jueves, 16 de abril de 2009

Se extiende la práctica del ajedrez en las escuelas


Cynthia Palacios
LA NACION
Hay que hacerse responsable de cada movimiento y ponerse en el lugar del otro. Y, así, lo que se aprende frente al tablero bien puede ponerse en práctica en otros escenarios. Las enseñanzas del ajedrez van mucho más allá de las estrategias para mover con éxito las 16 piezas.
La postal era inusual. Cientos de chicos sentados alrededor de la Pirámide de Mayo, concentrados frente a un tablero. Para celebrar el Día del Ajedrez Escolar, fecha que se instituyó para recordar el nacimiento de Miguel Najdorf, más de 600 chicos participaron ayer de una partida gigante.
El ajedrez se enseña hoy a 14.000 chicos porteños en 160 escuelas primarias comunes, cuatro escuelas de recuperación y dos hospitalarias.
De manera optativa y a contraturno en las escuelas de jornada simple y como una materia más en las de doble jornada, este deporte mental apasiona a miles de chicos. Y más de 200 chicos participan cada sábado de torneos intercolegiales gratuitos que recorren los barrios.
¿Por qué enseñar ajedrez en las escuelas? "El ajedrez no suele ser muy jugado en las casas y el hecho de llevarlo a las escuelas permite que los chicos accedan a herramientas que los hagan pensar, reflexionar, buscar estrategias y compartir con otros", explicó la subsecretaria de Inclusión Escolar del gobierno porteño, Ana María Ravaglia.
"Muchas cuestiones relacionadas con el pensamiento se ponen en juego en el ajedrez", opinó Daniel Justel, uno de los tres coordinadores del programa del Ministerio de Educación de la ciudad. Dijo que el ajedrez convierte la violencia física en agresividad simbólica y enfrentarse en el tablero ayuda a dirimir diferencias fuera de él.
"En un contexto lúdico, se desarrollan estrategias intelectuales, se razona cuál es el mejor camino. Es un juego lógico en el que nada está librado al azar. Lo que pasa en el tablero es consecuencia de las movidas que uno hizo", ejemplificó Gustavo Aguila, otro de los coordinadores.
Pensar para jugar
Tomás y Andrés tienen diez años y asisten a la escuela N° 25 de Boedo. Aprendieron a jugar ajedrez el año pasado y ayer discutían movidas mientras esperaban que el profesor pasara por sus tableros para mover sus piezas. Coincidieron en que lo mejor del juego es que "te hace pensar". "Es divertido cuando quedás atrapado y no sabés para dónde mover", confesó Andrés.
A Daniela, de nueve años, le gusta tanto jugar que no le importa no tener contrincante. "En casa juego sola. Voy de un lado al otro del tablero y ¡siempre ganan las blancas!", confirmó. Más allá de las estadísticas, jugando sola siempre gana.
Camila y Brenda van juntas a la Escuela N° 5 de Palermo. "A veces nos juntamos a jugar al ajedrez en casa", contó Camila. "Al principio parece difícil, pero cuando aprendés a mover las piezas es divertido", acotó Brenda.
El juego de las virtudes
Carlos Ilardo
Como herramienta pedagógica, la incorporación del ajedrez en las escuelas ha permitido comprobar muchos beneficios en la formación de los chicos y adolescentes.
Entre otras virtudes, estimula el pensamiento lógico y reflexivo, la capacidad de abstracción y observación, activa la memoria, la concentración, la motivación y la autoestima. El juego, en su reducido ámbito de 64 casillas, se mide con patrones muy estrictos, un error es causal de una derrota y un acierto, de una victoria. Por ello su práctica resulta a niños y adultos un modelo versátil de entrenamiento para la toma de decisiones.
La incorporación del milenario juego en las aulas ha permitido disminuir los altos índices de violencia escolar, que hoy golpean las aulas y patios como un flagelo.
La Escuela Municipal de Ajedrez Ruy López, de Villa Martelli, que asiste a más de 8000 chicos de 60 escuelas, y la Universidad de La Punta en San Luis, con más de 21.000 alumnos en 235 colegios, junto con el gobierno porteño, que trabaja con 14.000 estudiantes, han encontrado una manera de sublimar la agresión entre los jóvenes a través de sus planes de alfabetización de ajedrez.
Quizá porque su práctica no sabe de discriminaciones de sexo, ideologías, ni edades, todos pueden jugarlo. Se rige por dos premisas esenciales: la paciencia, para el ejercicio de la reflexión, una antítesis ante los tiempos modernos de inmediatez que propaga Internet, los videojuegos y el zapping, y el respeto hacia el rival: cada uno podrá efectuar un nuevo movimiento después de la respuesta del adversario.
Así, mientras muchos aún dudan en definirlo como un juego, ciencia, arte o deporte, sus múltiples virtudes permiten afirmar que el ajedrez es educación. Acaso, lo más importante.
lanacion.com

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