martes, 4 de agosto de 2009

UN NIÑO MEXICANO TIENE EL NOMBRE MÁS LARGO DEL MUNDO: Brhadaranyakopanishadvivekachudamani


Si uno se sienta accidentalmente sobre el teclado de una máquina, la pantalla puede mostrar algo similar a: “Brhadaranyakopanishadvivekachudamani”. Una pareja mexicana resolvió que esas 36 letras, que reúnen el apodo de un pensador indio y el nombre de una leyenda, formen el nombre de su hijo. Por supuesto, al chico lo llaman “Brhada”.
Brhadaranyakopanishadvivekachudamani Erreh Muñoz Castillo es hoy el niño mexicano con el nombre más largo de la historia de su país y tal vez del mundo. La idea fue de su abuelo, Jorge Refugio Muñoz, quien, inspirado en el libro Diccionario de las frases célebres, obligó a su hijo a registrar a su bebé con ese nombre impronunciable que compite para figurar en el Guinness de los récords.
Brhada nació en el estado de Coahuila, que limita al norte con Texas, Estados Unidos. Parte de su nombre significa “hombre puro” y el hecho se conoció en su país hace una semana, cuando se iniciaron los festejos del 150 aniversario de la promulgación de la Ley del Registro Civil, con la campaña “Mi nombre es para siempre”.
Aunque en el evento los oficiales del Registro se encargaron de advertir a todos los papás presentes que el nombre de sus hijos no debe ser ofensivo ni ridículo para que no le cause problemas al niño, puede que algunos progenitores no hayan escuchado bien la consigna.
Hace más de una década, un banco argentino –cuyo nombre ya no existe– había adoptado como eslogan que “el nombre es lo más valioso que uno puede tener” y en esa frase resumió el sentimiento de algunos padres que eligen depositar en sus hijos el peso de una sentencia a veces difícil de sobrellevar.
Tal es el caso de Cesario Martín Acevedo, que tiene 34 años y trabaja en una concesionaria vial en la ciudad bonaerense de Cañuelas. Como ocurrió con el nombre de Brhada, el abuelo también intervino en la decisión, pero en este caso sin saberlo. “Así se llamaba él y mi mamá quiso que llevara su nombre”, explica Cesario. “Aunque no lo conocí, me contaron que mi abuelo era una persona elegante, siempre recta, centrada, y, por lo que vi en las fotos, también era muy buen mozo”, advierte.
Al momento de hablar de su nombre, Cesario no puede evitar recordar las cargadas que padeció en sus épocas de adolescente entre compañeros de escuela. La anécdota más llamativa resultó una que le contaron sus padres: “Cuando era bebé y me llevaron a bautizar, el cura escuchó mi nombre y se indignó. Mi padrino le respondió enojado y ¡casi terminan a las trompadas!”, relata Acevedo. Si bien asegura que hoy está orgulloso de llamarse Cesario –aunque se encargó de que su entorno lo llamara “Martín”–, cuando le toca responder los nombres que eligió para sus hijos, asegura: “Con los chicos no me vengué; les puse Pablo, Florencia y Agustina”.
Los Rodríguez son seis hermanos. Nadia, de 24 años, es la única de los seis que tiene un nombre convencional y se queja por esa distinción. “A tres de los chicos los llamaron con nombre mapuche: Raiquén, Rayén y Unelén.
Mis hermanas tienen nombres más comunes pero igual el mío es menos particular: se llaman Dulcinea y Maia”, enumera la estudiante de Bellas Artes. A Norma y Jorge, sus padres, siempre les llamó la atención el mundo primitivo y les parecía importante tener presentes esos pueblos de alguna forma. Nadia quiere seguir esa tradición cuando sea mamá y mientras recuerda: “A Raiquén le querían poner Ranquel, por la tribu aborigen de La Pampa pero en el Registro no lo aceptaban. Como tiene 18 años y le gusta el animé, usa como apodo ‘Raichu’, que es un Pókemon, pero en casa lo llamamos por su nombre”.
Al igual que Nadia, Joel Montes también tiene 24 años y no le importa si alguien lo carga o le llama la atención su nombre. Incluso, ironiza sobre el asunto: “Por momentos me gustaría ser otro pero no llamarme de otra manera”.
Brhadaranyakopanishad: El Upanishad designa cada uno de los casi 150 libros sagrados del hinduismo, que se calcula que fueron escritos entre los siglos VII y V antes de Cristo. El Brhadaranyak Opanishad es uno de los textos más antiguos: data del período védico de los brahmanas (siglos IX y VIII antes de Cristo).
Vivekachudamani: Viveka significa “discriminación o discernimiento”. Chuda significa “cresta o cima” y mani significa “joya”. La traducción más aproximada sería “La joya suprema del discernimiento”. El Viveka Chudamani es una de las obras más relevantes del pensador Sankara.
criticadigital.com

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