Debajo de la autopista Illia, en la villa 31, se gestan muchos de los negocios entre vendedores y consumidores de paco
Daniel Gallo
LA NACION
La mujer va de una a otra esquina con su bebe en el carrito. No llama la atención en cualquier cuadra de Palermo o de Barrio Norte. Se detiene y conversa con un transeúnte, luego con otro. No es una charla ocasional entre vecinos. Es hoy una de las formas más habituales para el delivery de paco (el residuo de la pasta base de cocaína).
La droga más explosiva y peligrosa traspasó ya el límite de las villas y avanza cada vez más entre jóvenes de clase media. Algunos de los que consumen esa sustancia relataron a La Nacion la manera en que adquieren hoy una droga nacida en 2001 en los asentamientos más pobres del conurbano.
La sitúan en quioscos cercanos a colegios y hasta en puestos de flores que, curiosamente, trabajan toda la noche sin vender una sola flor. La consiguen en el interior de casas tomadas en San Telmo o se la vende alguien que la comercializa directamente en y desde las villas de la ciudad.
Muchos padres empiezan a alarmarse. Todavía no hay datos oficiales sobre la magnitud del fenómeno, pero todos, especialistas en la atención de adictos, organizaciones no gubernamentales y centros de salud, confirman que crece la tendencia dentro de la clase media, cuya mayor disponibilidad económica para adquirir las dosis podría provocar un efecto devastador.
Varias ONG consultadas por La Nacion revelaron que reciben cada vez más pacientes de un nivel socioeconómico bastante superior al de los chicos de barrios necesitados. Es una tendencia que pone en alerta a los centros de atención, la principal trinchera del combate a las adicciones, como gustan definir quienes trabajan en esos lugares de contención y recuperación.
"No hay dudas de que ya está en la clase media", comentó Miguel Ríos, a cargo de la Fundación Reencuentros. Tiene 30 camas ocupadas por adictos que fumaban pasta base, uno de los compuestos centrales de la droga conocida en la calle como paco. Dos de los jóvenes tratados allí pertenecen a la clase media del conurbano bonaerense.
Fuertemente vinculado con la violencia callejera, el paco hace tiempo que está insertado en los asentamientos de la región metropolitana.
"Atendimos a jóvenes de clase media, incluso de Barrio Norte", indicó José María Rshaid, que está al frente de Casa del Sur, que posee 15 centros de tratamiento distribuidos por el país con unos 500 pacientes. El 80 por ciento de ellos consume paco.
El Observatorio de Drogas de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) hizo una investigación cualitativa en 2007 y confirmó por entonces el primer acercamiento de la clase media al consumo de paco.
Aquella medición de la Sedronar exhibió un universo de consumidores de 27.000 jóvenes. La tendencia de los nuevos sondeos parciales evidencia un importante crecimiento: se estima extraoficialmente que hoy son más de 50.000 los adictos al paco.
En la última semana, los curas de los asentamientos porteños denunciaron la catástrofe cotidiana que suma esa droga a las de por sí pésimas condiciones de vida, entre casillas y calles internas que no llevan a ningún lado. La exposición pública convirtió en blancos de amenazas a los sacerdotes que representan en esos barrios la única opción real al control de los narcotraficantes.
El cardenal Jorge Bergoglio, incluso, advirtió a los docentes que despertaran ante la realidad de que la droga se vende cerca de las escuelas.
Se piensa que es una droga barata, pero se sabe que cada dosis cuesta más de cinco pesos y, en promedio, un "paquero" fuma unas 40 por día. "Por la combustión a alta temperatura, el dolor que produce fumar paco es tan insoportable en la garganta que es lo único que detiene por unas horas al consumidor", explicó Claudio Mate, ex ministro de Salud bonaerense y director del Centro de Estudios en Drogradependencias y Sociopatías de la Universidad Isalud.
Unos 200 pesos es lo mínimo que gasta un adicto por día para comprar paco. ¿Cómo lo solventa? "Una parte sale a robar y otra se convierte en "trafiadicto", con lo que se multiplica el mercado. Las chicas se prostituyen a los 12 años", señaló Mate, cuya experiencia será volcada en el libro Vicios privados y salud pública. Y lanza la advertencia: "El paco volvió imprevisible al desenlace de un delito".
Los laboratorios policiales determinan que el paco es, en verdad, cualquier cosa. No hay una fórmula igual en cada puesto de venta. Puede apoyarse en la pasta base de la cocaína, en el residuo de la producción de clorhidrato de cocaína (en laboratorios), en psicofármacos molidos o en alguna sustancia que permita fumar directamente el solvente. Una mezcla preparada para matar. Ni siquiera se está ante grandes bandas de traficantes, sino que se trata de reducidos grupos de productores-vendedores.
Las investigaciones policiales apuntan la responsabilidad del aumento del paco y de la violencia en las villas a miembros del grupo terrorista peruano Sendero Luminoso, que ingresaron en la Argentina como refugiados políticos.
La relación de consumo de paco con el hampa es directa. Mucho más que en los vínculos con otras drogas. El gobierno porteño presentó este mes un estudio sobre el uso de paco en los chicos de la calle. Sobre la base de las entrevistas a esos niños en riesgo, el Observatorio de Políticas Sociales en Adicciones determinó: "En las mujeres, es habitual la prostitución como método para conseguir dinero, pero esta conducta provoca rechazo en muchos grupos de consumidores. Los jóvenes adictos al paco, debido a la urgencia para conseguir dinero para comprar la sustancia, llegan a perder todos los códigos, incluso los de convivencia entre los vínculos más cercanos, que indican no robar en la familia ni en el barrio".
Las madres poco pueden hacer, más allá de las denuncias. El deterioro físico hace evidente el paso del paco por el cuerpo. La adicción los vuelve muertos vivos. Bandas de delincuentes territoriales crean a su propia mano de obra con fumaderos en galpones dentro de las villas.
Desde allí partió el paco rumbo a nuevos mercados. Jóvenes de clase media lo experimentan cada día más. A muchos de ellos, les llega en la cómoda forma de un delivery.
En números
La mujer va de una a otra esquina con su bebe en el carrito. No llama la atención en cualquier cuadra de Palermo o de Barrio Norte. Se detiene y conversa con un transeúnte, luego con otro. No es una charla ocasional entre vecinos. Es hoy una de las formas más habituales para el delivery de paco (el residuo de la pasta base de cocaína).
La droga más explosiva y peligrosa traspasó ya el límite de las villas y avanza cada vez más entre jóvenes de clase media. Algunos de los que consumen esa sustancia relataron a La Nacion la manera en que adquieren hoy una droga nacida en 2001 en los asentamientos más pobres del conurbano.
La sitúan en quioscos cercanos a colegios y hasta en puestos de flores que, curiosamente, trabajan toda la noche sin vender una sola flor. La consiguen en el interior de casas tomadas en San Telmo o se la vende alguien que la comercializa directamente en y desde las villas de la ciudad.
Muchos padres empiezan a alarmarse. Todavía no hay datos oficiales sobre la magnitud del fenómeno, pero todos, especialistas en la atención de adictos, organizaciones no gubernamentales y centros de salud, confirman que crece la tendencia dentro de la clase media, cuya mayor disponibilidad económica para adquirir las dosis podría provocar un efecto devastador.
Varias ONG consultadas por La Nacion revelaron que reciben cada vez más pacientes de un nivel socioeconómico bastante superior al de los chicos de barrios necesitados. Es una tendencia que pone en alerta a los centros de atención, la principal trinchera del combate a las adicciones, como gustan definir quienes trabajan en esos lugares de contención y recuperación.
"No hay dudas de que ya está en la clase media", comentó Miguel Ríos, a cargo de la Fundación Reencuentros. Tiene 30 camas ocupadas por adictos que fumaban pasta base, uno de los compuestos centrales de la droga conocida en la calle como paco. Dos de los jóvenes tratados allí pertenecen a la clase media del conurbano bonaerense.
Fuertemente vinculado con la violencia callejera, el paco hace tiempo que está insertado en los asentamientos de la región metropolitana.
"Atendimos a jóvenes de clase media, incluso de Barrio Norte", indicó José María Rshaid, que está al frente de Casa del Sur, que posee 15 centros de tratamiento distribuidos por el país con unos 500 pacientes. El 80 por ciento de ellos consume paco.
El Observatorio de Drogas de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) hizo una investigación cualitativa en 2007 y confirmó por entonces el primer acercamiento de la clase media al consumo de paco.
Aquella medición de la Sedronar exhibió un universo de consumidores de 27.000 jóvenes. La tendencia de los nuevos sondeos parciales evidencia un importante crecimiento: se estima extraoficialmente que hoy son más de 50.000 los adictos al paco.
En la última semana, los curas de los asentamientos porteños denunciaron la catástrofe cotidiana que suma esa droga a las de por sí pésimas condiciones de vida, entre casillas y calles internas que no llevan a ningún lado. La exposición pública convirtió en blancos de amenazas a los sacerdotes que representan en esos barrios la única opción real al control de los narcotraficantes.
El cardenal Jorge Bergoglio, incluso, advirtió a los docentes que despertaran ante la realidad de que la droga se vende cerca de las escuelas.
Se piensa que es una droga barata, pero se sabe que cada dosis cuesta más de cinco pesos y, en promedio, un "paquero" fuma unas 40 por día. "Por la combustión a alta temperatura, el dolor que produce fumar paco es tan insoportable en la garganta que es lo único que detiene por unas horas al consumidor", explicó Claudio Mate, ex ministro de Salud bonaerense y director del Centro de Estudios en Drogradependencias y Sociopatías de la Universidad Isalud.
Unos 200 pesos es lo mínimo que gasta un adicto por día para comprar paco. ¿Cómo lo solventa? "Una parte sale a robar y otra se convierte en "trafiadicto", con lo que se multiplica el mercado. Las chicas se prostituyen a los 12 años", señaló Mate, cuya experiencia será volcada en el libro Vicios privados y salud pública. Y lanza la advertencia: "El paco volvió imprevisible al desenlace de un delito".
Los laboratorios policiales determinan que el paco es, en verdad, cualquier cosa. No hay una fórmula igual en cada puesto de venta. Puede apoyarse en la pasta base de la cocaína, en el residuo de la producción de clorhidrato de cocaína (en laboratorios), en psicofármacos molidos o en alguna sustancia que permita fumar directamente el solvente. Una mezcla preparada para matar. Ni siquiera se está ante grandes bandas de traficantes, sino que se trata de reducidos grupos de productores-vendedores.
Las investigaciones policiales apuntan la responsabilidad del aumento del paco y de la violencia en las villas a miembros del grupo terrorista peruano Sendero Luminoso, que ingresaron en la Argentina como refugiados políticos.
La relación de consumo de paco con el hampa es directa. Mucho más que en los vínculos con otras drogas. El gobierno porteño presentó este mes un estudio sobre el uso de paco en los chicos de la calle. Sobre la base de las entrevistas a esos niños en riesgo, el Observatorio de Políticas Sociales en Adicciones determinó: "En las mujeres, es habitual la prostitución como método para conseguir dinero, pero esta conducta provoca rechazo en muchos grupos de consumidores. Los jóvenes adictos al paco, debido a la urgencia para conseguir dinero para comprar la sustancia, llegan a perder todos los códigos, incluso los de convivencia entre los vínculos más cercanos, que indican no robar en la familia ni en el barrio".
Las madres poco pueden hacer, más allá de las denuncias. El deterioro físico hace evidente el paso del paco por el cuerpo. La adicción los vuelve muertos vivos. Bandas de delincuentes territoriales crean a su propia mano de obra con fumaderos en galpones dentro de las villas.
Desde allí partió el paco rumbo a nuevos mercados. Jóvenes de clase media lo experimentan cada día más. A muchos de ellos, les llega en la cómoda forma de un delivery.
En números
50.000 jóvenes
se estima que son hoy consumidores de drogas en el país, según revelan los sondeos oficiales.
$ 5 la dosis
es el valor aproximado al que la compran los adictos; en algunas villas se llega a vender a $ 8.
12 años
es la edad a la que algunas adolescentes adictas se prostituyen para comprar dosis de paco.
se estima que son hoy consumidores de drogas en el país, según revelan los sondeos oficiales.
$ 5 la dosis
es el valor aproximado al que la compran los adictos; en algunas villas se llega a vender a $ 8.
12 años
es la edad a la que algunas adolescentes adictas se prostituyen para comprar dosis de paco.
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