jueves, 14 de agosto de 2008

Una chica en coma alcohólico y un boliche clausurado por vender a menores: cifras de un flagelo



Fue el domingo por la madrugada, en un boliche de La Banda, la segunda ciudad más importante de Santiago del Estero. Encontraron a una chica de 17 años en coma alcohólico dentro de la disco Cayo Coco. En el mismo lugar, en los últimos meses, otros dos adolescentes terminaron igual. Por eso, el juez de faltas municipal, José Sánchez Gérez, clausuró el local, luego de comprobar que la barra vendía tragos sin pedir documentos a los chicos. La “previa” la suelen hacer –como en el resto del país– en sus propias casas o en los kioscos donde se juntan a tomar para ir a bailar, recién, a las cuatro de la mañana. “La venta de bebidas alcohólicas a menores de edad está prohibida por ley, pero muchas veces uno de ellos –que ya es mayor de 18– es el que compra y el resto, el que consume”, cuenta un vecino. El caso es que al principio de una salida la mayoría lo llama “la previa” y se trata de un ritual por el que gran parte de los adolescentes de la Argentina pasa antes de ir a bailar: se organiza alrededor del living de una casa, en la calle o en un maxikiosco. “En los adolescentes, el hecho de consumir alcohol de manera previa a la salida juega un rol similar al que les puede llevar el hecho de vestirse o de peinarse, es como un ‘ponerse en onda’”, explica la coordinadora del área de Investigaciones del Observatorio Argentino de Drogas, Graciela Ahumada.
Martín, que tiene 17 y vive en Córdoba capital, acuerda: “Te juntás para pasarla bien y, depende quién pero, sí, en general se toma mucho. Salís a las diez y a las dos o tres de la mañana recién te vas a bailar”.
La Segunda Encuesta Nacional a estudiantes secundarios de 13, 15 y 17 años, que se llevó adelante en 2005, asegura que el 39,2% de los chicos admitió que había tomado alcohol durante el último mes, que el 83,7% eligió la cerveza –contra el 57,9 % que combinó tragos como coca y ron o coca y whisky– y un porcentaje mucho menor prefirió el vino. El 70% optó tomar durante el fin de semana, con “la previa” en el centro de la escena, es decir, en ese espacio de la madrugada antes de ir a bailar. Entre los grupos de mayor riesgo –que los especialistas consideran que tienen un consumo abusivo– figuran el 27% de los jóvenes que reconocieron tomar más de la cuenta. Es que el chico con un vaso de vino en la mano ya no aparece como el típico canchero en la barra del boliche, como podía pensarse hace diez años. “Ahora se transformó en un insumo para la producción exitosa de la identidad adolescente: ya no importa que me vean tomar sino lo que el alcohol produce en mí, de qué manera me desinhibe, me descontrola, me hace más divertido, me ayuda a integrarme a un grupo. Esto supone una fuerte presión social del chico –que no es nueva entre los adolescentes– pero donde es interesante observar el papel que cumple el alcohol en esta actitud desde hace algunos años”, ejemplifica la coordinadora académica de la carrera de Sociología de la UCES, Cecilia Arizaga. La socióloga llega a la conclusión de que los chicos encuentran en el consumo de alcohol una forma de recreación, limitada únicamente al fin de semana, que sólo según las clases sociales –como medias y altas– se puede extender de jueves a domingo: “En todos los casos, la forma que adquiere el ritual es el preboliche, que es como un espacio para la construcción del yo por excelencia, de una identidad y una personalidad para el fin de semana”.
La terapeuta familiar Mónica Neuenburg –que trabaja en la Fundación Manantiales con chicos con adicciones– reconoce que “el consumo aumentó en chicos de 12 o 13 años y se tiende a naturalizar, porque los padres suelen minimizarlo o porque se trata de una droga socialmente aceptada”.“Cuando salimos a bailar, generalmente nos juntamos en la casa de un amigo y de su heladerita saca algunas bebidas, ahí empezamos y, después de un par de horas, nos vamos para el boliche. Tomamos Speed con vodka, cerveza, todo lo que se te ocurra. Hay gente que se zarpa y termina mal en la previa, imaginate cuando llegan al boliche. Siempre nos juntamos tipo nueve de la noche y recién terminamos a las nueve de la mañana”, dice Ariel, de 14 años, que vive en Avellaneda.
La gran cantidad y el modo abusivo en que se toma son otras dos puntas del fenómeno: “Ya no se trata de cuánto quiero tomar, sino de cuánto necesito para esta producción exitosa del yo”, reconoce Arizaga, quien sostiene que también existen estereotipos de los roles que ocupan los chicos: desde el abstemio –que siempre está atento al riesgo, por si alguien se pasa de la raya, y llama inmediatamente a un adulto o tiene en su agenda el número de una ambulancia– hasta el otro extremo, que es el pibe que más se emborracha y que “en el imaginario de los chicos está instalado como el único modo de tomar, donde está instituido que está bien quedar quebrado”.
Sin embargo, del mismo modo que Arizaga reconoce los estereotipos entre los chicos, remarca que existen “tres formas de tolerancia por parte de los adultos” frente a este tipo de comportamientos: en primer lugar, el del padre cómodo, que muestra una tolerancia pasiva respecto a la cantidad de alcohol que toma su hijo, “que hace como que no sabe”; la del padre cómplice, que tiene una tolerancia activa y acompaña a su hijo a comprar bebidas; y el padre que se muestra resignado, que no está de acuerdo con la cantidad que toma su hijo pero que asegura “que no le queda otra”.
¿Cuál es el papá o la mamá ideal frente a un hijo que toma demasiado?
La investigadora de la UCES tiene soluciones concretas: “Que los padres se muestren como adultos contenedores, que aparezcan en un rol definido, marcando un camino, que pongan límites pero sin por eso aparecer como autoritarios”.
En Santiago del Estero, esta discusión parece, por ahora, lejana. Lo urgente fue la clausura de un boliche que, peligrosamente según la Justicia, invitaba a los jóvenes al exceso.
Aníbal contra la venta de alcohol
El ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, Aníbal Fernández, se refirió hace sólo diez días a los comerciantes que venden bebidas alcohólicas a menores de edad, pese a que esto está prohibido por ley: “Hay que ser más duros con quienes venden alcohol a menores”, dijo, y aseguró que “es necesario modificar la legislación con los comerciantes” y que “los jueves, viernes y sábados, la mayor cantidad de gente que es detenida por la policía es por alcohol”.
Crítica de la Argentina

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