto de sus respectivas conducciones periodísticas: Ana D´Onofrio, la actual prosecretaria general de Redacción de LA NACION, y Silvia Fesquet, editora general de Clarín . En plena transición del diario papel a la era digital, Ana D´Onofrio quedó al frente de la edición online del matutino. [...]
Pero ¿no era que las mujeres ya habíamos llegado a todos lados? ¿Qué puede haber de nuevo para decir, a esta altura, acerca de la falta de paridad entre los géneros? ¿Acaso no es un tema ya superado y archivado?
Las estadísticas tienen, entre otras funciones, una muy importante: siempre ponen blanco sobre negro la realidad, más allá de lo que elijamos creer sobre ella.
Y la realidad es que, de las noventa mil empresas que constituyen la economía de negocios en la Argentina -entre ellas, apenas unas mil son las consideradas pesos pesados-, encontramos sólo una CEO mujer para entrevistar: Clarisa Estol, presidenta del Banco Hipotecario, sencillamente porque es la única CEO de empresa argentina que existe. En los Estados Unidos, un país que promueve el liderazgo femenino en los negocios y que suele marcar la tendencia en el mundo, el porcentaje de cabezas femeninas al frente de las grandes firmas araña, apenas, el 2 por ciento.
Los datos hablan por sí mismos. La realidad es también que, si las mujeres estuvimos históricamente excluidas -¿o autoexcluidas?- de los lugares donde se toman las decisiones, esa exclusión -¿o autoexclusión?- se acentúa mucho más en las decisiones que atañen a la economía.
Un estudio privado e inédito hasta ahora de la economista de Fiel, Marcela Cristini, indica que en el 60 por ciento de las empresas argentinas no hay mujeres en cargos ejecutivos. No hablamos ya de CEOs, la función máxima, sino de gerentas o directoras. Cristini tomó una muestra grande, unas dos mil trescientas empresas, que representan entre el 30 y el 40 por ciento de la economía del país. Y allí encontró que, en lo que va de este siglo, el porcentaje femenino en los cargos más altos alcanzaba un magro 11 por ciento. En la Argentina actual, el 40 por ciento de la fuerza laboral es femenina; sin embargo, las mujeres siguen ganando un 30 por ciento menos que ellos y trabajando en puestos de menor jerarquía. [...]
La acusación más frecuente y dañina hacia las mujeres que ocupan lugares de decisión o que compiten por ocuparlos -con las políticas sucede con frecuencia- es que no tienen la capacidad ni la experiencia suficientes para conducir en el alto nivel.
Y esto puede ser cierto, en algunos casos, como también lo es en el caso de hombres que han llegado a los puestos máximos sin la suficiente experiencia ni capacitación. Sin embargo, esa descalificación suena más creíble cuando la destinataria es una mujer. Y lo peor es que suena más creíble para los oídos femeninos.
¿Por qué? Diana Maffía, experta en estudios de género, explica, desde la filosofía, que a las mujeres nos falta esa clase de autoridad que se basa en la experiencia de vida. Es la autoridad que genera respeto ante un determinado punto de vista. Sin embargo, en nuestra cultura, la palabra de las mujeres todavía tiene un peso menor que la de los varones. En el inconsciente colectivo, los que "saben" son ellos. Sobre todo en lo que hace a temas duros, como las finanzas, los negocios o la influencia. [...]
Destrezas para enfrentar la crisis
Sin embargo, tal como anticipa la investigadora y experta en management femenino, la argentina Lidia Heller , en esta nueva etapa del capitalismo global, dominada por la incertidumbre, el cambio permanente y el quiebre de las viejas certezas y hegemonías -la crisis financiera en los Estados Unidos es prueba de este cambio en las reglas del juego-, las habilidades femeninas para conducir puede convertirlas en las grandes beneficiarias de estas transformaciones.
Pero, ¿cuál es la diferencia entre el liderazgo femenino y el masculino?
La sociología que investiga los distintos tipos de liderazgo nos ofrece interesantes referencias: el poder tradicional o masculino es jerárquico, y antiguamente estaba basado en una gran figura, generalmente la de un "gran hombre", que influía en la corporación y a quien se lo trataba con solemnidad.
Es un liderazgo desigual. Que suele ver el crecimiento de los otros como una amenaza. El estilo femenino, en cambio, es definido como radial y corresponde a un tipo de estructura en red: construye equipos de trabajo, comparte información, y es más horizontal.
El poder jerárquico, del tipo "los de arriba mandan; los de abajo obedecen" controla y debilita; el liderazgo cooperativo, en cambio, potencia al equipo y fortalece a las personas.
Los expertos en management aseguran que, para liderar esta segunda ola de la globalización, harán falta esas habilidades para las cuales son buenas las mujeres: la comunicación, la flexibilidad, la apertura emocional, la capacidad para crear y mantener tensiones creativas en un equipo, el tomarse el tiempo para escuchar a los demás; la promoción de maneras de pensar más afines con los sistemas y menos individualistas; la capacidad de elaborar visiones de escenarios futuros.
Los valores culturales que ellas traen de su antiguo mundo privado parecen ser los requeridos para estas nuevas formas de liderazgo: la empatía, la emocionalidad, la socialización, la apertura a la improvisación y a la modificación inmediata, el cooperativismo.
Después de más de una década de investigar en la cultura de las corporaciones, Heller, que además es coach de empresarias y pasa mucho tiempo con ellas ayudándolas a planificar sus carreras, está convencida de que, en la Argentina actual, las que mandan ejercen ambos tipos de liderazgo, algunas se acercan al masculino. Y otras, sobre todo las de las generaciones más jóvenes, al femenino. [...]
Sin embargo, tal como anticipa la investigadora y experta en management femenino, la argentina Lidia Heller , en esta nueva etapa del capitalismo global, dominada por la incertidumbre, el cambio permanente y el quiebre de las viejas certezas y hegemonías -la crisis financiera en los Estados Unidos es prueba de este cambio en las reglas del juego-, las habilidades femeninas para conducir puede convertirlas en las grandes beneficiarias de estas transformaciones.
Pero, ¿cuál es la diferencia entre el liderazgo femenino y el masculino?
La sociología que investiga los distintos tipos de liderazgo nos ofrece interesantes referencias: el poder tradicional o masculino es jerárquico, y antiguamente estaba basado en una gran figura, generalmente la de un "gran hombre", que influía en la corporación y a quien se lo trataba con solemnidad.
Es un liderazgo desigual. Que suele ver el crecimiento de los otros como una amenaza. El estilo femenino, en cambio, es definido como radial y corresponde a un tipo de estructura en red: construye equipos de trabajo, comparte información, y es más horizontal.
El poder jerárquico, del tipo "los de arriba mandan; los de abajo obedecen" controla y debilita; el liderazgo cooperativo, en cambio, potencia al equipo y fortalece a las personas.
Los expertos en management aseguran que, para liderar esta segunda ola de la globalización, harán falta esas habilidades para las cuales son buenas las mujeres: la comunicación, la flexibilidad, la apertura emocional, la capacidad para crear y mantener tensiones creativas en un equipo, el tomarse el tiempo para escuchar a los demás; la promoción de maneras de pensar más afines con los sistemas y menos individualistas; la capacidad de elaborar visiones de escenarios futuros.
Los valores culturales que ellas traen de su antiguo mundo privado parecen ser los requeridos para estas nuevas formas de liderazgo: la empatía, la emocionalidad, la socialización, la apertura a la improvisación y a la modificación inmediata, el cooperativismo.
Después de más de una década de investigar en la cultura de las corporaciones, Heller, que además es coach de empresarias y pasa mucho tiempo con ellas ayudándolas a planificar sus carreras, está convencida de que, en la Argentina actual, las que mandan ejercen ambos tipos de liderazgo, algunas se acercan al masculino. Y otras, sobre todo las de las generaciones más jóvenes, al femenino. [...]
Pilotos de tormenta
Pero, ¿cuál es, en concreto, el aporte del liderazgo femenino al mundo? ¿Qué traen ellas de nuevo?
El liderazgo femenino en el núcleo duro del poder masculino es un experimento completamente nuevo. Significa que se trata de un territorio casi inexplorado, del que sabemos poco. [...]
Sin embargo, podemos decir que el liderazgo femenino empresarial, las CEO que hoy dirigen multinacionales, surgió como un fenómeno producto de dos factores: la crisis de 2001, que quemó todos los manuales conocidos hasta el momento, y la llegada de un nuevo siglo en el que empezó a aparecer la diversidad como valor cultural.
Y en esa diversidad entran, surgen, claro, las mujeres y sus nuevas formas de liderazgo.
En la mayoría de los casos, las presidentas corporativas que mandan hoy en sus empresas, ya eran gerentas o altas ejecutivas, que venían haciendo carrera en sus respectivas corporaciones y que, cuando el país empezó a hacer agua, aparecieron inesperadamente en la superficie para pilotear en la tormenta. [...]
¿Hay algo que conecte a las mujeres con las crisis?
La historiadora Dora Barrancos dice que sí, y es que en toda revolución o crac ellas surgen a la superficie, como la espuma. "Una de las explicaciones es que las mujeres pueden afrontar mejor muchos frentes al mismo tiempo en los momentos críticos. Los hombres, en cambio, son más eficaces en la especialización."
Culturalmente entrenadas para afrontar esa complejidad, las mujeres vienen equipadas con el pensamiento lateral -lo llaman "matrístico-, que les permite, precisamente, hacer varias cosas al mismo tiempo: una experiencia perfectamente comprobable para cualquier mujer, por el solo hecho de existir en femenino.
En el ámbito de los medios de comunicación, sin embargo, sucedió otra cosa.
La llegada de las dos periodistas mujeres, casi al mismo tiempo, a la alta conducción de LA NACION y Clarín pareció responder, antes que a la crisis económica argentina, a las demandas crecientes de diversidad del mercado global y de las propias empresas dueñas de los medios.
Resultaba obvio, en los noventa, que surgía en el horizonte una nueva audiencia femenina, con necesidades de consumo, cada vez más diferenciadas de sus parejas o padres. Resultaba lógico entonces pensar que, del otro lado del mostrador, ellas fueran "atendidas" por sus pares femeninas, con una sensibilidad afín para captar esas demandas nuevas. Cambio cultural
Según algunos intelectuales que estudian los movimientos sociales, este será un siglo dominado por la cultura de lo femenino. Alain Touraine es uno de ellos. De allí que, en los últimos años, orientó su trabajo de investigación sobre las mujeres, a quienes considera los nuevos actores sociales, que cambiarán al mundo: "Esta es actualmente mi preocupación principal: conseguir que las mujeres se den cuenta de que ahora les toca a ellas transformar la sociedad", decía el sociólogo francés en 2006, durante el acto de asunción de Michelle Bachellet en Chile.
Pero, alto aquí: el francés habla de una transformación femenina, no feminista. Y además sostiene que el cambio que ellas traen es cultural, no político. Es decir, no hay motivos para pensar que una presidenta política sea demasiado diferente de un presidente. En Argentina, tenemos un ejemplo de que un cambio de género en el poder político no cambia demasiado las cosas. Tampoco es lo que propone o dice Touraine.
¿Qué traen ellas de nuevo, entonces?
Ideas nuevas sobre cómo vivir o sobre cómo podría cambiar el funcionamiento de una sociedad en la que ellos, también, se sienten mal.
Lo explica: "Estamos pasando de un mundo de conquistadores y defensores de la razón, el que crearon los hombres, a otro de autorrealización, el que están creando las mujeres".
Claro que este movimiento posfeminista, como lo bautiza Touraine, a diferencia del feminismo, no está "en contra" de nada. El dice que las mujeres construyen un mundo nuevo para todos, no sólo para ellas. Se trata de un movimiento proactivo, no reactivo.
¿Y qué propone este movimiento silencioso, según Touraine?
Autorrealización, mayor calidad de vida, conexión con el placer, la necesidad de dedicarles más tiempo a los hijos, el surgimiento de nuevos padres, la reconexión con el mundo emocional, la "ideología" de compatibilizar la vida privada y la vida pública. Son normas, todas, para consumo unisex.
Diana Maffía, hoy legisladora porteña por la Coalición Cívica, me contó, en 2008, una historia que ilustra bien este punto: en el parlamento de la ciudad se estaba debatiendo una iniciativa para acortar el horario de las sesiones, que, históricamente se extienden hasta la madrugada. Con esos horarios -plantearon las legisladoras- no pueden cenar con sus hijos. Desde ya que los legisladores tampoco, pero nunca se habían quejado por eso.
Hasta ahora. "Me empezaron a llamar por teléfono para alentarme, en privado, a que siguiera con esta demanda -cuenta-. Se ve que ellos, sobre todo los más jóvenes, están interesados en lo mismo, pero todavía no se atreven a blanquearlo públicamente".
Estos son los valores femeninos de los que habla Touraine; son los que ellas estarían inyectando en el mundo de los hombres. [...]
"Estar acá sentada no es gratis"
Sandra Yachelini, CEO de Microsoft para América latina, llegó a la empresa creada por Bill Gates con el mandato de timonear la crisis financiera global. "Hay cargos altos y de responsabilidad en los que una no puede ampararse en ser mujer para evitar la disponibilidad que requieren. Estar acá sentada no es gratis, ¿o qué pensaban?"
"Escucho a mi estómago antes de decidir"
Líder regional de la multinacional Hewlett Packard, Analía Rémedi está al frente de una empresa que, en 2008, hizo negocios por 600 millones de dólares. "Hay decisiones que pueden alterar el rumbo de la compañía. Muchas veces escucho a mi estómago antes de definir. Siempre lo hice, pero recién ahora lo podemos decir sin perder respeto. A alguien se le ocurrió decir que la intuición está bien y ahora figura en los manuales de management . Las mujeres siempre supimos que la intuición está bien, pero bueno..."
"¿Sabés con quién estás hablando?"
-A ver, pichona mía...-arrancó el constructor que llevaba adelante la remodelación de sus oficinas como líder de MTV Networks en Palermo Soho. "A mí jamás se me hubiera pasado por la cabeza llamar pichón a un tipo que recién conozco y que encima es un CEO corporativo. Me daban ganas de decirle: Pero, sabés con quién estás hablando o querés que te lo explique?"
Pero, ¿cuál es, en concreto, el aporte del liderazgo femenino al mundo? ¿Qué traen ellas de nuevo?
El liderazgo femenino en el núcleo duro del poder masculino es un experimento completamente nuevo. Significa que se trata de un territorio casi inexplorado, del que sabemos poco. [...]
Sin embargo, podemos decir que el liderazgo femenino empresarial, las CEO que hoy dirigen multinacionales, surgió como un fenómeno producto de dos factores: la crisis de 2001, que quemó todos los manuales conocidos hasta el momento, y la llegada de un nuevo siglo en el que empezó a aparecer la diversidad como valor cultural.
Y en esa diversidad entran, surgen, claro, las mujeres y sus nuevas formas de liderazgo.
En la mayoría de los casos, las presidentas corporativas que mandan hoy en sus empresas, ya eran gerentas o altas ejecutivas, que venían haciendo carrera en sus respectivas corporaciones y que, cuando el país empezó a hacer agua, aparecieron inesperadamente en la superficie para pilotear en la tormenta. [...]
¿Hay algo que conecte a las mujeres con las crisis?
La historiadora Dora Barrancos dice que sí, y es que en toda revolución o crac ellas surgen a la superficie, como la espuma. "Una de las explicaciones es que las mujeres pueden afrontar mejor muchos frentes al mismo tiempo en los momentos críticos. Los hombres, en cambio, son más eficaces en la especialización."
Culturalmente entrenadas para afrontar esa complejidad, las mujeres vienen equipadas con el pensamiento lateral -lo llaman "matrístico-, que les permite, precisamente, hacer varias cosas al mismo tiempo: una experiencia perfectamente comprobable para cualquier mujer, por el solo hecho de existir en femenino.
En el ámbito de los medios de comunicación, sin embargo, sucedió otra cosa.
La llegada de las dos periodistas mujeres, casi al mismo tiempo, a la alta conducción de LA NACION y Clarín pareció responder, antes que a la crisis económica argentina, a las demandas crecientes de diversidad del mercado global y de las propias empresas dueñas de los medios.
Resultaba obvio, en los noventa, que surgía en el horizonte una nueva audiencia femenina, con necesidades de consumo, cada vez más diferenciadas de sus parejas o padres. Resultaba lógico entonces pensar que, del otro lado del mostrador, ellas fueran "atendidas" por sus pares femeninas, con una sensibilidad afín para captar esas demandas nuevas. Cambio cultural
Según algunos intelectuales que estudian los movimientos sociales, este será un siglo dominado por la cultura de lo femenino. Alain Touraine es uno de ellos. De allí que, en los últimos años, orientó su trabajo de investigación sobre las mujeres, a quienes considera los nuevos actores sociales, que cambiarán al mundo: "Esta es actualmente mi preocupación principal: conseguir que las mujeres se den cuenta de que ahora les toca a ellas transformar la sociedad", decía el sociólogo francés en 2006, durante el acto de asunción de Michelle Bachellet en Chile.
Pero, alto aquí: el francés habla de una transformación femenina, no feminista. Y además sostiene que el cambio que ellas traen es cultural, no político. Es decir, no hay motivos para pensar que una presidenta política sea demasiado diferente de un presidente. En Argentina, tenemos un ejemplo de que un cambio de género en el poder político no cambia demasiado las cosas. Tampoco es lo que propone o dice Touraine.
¿Qué traen ellas de nuevo, entonces?
Ideas nuevas sobre cómo vivir o sobre cómo podría cambiar el funcionamiento de una sociedad en la que ellos, también, se sienten mal.
Lo explica: "Estamos pasando de un mundo de conquistadores y defensores de la razón, el que crearon los hombres, a otro de autorrealización, el que están creando las mujeres".
Claro que este movimiento posfeminista, como lo bautiza Touraine, a diferencia del feminismo, no está "en contra" de nada. El dice que las mujeres construyen un mundo nuevo para todos, no sólo para ellas. Se trata de un movimiento proactivo, no reactivo.
¿Y qué propone este movimiento silencioso, según Touraine?
Autorrealización, mayor calidad de vida, conexión con el placer, la necesidad de dedicarles más tiempo a los hijos, el surgimiento de nuevos padres, la reconexión con el mundo emocional, la "ideología" de compatibilizar la vida privada y la vida pública. Son normas, todas, para consumo unisex.
Diana Maffía, hoy legisladora porteña por la Coalición Cívica, me contó, en 2008, una historia que ilustra bien este punto: en el parlamento de la ciudad se estaba debatiendo una iniciativa para acortar el horario de las sesiones, que, históricamente se extienden hasta la madrugada. Con esos horarios -plantearon las legisladoras- no pueden cenar con sus hijos. Desde ya que los legisladores tampoco, pero nunca se habían quejado por eso.
Hasta ahora. "Me empezaron a llamar por teléfono para alentarme, en privado, a que siguiera con esta demanda -cuenta-. Se ve que ellos, sobre todo los más jóvenes, están interesados en lo mismo, pero todavía no se atreven a blanquearlo públicamente".
Estos son los valores femeninos de los que habla Touraine; son los que ellas estarían inyectando en el mundo de los hombres. [...]
"Estar acá sentada no es gratis"
Sandra Yachelini, CEO de Microsoft para América latina, llegó a la empresa creada por Bill Gates con el mandato de timonear la crisis financiera global. "Hay cargos altos y de responsabilidad en los que una no puede ampararse en ser mujer para evitar la disponibilidad que requieren. Estar acá sentada no es gratis, ¿o qué pensaban?"
"Escucho a mi estómago antes de decidir"
Líder regional de la multinacional Hewlett Packard, Analía Rémedi está al frente de una empresa que, en 2008, hizo negocios por 600 millones de dólares. "Hay decisiones que pueden alterar el rumbo de la compañía. Muchas veces escucho a mi estómago antes de definir. Siempre lo hice, pero recién ahora lo podemos decir sin perder respeto. A alguien se le ocurrió decir que la intuición está bien y ahora figura en los manuales de management . Las mujeres siempre supimos que la intuición está bien, pero bueno..."
"¿Sabés con quién estás hablando?"
-A ver, pichona mía...-arrancó el constructor que llevaba adelante la remodelación de sus oficinas como líder de MTV Networks en Palermo Soho. "A mí jamás se me hubiera pasado por la cabeza llamar pichón a un tipo que recién conozco y que encima es un CEO corporativo. Me daban ganas de decirle: Pero, sabés con quién estás hablando o querés que te lo explique?"
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