sábado, 25 de septiembre de 2010

¿Los latinos somos latinos?

Por Isaac Bigio (*)
A los 400 millones de hispanoamericanos, a su cultura, a sus ritmos e incluso a sus contornos raciales hoy se les denomina como “latinos”. Sin embargo, ninguno de ellos habla latín y la mayor parte de ellos tampoco tiene los rasgos físicos de los latinos originarios del imperio romano, el cual se acabó por lo menos un milenio antes de que los descendientes de quienes antes llegaron a habitar alguna de sus provincias (como fue la de Hispania) descubriesen a las Américas.
La palabra “latín” se origina en Latini, Latium o Lacio, una pequeña región en el centro de Italia. Los romanos se anexaron a los latinos en la batalla del lago Regilius 496 Antes de Cristo. Entre el año 300 al 91 AC los romanos lograrían ir absorbiendo y sometiendo al resto de la península itálica, expandiendo con sus victorias el uso del latín en desmedro de otras lenguas locales derivadas de las semitas traídas por los fenicios y cartaginenses, las etruscas o las griegas.
Desde entonces Roma iría conquistando un área de 6 millones de kms 2 esparcida entre los 3 continentes que contornean al mar Mediterráneo. Roma, tras varias invasiones previas, acaba viendo como en el año 476 era depuesto su último emperador Romulus Augustulus.
El latín fue la lengua oficial del que fuese el mayor imperio europeo antes de la conquista de las Américas. La adoptaron hace unos 2,000 a 1,500 años atrás varias poblaciones locales, la administración pública y el clero (la iglesia católica, que devino en la oficial de Roma, aún la sigue usando).
El latín llegó a ser hablado por los habitantes de todos los 3 continentes del Viejo Mundo sean de raza blanca, negra o amarilla. Sin embargo, todos los imperios romanos (desde Roma a Bizancio) se extinguieron sin saber que existía el continente americano y sin haber visto alguna vez a un solo amerindio o esquimal.
Nunca ninguna población nativa americana utilizó al latín como su lengua. Hasta el siglo XVI ninguna de las civilizaciones en Sud, Centro o Norte América sabían de la existencia de los latinos ni se habían topado con cualquiera de sus instrumentos e incluso hasta con los animales que éstos criaron (como caballos, vacas, cerdos o corderos) o los cereales que éstos cultivaron (como trigo o cebada).
Los soldados ingleses que están en Iraq pueden comprobar que en el país en el que nacieron y en el que sirven y en todos aquellos que están en el medio de ambos siempre será posible encontrar ruinas, mayólicas, ceramios, inscripciones, símbolos, esculturas o columnas romanas latinas. No obstante, ninguna de ellas se podrá ver en las Américas (salvo en colecciones importadas).
El Nuevo Mundo, a diferencia de cualquier región del Viejo Mundo, fue la única parte del globo que tuvo cero contacto con los latinos. Sin embargo, hoy las Américas son el hemisferio donde se concentra la mayoría de los fieles de la iglesia católica latina y donde reside el 90% de quienes hablan primordialmente el español o portugués, las 2 mayores lenguas latinas que hayan existido.
La palabra “latino” no se usa hoy fundamentalmente para designar a los europeos que han continuado hablando una lengua latina basada en la que los romanos se la impusieron hace unos dos milenios (español, portugués, catalán, francés, italiano, rumano, gallego, asturiano-leonés, mirandés, occitano, aragonés, sardo, siciliano, frisio, romance, ladino italiano o judío, etc.).
Tampoco se emplea para referirse a los distintos idiomas que usan el alfabero latino (todos los de Europa del oeste, centro, norte y sur, diferentes tipos de idiomas turcos y del sudeste del Asia, y la mayor parte de las lenguas nativas de los continentes americanos, australianos y africanos).
“Latino América” es un término que está en declive. Este nunca fue usado por los libertadores de esas naciones y fue difundida por el último monarca francés cuando quiso conquistar México en los 1860s justificando ello reclamando derechos sobre las antiguas colonias españolas que hablaban una lengua latina. Desde entonces este concepto se ha utilizado sin que exista un claro consenso sobre si éste incluye a los más de 60 millones de personas que hablan una lengua latina en EEUU y Canadá (el mayor país de lengua oficial latina del mundo) y al Caribe y a las Guayanas de lenguas inglesa u holandesa, y sin que exista una sola cumbre de mandatarios o asociación de Estados que sea únicamente latinoamericana.
La denominación “latino” tampoco se usa como una abreviación de todos los latino-americanos. Dentro de los 50 millones de latinos de EEUU (la mayor minoría étnica del mundo fuera de Asia) no se incluyen a los brasileros o haitianos, quienes son catalogados de manera diferente a éstos en los censos de estadounidenses. Pese a que en Norteamérica hay 8 millones de francófonos (quienes representan el 60% de la población mundial que habla el francés como primera lengua fuera de Francia) tampoco ninguno de ellos se considera “latinos”.
Según el censo británico, en esa isla hay más ciudadanos provenientes de un país americano de lengua oficial francesa o francesa criolla que de uno de lengua oficial castellana. No obstante, ninguno de ellos se considera “latino” o siquiera participa en las asociaciones de la vasta comunidad hispanoamericana que se autodenomina “latina”.
Los 300,000 brasileros de Inglaterra (la mayor nacionalidad latinoamericana en la cuna del inglés) crean sus propias asociaciones, clubes, iglesias y periódicos para diferenciarse de todas aquellas que se autoproclaman como “latinoamericanas”, pues con este término realmente se restringe a los hispanoamericanos.
El vocablo "latino" tiende a reducirse a lo que en EEUU se considera como "hispano".
Paradójicamente, muchos de quienes quieren ser “latinos” son inmigrantes que llegan al mundo anglo-parlante de raza o lengua amerindias y cuyos ancestros desconocieron a los romanos.
Tales son los vericuetos de la realidad que los que realmente son latinos se llaman otras cosas y los que no tienen nada de latinos quieren auto-proclamarse como tales.
(*) Isaac Bigio ha recibido grados y postgrados en historia y política económica en la London School of Economics, donde también ha ensenado.

estocolmo.se

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