En un planeta intercomunicado, donde las ideas de aislamiento y soledad se desvanecen a medida que el progreso tecnológico avanza, internet inicia esta semana los festejos por los 20 años de su nacimiento. Los números señalan que a dos décadas de la aparición de la World Wide Web, el 25% de la población mundial es internauta. Es decir, cerca de 1.700 millones de personas celebrarán de una u otra manera el surgimiento del sistema que modificó todo: la cultura, la historia, la información, la política, la economía, la música, el cine, los vínculos humanos, la vida misma.
El invento del inglés Tim Berners-Lee empezó en 1989, pero lo mejoró e hizo público en marzo de 1990. Hasta ese momento, internet era una herramienta creada tres décadas atrás por universidades de Estados Unidos e impulsada por el Departamento de Defensa de ese país, a la que sólo tenía acceso una comunidad reducida de expertos que manejaban indescifrables códigos de computación.
Cuando Berners-Lee logró crear un soporte que permitió enlazar la información que ya había en internet y simplificar su acceso, abrió la puerta a la masificación y empezó la revolución. “Yo estaba en el Consejo Europeo de Investigación Nuclear, en Ginebra (CERN), un ambiente emocionante, con gente de varios países, de distintas universidades, y trabajaba para diferentes personas. Y todos tenían distintos tipos de computadoras y distintos tipos de software. Cuando quería hacer mi trabajo tenía que construir un programa que hiciera que un sistema hablara con el otro. Tenía que averiguar cómo funcionaba cada uno y después cómo funcionaba la infraestructura, porque todo estaba en diferentes computadoras. La idea de la web era un lugar donde todos pudiéramos tener las mismas cosas disponibles”, explicó Berners-Lee.
Antes de la creación de Berners-Lee, las computadoras eran instrumentos de cálculo y de almacenamiento de datos con complicados sistemas de interconexión que enlazaban algunos centros militares o de inteligencia de Estados Unidos y las grandes universidades norteamericanas.
El científico se decidió entonces a diseñar un programa que permitió que los documentos que se encontraban en diferentes sistemas fueran accesibles para todos los usuarios en una nueva red en la que se los pudiera vincular y agregarles nuevos vínculos. Lo que Berners-Lee creó fue un sistema de hipertexto global (http) que transformó internet: dejó de ser un mundo de cables y procesadores para convertirse en un espacio virtual donde cualquier usuario, sin ningún conocimiento informático, tenía a su alcance documentos, música o videos con un solo clic.
Con ayuda de otros colegas, el creador de internet buscó además la forma de que esas páginas, vinculadas a través del hipertexto, pudieran ser visualizadas gráficamente por cualquiera que ingresara a internet.
Así nació el primer navegador, llamado inicialmente WorldWideWeb y luego Nexus, padre de los ya legendarios Mozaic y Netscape, y abuelo de los actuales Internet Explorer, Firefox, Chrome, Safari y Ophera.
A mediados de 1991, la web ya estaba disponible para aquel que quisiera navegar por internet, aunque todavía con algunas limitaciones y lejos –bueno, no tan lejos– del nivel de desarrollo que alcanzaría con la versión 2.0.
Los “buscadores” de información se convirtieron en empresas multimillonarias y proliferaron las compañías “.com”, que revolucionaron las actividades comerciales y financieras, la vida cultural, el entretenimiento y las actividades sociales.
Pero la revolución informativa de internet también disparó conflictos inesperados. Y sus claroscuros hoy se palpan a diario. La asociación Reporteros Sin Fronteras (RSF) acaba de publicar la tercera edición de “Enemigos de internet”, un informe sobre los países que tratan de limitar la libertad de los usuarios de la red. China, Birmania, Irán y Cuba encabezan este listado.
El auge de redes sociales como Facebook, Twitter, o portales como Youtube, cambió las reglas de juego, porque proporcionan un instrumento tanto de movilización como de denuncia para los descontentos y provocan la reacción de las autoridades, desatando un mayor afán de control.
“En 2009 se duplicaron los países que ejercen algún tipo de censura –ahora son 60–, y hubo un récord en el cierre de sitios y de blogueros y usuarios encarcelados (120)”, afirmó Malén Aznárez, vicepresidenta de RSF, al diario español El País.
Según RSF, los 12 países calificados como “enemigos de internet” son: Arabia Saudita, Birmania, China, Corea del Norte, Cuba, Egipto, Irán, Siria, Túnez, Turkmenistán, Uzbekistán y Vietnam.
Pero, claro: los conflictos son nada frente al milagro de masividad que propone la web, una joven de sólo 20 años.
criticadigital.com
El invento del inglés Tim Berners-Lee empezó en 1989, pero lo mejoró e hizo público en marzo de 1990. Hasta ese momento, internet era una herramienta creada tres décadas atrás por universidades de Estados Unidos e impulsada por el Departamento de Defensa de ese país, a la que sólo tenía acceso una comunidad reducida de expertos que manejaban indescifrables códigos de computación.
Cuando Berners-Lee logró crear un soporte que permitió enlazar la información que ya había en internet y simplificar su acceso, abrió la puerta a la masificación y empezó la revolución. “Yo estaba en el Consejo Europeo de Investigación Nuclear, en Ginebra (CERN), un ambiente emocionante, con gente de varios países, de distintas universidades, y trabajaba para diferentes personas. Y todos tenían distintos tipos de computadoras y distintos tipos de software. Cuando quería hacer mi trabajo tenía que construir un programa que hiciera que un sistema hablara con el otro. Tenía que averiguar cómo funcionaba cada uno y después cómo funcionaba la infraestructura, porque todo estaba en diferentes computadoras. La idea de la web era un lugar donde todos pudiéramos tener las mismas cosas disponibles”, explicó Berners-Lee.
Antes de la creación de Berners-Lee, las computadoras eran instrumentos de cálculo y de almacenamiento de datos con complicados sistemas de interconexión que enlazaban algunos centros militares o de inteligencia de Estados Unidos y las grandes universidades norteamericanas.
El científico se decidió entonces a diseñar un programa que permitió que los documentos que se encontraban en diferentes sistemas fueran accesibles para todos los usuarios en una nueva red en la que se los pudiera vincular y agregarles nuevos vínculos. Lo que Berners-Lee creó fue un sistema de hipertexto global (http) que transformó internet: dejó de ser un mundo de cables y procesadores para convertirse en un espacio virtual donde cualquier usuario, sin ningún conocimiento informático, tenía a su alcance documentos, música o videos con un solo clic.
Con ayuda de otros colegas, el creador de internet buscó además la forma de que esas páginas, vinculadas a través del hipertexto, pudieran ser visualizadas gráficamente por cualquiera que ingresara a internet.
Así nació el primer navegador, llamado inicialmente WorldWideWeb y luego Nexus, padre de los ya legendarios Mozaic y Netscape, y abuelo de los actuales Internet Explorer, Firefox, Chrome, Safari y Ophera.
A mediados de 1991, la web ya estaba disponible para aquel que quisiera navegar por internet, aunque todavía con algunas limitaciones y lejos –bueno, no tan lejos– del nivel de desarrollo que alcanzaría con la versión 2.0.
Los “buscadores” de información se convirtieron en empresas multimillonarias y proliferaron las compañías “.com”, que revolucionaron las actividades comerciales y financieras, la vida cultural, el entretenimiento y las actividades sociales.
Pero la revolución informativa de internet también disparó conflictos inesperados. Y sus claroscuros hoy se palpan a diario. La asociación Reporteros Sin Fronteras (RSF) acaba de publicar la tercera edición de “Enemigos de internet”, un informe sobre los países que tratan de limitar la libertad de los usuarios de la red. China, Birmania, Irán y Cuba encabezan este listado.
El auge de redes sociales como Facebook, Twitter, o portales como Youtube, cambió las reglas de juego, porque proporcionan un instrumento tanto de movilización como de denuncia para los descontentos y provocan la reacción de las autoridades, desatando un mayor afán de control.
“En 2009 se duplicaron los países que ejercen algún tipo de censura –ahora son 60–, y hubo un récord en el cierre de sitios y de blogueros y usuarios encarcelados (120)”, afirmó Malén Aznárez, vicepresidenta de RSF, al diario español El País.
Según RSF, los 12 países calificados como “enemigos de internet” son: Arabia Saudita, Birmania, China, Corea del Norte, Cuba, Egipto, Irán, Siria, Túnez, Turkmenistán, Uzbekistán y Vietnam.
Pero, claro: los conflictos son nada frente al milagro de masividad que propone la web, una joven de sólo 20 años.
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