lunes, 18 de agosto de 2008

Se curan entre el 40 y el 80% de los pacientes con hepatitis C



NUEVA YORK (The New York Times) .- Las consecuencias de estar infectado con hepatitis C pueden tardar años en manifestarse. De modo que mientras los nuevos casos de la enfermedad cayeron abruptamente a lo largo de las últimas décadas, muchas personas que contrajeron la enfermedad hace años sólo ahora empiezan a saber que son portadoras del virus, y a enfrentar sus efectos potencialmente serios.
Para muchos, hay buenas noticias. La mitad de todas las infecciones crónicas pueden curarse ahora con una combinación de drogas. Pero la hepatitis C sigue siendo un virus de cuidado, que frecuentemente permanece inadvertido durante años y luego sigue un curso tan impredecible que los médicos a veces no están seguros de si recomendar un tratamiento o aconsejar a los pacientes un lapso de espera.
El obstáculo más grande para un tratamiento efectivo sigue siendo el hecho de que la mayoría de los que están infectados con la hepatitis C ni siquiera lo sabe. En cuatro de cada cinco personas, no existen síntomas en el momento de la infección.
"La mayoría de los pacientes descubren que tienen hepatitis C crónica cuando van a donar sangre o se van a hacer un examen clínico para obtener un seguro", dice el doctor Bruce R. Bacon, director de la división de gastroenterología y hepatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Luis.
Casi un tercio de los expuestos a la hepatitis C se recuperan totalmente; su sistema inmunológico elimina el virus. Alrededor del 70% desarrolla infecciones crónicas, que conducen a un significativo riesgo de cirrosis del hígado y al cáncer hepático. Paradójicamente, las personas que se enferman más rápidamente después de haberse infectado son las que tienen más posibilidad de luchar contra el virus, mientras que los que tienen pocos o ningún síntoma inicial son los que corren mayor peligro de sufrir una infección persistente.
El tratamiento actualmente recomendado para la hepatitis crónica combina ribavirina, fármaco antiviral, con interferón, sustancia que aumenta el poder del sistema inmune para destruir los virus. El tratamiento ofrece la cura para más de la mitad de los pacientes. Pero dado que las drogas son caras y pueden tener serios efectos colaterales, y que el curso de la enfermedad varía tanto de persona a persona, la decisión de iniciar la terapia plantea cuestiones difíciles de resolver.
"Alrededor de un tercio de las personas con hepatitis crónica avanzará hacia la cirrosis de hígado", dice el doctor Jay H. Hoofnagle, director del Centro de Investigación de la Enfermedad Hepática de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos. "Sólo del 5 al 10% desarrollará cáncer de hígado. En otras palabras, muchas personas pueden vivir perfectamente con la infección crónica sin mayores inconvenientes. El problema es que no se puede saber a quién le va a ir bien y quién morirá de la enfermedad."
Los médicos tampoco pueden predecir con certeza cómo van a responder los pacientes a la terapia combinada. Entre el 25 y el 30% de los pacientes, el interferón produce ansiedad y depresión, a veces tan extrema que intentan suicidarse. También puede causar síntomas gripales.
"Usualmente, puede hacer que los pacientes reciban el interferón y la ribavirina durante dos o tres meses. Más allá, se hace realmente difícil -dice el doctor Hoofnagle-. Por lo menos al 10 por ciento de los pacientes les es imposible completar la terapia."
Afortunadamente, los médicos están perfeccionando los beneficios y controlando algunos de los efectos adversos, gracias, en parte, a nuevos conocimientos sobre el virus. Los investigadores descubrieron que el virus de la hepatitis C se presenta en por lo menos seis formas, llamadas genotipos. El genotipo 1 es el más común y también el más difícil de tratar; requiere 48 semanas de tratamiento. Sólo alrededor del 40 por ciento de los pacientes con este subtipo se liberan del virus. Los genotipos 2 y 3 pueden ser tratados exitosamente en sólo 24 semanas, y eliminan el virus en alrededor del 80 por ciento de los casos.
Cuanto más rápidamente comienzan a caer en los pacientes los niveles del virus, mejores son las expectativas de cura. Monitoreando los niveles del virus en la sangre, dicen los médicos, ahora es posible individualizar el tratamiento más apropiado.
"Si los niveles caen muy rápido, podemos acortar la terapia. Si la respuesta es lenta, podemos alargarlo y mejorar las chances de éxito", dice el doctor Ira Jacobsen, jefe de la división de gastroenterología y hepatología del colegio Médico Weill Cornell de Nueva York.
Sin embargo, la decisión de acortar el tratamiento aún sigue siendo controvertida por el riesgo de recidiva, que ocurre cuando los virus no erradicados por la medicación se multiplican y retornan.
Sin duda, el mejor remedio es la prevención, y es gracias a ella como se obtienen las mayores victorias contra la hepatitis C. El número de nuevas infecciones por año en los Estados Unidos han descendido de 240.000, en los años ochenta, a alrededor de 19.000, en 2006.
"Hemos hecho un gran progreso contra la hepatitis C, pero todavía queda mucho por hacer", dice el doctor Billittier.

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