miércoles, 12 de agosto de 2009

Mentiras y verdades a medias en una sociedad incrédula


Por: Marcelo A. Moreno
Te soy sincero...
-Lo que te voy a decir es la pura verdad...
-Por mi hijo, que es como te digo...
-Lo que te dije es posta, pero posta, posta...
Este tipo de introducción, antes de comunicar una presunta certeza, es de lo más común entre nosotros.
En nuestra sociedad pareciera que las verdades necesitan una previa -o al menos posterior- certificación de autenticidad, porque de lo contrario -y aunque los que conversen sean amigos- se duda por principio del interlocutor.
-Te lo juro por mis hijos...
-Que me caiga muerto aquí mismo si lo que te digo no es cierto...
-Lo que te bato, es la justa...
-Esto te lo digo con una mano en el corazón...
Ese requerido énfasis lleva a pensar que, de ordinario, en realidad, se miente. O se fabula. O, peor, se alucina o delira.
Porque también es de lo más común que ante una afirmación, de inmediato, el interlocutor nos dispare:
-¿Seguro?
Con lo cual muestra su duda explícita sobre lo que acabamos de sostener y nos lo dice en la cara, de lo más pancho.
Por eso quizá ahora sufrimos un "sinceramiento" de las tarifas de luz y gas, palabra que no existe en español, pero que nosotros entendemos y utilizados asiduamente.
La pregunta sería: si hoy padecemos este despiadado "sinceramiento", ¿antes vivíamos en el limbo de un "falseamiento"?
¿O, por lo feroz, lo de ahora, mejor, sería un "sincericidio"?
-Palabra que es así...
-Te lo juro por la memoria de...
-Que me parta un rayo si no es la pura verdad...
Todas, versiones cotidianas de una misma y común incredulidad.Y quizá por estas razones y sinrazones, la dilatada polémica sobre las fantasiosas -¿o fantásticas?- cifras del INDEC parece pegarnos justo en una de nuestras zonas sensiblemente erróneas.
Porque no saber a ciencia cierta ni cuántos pobres hay en la sociedad, ni cuántos indigentes y, ni siquiera, cuánto pagamos más por lo que antes comprábamos a otro precio y todo esto navegue en una espesa discusión bizantina sobre maneras de calcular lo que finalmente ya sabemos, nos llena de zozobra. Porque al escepticismo ya lo traemos puesto.
Séneca escribió: "Lo dudoso atormenta más que lo malo".
-¿En serio?
clarin.com

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