martes, 19 de agosto de 2008

Acusan a las dietas hipocalóricas de causar enfermedad



La dieta de la Luna, del astronauta, de la sopa, disociada, macrobiótica... cuatro de cada cinco personas utilizaron alguna vez alguno de estos métodos “milagrosos” u otros similares para adelgazar. Pero al tiempo la mayoría volvió a recuperar el peso perdido o, peor aún, a ganar más kilos que los que tenía antes de empezar el régimen.
Hasta ahora, disminuir la ingesta de comida parecía ser la mejor forma de combatir la obesidad. Sin embargo, la tendencia está cambiando: cada vez surgen desde la medicina más voces críticas hacia las dietas clásicas e hipocalóricas –de menos de 1.000 calorías diarias– que pretenden hacer perder muchos kilos en poco tiempo.
“Las dietas restrictivas no funcionan”, le dijo a PERFIL Mónica Katz, nutricionista y coordinadora del posgrado de Trastornos de la Alimentación de la Fundación Favaloro. “Una prueba de eso es que a pesar del exceso de dietas hay una epidemia de sobrepeso”, explicó. El médico endocrinólogo Carlos Graschisnky fue más allá y aseguró que las dietas hipocalóricas –al revés de lo que se cree– conducen a la obesidad: “En los tratamientos actuales, el organismo hace cambios para adaptarse a una menor ingesta de calorías, el metabolismo se vuelve más lento y ese desequilibrio termina generando a mediano y largo plazo más obesidad. Muchas veces someter a una persona a una dieta restrictiva es enfermarla más”, advirtió.
Claves.
Según una revisión de investigaciones internacionales publicada el año pasado por la revista médica American Psychologist, entre uno y dos tercios de las personas que se someten a planes alimentarios de menos de 1.000 calorías diarias recuperan al año los kilos perdidos. Para Alberto Cormillot, director del Instituto Argentino de Nutrición, “una dieta muy restrictiva favorece el efecto rebote y no es la solución para una enfermedad crónica como es la obesidad”. La clave está en mantener una alimentación equilibrada, con una restricción sustentable, y hacer actividad física regularmente.
La investigación norteamericana, que incluyó 30 estudios con más de 2 mil pacientes, también concluyó que las dietas hipocalóricas no generan mejoras en los niveles de colesterol, presión arterial o glucosa en sangre, por lo cual sus efectos son más perjudiciales que saludables.
Pero no todos los especialistas están de acuerdo, el médico clínico y psicoterapeuta Máximo Ravenna sostuvo que “la restricción calórica favorece una mejor calidad de vida, actúa en contra del envejecimiento y contribuye a frenar el avance de males como la psoriasis o el Alzheimer”.



Cambios.
“Antes se comía más que ahora, no existían los alimentos light o diet pero así y todo ahora hay más sobrepeso. ¿Por qué será? Lo que cambió es que desapareció la actividad física. Si uno contabiliza cuántos pasos caminó a lo largo del día se va a dar cuenta de que gastó de un 20 a 30% de las calorías que ingirió. Si uno hace una hora de caminata diaria puede comer de todo que no va a engordar”, afirmó Graschisnky. Para el endocrinólogo, cuando se habla de un tratamiento para la obesidad hay que poner foco en aumentar la actividad física y una alimentación variada que evite los alimentos que generan compulsión como el pan o los dulces. En cambio, Katz señaló que no hay malos o buenos alimentos: “Bajar de peso debe ser el resultado de cambiar de estilo de vida. Un enfoque no dietante se basa en el registro propio del hambre, en la buena alimentación, en la actividad física y en el manejo del estrés. Esto es un cambio muy importante en el paradigma de abordaje de la obesidad”, concluyó.

También con la ley se combate la obesidad
El Senado aprobó esta semana la Ley de Obesidad que reconoce a los trastornos de la alimentación como enfermedad y obliga a obras sociales y a empresas de medicina prepaga a costear el tratamiento de la obesidad, la anorexia y la bulimia.
Alberto Cormillot, uno de los impulsores de la norma a través del programa de TV Cuestión de peso, expresó su satisfacción por la sanción y aseguró que esto es sólo el comienzo: “Todavía queda por promover la prevención de la obesidad, y dar subsidios a los alimentos sanos y cambios en la urbanización de las ciudades que favorezcan una vida menos sedentaria”.
La ley ordena también incluir la educación nutricional en todos los niveles de la enseñanza, y que los quioscos de las escuelas ofrezcan “una alimentación saludable y variada”.
La ley despertó críticas en empresas de medicina prepaga que advirtieron que “el sistema de salud podría colapsar”. En ese sentido, la ministra de salud, Graciela Ocaña, admitió que la cobertura de tratamientos vinculados con trastornos alimentarios “tendrá un impacto en los costos de las obras sociales y las prepagas”. Sin embargo, anticipó que, antes de la instrumentación de la ley, “el tema se discutirá con los prestadores”.
Para Cormillot, “brindar cobertura a las enfermedades relacionadas con el exceso de peso, como la diabetes tipo 2 o accidentes cardiovasculares, tienen, a la larga, un costo más elevado que tratar la obesidad”.

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