martes, 19 de agosto de 2008

La ecología ya es el 11º mandamiento





Por Alfredo Ves Losada

DOS POTENCIAS.
Leonardo Boff, junto al presidente de Brasil, Lula Da Silva, compañero de luchas.
Numerosos líderes religiosos de todos los credos comienzan a salir en defensa de la biodiversidad, convencidos del peligro que representa olvidarse de la ecología. Católicos, ortodoxos, judíos y musulmanes, entre otros, se unen en esta cruzada moderna.
Un caso es el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega de Constantinopla, Bartolomeo I. Conocido como “Patriarca verde”, ha planteado ante autoridades gubernamentales, empresarios, y autoridades eclesiásticas la necesidad de detener la destrucción del medio ambiente, y su prédica ha despertado simpatía en más de 300 millones de fieles.
Los propio sucede con movimientos como el Consejo Nacional de Iglesias de Estados Unidos o la Sociedad Religiosa en Pro del Medio Ambiente.
El año pasado, además, grupos de religiosos judíos, católicos y musulmanes presentaron un documento en el Congreso norteamericano exigiendo a los parlamentarios y a George Bush que tomen medidas contra el calentamiento global, y señalaban que se trata de una cuestión “moral y espiritual”.
Sin ir más lejos, hasta el propio Benedicto XVI se pronunció a favor de la ecología durante un seminario sobre “Cambio Climático y Desarrollo” realizado en el Vaticano. Y, en la Argentina, el rabino Daniel Goldman ha escrito sobre la necesidad de “reunir una visión conjunta entre el avanzado conocimiento científico y la sabiduría espiritual, para vivir con la tierra y no sobre ella”.
Pero quizás el caso más emblemático sea el de Leonardo Boff. La denominada “Carta de la Tierra”, que redactó junto a personalidades como Mikhail Gorbachev, será el eje de la charla gratuita que Boff brindará el martes en el Centro Cultural Borges, en Buenos Aires.
Gritos. El grito de los pobres se volvió ensordecedor para el teólogo Leonardo Boff en la década del 70. Cada paso que dio desde entonces estuvo dictado por ese sonido y se convirtió en uno de los fundadores de la Teoría de la Liberación, que exigía un mayor compromiso del cristianismo en la lucha contra la exclusión en Latinoamérica.
Su misión no cayó muy bien en la Iglesia Católica y dejó el sacerdocio en 1992, harto de las presiones del Vaticano. Para entonces, su lucha había sumado un nuevo elemento, un nuevo grito: el de la Tierra. “La Tierra es el gran pobre de estos días”, dijo, y no se ha cansado de repetir que la gran batalla por la liberación del hombre en el siglo XXI debe darse desde la ecología. Esta idea lo convirtió en la cara visible de un importante movimiento de religiosos de todo el mundo, unidos para salvar al planeta. “La Carta” fue aprobada en marzo de 2000 en la sede de la Unesco en París, y se espera que los países miembros de la ONU la adopten con el mismo valor que la Declaración de los Derechos Humanos.
Boff logró que este llamado de atención a la humanidad incorporara la dimensión espiritual. Quería que el texto fuera un pedido de humildad universal. Esa es la militancia de hoy de este teólogo, que considera que sin un planeta sano no hay paz posible, ni modo de evitar el hambre o las guerras.
Aunque muchas de sus consideraciones parecen apocalípticas por su lenguaje de contenido religioso explícito, Boff sabe evitar las metáforas cuando analiza el mundo actual: “O cambiamos o vamos hacia lo peor”. Ser buen cristiano, para el brasileño, significa tener en cuenta que el hambre o la desertificación no son castigos divinos ni designios de la naturaleza, sino pura responsabilidad humana, y que la ciencia debe servir al planeta.
El común denominador de esta nueva corriente es que la ecología implica un compromiso de la acción humana. La salvación deberá llegar de la mano de los conocimientos científicos y del impulso moral de la religión.

La ciencia convoca a la religión
E.O. Wilson es uno de los especialistas en hormigas más importante del mundo. Pero con eso no alcanza para ser famoso. Si por algo E. O. Wilson es reconocido es por ser “el padre de la sociobiología”, polémica disciplina que postula que muchos de los comportamientos sociales del ser humano tienen bases biológicas.
Ahora, un poco como resumen de una vida extensa y prolífica (tiene 89 años) publicó un llamado a salvar la vida en la Tierra en forma de libro. Titulado La creación (publicado en castellano por Katz y elegantemente traducido por Elena Marengo), apela a un “reverendo” imaginario que debe unirse a la ciencia en el propósito moral de evitar el colapso de la naturaleza, que es inminente.
Aunque en muchos momentos de sus más de 200 páginas no es más que un artificio retórico para repasar bellos conocimientos biológicos y experiencias de su vida, Wilson afirma que aún con diferencias sobre el origen de las cosas, comparte con su imaginario interlocutor el deseo de salvar las especies; incluso desde un punto de vista utilitario: cada ser que se pierde es una posibilidad menos de un remedio y también significa pérdida de felicidad para el ser humano que goza de ver y convivir con la naturaleza.

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