viernes, 5 de marzo de 2010

El significado de la sexualidad


Por Cristina Fridman
En 1993, Margaret Leroy escribía en “pleasure, the truth about female sexuality” que el sexo debía ser divertido y beneficioso, y el placer sexual constituir un derecho inalienable de todo ser humano, las mujeres incluidas. Décadas antes, Masters y Johnson magnificaron la existencia de las capacidades multiorgásmicas de las mujeres; y Nancy Friday puntualizó la secreta profesión femenina de jardinería, que permitía regar exóticas y propias fantasías sexuales.
Las investigaciones sobre el alcance de la felicidad se correlacionaban —en el caso de las mujeres— con guiones basados en el desempeño sexual y, sin embargo, un importante número de ellas tenían escaso deseo y vacante el placer. Leroy llamaba la atención sobre algunos verbos que las mujeres debían practicar con asiduidad: olvidar la curiosidad infantil, fingir el orgasmo y renunciar al placer. No recordar que ser célibes en el pasado era un probable acceso al poder para muchas de ellas. Mimetizar intimidad y ternura como si fueran estrictas cualidades del género.
Aprender la lección plural que reza: “a las mujeres no les excita ni les gusta mirar”. Sí, ser oscuros objetos de deseo, de miradas o, como consuelo, mirarse hasta el hartazgo para poder excitar al otro y mejorar el programa de autoestima. Basta de subjetividades: sólo buenas reproducciones de cultura. La maternidad es una construcción cultural compleja y entretejida que fabrica seres entrenados para cuidar de los otros.
Esa misma programación se extiende a las relaciones eróticas y amorosas. Los cambios que afectaron la sexualidad en las últimas tres o cuatro décadas llaman la atención acerca del tránsito de una sexualidad construida a través de controles y de normativas externas a las personas, a una organizada por reglas y pautas internas. No desaparece lo social, pero es internalizado e individualizado. La vida sexual se amplió y prolongó en las biografías individuales, aunque, claro, resulta difícil conciliar las exigencias actuales tales como ser recíproco y al mismo tiempo realizarse en forma individual, ser espontáneo y tener autocontrol, ser flexible pero mantener a la vez una coherencia interna.
Movilidades de todo tipo trabajan sobre las sexualidades: laborales, geográficas, de pareja... Medicalizaciones sexuales y de la vida, prolongaciones de la existencia, borramientos de límites de antiguos ciclos vitales, contracepciones. Feminismos, homosexualidades, ascenso de prestigio de los grupos de pares como autoridades de consenso, varias fases postSIDA, representaciones explícitas de la actividad sexual, fuentes múltiples y variadas de difusión sexual, transformaciones de los conceptos de fidelidad conyugal, poliamores, disminución de las sanciones y elementos contextuales contribuyeron a visibilizar sexualidades plurales y complejas. Así, los problemas de la sexualidad, de ser casi exclusivamente morales, revisten la calidad de ser interpretados como una cuestión de bienestar individual y social, relacionada con la salud sexual y el comportamiento responsable.
Las sociedades se volvieron ferozmente exigentes: hay que ser autónomos a toda costa sin importar depresiones acarreadas, quizás más relevantes que los conflictos con el deseo sexual. Además, siempre existe la obligación de estar activos sexualmente más allá de la edad, el género, la clase social o la historia individual. Nunca hay que decir que no.
Las sociedades producen demandas contradictorias, proliferación de normas y de representaciones que se expresan en las experiencias actuales de las sexualidades. Somos todos menos homogéneos, también las mujeres.
En cámara lenta, cuenta Weeks, se desestabilizan las relaciones tradicionales entre hombres y mujeres, aumentando una situación de incertidumbre y reflexividad. El altruismo egoísta tracciona los vínculos entre la espontaneidad del deseo y la búsqueda de la relación de pareja.
La sexualidad es algo más que el coito; al menos la reproducción, el erotismo, el género y las relaciones de apego dan cuenta de algunos de sus sistemas operativos para las transformaciones construidas por los seres humanos.
La sexualidad humana siempre buscó ser asociada a un significado. Y en la actualidad hay un aumento tremendo de la necesidad de encontrarle interpretación y justificación. A ello no escapa ninguno, y ninguna, de la especie.
* Fridman es socióloga. Es secretaria general de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual (FASSES), profesora de la UAI y directora de CETIS.

elargentino.com

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