lunes, 13 de septiembre de 2010

EE.UU: "Islamofobia" y el efecto retardado de 11-S

No es el 11-S. Es la islamofobia que toma aquel atentado como pretexto y vuelve multiplicada, como un ejército desmadrado que espanta a los aprendices de brujo que lo pusieron a andar. Hay una tendencia a observar recortadas las causas de estos efectos que son religiosas, pero también políticas y económicas. Son, en verdad, cuestiones de poder y no simple berretín de fanáticos aquí y allá que quieren quemar libros del Corán en un lado o asesinar escritores o historietistas en el otro. Es imposible ignorar la anchura de la estupidez humana a la hora de analizar estos comportamientos. Pero nada es casual.
Hoy es el noveno aniversario de los atentados en Nueva York y Washington que pusieron en marcha la vidriosa guerra antiterrorista, un conflicto que como ningún otro en la historia, amontona derrotados en todos los frentes , EE.UU. entre ellos. Pero este aniversario no solo es el del mayor ataque que sufrió la potencia regente en su territorio en la historia, sino también el de la derrota del carisma de Barack Obama, quien casi en el aniversario de su legendaria victoria del 4 de noviembre de 2008, ha perdido toda la fuerza de ilusión de cambio y esperanza que había esparcido en el mundo, el árabe también.
Después de dos mandatos voluntaristas y aventureros de George W. Bush, que socavaron la economía de EE.UU. y dejaron al país atrapado en una secuencia de callejones y laberintos bélicos, la llegada de Obama equivalía a sacar la cabeza de debajo del agua . Entre los musulmanes, un hombre de cuna internacional, que conoció esa religión en la familia y cuyo segundo nombre es Hussein, era la llave para una integración que cancelara guerras como el arduo conflicto de Oriente Medio y aliviara, por lo tanto, ese páramo de ausencia de futuro del que se alimenta el terrorismo. Efectivamente, el demócrata había revivido las ideas de una humanidad habitando una casa común y de una conciencia colectiva que tramitara los tremendos horrores de este presente . Era el concepto “de muchos, uno” (e pluribus unum ) que enarboló en El Cairo en junio de 2009; una conmovedora dialéctica del “nuevo comienzo” detrás de la idea de que dos hacen uno enriquecido con las diferencias. Nada de eso sucedió y no porque se tratara de puro idealismo, sino por desencuentros ideológicos. Es eso enterrado y que no ha florecido lo que desnuda este raquítico aniversario de hoy.
La amenaza de quemar ejemplares del Corán por parte del pastor Terry Jones, que ha sido el punto de arranque de un escándalo y azoramiento mundial por semejante prueba de intolerancia, es el reflejo más taimado y evidente de la no resolución de contradicciones profundas en EE.UU. y todo Occidente . No se trata de la reacción por las heridas que aún no han cerrado por los atentados del 11-S.
Menos que eso, hay allí el emergente distorsionado de una impaciencia con el poder debido a que las cosas no funcionan como se espera que lo hagan. Tanto en Europa, donde la islamofobia crece vigorosamente, como en EE.UU., el fenómeno se da en simultáneo con el rechazo a los inmigrantes de cualquier origen y en medio de ajustes del cinturón entre los votantes de clase media que aún sueñan con corporizar el espejismo de un mundo de calidad económica individual.
Esa fantasía es la plataforma de fanatismos de ultraderecha como en Holanda por ejemplo, o en Alemania donde un hasta hace poco funcionario del Bundesbank, Thilo Sarrazin, explicó en un libro que hay un gen turco (la mayor inmigración en el espacio germano) que impediría a esa minoría un desarrollo intelectual similar al de los alemanes y que podría (!), además, derrumbar el cociente intelectual promedio de la potencia europea.
En EE.UU. estas deformaciones no comienzan con las locuras del pastor Jones. En la prisión de Guantánamo en Cuba, Abu Ghraib en Irak o Bagram en Afganistán, fue común la destrucción de ejemplares del Coran por soldados norteamericanos que arrojaban sus pedazos al inodoro y los orinaban frente a los creyentes arrestados.
Lo que Jones amenazó hacer, y que remite a los nazis quemando libros en 1933 o de la dictadura argentina en los setenta , es la cosecha de la siembra de fanatismo hecha por la dirigencia conservadora para justificar las guerras en Irak o Afganistán (las mayores fuentes de petróleo suelen coincidir en países musulmanes) y, ciertamente, recortar las libertades individuales dentro del propio EE. UU. de modo de derrumbar la resistencia a planes económicos muy excluyentes que de otro modo no pasarían.
Parte de estas furias en EE.UU. se intensifican ahora rumbo a las legislativas de noviembre donde amplios grupos claman por un cambio con la idea de que el país sigue siendo la gran potencia de siempre , pero que si hay una desocupación acalambrante de casi dos dígitos y una economía sin su legendario poder de fuego, es debido a su dirigencia y no a realidades objetivas.
Puede ser peor. El último informe de la OCDE, siglas en inglés de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, anticipa una desaceleración del crecimiento en los países del norte mundial en lo que queda de 2010 y el próximo año , incluyendo la potencia alemana y confirmando lo que ya sucede en EE.UU. Ese dato, de por sí complejo porque el malestar social acelera la radicalización de las sociedades, se combina con otro elemento imperdible. En EE.UU., la Eurozona y Japón, la recuperación desde la gran crisis de 2008 no se ha verificado. Pero la ganancia de las corporaciones ha crecido desde la mitad de 2009. Es decir, hay una gran acumulación en el tope de la pirámide pero el dinero no vuelve en inversión y empleos. El informe tiene una resonancia con el Beige Book que hace periódicamente la Reserva Federal de EE.UU. sobre el futuro inmediato de ese país y que anticipa esta vez muy malos pronósticos de empleo y consumo en los doce distritos que analiza. Y ello pese a un extraordinario crecimiento de los bancos que fueron el eje de aquel desastre financiero. Es en ese escenario de mayor pobreza, desempleo e inequidad que se desarrollarán las elecciones y en el que es previsible suponer, como en Europa, que se multiplicarán estos inquisidores y racistas, pirómanos de las ideas.
Copyright Clarín, 2010.

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