jueves, 13 de agosto de 2009

"Necesitamos algo para que la gente muera", indica un informe de asesores de tabacaleras


El intenso debate por el polémico cambio solicitado en la legislación española para que se endurezcan las actuales limitaciones para fumar en público, generó que el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo develara un informe de la asesoría Campbell-Johnson para la Asociación Británica de Tabacaleras (BAT), que en 1978 sostuvo: "El tabaco tiene la función social de limitar el número de personas mayores dependientes que la economía debe mantener".
Esta consideración está contenida en un documento para manejar las relaciones públicas que la industria tabacalera británica encargó a finales de 1978, según publica el diario El País de España.
La publicación española señala: "El propio autor reconoce que obviamente este argumento no se puede usar públicamente, pero lo desarrolla: Con un aumento general de la esperanza de vida, necesitamos algo para que la gente muera. En sustitución de los efectos de la guerra, la pobreza y el hambre, el cáncer, considerado como la enfermedad de los países ricos, desarrollados, tiene un papel que jugar. Esta idea, considerada un factor psicológico para continuar el gusto de la gente por fumar como algo placentero, aunque sea un hábito peligroso, no debe ser infravalorado".
Según el texto, se reconoce el daño que le puede hacer a la industria la asociación del fumar con el cáncer de pulmón. "Este reto médico actuó como una bomba nuclear de efecto duradero" para el sector, admite el informe.
Pero aún así, sugiere varias posibilidades para contrarrestar su efecto. Intentar negarlo es "escoger plantear la batalla donde la oposición [al tabaco] es más fuerte", así que habrá que esperar: "Con algún tremendo avance en lo que sabemos de las causas del cáncer o el descubrimiento de un potente inhibidor oncológico, se puede transformar la controversia sobre tabaco y salud", sugiere.
Para combatir esta mala imagen, el documento sugiere varias líneas. Una de las actuaciones es promover un código de conducta entre los fumadores que, si se siguen, "asegurará que no sean acusados por los no fumadores de que asumen arrogantemente el derecho a contaminar el aire a su alrededor".
"Su tono tiene que ser franco y positivo, y uno de sus objetivos debe ser restaurar la imagen del fumador como una persona extrovertida y sociable, y no el ser el neurótico, apestoso y marginal que pintan los antifumadores", explica el estudio.
La otra es la creación -"con la bendición de la industria"- de asociaciones de fumadores. El propio texto reconoce que hacer esto es difícil si se quiere que parezca una organización independiente, pero añade una posible línea de actuación: "La protección de la libertad para elegir de todo individuo adulto en cualquier campo (aunque especialmente para fumar)" y "la defensa de los fumadores contra una injusta discriminación o restricción en su disfrute del tabaco".
Fuente: El País, S.L.
lanacion.com

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