lunes, 3 de agosto de 2009

la economía de las parejas: un motivo de fricción que puede terminar en divorcio


“La plata la maneja él. Es como un tirano. Yo dejé de trabajar para cuidar a los chicos, porque tengo un nene con un problema de salud. Le tengo que pedir dinero a mi esposo cada vez que lo necesito: para comprar el pan, la comida, ir al médico, tomar un colectivo o comprarles ropa a los nenes; para todo. Él me reprocha cuando gasto de más. Una vez hasta sacó una tarjeta de crédito a escondidas para manejar su propia plata”, dice Laura, que prefiere no revelar su apellido. Tiene miedo de que su marido le pida el divorcio si se da cuenta de que no aguanta más la dictadura económica que vive en su propia casa. La mujer es una de las tantas que se queja porque no tiene consenso con su pareja sobre cómo pagar la luz, el gas, la tarjeta de crédito, la TV por cable o las compras del supermercado.
Su caso es apenas uno de tantos: se trata de un problema que estalla en cualquier pareja que no hable claro el tema de qué pasa con la plata. Algo que puede costar demasiado caro a largo plazo: el divorcio.Los especialistas coinciden en que hablar de plata, en la pareja, se vuelve un tema espinoso porque es un elemento cargado de significaciones simbólicas y emocionales.
“El dinero, desde lo conceptual, es un medio para obtener bienes y servicios que hacen posible la vida en sociedad, pero en una relación se encuentra repleto de sentidos, porque es un medio para el intercambio de afectos y que despierta distintas actitudes en los individuos”, dice la psicóloga Mónica Cruppi.
La especialista asegura que siempre se encuentra asociado con el amor, pero también con el poder, el compromiso, el control sobre el otro, la libertad, la humillación, la dependencia o el erotismo. “Cada vez que queremos ir a cenar afuera, por ejemplo, pago yo. Es una verdadera locura. En la casa, ni hablar, el 95% de los gastos también los banco yo. Ella no pone un mango nunca”, dice, indignado, Martín Alfaro, 32 años, en convivencia desde el año pasado.
Es que aunque los varones ya no tengan el poder de “proveedor eterno” de la casa y los roles sean más parejos, si uno gana más que el otro, surgen controversias. “El que tiene una cuenta más abultada en el banco es el que domina. Esa fricción no sólo rompe parejas, sino que también genera sentimientos como la competencia o la envidia.
El caso más dramático que tuve fue el de una mujer ama de casa con un marido empresario. Sólo le daba una tarjeta de crédito. No era porque no tuviera, era una forma de avaricia para esclavizarla. La mujer no podía tomar un taxi o un colectivo o pagarme la terapia.
El caso opuesto fue de un hombre que, aparentemente, era muy generoso y la llenaba de regalos pero su mujer no tenía acceso a las grandes decisiones financieras de la pareja”, ejemplifica Cruppi.
Any Krieger, que investiga la vida sexual de los porteños, en cambio, relaciona el dinero con lo que pasa en la cama grande. Dice que en una época donde la mujer conquistó un lugar importante en su trabajo y en ocasiones lleva más dinero que su hombre a casa, esto no deja de traer trastornos en el deseo.
“En el consultorio veo cómo las mujeres se privan de avanzar en su trabajo o obtener más dinero para que no se rompa esa pareja. Tengo casos de mujeres que al mantener a su marido sienten que tienen el control de la situación y que no serán abandonadas pero el precio que pagan es la falta de placer sexual o de la libido.
En el otro extremo están aquellas que desean ser mantenidas y suelen ubicarse como sostenedoras de la potencia fálica pero en lugar de un marido tienen un amo. No les falta nada, pero se deprimen”, reconoce la psicóloga. Los especialistas aconsejan que cada pareja elabore su propio camino.
Una buena perspectiva la da el primer encuentro: si es él quien paga la cuenta del restaurante o ella la que desenfunda la billetera y dice que los gastos corren a medias. E insisten en que se busque el equilibrio y se hable antes de comprar el primer nidito de amor: “Una posibilidad es conversar si tienen ahorros, de qué manera administran el dinero, cómo lo usan y si lo cuidan o no.
Otra sugerencia es que cada uno pueda manejar cuentas separadas, porque la autonomía de los gastos tampoco es tan mala palabra”, dice Cruppi.
Sabrina De Santo tiene 30 años y Leonardo Burone, 26. Viven juntos hace un año en La Paternal. El departamento lo compraron con un crédito a treinta años. “Se dio una división natural, somos ahorrativos y no despilfarramos el dinero. Si nos peleamos es por otra cosa. Me hago cargo de la hipoteca, los celulares y los gastos fijos de la casa. Ella se ocupa de la comida y los viáticos para ir al trabajo”, dice Burone. En cambio, cuando una noche se les da por una salida, paga Sabrina.
“A veces esto se altera: esta semana fuimos a comprar un regalo para unos amigos que se casan y lo pagó Leo con su tarjeta. Yo no pienso devolverle esa plata”, se ríe la chica.
–¡Ya me imaginaba! –suspira él, consternado.
OPINIÓN
De Susanita a Libertad
Leni González (Autora de ¿Quién paga? El dinero en la pareja del siglo XXI, de Editorial Sudamericana)La respuesta a ¿quién paga? no es una sola, obligada y establecida. Terreno de matices, el estado de la cuestión entre parejas y dinero es un collage de casos que les soplan el polvo a los modelos obsoletos que todavía algunos consideran paradigmas de convivencia. Sin embargo, no falta el “comunicador” que diga que “mujeres” es igual a “mantenidas”, que reventamos las tarjetas de los inocentes caballeros, que sólo queremos plata, que somos ventajeras y despellejamos a los maridos en los divorcios.
No falta tampoco la “consejera” que recomiende chicas, no lo atosiguen a Rodolfo, él viene de trabajar, tan cansado... ¿Perdón? ¿De quién hablan? Por supuesto que muchas siguieron el modelo tradicional y se quedaron en casa esperando al santo sostén principal del hogar. En ese contexto, ardía Troya si ella tenía el tupé de ganar más que él y pasar de punto a banca.
A fines de los 80, la psicóloga Clara Coria les dedicó El sexo oculto del dinero y El dinero en la pareja: mujeres a las que billetera mató feminidad, culpables de humillar a maridos irremediablemente impotentes. Ningún hombre actual, más o menos mundano y alejado de la caverna, se deprime porque su mujer, novia o chica aporte sus dinerillos a la casa, las vacaciones y hasta la salida al cine.
Cincuenta y cincuenta, la paridad de bolsillos está generalizada. Y van en aumento las casas donde las mamás trabajan, ganan y pagan mientras los papás lavan, cocinan y cacarean. Hace cuatro décadas, Quino ponía en boca de tres futuras mujeres los modelos de familia en competencia: nacida para ama de casa y madre, la chismosa Susanita representaba el paradigma tradicional; Mafalda estaba en el horno con su papá único proveedor y una mamá relegada a lavar platos mientras añoraba su pasado de estudiante universitaria, y Libertad que, en cambio, era hija de padres “modernos” que trabajaban por igual y valoraban el “hacer lo que a uno le gusta”. Habría que esperar un poco más para que el historietista Tute, en el diario La Nación, sacara esta foto:
–En casa, mi mujer se ocupa de todo.
–¿Y vos?–Del resto.
criticadigital.com

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