lunes, 30 de junio de 2008

Las 6000 personas más poderosas del mundo



La "superclase", una elite que influye en el poder mundial
Están desde Bono y Bush hasta el Papa
Domingo 29 de junio de 2008 Publicado en diario La Nación

Bill Gates, Tony Blair y Bono, integrantes de la "superclase", en un encuentro durante el Foro Económico Mundial de Davos, en 2005
NUEVA YORK. Los llaman la "superclase". Son las 6000 personas más poderosas del mundo que, básicamente, deciden lo que sucede en distintos ámbitos del planeta y cada vez se hacen más influyentes.
Los empresarios Bill Gates, Warren Buffett, Carlos Slim, Steve Case, Richard Branson, Roman Abramovich y Rupert Murdoch forman parte de esta nueva elite globalizada, al igual que los músicos Bono y Shakira, los actores Angelina Jolie, Brad Pitt y George Clooney, y los académicos Noam Chomsky, Samuel Huntington y Joseph Stiglitz.
Pero también la integran figuras de peso por los cargos que ocupan o han ocupado, como el presidente de EE.UU., George W. Bush, y el de China, Hu Jintao; los primeros ministros Gordon Brown, Angela Merkel y Silvio Berlusconi; el alcalde neoyorquino, Michael Bloomberg, y los ex jefes de Estado Bill Clinton, Tony Blair, Ernesto Zedillo y Lee Kuan Yew.
Y también personajes cuya influencia es incuestionable, como, por ejemplo, el Dalai Lama y el papa Benedicto XVI o la reina Isabel II.
Son la crème de la crème y asisten cada año al Foro Económico Mundial de Davos o a otros eventos globales, como el Foro Boao de Asia.
Muchos provienen de las mismas universidades -como Harvard, Cambridge y Oxford- y discuten sobre temas internacionales en las reuniones del Grupo Bilderberg o en el Council on Foreign Relations, para luego viajar en sus jets privados para divertirse en palcos exclusivos en espectáculos como el Grand Prix de Mónaco o las carreras de caballos en Ascot.
"Son un pequeño grupo de gente. Cada uno, que representa a uno en un millón, tiene hoy una influencia desproporcionada sobre los asuntos mundiales. Tienen la capacidad de influir sobre millones de vidas más allá de las fronteras de los países", destacó a LA NACION David Rothkopf, autor del libro La superclase: la elite del poder global y el mundo que están construyendo .
Hasta hace pocas décadas, los miembros de las superpotencias eran los que engrosaban la lista de la "superclase". Pero, ahora, al amparo de la expansión del comercio mundial y de las comunicaciones, el poder intrínseco de cada Estado nación parece decaer.
En el mundo siempre hubo elites, pero la "superclase" de hoy es distinta de grupos de poder anteriores por diversas características, explicó Rothkopf, que trabajó en el Departamento de Comercio norteamericano durante la presidencia de Bill Clinton.
En el pasado, las elites accedían de forma hereditaria al poder y a la riqueza, cuyo principal origen era la propiedad de la tierra. Confinadas a las fronteras nacionales, su influencia estaba íntimamente vinculada al sector público, a la política o a los militares.
La "superclase" moderna es una elite global. Es el grupo que más rápido se globalizó y está cambiando en mayor medida el mundo. Está conformada por individuos relacionados esencialmente con el sector privado y las finanzas, que han hecho sus fortunas o llegado al poder por su cuenta.
Son empresarios, grandes financistas, gobernantes de las potencias, líderes religiosos, científicos, intelectuales, artistas, militares, así como líderes terroristas y jefes de carteles mafiosos.
Si bien existen todo tipo de teorías conspirativas sobre ellos, no son una elite monolítica, sino que está formada por diferentes grupos que no siempre están de acuerdo entre ellos.
Sin embargo, gracias a la tecnología, hoy pueden reunirse mucho más que en el pasado y llegar a un consenso que repercute sobre el resto de los habitantes del planeta.
"Su poder real se hace más evidente cuando acuerdan entre ellos para actuar con una alianza en su propio interés. Así, se nota su influencia cuando presionan para recortar impuestos o desregular los mercados financieros. Y también cuando actúan para llamar la atención sobre el calentamiento global o para promover campañas de ayuda", indicó Rothkopf, analista del Carnegie Endowment for International Peace.
Y esta desigual distribución del poder está directamente ligada a la desigual distribución de la riqueza. De acuerdo con un informe de Naciones Unidas en 2006, el 10% de los adultos más ricos del mundo controla el 85% de la riqueza global, mientras que el 50% más pobre disfruta apenas del 1%.
"En los últimos 30 años, cuando se desarrolló más la «superclase» de «superricos», las desigualdades crecieron. Como la economía globalizada les permite actuar fuera de los marcos normativos del Estado, esto dio lugar a mayores abusos y explotación de los trabajadores", apuntó Saskia Sassen, socióloga de la Universidad de Columbia.
"Y aunque se redujo el número de personas que vive en extrema pobreza, también están desapareciendo las clases medias", agregó Sassen, autora de Territorio, autoridad y derechos .
Como resultado de ese proceso, cada vez surgen más reacciones de resistencia, que toman la forma de un Hugo Chávez en Venezuela, un Vladimir Putin en Rusia o un Mahmoud Ahmadinejad en Irán.
Para Colin Bradford, experto en administración económica global, la clave para frenar el fenómeno de concentración de poder está en una combinación del desarrollo de la tecnología de la información y el fortalecimiento de las instituciones internacionales.
"Históricamente, la información era monopolizada por las elites. Pero hoy, con los medios digitales, asistimos a un proceso de democratización de la información. Eso le permite a la gente común tener más conocimiento de lo que pasa y actuar en consecuencia", señaló Bradford.
"Además, las instituciones internacionales, como la ONU o el FMI, e incluso las asociaciones regionales, como la Unión Europea, se quedaron atrás frente a estos nuevos actores de la «superclase». Deben repensar sus mandatos e involucrar más a la gente común en vez de sólo a los Estados miembros", subrayó.
Con él concuerda Rothkopf, para quien se necesitan instituciones más poderosas que las de hoy. Si son bien establecidas, deben representar la voluntad de la mayoría y no sólo los intereses de la "superclase" dominante.
"Estamos en una era en la que veremos más países repensar la tendencia hacia una mayor desregulación o hacia Estados más pequeños. Y surgirán estructuras -públicas, privadas o mixtas- que formarán una nueva y más fuerte red de mecanismos de control y de administración", explicó el autor.

Por Alberto Armendáriz

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