viernes, 17 de abril de 2009

¿Existe el mal de ojo?


Pese a que las características del mal de ojo están bien definidas desde tiempos inmemoriales, es habitual que se incluyan ideas muy diversas dentro de la misma categoría.
A menudo se utiliza la denominación “mal de ojo” para designar fenómenos que tienen poco o nada que ver con este tema.
La ambigüedad con la que se utiliza esta expresión es la causa de que mucha gente emplee el mismo término para describir cosas distintas.
Suele confundirse el mal de ojo o aojamiento con cualquier tipo de hechizo o con otras enfermedades culturales.
Estas creencias tienen en común que se les atribuye un efecto maligno provocado por causas no físicas.
Se considera a los hechizos como el mal de ojo, un influjo nefasto dirigido contra seres vivos, provocados en forma consciente o inconsciente en forma de maleficio.
La base en la que se sustenta la hipótesis que sostiene que se puede accionar sobre otro ser, es la existencia de una sustancia o agente mágico que conecta todas las cosas de la Creación.
Una supuesta atmósfera psíquica en la que todo y todos están inmersos, quizás relacionado con el inconsciente colectivo de Jung, los mitos, el folklore, etc., sería lo que permite la interacción postulada por la creencia en los hechizos.
Los hechizos se clasifican como:
· Hechizos de amor.
· Hechizos de odio.
· Hechizos de dominio.
A esta categoría es a la que pertenece el mal de ojo.
La consecuencia es la manifestación de todo tipo de dolencias y obstáculos en el mundo material.
Esta es una creencia universal, que se encuentra en todas las épocas y en todos los lugares del planeta.
La creencia en el mal de ojo incluye también el concepto de que los malos pensamientos dirigidos hacia un objeto, animal o persona, podrían, a través de la mirada, perturbar el campo magnético de las victima.
Que es lo que distingue al mal de ojo de otro tipo de hechizos?
La respuesta esta contenida por el verbo que designa la acción de aojar: lanzar una mala mirada, dirigir a traves del ojo como emisor y de la mirada como vehículo, una intención dañina con la intención de destruir , esto sería el mal de ojo u ojeadura.
Debemos deducir que el mal de ojo es un hechizo dirigido hacia donde se posan determinado tipo de miradas, emitidos por los ojos de algunas personas.
El lenguaje también nos ofrece muchas claves para entender el origen de la creencia en las miradas malignas.
Se dice habitualmente que la mirada, o la vista, se posa en tal o cual sitio, como si realmente se pensara que la mirada es una especie de prolongación de alguna parte de la persona.
El lenguaje delata a menudo como el ser humano interpreta el mundo a nivel inconsciente.
Frases como:
· Donde se pone el ojo......
· Echarle el ojo a.....
· Ojo con lo que se dice.
· Ojo por ojo...
Los móviles universalmente aceptados por todos los pueblos del planeta como detonantes para el mal de ojo son la envidia, los celos y la codicia.
A pesar que se sabe que el ojo es solo un receptor de ondas luminosas que el cerebro interpreta como imágenes, los órganos de la vista se consideran inconscientemente focos que pueden emitir radiaciones capaces de posarse, en forma simbólica, sobre aquello que se mira.
Aquí radica el secreto de que esta creencia tan arcaica perdure en el tiempo.
El poder de la “ojeadura”, como se la conoce en la medicina no institucionalizada, está siendo admitido por médicos, psicólogos y científicos, quienes reconocen la cura por sugestión.
Donde la ciencia no llega, la sabiduría popular está ganando terreno. Estudios recientes han admitido que si bien se pueden producir efectos benéficos o perjudiciales con la vista, para lograr cualquiera de estos impactos es necesario un complejo entrenamiento de las fuerzas anímicas y no sólo la intención o la práctica por curiosidad.
En estas curaciones se produce un efecto sugestivo y este mismo efecto es el que aparece en las indicaciones médicas. La respuesta frente a los fármacos se produce por la influencia en la confianza médico-paciente. Y esto es lo importante, porque el efecto sugestivo mejora el efecto del fármaco, dicen a modo de comparación algunos médicos.
El Talmud, el milenario libro que recoge todo el saber judío, se refiere al mal de ojo y le adscribe poderes casi místico.
Mirar los bienes ajenos con envidia en los ojos puede hacer que el mal recaiga sobre esa persona. Es por eso que la ley Talmúdica prohíbe construir una casa muy cerca de la otra.
El ojo radiante es un símbolo que forma parte de los contenidos inconscientes de la humanidad.
Los símbolos son eternos.
Pueden ser negados, rechazados, reprimidos, ocultados.
Pero no se les puede hacer desaparecer.

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