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lunes, 19 de marzo de 2012

¿Por qué no podemos dejar de mentir?

Es inevitable: los seres humanos decimos 3 mentiras cada 10 minutos. Por qué el engaño es necesario para conseguir trabajo y cómo saber cuándo a un político lo delata su propio cuerpo.
Por Martín Tetaz
Cuando Max esta a punto de soplar la sexta velita de su torta de cumpleaños, decide pedir un deseo un tanto inusual: que su padre no pueda mentir durante 24 horas. La restricción pone en apuros a un Jim Carrey desopilante que, personificando a un inescrupuloso abogado en la película Mentiroso, mentiroso, pasa uno de los días más embarazosos de su vida desubicándose una y otra vez con su honestidad brutal. Contrariamente a lo que nuestras convicciones morales pueden hacernos creer, esta caricatura de la realidad pone de manifiesto la dificultad y hasta imposibilidad de vivir una vida sin mentiras sociales.

El engaño es una de las características fundamentales de nuestra especie, que prueba al mismo tiempo nuestra inteligencia y nuestra capacidad para meternos en la mente del otro, es decir, nuestra empatía. Las investigaciones [pdf] de la especialista en comportamiento de niños de la McGill University , Victoria Talwar, muestran que los chicos comienzan a mentir a los dos años, aunque al principio lo hacen de manera burda y evidente. Recién en torno de los 4 años es cuando empiezan a desarrollar la verdadera capacidad de engañar (que luego perfeccionan el resto de sus vidas), lo cual resulta consistente con el hecho de que, como señala Steven Pinker en su libro Cómo funciona la mente, a esa edad es cuando aparece la capacidad de tener una teoría de la mente, que nos permite comprender que las otras personas también tienen estados mentales. Este fenómeno prácticamente no tiene excepción: en los estudios de laboratorio efectuados por estos especialistas, el 96 por ciento de los chicos miente (y mi sospecha es que los que no lo hacen es porque presentan algún problema concreto en su desarrollo cognitivo, como en el caso de los autistas).

Ahora bien, el comportamiento de mentir ha sido abordado en numerosas oportunidades por los economistas que se dedican a una rama de la disciplina que se denomina teoría de los juegos y que analiza los resultados del comportamiento estratégico de las personas y organizaciones. El artículo pionero es el famoso análisis que en la década del 70 Michael Spence hizo sobre la señalización en el mercado de trabajo, que terminaba mostrando que es óptimo que todas las personas traten de mentir (diciendo que son mejores candidatos para el puesto de lo que en realidad son), aunque esas mentiras no sean nunca creídas por los empleadores.

Pero la revolución de los economistas experimentales de los 90 y de la primera década del 2000 no se conformó con esos resultados teóricos y salió a testear en pruebas de laboratorio aquellos resultados. En un experiemento de Forsythe, Lundholm y Reitz, los autores encuentran que cerca de una tercera parte de los vendedores mentían sobre la calidad de sus productos, pero lo más notable es que contrariamente a las predicciones neoclásicas, los compradores se creían las mentiras. Luego los investigadores cambiaron los roles (poniendo a los compradores de vendedores y viceversa) y se llevaron la segunda sorpresa; aquellos que como vendedores habían recurrido más al engaño fueron los que como compradores cayeron más en la trampa.

La economista Rachel Croson cree que el resultado de esos experimentos tiene que ver con dos sesgos: el de excesiva confianza en nuestra habilidad de detectar mentiras y el de insuficiente seguridad de nuestra capacidad de mentir. Por esa razón, no todos se animan a mentir, puesto que temen ser detectados, pero cuando lo hacen, las mentiras son creídas porque los destinatarios piensan que serían capaces de detectarlas aunque, como probóBella de Paulo, de la Universidad de California, no somos buenos detectando cuándo nos mienten y cuándo nos dicen la verdad.

Otra investigación muy interesante es la desarrollada por Valley Moag y Bazerman, quienes hicieron negociar a hipotéticos compradores y vendedores de empresas, cara a cara, telefónicamente y por escrito.

En este experimento, solo el 7 por ciento de los vendedores engañaban a los compradores cuando la transacción era face to face, pero el engaño crecía al 33 por ciento cuando se comunicaban por escrito y llegaba al 55 por ciento cuando la negociación era telefónica. Los compradores, por su parte, desconfiaban más de las ofertas recibidas por escrito y de las telefónicas que en los casos en que el negocio era en persona. A la luz de estos datos, las empresas deberían dejar de lado los viejos curriculum vitae de papel y reclutar vía YouTube, mientras que las personas que están atravesando conflictos de pareja deberían evitar por todos los medios discutir telefónicamente. Los que parece que sí la tienen clara son los que hacen telemarketing, puesto que ésta es la vía que incentiva más el engaño y que tienen las tasas más altas de credibilidad.

Que la mentira sea relativamente menos frecuente (y efectiva) en la comunicación cara a cara no es una sorpresa, puesto que si se toman los recaudos necesarios, es más fácil detectar a los tramposos, como sucede en la popular serie de televisión Lie to Me, basada en los resultados de las investigaciones transculturales de Paul Ekman. Este famoso psicólogo de la Universidad de California, experto en el estudio de las emociones y en el lenguaje corporal, tiene un programa de entrenamiento online ( http://bit.ly/wM3MiT ) con el que cualquier persona puede aprender a identificar las micro expresiones más relevantes que se producen en el rostro humano a partir de la contracción involuntaria de sus 43 músculos. Tal y como dice el eslogan de la serie: "La voz puede mentir, el cuerpo no".

En tiempos electorales, los desarrollos de Ekman se convierten en oro en polvo. El antropólogo argentino Sergio Rulicki lo sabe muy bien. Es experto en lenguaje corporal y su celular no para de recibir llamados de los asesores de imagen de los principales candidatos. Si no hay plata para contratarlo, no te preocupes, podes aprender viendo en internet un video (muy recomendable) que analiza gestos característicos de famosos y políticos de nuestro país
Piadosas o mal intencionadas, las mentiras son parte de nuestra herencia evolutiva. La buena noticia es que ahora existen muchos métodos para detectarlas, aunque no estoy seguro de que un mundo sin mentiras sea siquiera factible.

Mark Twain probablemente haya sido el que mejor comprendió el asunto cuando sostuvo que había un modo de averiguar si un hombre era sincero: "Pregúntaselo: si responde que sí, sabrás que es deshonesto".
conexionbrando.com

miércoles, 15 de febrero de 2012

Champú de caballo, otro falso 'milagro' tras la Power Balance y la baba de caracol

Clases a caballo en familia. | Sergio González
Tras la Power Balance, la baba de caracol y las bayas de Goji, llega un nuevo producto milagro a las tiendas: el champú de caballo.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) denuncia a través de un comunicado esta última moda. "Nos lo venden como la mejor manera de fortalecer el pelo y evitar su caída, pero en el fondo no es más que otro champú cualquiera", advierte.
Gracias al boca a boca se ha extendido el rumor de que los champús que se utilizan para los caballos fortalecen sus crines en los desfiles. Ello, combinado con las campañas de algunos fabricantes y los elogios de los famosos han hecho triunfar este producto como la mejor solución para los humanos.
La clave es la biotina, también llamada B8 o vitamina H, "una vitamina para muchos desconocida y que en este caso sirve como 'coartada científica' para vender un nuevo producto". OCU advierte de que "no hay suficientes evidencias científicas de que funcione".
Además de remedio contra la caída del pelo, a la biotina también se le atribuyen propiedades benignas como suplemento vitamínico para uñas quebradizas.
Los champús sirven para limpiar el cabello y el cuero cabelludo porque su detergente, al mezclarse con el agua, elimina tanto la suciedad como el exceso de grasa. Además, algunos llevan sustancias acondicionadoras que ayudan a dar suavidad al cabello. Otros están especialmente pensados para combatir la caspa.
"Los vendedores de crecepelos existen desde hace siglos, pero sus palabras siempre han sido en vano: los cosméticos no sirven para combatir la calvicie y solo determinados medicamentos han demostrado su eficacia para frenar la caída del pelo", señala OCU.
elmundo.es

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Crean software para que las máquinas detecten mentiras

TRADUCCIoN: Elisa Carnelli
Julia Hirschberg, profesora de ciencias de la computación de la Universidad de Columbia, está enseñándole a las computadoras a detectar el engaño, programándolas para que analicen gramaticalmente lo que dicen las personas. Para este tipo de detección de mentiras, no hay necesidad de conectar a nadie a una máquina.
El habla de las personas da todas las claves : el volumen, los cambios de tono, las pausas entre palabras, los eh y los ah , las risas nerviosas y docenas de otros minúsculos signos que pueden indicar una mentira.
Hirschberg no es la única investigadora que usa algoritmos para estudiar el habla en busca de mentiras. Un grupo de lingüistas e ingenieros se dedica a enseñar a las computadoras a reconocer marcas de lo que denominan discurso emotivo, el habla que refleja engaño, enojo, e incluso coqueteo.
Los softs que logren detectar estas emociones ocultas podrían tener varios usos prácticos: programas en centros atención que alerten a los operadores sobre la presencia de clientes enojados al otro lado de la línea, o softs en servicios de búsqueda de pareja que agreguen términos como “amigable” a los usuales “soltera” y “mujer”.
“El objetivo es entender cómo se reflejan los sentimientos en el discurso”, explicó Dan Jurafsky, profesor de Stanford cuyas investigaciones se centran en comprender el lenguaje de las máquinas y de los humanos. “El objetivo es construir mejores sistemas que entiendan sentimientos”, agregó.
Estos programas no se usarán como prueba en la Justicia. Pero ya son más hábiles que las personas en algunos tipos de lectura de la mente. Los algoritmos desarrollados por Hirschberg han podido detectar a un mentiroso el 70% del tiempo en las situaciones de prueba, mientras que las personas que evaluaron las mismas evidencias tuvieron sólo un 57% de precisión , afirmó Hirschberg. Los algoritmos se basan en la forma en que hablaron las personas que tomaron parte en una investigación en la que mintieron o dijeron la verdad. En las entrevistas, a los participantes se les pidió que pisaran un pedal cuando mentían u otro cuando decían la verdad. Luego analizaron las grabaciones para hallar los rasgos vocales que pudieran revelar el engaño.
clarin.com

miércoles, 12 de enero de 2011

Las 8 mentiras más grandes sobre la comida sana

Por José Barki
Las maravillas del marketing y los gurús de la comida sana nos han hecho creer que ciertos alimentos hacen milagros en el cuerpo humano: adelgazan, queman grasas, nos quitan el hambre o, inclusive, nos hacen más felices. Sin embargo, la mayoría de los mitos sobre la alimentación saludable son absolutamente falsos. Estas son las ocho mentiras más grandes que nos han contado sobre el tema.
1.Los alimentos integrales adelgazan
Muchos creen que "integral" es lo mismo que "dietético". Grave error. Las harinas y cereales integrales cuentan con prácticamente las mismas calorías que los productos refinados. Sí se podrá decir que son más sanos por su alto contenido en minerales y fibras, y que ayudan a eliminar toxinas con más facilidad. Pero de ninguna manera adelgazan.
2. Las ensaladas de los fast food son la "opción saludable"
Nunca falta el que entra en McDonald´s y, en vez de pedir una hamburguesa como Dios manda, elige la ensalada porque es la "opción sana". Una reciente investigación privada sobre las ensaladas que se venden en los locales de comida rápida determinó que estos productos están excedidos de sal y grasas. El ejemplo es lapidario: un Big Mac tiene 540 calorías y 1,040 miligramos de sal; mientras que una ensalada completa con pollo y aderezo cuenta con 530 calorías y 1,260 mg de sal. O sea que el Big Mac es más sano; o menos dañino. Y más rico.
3. Los productos 0% grasa son sanos
Es muy común que uno se sienta habilitado para devorar sin culpas toda clase de alimentos "0% grasa" (fat free en inglés). Mucha gente los consume porque piensa que, mágicamente, perderá peso. El problema es que, al quitar la grasa, gran parte del sabor original de estos productos es removido, lo cual obliga a los fabricantes a agregar azúcar y toda clase de químicos de origen dudoso. Por eso, los alimentos 0% grasa pueden ser peores que los comunes.
4. Las galletitas son mejores que el pan
Más mitos que se derrumban. Y una buena noticia para los amantes incondicionales del pan: las galletitas tienen muchas más calorías (420 en 100 gramos) que el pan (280 en 100 gramos) y también más grasa. Así que terminemos con eso de andar haciendo migas con las insoportables galletas de agua y pidámosle al mozo otra panera.
5. Los limones aportan vitamina C y no tienen azúcar
Es cierto que los limones aportan vitamina C, pero también es verdad que otras frutas tienen las mismas propiedades y son deliciosas. Tomen nota: un kilo de frutillas tiene más Vitamina C que un kilo de limones y, aunque no lo crean, tiene menos azúcar. Por eso, basta ya de sacrificarse tomando jugo de limón para evitar gripes y resfríos, creyendo que eso nos hará todopoderosos. Las frutillas cuentan con las mismas propiedades vitamínicas y son definitivamente más ricas.
6. Las barritas de cereal hacen bien
En los últimos años se multiplicó la variedad de barritas de cereal en los quioscos. Muchos deportistas las consumen como complemento proteico. Lo que no todos saben es que estos cereales, mezclados con frutas y chocolate, pueden tener hasta el doble de azúcar que algunas golosinas convencionales. Hay que estar atento.
7. Las espinacas dan fuerza
Popeye sacaba unos músculos tremendos cada vez que comía su lata de espinacas. Y es cierto que esta verdura tiene hierro, pero no tanto como las lentejas, el hígado de cerdo o los berberechos. Además, las espinacas tienen sustancias laxantes y quelantes que hacen más difícil la absorción del hierro por parte del cuerpo humano.
8. Las zanahorias agudizan la visión
Comer zanahorias cual Bugs Bunny no nos salvará de usar lentes si realmente tenemos problemas de visión. Los betacarotenos que contiene esta verdura son precursores de la vitamina A, imprescindible para la fabricación del pigmento rodopsina, que mejora la agudeza visual en ambientes con malas condiciones de luz. Es decir: no por comer zanahorias vamos a tener la vista de un lince; a lo sumo veremos un poquitito mejor si está oscuro.
lanacion.com

martes, 30 de noviembre de 2010

Las 15 dietas famosas que tienen riesgos para la salud

Fotos de chicas flaquísimas, supuestamente lindas. Publicidades donde la gente feliz no tiene un gramo de más. Las referencias de la cultura del consumo a un supuesto modelo corporal son las madres del problema que, ahora, parece ser mayor de lo que se creía. Según lo plantea en un estudio la Agencia de Seguridad Sanitaria, Alimentación, Medio Ambiente y Trabajo (ANSES) del gobierno francés, muchos regímenes adelgazantes no sólo no son una buena alternativa para bajar de peso sino que conllevan riesgos para la salud. Básicamente, dice que las dietas más populares no son equilibradas en términos alimentarios y que en un 95% provocan un aumento de peso cuando se las deja , ya sean las ricas en proteínas o pobres en glúcidos.
La agencia (equivalente a la ANMAT argentina) analizó en profundidad las 15 dietas más populares en Internet y venta de libros, entre ellas la Atkins, la californiana, la desintoxicante del limón, la de crononutrición, la Mayo y el régimen de la sopa de repollo. Su informe de 160 páginas, publicado la semana pasada, evalúa los desequilibrios importantes que traen aparejadas en macro nutrientes (lípidos, glúcidos, proteínas), en vitaminas y en minerales, y que afectan en los niveles óseo, metabólico, cardiovascular, hepático, renal, digestivo y psicológico.
En más del 80% de estas dietas, los aportes en proteínas son superiores a los valores nutricionales aconsejados, e incluso muy elevados, como en el caso de la Dukan, que constituyen además su señal distintiva. Varias de ellas (en especial, la De la Zona, la Crononutrición y la Atkins) proponen aportes de grasas superiores a los niveles máximos recomendados. En tres de cada cuatro dietas, los aportes en fibras son inferiores a lo aconsejable, e incluso en algunos casos cerca de diez veces menores, como en las dos primeras fases de la Dukan.
El presidente del grupo de trabajo de la ANSES que llevó adelante la investigación, Jean Michel Lecerf, dijo que estas dietas “contienen pocas fibras, vitaminas y minerales, y demasiada sal”. Lo que, según él, hace que “personas que no tenían problemas de peso puedan pasar a estar en sobrepeso y desarrollar perturbaciones del comportamiento alimentario”.
En el caso concreto de las mujeres –de las que, de acuerdo con el informe, el 40% se considera “demasiado gorda” y el 60% desea pesar menos– los aportes en hierro recomendados rara vez son respetados . Varios regímenes (el Mayo, el Montignac, el Fricker) no cubren las necesidades en calcio, mientras que en dos de las fases de la Dukan los aportes son dos veces superiores a lo recomendado. La primera etapa de esta dieta aporta más de dos veces el máximo de sodio aconsejado. El aporte en vitamina C es muchas veces demasiado débil, en especial en las Dukan y Fricker, al igual que el de vitamina D, salvo para los regímenes Dukan fase 2 y 3, en donde es cuatro veces más elevado que lo recomendado.
Según Marcela Leal, directora de la carrera Nutrición de la Universidad Maimónides, la mayoría de las dietas actuales tienen que ver con una restricción alimentaria importante en nutrientes y con el consumo excesivo de otros. “Las dietas de moda no son soluciones a largo plazo si se desea bajar de peso. Muchas dan resultados en su comienzo, provocando un descenso de peso brusco. Sin embargo, pueden ocasionar graves consecuencias en el organismo . Prometen resultados no realistas, son difíciles de mantener en el tiempo y no son saludables”, explica la especialista.
Para Ana Jufe, nutricionista del Hospital de Clínicas, el problema no es tanto la dieta sino cómo se hace. “Es una herramienta que el paciente debe usar acompañado por un médico, por eso el problema es que se la haga por su cuenta y por tiempos indefinidos”. Leal coincide: “Intentar un descenso de peso sin asesoramiento profesional lleva a prácticas alimentarias desequilibradas”.
Para cerrar, Jufe deja una pregunta que bien podría abrir un debate más profundo: “Sería bueno también cuestionarnos por qué fabricamos cada vez más alimentos no nutritivos y potencialmente adictivos, generalmente económicos, que predisponen en gran medida a esta severa enfermedad”.

QUE ES COMER BIEN

La nutricionista Marcela Leal, de la Universidad Maimónides, elaboró las pautas de lo que es “comer bien”: Consumir frutas y verduras, preferentemente crudas y de estación.
Los productos lácteos, como leche, yogur y quesos untables deben ser descremados.
Consumir cereales como arroz, avena, pastas, en versiones integrales, pues el aporte de fibra alimentaria es muy beneficioso para la salud.
Comer porciones pequeñas. No tentarse cuando ofrecen aumentar la porción, está demostrado que eso se traduce en sobrepeso y obesidad.
Cuidado con los alimentos densos en calorías como galletitas, dulces, helados, papas fritas, golosinas, pizza. No deben ser un hábito diario.
Consumir una mayor variedad de carnes rojas y blancas. Por ejemplo, incluir cortes magros de carne de cerdo, conejo y, fundamentalmente, aumentar el consumo de pescados.
Tomar mucha agua en detrimento de gaseosas.

PARADOJA DE LAS DIETAS EXTREMAS

Paradoja 1: en general buscan tratamiento consumidores sin exceso de peso ni riesgo, pero con sobrepeso cultural. Los obesos con patologías asociadas y alto riesgo, muchas veces ni siquiera piensan en un tratamiento.

Paradoja 2: las estrategias para perder peso en términos de alimentación se basan en reducir calorías y manipular la composición de la dieta (porcentaje de macronutrientes: hidratos, proteínas y grasas). Si bien es necesario que la persona coma menos, se utilizan dietas extremadamente bajas en calorías sin necesidad. ¿Para qué dar dietas de hambre si reduciendo 500cal/día, en 10 días se perderá 1 kilo?

Paradoja 3: el hambre oculta y la malnutrición de los que pueden comer. El déficit de vitaminas y minerales que nadie sospecha ni trata. En nuestro país la carencia de calcio y hierro constituyen ya un desafío sanitario. La baja ingesta de frutas y verduras se repite en diferentes estudios.

Paradoja 4: quizás la más dramática es la paradoja profesional. La cultura delinea su ideal estético. Las personas luego buscan dietas pintorescas, resultados rápidos y expectativas irreales. Las dietas heterodoxas no poseen evidencia científica. Sin embargo poseen demasiado espacio en los medios y son difundidas por famosos que se constituyen en modelos de comportamiento. Sin cuestionamientos, el respectivo gurú las transforma en meta-religión con muchos fieles seguidores.

¿Es acaso una opción terapéutica la delgadez a cualquier costo? ¿Es razonable excluir y demonizar alimentos? Es licito convertir el acto de comer en un ilícito? ¿Es ético embarcarse en un viaje hacia la desnutrición, el estrés del hambre, el rebote de peso y el trastorno alimentario? ¿Será que los kilos en la balanza son la dosis de certeza necesaria frente a la incertidumbre cotidiana? Será que así de vulnerables, las dietas por más heterodoxas, sean la errada manera de afrontarla?
clarin.com

Las mentiras verdaderas de la publicidad

Son estereotipos construidos por décadas. Nos sometemos a ellos en cada tanda, casi siempre con la guardia baja y el filtro de la credibilidad en off. Y no es extraño. La publicidad es un género de ficción y actuamos en consecuencia: nos acostumbramos a consumirlos en una suerte de estado de sedación.

Para colmo, la reproducción in eternum de estos estereotipos no hace más que consolidarlos como mentiras verdaderas, inmersas en un proceso permanente de convalidación.
Es cierto que la masividad de la publicidad obliga a un lenguaje basado en los lugares comunes, las imágenes trilladas y la simplificación. Contar historias en 30 o 45 segundos requiere, muchas veces, esa lógica reduccionista. Una campaña que refleje la realidad en estado puro, sin cierto filtro caricaturizante, no cumpliría su objetivo ya que sería complicada de digerir. Sin estereotipos, no habría publicidad. Así de simple.
Claro que la puesta en marcha de esos mecanismos puede ser más o menos sutil, mejor o peor ejecutada, basada en una idea buena o mala. Incluso, en un extremo, en el nombre del discurso publicitario, las marcas hasta pueden atravesar los límites del buen gusto o engañar al consumidor. Por suerte, no es la constante. Y tampoco sería justo decir que la tanda está repleta de mentiras flagrantes y socialmente agresivas.
Afortunadamente, muchas de estas mentirillas protagonizan un juego de ficción del que participamos. Y lamentablemente, la abundancia de estos estereotipos daña el nivel de la creatividad.

Va entonces un listado de estas mentiras verdaderas. Podés sumar más si querés.

1) Los hombres recién afeitados son más atractivos. Ok, sí, tienen que vender una afeitadora y no lo van a hacer con un tipo que seduzca gracias a una barba de tres días. Pero, ¿no podrían abandonar ya el aburridísimo formato de muchacho afeitándose frente al espejo y luego arrastrando miradas femeninas por las calles?
2) Una sola pasada de una esponja limpia una cacerola. En la carrera desenfrenada por demostrar el poder limpiador, las marcas de detergentes (y esto se hace extensivo a los jabones para lavar la ropa, de los que hablaré un par de líneas más abajo) han ultrajado la realidad de las imágenes con la misma brutalidad que lo hace el Photoshop con la piel de modelos y artistas.
3) Las amas de casa necesitan ayuda para cocinar. Entendemos que la industria invierte millones en estudios de mercado y que esos resultados tienen que apreciarse en las campañas. El problema es que la mayoría de las marcas abusa de la aparición mágica de un chef célebre para promocionar alimentos. ¿No tienen otras ideas, che?
4) Las cervezas se toman sólo entre amigos hombres. Amistad y diversión, el combo de atributos que suele entregarnos la tanda cervecera, siempre deja afuera a las mujeres, salvo que intervengan para adornar las campañas con sus curvas. Si la mentira verdadera anterior las condena a la cocina, en este caso las exime de beber cerveza en una noche de diversión. La excepción: Elsa Bor de Lencuentro.
5) Las salsas enlatadas (o ensobradas) son iguales (o mejores) que las caseras. Esto sí que es grave. Porque además, esta falacia a veces está legitimada por algún cocinero de renombre. Los sobres (o latas) de comidas o salsas resultan maravillosos para salir del paso. ¿Pero mejor que lo casero? ¿A quién quieren engañar?
6) Los responsables de las tareas del hogar siempre son mujeres. Quizás en este punto es donde puedo estar exagerando y la lógica reduccionista tenga la razón de su lado. Igualmente, las ideas podrían contemplar los cambios sociales y, de vez en cuando, incluir algún amo de casa, ¿no?
7) Las promos siempre son convenientes. No es ninguna novedad la que aporto y los defensores del consumidor lo tienen muy presente: las promesas de las promociones suelen relativizarse en la letra chica que, además, nunca se ve bien en los comerciales.
8) Las aspirinas tienen poder energizante. Recuerdo aquel comercial de Cafiaspirina en el que luego de un dolor de cabeza letal, el protagonista salía a comerse la calle. Entendemos el concepto, ¿pero hace falta semejante exageración? Ah, y no basta con el legal que dice que hay que consultar al médico.
9) Los dentífricos (incluso los “blanqueadores”) blanquean los dientes. Es cierto, la promesa quizá no figure por escrito, pero esas sonrisas perfectas ya son el lugar común más ofensivo que pueda existir.
10) Los jabones en polvo de la competencia dejan la ropa sucia. De nuevo: aceptamos que la ficción publicitaria es el reino de la exageración. Pero, ¿hace falta mostrar una prenda 100% embarrada supuestamente lavada por el producto de la competencia? Podrá haber diferencias notables en los resultados, pero no las que se ven en la tanda.
11) Sólo la gente linda usa perfumes. Como en el caso 6, seguramente lo mío es una reacción exagerada. La pregunta, en todo caso, es: ¿alguna vez podremos observar un aviso original de perfumes?
lanacion.com

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Si eres mujer Facebook piensa que le estás mintiendo

Con la cantidad de cuentas falsas que hay en Facebook, parece ser que hoy han empezado a hacer “limpieza” y han enviado mensajes para que la gente les mande sus carnets de identidad o algún otro tipo de documento para verificar los datos o sus cuentas serán eliminadas. Sí, ya sé que suena al típico mensaje de Spam, pero parece ser que se trata de un mensaje real. El problema es que la gran mayoría de afectados han sido mujeres y la razón no está muy clara.
Según Facebook, la detección de cuentas falsas que están utilizando tiene un fallo y ha considerado cuentas fraudulentas miles de cuentas reales de mujeres que al intentar entrar hoy en Facebook han visto su solicitud denegada y la petición de datos reales que aseguran que tras la comprobación serán eliminados.
Facebook dice que ya han corregido el error y que las cuentas empezarán a reactivarse, pero entre tanto el “fallo” seguro que ha hecho que miles de personas envíen sus datos por temor a quedarse sin su amado perfil.
No estoy muy seguro de si esto ha sido un fallo, una manera vergonzosa de obtener datos personales a base de atemorizar a la gente, la venganza de un programador que ha sido rechazado por alguna usuaria o simplemente una búsqueda de publicidad gratuita. ¿Vosotros qué creéis? ¿Alguna lectora de Gizmodo se ha visto afectada?— Dani Burón [Gawker]
gizmodo.com

martes, 9 de noviembre de 2010

Las mentiras del sexo



Por Juan Yesnik
RevistaOhlala.com
Las mentiras a la hora del sexo son más comunes de lo que muchos piensan. Antes que nada, coincidamos en que la mentira tiene relación directa con la autoestima. Mentimos cuando nuestro ego se ve amenazado o cuando queremos sacar provecho de una situación. En este contexto, nadie se animaría a poner en duda que la mentira es un mecanismo de defensa.
En materia sexual, también se miente por temor a quedar expuesto o a perder algo. Generalmente se miente para "negar una situación y no hacerse cargo" (autoengaño), para no "quedar mal" o para no herir a la pareja (a la de siempre o a la del momento o, incluso, a la circunstancial). También se miente para conseguir placer sin importar en nada lo que pueda pasarle al otro (¿se acuerdan de Sexo, mentiras y videos ?).
De una u otra forma, detrás de cada mentira suele haber una inseguridad personal o algún conflicto de pareja a resolver. Sea cual sea el motor de la mentira, en el sexo hay tantos tipos de mentiras como podamos suponer en otros planos de la vida.
Están registradas: la mentira inocente (la que suele usarse para evitar herir emocionalmente a los demás), la mentira beneficiosa (la que se usa para tratar de ayudar al otro), la mentira maliciosa (las que se dicen por venganza, para obtener algún beneficio o ganar en situaciones competitivas), la mentira engañosa (la más perversa, porque pretende hacer daño o aprovecharse de la situación sin escrúpulos). Como ya advertimos, también está el autoengaño.
Quienes han estudiado sobre "el sexo y las mentiras" consideran que el engaño más común es la de las mujeres que fingen orgasmos. Es alto el porcentaje de quienes tienen problemas para alcanzarlo y, en este marco, prefieren simular la situación para evitar problemas con su pareja o por temor a que las tilden de "frígidas".
Están también las mujeres (incluso algunos hombres) que fingen estar en un clímax ideal para estimular a quien comparte la cama y hacer del acto algo más placentero. ¿Cuántas veces gritaron más de la cuenta o se movieron más de lo que quisieron o pudieron con tal de ponerle onda a la situación?. Seguro que "alguna vez", sino "muchas". Cada quien con sus secretos y mentiras.
Lo ideal sería que, cuando es verdadero el deseo de sostener el vínculo, cada día haya menos escenario para las mentiras. Así como ayudan a sostener, también debilitan las relaciones. Lo ideal sería poder comunicar abiertamente lo que a uno le gusta o prefiere evitar; así como aquello que nos limita a la hora de encender el goce.
En materia científica, las mentiras en el sexo suelen tener fundamento en: la falta de aprecio, cariño, atracción o deseo; la dispareunia (dolor en el acto sexual) u otras disfunciones sexuales (disfunción eréctil, eyaculación precoz, fimosis, etc.), los habituales cambios hormonales, cuadros de estrés, ansiedad y depresión, etc.
Si bien, cada día, hombres y mujeres tienden a compartir las mismas mentiras, aún algunas siguen siendo propias de cada género.

Las mentiras más comunes de las mujeres:
1. Fingir cansancio
2. Nadie me hizo sentir como vos. ¡Sos lo más!
3. ¡Guau! Nunca vi nada igual.
4. Ay, me duele...
5. Me miran, me dicen piropos (y otras barbaridades!), pero yo soy sólo tuya.
6. Mis fantasías son con vos

Las mentiras más comunes de los hombres:
1. Te juro que sólo pienso en vos. Sos la mujer de mi vida.
2. Nadie hace el amor como vos
3. Es ella la que me busca. Yo no le doy pie a nada
4. Del hombre a su amante: "Con mi esposa estoy solo por mis hijos, pero ya no tenemos relaciones".
5. Del hombre a su amante: "Te doy todo lo quieras. Lo mío es tuyo".

viernes, 29 de octubre de 2010

Notamos la boca sucia después de decir una mentira

Un nuevo estudio publicado en la revista Psychological Science revela que, en efecto, decir una mentira hace que deseemos limpiarnos físicamente la boca. Para demostrarlo, Norbert Schwarz y Spike W.S. Lee, de la Universidad de Michigan (EE.UU.), pidieron a 87 estudiantes que desempeñaran el papel de abogados en competencia con un colega, Chris, imaginando una situación en la que encontraban un documento importante que Chris había perdido y que la devolución del documento ayudaría a la carrera de Chris en detrimento de la suya propia. A cada participante se le pidió que dejara a Chris un mensaje bien por grabación de voz o por correo electrónico, diciéndole la verdad en unos casos y mintiendo en otros. A continuación los participantes calificaron el grado en que deseaban varios productos como parte de una supuesta encuesta de comercialización y que dijeran cuánto estaban dispuestos a pagar por cada producto. Los productos incluían un enjuague bucal y un jabón para las manos.
Los científicos comprobaron que los participantes que habían mentido por teléfono, dejando un mensaje grabado falso, sintieron un deseo más fuerte por el enjuague bucal y ofrecieron pagar por él más que el resto. Y a su vez, los que habían dicho una mentira en el mensaje electrónico escribiendo el mismo embuste, sintieron un deseo más fuerte por el jabón de manos y se mostraron dispuestos a pagar más por él.
“Las referencias a 'manos sucias' y 'bocas sucias' en el lenguaje cotidiano indican que la gente piensa acerca de los aspectos abstractos de la limpieza moral en términos de experiencias más concretas con la limpieza física”, aclara Lee. “No es sólo que las personas quieren limpiarse después de un acto 'sucio', sino que quieren lavar la parte específica del cuerpo involucrada en ese acto”, subraya su compañero Schwarz.

muyinteresante.es

viernes, 22 de octubre de 2010

Todos mienten

El cerebro humano viene diseñado de fábrica con raya al medio y dos hemisferios separados. Esta confabulación fisiológica tal vez contribuya a que veamos el mundo moralmente dividido en dos: lo bueno y lo malo. Aunque a esta altura de las cosas ninguna persona inteligente puede estar segura de nada, para darse el lujo de dudar hay que pasar por encima de esa frontera tan cómoda que señala la diferencia. Por ejemplo: si tuviéramos que ubicar la mentira en un encuadre ético simple, parecería razonable elegir la zona del mal. Sin embargo, hay mentiras que desafían las clasificaciones sencillas.
En la película La chica del adiós, de Herbert Ross, una mujer y su hija van a saludar a un actor amigo después de verlo en una pieza nefasta. "Tengamos tacto", le dice la madre. "¿Qué es tener tacto?" pregunta la niña. "Mentir", es la simple y cruel respuesta de la madre. Esta es la mentira cortés, y lejos de llevarnos al infierno se ha constituido en una herramienta bastante necesaria para la convivencia con el prójimo. "Me encantó tu libro", "qué amorosa es tu nena, qué bien toca el piano", o "este pescado agridulce está riquísimo" son mentirillas que no hacen daño a quien las recibe (al contrario) ni provocan insomnio por remordimiento a quien las dice. Casi podríamos decir que ni siquiera son mentiras, sino máscaras civilizadas para hacer más amable la vida en sociedad. Se convierten en mentiras cuando hay un vínculo verdadero y una pregunta que no es retórica. En un caso así, cuando no se responde con franqueza porque la respuesta es desagradable, ésa sí es una mentira y un acto de cobardía, casi una traición.
Lejos de la mentira cortés, el embuste es la mentira maligna, la que se dice con un propósito concreto, que suele salvar el pellejo en alguna dificultad, generalmente perjudicando a otro. O para perjudicar al otro porque sí, porque nos molesta o porque le va demasiado bien en la vida. Hay una diferencia esencial entre la mentira y el embuste. La mentira puede surgir de un error, de una noticia equívoca, de un momento de debilidad. El embuste, en cambio, siempre es producto de la mala fe. La mentira puede ser candorosa, el embuste es siempre dañino y malintencionado. En este territorio entra la maledicencia, los comentarios malignos sobre personas que no están presentes, afirmaciones contundentes sobre la conducta moral y especialmente sexual de la gente, la descalificación de sus virtudes y la divulgación de sus debilidades.
Hay una clase de mentira que podríamos llamar operativa, frecuente por ejemplo en los matrimonios. Si un esposo vuelve a casa tarde, relajado, de buen humor y con el pelo mojado, y su esposa le cree cualquier pretexto que le ponga: tenis, reunión de balance o encuentro fortuito con un viejo amigo, en esa mentira están participando los dos por igual. En un caso así, la esposa no es necesariamente una tonta. Tal vez está protegiendo su matrimonio desde un encuadre temporal más sólido que ciertas transgresiones pasajeras, o tal vez junta material para lo que se conoce como el poder de la víctima. Y también es posible que la mujer sea una tonta.
Hay mentiras oficiales, como las de la política, el periodismo y la publicidad, que en realidad son convenciones compartidas por el emisor y el receptor del mensaje. En este tipo de mentiras cada uno es responsable de entrenarse debidamente para decodificar las intenciones, el contexto y hasta el tiempo de los verbos, especialmente los condicionales. Y también está el autoengaño, la mentira interior, que perjudica a nadie más que a uno mismo.

Todos mentimos: mienten las estadísticas y las apariencias, y al contrario de lo que se piensa, mienten los niños y también los borrachos. Mentimos por cortesía, por necesidad, por precaución, por caridad, por pereza, por inseguridad y por miedo. A propósito: en La República, de Platón, unos jóvenes en el baño de vapor le preguntan al anciano maestro para qué sirve una gran fortuna. El anciano medita un rato y por fin contesta: "Una gran fortuna sólo sirve para no tener que mentir nunca más".
Por Cecilia Absatz
La autora es periodista

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Mentime que me gusta

Quien esté libre de decir mentiras, que tire la primera piedra. El 60% de las personas somos capaces de decir un promedio de tres mentiras en una conversación de diez minutos con un extraño (sin contar las exageraciones y omisiones), según reveló un estudio del psicólogo Robert Feldman, de la Universidad de Massachusetts. A esta conclusión llegó el especialista en 2002, cuando realizó una serie de pruebas con cámara oculta entre estudiantes voluntarios, y desterró de paso algunos mitos: hombres y mujeres mienten por igual, sólo que ellos generalmente lo hacen para mostrarse mejor a sí mismos, mientras que en ellas el propósito es hacer sentir mejor al interlocutor.
Denostadas desde un punto de vista religioso y moral, lo cierto es que la ciencia está reivindicando el papel de las mentiras en la evolución humana y como estrategia de adaptación a la vida en sociedad. Algunos estudios, incluso, sostienen que la mentira involucra funciones cerebrales superiores, y que la llamada "inteligencia maquiavélica" es lo que distingue a los seres humanos del resto de las especies.
"Desde 2001, más de 20 trabajos de investigación abordaron las bases cerebrales de la mentira y el engaño", destaca Agustín Ibáñez, director del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y miembro del Conicet. "La mentira involucra una red muy amplia de zonas del cerebro -entre ellas, la corteza prefrontal- que son requeridas en funciones cognitivas superiores", explica Ibáñez.
A lo largo de la evolución, las especies que no han generado estrategias de engaño o mimetización tuvieron problemas de supervivencia. Algunos mamíferos, como los monos, son capaces de dar falsas señales para despistar a sus competidores y quedarse con el alimento. Sin embargo, "no son capaces de dar falsos positivos (decir que algo existe aunque en realidad no), respecto de predadores o comida", advierte Ibáñez. En otras palabras, no pueden generar un "engaño táctico", que implicaría inferir los estados mentales de la víctima y crear una situación falsa a partir de esa inferencia.
Para mentir, hay que conocer o intuir los deseos y preferencias de la otra persona, y elaborar una situación que le resulte creíble. Hay que usar lo que se llama "teoría de la mente", la capacidad de inferir los estados mentales de los demás, algo que se ha demostrado que los bebes de muy corta edad ya logran hacer mientras se vinculan con su madre.
No obstante, el cerebro está organizado para decir siempre la verdad, y para mentir se requiere un esfuerzo extra. Las personas que no son capaces de faltar a la verdad suelen tener problemas de adaptación, ya que la vida social exige amoldarse a modelos que no son los propios. Ciertos trastornos, como el síndrome de Asperger y el autismo, se caracterizan por la absoluta llaneza y linealidad en la expresión, lo que dificulta el vínculo con otros.

Algunas causas
La verdad puede ser una sola, pero las mentiras son de muchos tipos y tienen diferentes causas; algunas son saludables y otras patológicas y destructivas. "Mentir puede ser un mecanismo de defensa ante una amenaza, real o fantaseada, de perder nuestro lugar, nuestro prestigio o nuestra relación sentimental", dice la psicóloga Adriana Guraieb, de la Asociación Psicoanalítica Argentina. "Esta mentira es la más universal de todas: padres, hijos, jefes, empleados, amigos, cónyuges; todos recurrimos a ella alguna vez." Hay, asimismo, mentiras para eludir responsabilidades: "No me llegó tu mensaje; estuve enfermo toda la semana; tengo un compromiso familiar que me impide ir a la reunión...". También mentimos porque queremos agradar, salvar nuestra imagen, ser aceptados; porque queremos obtener un beneficio o un trabajo, o para evitar un castigo. Este grupo de mentiras son protectoras y hay que diferenciarlas de aquellas que implican una manipulación que perjudica a otros. No es lo mismo el niño que rompe un vidrio y dice "yo no fui" que decir que lo hizo un compañero.
Hay grados en la mentira que van desde las más inocentes y casi inconscientes hasta las más manipuladoras y patológicas, en las que el mentiroso no siente culpa, sino placer, por dañar a otros, como en el caso de los estafadores profesionales.
"De todos los desencadenantes de la mentira, el miedo es el más poderoso -dice la psicoanalista Guraieb-. Su incidencia es tan grande que lleva a mentir de forma compulsiva. En casos extremos, la persona vive en un estado de permanente ansiedad y, cuanto más miente, más necesidad siente de seguir haciéndolo. Llega un punto en que no puede diferenciar la verdad de la mentira." De este modo se aleja de la realidad y cae en la mitomanía.

Las patas cortas
Sin llegar a casos patológicos, lo cierto es que hay personas más mentirosas que otras. Hay quienes son incapaces de decir la verdad. Para conseguir dinero prestado aducen tener un familiar enfermo, cuando en realidad necesitan pagar una deuda. O para tomarse un día laboral dicen que van al médico, y aprovechan el permiso para disfrutar del tiempo libre mientras los demás trabajan. Con la mentira obtienen lo que necesitaban. No obstante, casi siempre el engaño es descubierto y, aunque sea bienintencionado, termina destruyendo la confianza, que es la base de las relaciones humanas.
"La mentira tiene patas cortas", dice la sabiduría popular, y por más elaborada que parezca, siempre queda un resquicio por el que la verdad asoma. A veces son los propios gestos, movimientos y tonos de voz los que delatan al mentiroso. El lenguaje no verbal y las microexpresiones son una rica fuente de datos para desenmascarar a los embusteros. Y en ellas se basa Carl Lightman, el protagonista de Lie to Me (ver recuadro), para resolver los difíciles casos que le asignan. La serie está basada en la vida real de Paul Ekman -psicólogo norteamericano y profesor durante más de 30 años en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de San Francisco- y en sus aportes a la comprensión de este fenómeno; por caso, fue él quien elaboró la teoría de las microexpresiones. Para demostrar su idea de que hay expresiones faciales comunes a todas las culturas, y que no se pueden fingir, Ekman pasó varios años conviviendo con tribus en Africa y en el Amazonas. Escribió varios libros, y hoy dirige su propia empresa: Paul Ekman Group (PEG), que es contratada por compañías y organismos del gobierno para resolver crímenes y estafas de todo tipo. Es, además, uno de los asesores de los guionistas de Lie to Me y asegura en su blog ( http://community.fox.com/drpaulekman/blog ) que el 80% de lo que se ve en la serie está basado en comprobaciones científicas. Según Ekman, el lenguaje no verbal es la herramienta más poderosa para llegar a la verdad -"se puede mentir con las palabras, pero no con los gestos, el tono de voz y la postura del cuerpo"-. Y asegura que, como Lightman, todos podemos entrenarnos para detectar mentiras. Habrá que creerle...
Por María Gabriela Ensinck
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CHICOS SINCEROS, FAMILIAS CONFIADAS
"Mi hijo Billy me mintió y sólo tiene cinco años. ¿Es eso normal?"
"Michael miente constantemente. ¿Dejará de hacerlo cuando se vaya haciendo mayor?"
"Cuando mi hija me miente, me preocupa pensar que puedo estar haciendo algo que la haga mentir."

En la introducción de su último libro -Cómo detectar mentiras en los niños (Ed. Paidós)-, Paul Ekman enumera algunas de las inquietudes que más frecuentemente quitan el sueño a los padres. Escrito en colaboración con su esposa, Mary Ann (ella contribuye con dos capítulos), el trabajo se propone "ayudar a que padres e hijos tengan una relación más estrecha, de mayor confianza y cariño".
Profesor de Psicología en la Universidad de California en San Francisco hasta su jubilación, en 2004, Ekman, que se desempeñó también como asesor del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y del FBI y obtuvo en tres ocasiones el Premio a la Investigación Científica del Instituto Nacional de Salud Mental de su país, en este libro se posiciona como un padre más, preocupado tanto por sus emociones (vergüenza, enojo, decepción) como por la peligrosa aparición de la desconfianza en la vida familiar el día en que descubrió que su hijo lo había engañado. "Ahí estaba yo, supuestamente una de las principales autoridades mundiales sobre la detección de mentiras, y además en proceso de escribir un libro sobre los niños y las mentiras, nada más y nada menos, y ¡engañado por mi propio hijo!", se sincera el autor. "Mucho después, apareció el sentido del humor", agrega, como aclarando que, en cuestiones de crianza, la capacidad para sacarle dramatismo a la vida puede ser tan crucial como el ejercicio mismo de la honestidad. Nociones tales como "confianza", "autoridad" o "culpa" son frecuentemente mencionadas en un trabajo que, fundamentalmente, intenta indagar en los mecanismos psíquicos y madurativos que están en la base de las mentiras infantiles. Más allá de su decidida defensa de la verdad como eje de los vínculos afectivos, Ekman aclara: "La mentira reafirma el derecho del niño. Su derecho a desafiarnos. Su derecho a la intimidad. Su derecho a decidir qué cosas va a contar y qué cosas no". En otro fragmento, reclama: "Intente, aunque parezca difícil, ver el mundo desde la perspectiva de su hijo", confirmando que no se trata de aplicar una teoría mecánicamente, sino de, una vez más, dejarse guiar por la receptividad y el amor.

EL GRAN INQUISIDOR
Carl Lightman, el protagonista de Lie to Me, es un experto en detectar mentiras contratado por el FBI para resolver los crímenes más intrincados. La serie se basa en la vida y las teorías del psicólogo Paul Ekman, quien a su vez asesora a los guionistas.

Como en CSI, también en esta serie la pantalla se inspira en investigaciones científicas reales. En este caso, las que hizo Ekman en los 70, cuando determinó que existen más de 3000 expresiones faciales diferentes. Si bien la mayoría son fáciles de reconocer y controlar, otras son involuntarias y prácticamente invisibles para alguien no entrenado. Son las llamadas microexpresiones, que involucran 43 músculos de la cara y duran apenas un cuarto de segundo. En ellas está la clave para revelar las verdaderas emociones de una persona. Según Ekman, son comunes a todas las culturas y no se pueden fingir ni ocultar.

SEÑALES QUE DELATAN A LOS EMBUSTEROS

.Al hablar, el cuerpo se inclina hacia adelante.
.Traga más saliva o bebe más agua.
.Se toca la cara.
.Evita cruzar la mirada con la de su interlocutor.
.Disminuye el parpadeo, mira fijo.
.Aumenta las negaciones y las frases que contienen un "no".
.Comete errores y lapsus en el discurso.
.Puede tartamudear.

Fuente Paul Ekman Group

lanacion.com

viernes, 18 de junio de 2010

La resonancia magnética se perfila como detector de mentiras

Recuerda la empresa Cephos, una de las dos que en Estados Unidos más activamente promocionan el uso de la resonancia magnética funcional para "saber la verdad" (la otra es No Lie MRI), que ya hay 30 artículos científicos publicados sobre los cambios detectables en el flujo sanguíneo cerebral cuando se miente o se piensa deshonestamente. Uno de ellos, publicado el año pasado, se titula: Patrones de actividad neuronal asociados a decisiones morales honestas y deshonestas, y el título de otro empieza: La verdad sobre la mentira. El desacreditado polígrafo está dando paso a otra técnica más avanzada, con mayores posibilidades de leer el pensamiento.
¿Significa toda esta actividad académica que las técnicas de imagen cerebral en vivo están maduras para ser usadas, como las de identificación genética, en los juicios y también en otros usos forenses?
A pesar de diversos intentos en los últimos años, por ahora la respuesta es no, la misma que ha dado un juez federal de Tennessee (Estados Unidos) hace unos días. Un acusado de defraudar a los servicios de salud, públicos y privados, quiso demostrar con registros de su actividad cerebral que no lo hizo intencionadamente, pero el juez Tu Pham concluyó que los escáneres no presentan por el momento el nivel requerido para convertirse en pruebas científicas.
Muchos científicos se han pronunciado en contra de su uso, y no solo porque no esté madura todavía la técnica, si es que lo está alguna vez, sino también porque representan un paso adelante más en el acecho a la mayor privacidad posible, la del pensamiento. Mientras tanto, las empresas se muestran creativas. No quieren solo estar en los juicios, ven muchos más usos posibles para la tecnología mientras llega el asalto a los tribunales. Empresas de seguridad, de seguros, incluso las de inversiones y las financieras pueden reducir riesgos si se aseguran de la honestidad de sus clientes y empleados, incluidos los que ocupan cargos de alto nivel, aseguran.
Además, está la permanente zona gris de la enfermedad mental. Los abogados podrían defender mejor a sus clientes si aducen enfermedades mentales constatables en una imagen por resonancia magnética. Ya se ha dado un caso, el año pasado en Estados Unidos, en que un acusado al que se le pedía pena de muerte pudo presentar imágenes de su funcionamiento cerebral y el análisis consiguiente, hecho por el experto Kent Kiehl, como prueba de que es un psicópata. A pesar de ello fue condenado a muerte en primera instancia.
En el caso de Tennessee, los expertos han estado muy atentos. "Es muy emocionante, representa la interacción entre la neurociencia y la sociedad", declaró a la revista Science la neurocientífica Martha Farah, que acudió al juicio. Sin embargo, Farah es escéptica sobre la utilidad de la resonancia magnética en los tribunales, sobre todo porque los experimentos científicos se han hecho con muy pocos sujetos y en ambiente controlado, algo muy distinto de la vida real, por lo que no se conoce la tasa de error verdadera.
¿Es adecuado utilizar técnicas de imagen cerebral para saber si un sospechoso de pederastia resultó atraído por su víctima? ¿Y para saber si un testigo miente cuando declara o si un daño cerebral impide a un criminal ser responsable de sus actos?
Estas y otras preguntas son las que se han hecho los participantes en una reunión de expertos celebrada la pasada semana en Glasgow (Reino Unido) sobre los problemas que plantea el uso forense de la resonancia magnética funcional y otras técnicas. Uno de los mayores riesgos es que se utilice para decidir dejar en libertad condicional a determinados convictos antes de que terminen de cumplir su pena. "Los derechos humanos, la privacidad, el juicio justo y el derecho a no autoincriminarse necesitan protección", señalan los organizadores del congreso, quienes concluyeron que es necesaria una regulación para impedir que los escáneres cerebrales sean utilizados indebidamente en los tribunales, las compañías de seguros o las empresas en general.
Burkhard Schafer, de la Universidad de Edimburgo, ha advertido de que existen problemas para su uso, tanto desde el punto de vista científico y tecnológico como desde el punto de vista de la privacidad. "Tras la minería de datos y los perfiles por Internet, las imágenes cerebrales podrían convertirse en la siguiente frontera de la guerra de la privacidad".
La promesa de poder leer el pensamiento de una persona resulta muy atractiva y algunas de las posibles aplicaciones serían muy beneficiosas, según este experto. "Sin embargo, la combinación de las expectativas exageradas presentadas por las empresas, la falta de una regulación legal adecuada y el poder persuasivo de las imágenes representa un peligro muy real para los ciudadanos. Debemos de estar preparados", declaró a la BBC.
elpais.com

miércoles, 26 de mayo de 2010

Mentir de pequeño, ¿buen augurio?

Los niños pequeños que dicen mentiras a una edad más temprana tienen más posibilidades de alcanzar un buen desempeño en el futuro, aseguran investigadores.
El proceso cerebral de mentir es un indicador de la inteligencia de los niños.
Los complejos procesos cerebrales involucrados en la formulación de una mentira son un indicador de la inteligencia de los niños, explicaron.
Un estudio canadiense de 1.200 niños de 2 a 17 años indica que aquellos que son capaces de mentir han alcanzado una fase de desarrollo importante.
Sólo una quinta parte de los pequeños de 2 años fueron capaces de mentir. Pero a los cuatro años el 90% era capaz de mentir, según el estudio.
La tasa se incrementa con la edad hasta alcanzar un pico a los 12 años.
"No deberían alarmarse"

El director del Instituto de Estudios sobre el Niño en la Universidad de Toronto, el doctor Kang Lee, dijo: "Los padres no deben alarmarse si su hijo dice una mentira. Sus hijos no van a llegar a ser mentirosos patológicos. Casi todos los niños mienten".
El doctor probó la honestidad de los niños diciéndoles que no echen un vistazo a un juguete colocado a sus espaldas, tras lo cual él salía de la habitación.
A continuación, hacía un seguimiento de sus reacciones por video y volvía para preguntarles si habían cumplido con lo solicitado, para luego contrastar sus respuestas con la grabación.
"(Mentir) es una señal de que han llegado a un nuevo mojón en el desarrollo. Los que tienen un mejor desarrollo cognitivo mienten porque pueden cubrir sus huellas", agregó.
Esto se debe a que han desarrollado la capacidad de llevar a cabo un acto de malabarismo complejo que consiste en mantener la verdad en la parte posterior de sus cerebros.
bbc.co.uk

viernes, 7 de mayo de 2010

¿Por qué mentimos?

Por Eduardo Chaktoura
Especial para lanacion.com
Si bien, por estructura, hay cerebros con más capacidades que otros, mentir es un aprendizaje que se inicia a muy temprana edad. Todo padre siempre amenazó con castigar a su hijo en caso de descubrirlo en una mentira. Sin embargo, por historia, los padres son, para sus hijos, los primeros "maestros de la mentira". Ellos nos enseñaron a fingir y atentar contra la verdad por temor a ser castigados.
Cuando en cada cumpleaños las tías vienen con un regalo horrendo e inútil para los ojos de un niño, todo sobrino, ya desde los tres años, está prolijamente entrenado y capacitado para poner la sonrisa más falsa y el "gracias" que no se lo creía ni Dios.
Partamos de una idea esencial: las mentiras tienen relación directa con la autoestima. Mentimos cuando nuestro ego se ve amenazado o cuando, a toda costa, queremos sacar provecho de una situación. En este contexto, no es difícil entender que la mentira es un mecanismo de defensa, un arma más para la supervivencia. Pero como en todo, hay un límite.
Aquí, una primera diferencia esencial. Están quienes en este laberinto de espejos sienten culpa, remordimiento o, al menos, incomodidad. Así como están quienes no padecen ni el más mínimo estrés en el intento. Aunque cueste creerlo, hay muchos hombres y mujeres entrenados para el engaño, sin siquiera sentir que están mintiendo. En mayor o menor escala, se convierten en fanáticos de sus capacidades mitómanas y se enorgullecen de hacer negocios o manipular al otro.
La mentira no discrimina escenarios. Mienten jefes y empleados, maridos y esposas, alumnos y maestros. Todos mentimos varias veces a lo largo del día. En verdad, segunda diferencia esencial, hay tantos mentirosos como tipo de mentiras podamos identificar.
¿Cuántos tipos de mentiras podemos suponer?:

La mentira inocente , muy común en la vida social, la nos evita herir emocionalmente a los demás.
La mentira beneficiosa o solidaria , la que se usa para tratar de ayudar a los demás.
La mentira maliciosa , las que se dicen por venganza, para obtener algún beneficio o ganar en situaciones competitivas.
La mentira engañosa , la más perversa, porque pretende hacer daño o aprovecharse de la situación sin escrúpulos.
También está el autoengaño , que permite que uno abuse del alcohol, el tabaco o la comida sin sentirse adicto o desconociendo el daño capaz de ocasionarse a sí mismo.

Cuando hubo que aprender a mentirle a las tías por temor al castigo, cuando hubo que gritar "yo no fui" (con las manos en alto, por supuesto, para ser más creíbles) por temor a la condena, lo que hubo en esa experiencia, como en tantas otras similares, fue una primera lección de lo que, año a año, serviría para "zafar" de los peor. Sin saberlo, desde chicos nos entrenamos para la mentira y, con más o menos pudores o culpas, es durante la adolescencia cuando se suele sacar mayor provecho del "bonus". Eso sí, llega un momento en la vida en el que, naturalmente, se opta entre dos caminos: uno, el de ser parte de las estadísticas que sostienen que a partir de los 30 se empieza a mentir menos; o el otro, en el que de tanto practicar se han conseguido las herramientas necesarias para desatar "ciertas pasiones profesionales inescrupulosas".
Sin ánimo de generalizar y mucho menos con intenciones de dar nombres (valga la ironía), muchos de los llamados "mentirosos naturales", quienes han aprendido a mentir desde muy chicos para evitar castigos- se han convertido en brillantes abogados, políticos, comerciantes y actores.
Todos mentimos a diario, pero no todos tenemos la capacidad de ser "buenos mentirosos". El cerebro está compuesto por sustancia blanca y sustancia gris. La materia blanca está constituida por fibras, que serían "los cables de nuestra computadora". La sustancia gris, formada por neuronas, "sería nuestro disco duro", y conforma la corteza cerebral.
En 2005, un estudio científico descubrió que los mentirosos o farsantes tienen entre un 22 y un 25 por ciento más de materia blanca que las personas honestas. Los autores principales de este estudio, los psicólogos Yaling Yang y Adrian Raine, creen que "cuanto más cableado tenga un sujeto el lóbulo prefrontal mayor facilidad posee para mentir".
"Pensamos que la materia blanca extra en los cerebros mitómanos provee a la persona con la capacidad cognitiva para mentir", explicó entonces el doctor Yaling Yang. Regla de tres. Cuanto más grande sea tu cerebro (¡cerebro, no cabeza!), más capacidad para mentir. Cuan más capacidad de razonamiento, más complejas y elaboradas podrán ser las mentiras.
Los estudios sobre la mentira son un plato delicioso para los científicos. Hay tantos elementos involucrados en el proceso que siempre hay algo por descubrir. Recientemente, en las universidades de Portsmouth, en Gran Bretaña, y Bergamo, en Italia, investigadores descubrieron que los mentirosos mantienen la calma porque necesitan de una mayor concentración para adulterar la verdad.

Detector de mentiras
Las sucesivas investigaciones afirman que el temperamento mitómano no es tan fácil de reconocer. Cada vez que se miente se libra una lucha interna emocional. Será habilidad del que miente que esos indicadores sean inadvertidos. Aún no existe un sistema perfecto para detectar mentiras, sin embargo, las emociones involucradas a la hora de mentir dejan evidencias y todos podemos ser descubiertos.
La American Psychiatric Association elaboró una guía de referencia de expresiones verbales y no verbales que desnudan la mentira. Para probar la técnica, aprovecharon los videocasetes con las declaraciones del ex presidente Bill Clinton cuando su affaire con Monica Lewinsky tomó estado público. Tras testear las declaraciones falsas de Clinton, los psiquiatras verificaron la efectividad de estos criterios.

Algunas de las acciones que suelen evidenciar cuándo alguien no dice la verdad son:
El cuerpo se inclina más hacia adelante.
Bebe y traga más.
Se toca más la cara.
Evita cruzar la mirada con otros.
Disminuye el parpadeo.
Aumentan la cantidad de negaciones y de errores en el discurso.
Se incrementa el tartamudeo en el habla

Paul Ekman es uno de los mayores expertos en la mentira y las expresiones faciales. En su libro Cómo detectar mentiras. Una guía para utilizar en el trabajo, la política y la pareja (Ediciones Paidós), deja en evidencia las herramientas con las que, desde 1991, permitían detectar al 85% de los mentirosos.
En 1972, Ekman desarrolló una lista de emociones básicas propias del hombre, a partir de investigaciones transculturales en individuos destacados de la tribu de Papúa Nueva Guinea: repugnancia, felicidad, ira, miedo, sorpresa, tristeza. En 1990, las amplió a quince, convencido de que las expresiones faciales de las emociones no son determinadas culturalmente, sino que son más bien universales y tienen, por consiguiente, un origen biológico, tal como planteaba la hipótesis de Charles Darwin.
El psicólogo social Mark Frank, colaborador de Ekman en varias investigaciones, clasificó los micromovimientos involuntarios de los 44 músculos faciales del ser humano, identificando patrones de microexpresiones como los de mentira, engaño, tensión o desconfianza, y, utilizando la numeración de Ekman, ha generado en la Universidad de Buffalo un programa informático capaz de leer tales microexpresiones y valorarlas.
Las microexpresiones son expresiones emocionales que abarcan todo el rostro y duran apenas una fracción de lo que duraría la misma expresión en condiciones normales, como si se la hubiese comprimido en el tiempo; son tan veloces que por lo general no se las ve.

Las mentiras, éxito en TV
Las investigaciones de Ekman, son la clave del éxito de la serie Lie to Me . La trama de cada episodio está basada en la actividad de un equipo formado por especialistas en detectar mentiras y analizar el comportamiento de las personas. Las expresiones y gestos son detectadas por el equipo, quienes prestan sus servicios a diversas entidades como el FBI, la polícia, empresas particulares u otras personas.

Algunas pistas para descubrir mentiras
1. El que miente evita cualquier referencia a su persona en sus mentiras, así como la utilización de palabras como "yo" o "mí".
2. Evitan mencionar el nombre de la persona sobre la que mienten.
3. Ofrecen una "representación" impecable.
4. La voz del que miente sube de volumen debido a la tensión asociada con la mentira.
5. Cuando habla se come las palabras
6. Honestamente, sinceramente, francamente, son algunas de las palabras y frases que comúnmente indican un intento de engaño
7. "Créeme", significa, a menudo, lo contrario.
8. Hay un aumento significativo del movimiento de las manos hacia la cara.
9. La sonrisa se muestra torcida.
10. Aumenta el pestañeo.
11. El mentiroso diestro mira hacia su izquierda mientras miente y el mentiroso zurdo, hacia su derecha.
12. Es muy común la contracción de los músculos faciales.
13. Brazos y/o piernas cruzadas.
14. Dilatación de las pupilas.
15. Gestos que entran en contradicción con las palabras.
16. Muestras de excesiva amistad o carcajadas.
17. Expresiones tipo que se usan más frecuentemente para convencer de que se está diciendo la verdad:
- "Confía en mí"
- "No tengo ninguna razón para mentir"
- "Hablando francamente"
- "Te digo la verdad"
- "¿Por qué tendría que mentirte?"
- "Para ser totalmente sincero contigo"
- "¿Haría yo algo así?"

lanacion.com

domingo, 2 de mayo de 2010

Las técnicas de lectura de rostros de "Lie to me" son furor entre políticos

Que una serie que se llame "Lie to me" ("Mentime") esté de moda entre los políticos podrá sonarle a algunos hasta coherente. Pero a Sergio Rulicki, un antropólogo recibido en la UBA y experto en análisis de expresiones faciales, no deja de sorprenderle la cantidad de llamados que tuvo en los últimos dos meses desde búnkers de candidatos para 2011. "Les interesa saber si sus gestos se corresponden con lo que dicen, si hay algo en sus expresiones que irrita a los votantes, etc.", cuenta el académico.
Rulicki estudia la comunicación no verbal desde hace años, pero a partir del boom de "Lie to me", en 2009, ya no necesita explicar demasiado su trabajo. En la serie que emite Fox, el doctor Carl Lightman (Tim Roth) ayuda a la policía a desenmascarar a criminales que mienten a través de la lectura de sus expresiones faciales. Lightman es un alterego de Paul Ekman, un científico californiano que desde la década del 60 se dedicó a codificar las más de 10.000 combinaciones de movimientos producidos por los 43 músculos de la cara.
Ekman corroboró que hay señales faciales inequívocas (extremadamente difíciles de impostar) que denotan sí o sí determinadas emociones básicas, como el enojo, la tristeza, el miedo, la sorpresa, el disgusto, el desprecio y la felicidad. "Los políticos revelan con sus caras que lo que están diciendo no es cierto, o que ellos mismos no lo creen, y eso puede ser muy costoso en términos de votos", explica Rulicki. Especialmente, en una era en la que se juega tanto para la carrera electoral en la pantalla de TV, con sus planos medios y la cámara en detalles de gestos de los candidatos.
A pedido de Clarín, Rulicki pasó varias horas analizando las "microexpresiones" faciales (son fugaces y no duran más de un cuarto de segundo) de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, del jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri y del jefe de gabinete, Aníbal Fernández, entre otros políticos. Estas fueron sus principales conclusiones:
Cristina: "Cambió mucho su lenguaje corporal. Dejó de hacer el gesto de manipulación de los micrófonos, a través del cual mostraba inquietud y canalizaba su tensión: su intención de mostrar firmeza ya no se manifiesta de manera tan agresiva", cuenta el antropólogo. Los estudios muestran que el timbre de voz rasposo puede provocar irritación, más allá del contenido de lo que se diga. "Esta característica de la voz de la Presidenta, sumada a un tono agudo, y una cadencia de la enunciación que evoca el sentimiento de compasión, resulta en un estilo que, para algunos, puede ser populista o demagógico", explica.
Macri: "A menudo no consigue ocultar sus verdaderas emociones, ni siquiera cuando le conviene. Se indigna con facilidad, lo que manifiesta en su rostro con la elevación pronunciada de las cejas y marcadas arrugas transversales en su frente, y ahí da la impresión de estar a la defensiva. Cuando algo lo hace enojar, el ceño de Macri se frunce marcadamente, sus ojos centellean y su boca se crispa por la presión de los labios entre sí: la intensidad de su enojo puede llegar a ser muy elevada. Le cuesta más poner en escena gestos y posturas de conciliación y empatía, y por eso, en muchas ocasiones, parece emocionalmente frío, distante e incluso autoritario".
Aníbal Fernández: "Sus estrategias no verbales más habituales consisten en la utilización de miradas intimidatorias, que expresan enojo, reprobación y advertencia. De esta manera consigue, en muchos casos, frenar el avance del cuestionamiento y mantener el control de la situación", destaca Rulicki, autor un best seller sobre "Comunicación No Verbal" (Granica). Y agrega: "También utiliza, como estrategias de control, a las sonrisas de superioridad, sarcásticas y descalificadoras".
En el laboratorio del antropólogo no se salva ningún político, ni del oficialismo ni de la oposición. Uno de los ejemplos más notorios de mal manejo gestual recientes es, para Rulicki, el de las microexpresiones del radical Gerardo Morales durante la interpelación a Amado Boudou en el Congreso.
El eslogan de la serie Lie to me es "La verdad está escrita en tu rostro".

Antecedentes
La idea de que determinadas expresiones faciales corresponden a sentimientos universales fue propuesta en 1860 por Charles Darwin. Se le ocurrió mirando los gestos de su hijo de 5 años, y luego la corroboró en sus viajes.
Paul Ekman, un científico californiano, amplió esta línea de estudio desde la década del 60. Ekman testeó la hipótesis en diversos lugares, desde Nueva Guinea hasta Buenos Aires, donde llegó 45 años atrás invitado por el Instituto Di Tella, para dar una charla.
La serie "Lie to me" tomó las investigaciones de Ekman y las popularizó. Sus trabajos había llegado media década atrás al gran público a partir de "Blink", el bestseller de negocios de Malcolm Gladwell, ex periodista del New York Times.

clarin.com

sábado, 21 de noviembre de 2009

El fin del mundo en 2012: como se fabrica una gran mentira

¿Cómo consigue una mentira absolutamente increíble expandirse como la pólvora y convencer a miles de personas en todo el mundo a pesar de que no cumple ni una sola verdad científica?
Desde hace unos meses, el absurdo bulo de que el mundo se acaba en 2012 por un cataclismo cósmico circula sin control por internet en webs de contenido pseudocientífico. Ninguno de sus planteamientos tiene sentido -echa al traste leyes universales e incluso se saca de la chistera, sin ningún rubor, un misterioso planeta oculto-, pero como no faltan crédulos dispuestos a confiar en el primer planteamiento absurdo que se les proponga, el movimiento pro Armagedón se ha convertido en una gran bola de nieve. Esa locura colectiva ha llegado a las puertas de la NASA. Como adelantó ABC.es hace unos días, uno de los especialistas de la agencia espacial, el astrobiólogo David Morrison, un experto de renombre mundial en el sistema solar, ha tenido que salir a escena para aclarar que, aunque el mundo tiene muchas tristes razones para irse a pique, no hay ninguna señal de que ocurrirá precisamente en esa fecha, y mucho menos por un choque planetario o algo semejante. El especialista expone sus razones, perfectamente argumentadas, en una web muy recomendable. Entonces, ¿qué intereses ocultos hay detrás del engaño? ¿Y cómo se ha montado esta especie de marketing viral? ¿No echan de menos que no haya mencionado hasta el momento la recién estrenada superproducción de Hollywood «2012»? Por supuesto. Aquí está una de las claves del asunto.
Pero empecemos por el principio:
Según cuenta Morrison en su artículo, el origen de la extraña predicción de que la Tierra estallará en diciembre de 2012 se sitúa en los libros de ciencia ficción sobre la civilización mesopotámica del escritor Zecharia Sitchin(The Twelfth Planet, 1976). Sus historias hablan de Nibiru, un planeta supuestamente descubierto por los sumerios que orbita alrededor del Sol cada 3.600 años. A raíz de esta fantasía, una mentalista aseguró en su día en su web Zetatalk que los habitantes de un planeta que gira alrededor de la estrella Zeta Reticuli la habían advertido de que el Planeta X o Nibiru iba a chocar contra nosotros en 2003. Como obviamente no sucedió nada, la hecatombe fue trasladada a diciembre de 2012. Mucho más tiempo para vivir del cuento.
Curiosamente, no ha sido hasta hace poco que estas fábulas se han relacionado con el hecho de que el calendario maya finalice en el sosticio de invierno dentro de tres años.
Imposible esconderlo

La superstición ha calado hondo. Morrison ha recibido alrededor de un millar de mails y cartas de personas que de verdad se creen que existe Nibiru y que entraña peligro para la Tierra. Hasta le llegan a preguntar por qué los gobiernos y la NASA tratan de esconder al público esta amenaza. Para los científicos, la historia no tiene ni pies ni cabeza. Para empezar, ningún satélite ni sonda de observación ha dado nunca con ningún Nibiru y aunque las autoridades quisieran ocultarlo, hay miles de organizaciones astronómicas y aficionados en todo el mundo que antes preferirían quemar sus telescopios y gritar que la Tierra es el centro del Universo a callarse tremendo descubrimiento. Sería imposible.
«Un planeta así en nuestro sistema solar habría sido conocido desde hace mucho tiempo, por observación directa por infrarrojos o por las perturbaciones gravitacionales en otros objetos», explica el científico.
El astrobiólogo asegura que la gran mayoría de las fotos y vídeos colgados en internet del dichoso Nibiru cerca del Sol, aparentemente respaldando la idea de que el planeta ha estado oculto por el Astro rey durante muchos años, se tratan en realidad de «falsas imágenes del Sol causadas por reflejos internos de las lentes, llamadas a menudo llamaradas de la lente».

Según señala, el efecto aparece aún más claro en los vídeos y es el mismo que se observa en fotografías de supuestos ovnis tomadas de noche con una luz muy fuerte.
Supervivencia de la Humanidad

Ahora hablemos de negocios. El rumor del fin del mundo en 2012 ha venido muy bien a una serie de aprovechados. Actualmente hay 400 libros que hablan sobre el tema en Amazon (vamos a suponer que algunos títulos quieren desenmascarar a los timadores) y las webs sobre el asunto se han multiplicado como setas. La más flagrante, según denuncia Morrison, ha sido una falsa web de ciencia lanzada por los promotores del filme «2012». El sitio, un montaje publicitario, aseguraba haber sido creado por una ficticia Institución para la Continuidad Humana, dedicada a la investigación científica con una única misión: la supervivencia de la Humanidad. El contenido se las trae: asegura que el Instituto fue fundado en 1978 por líderes internacionales de gobiernos, la esfera económica y la ciencia. Llegan a decir que en 2004 los científicos confirmaron la existencia, con un 94% de probabilidades, de que el mundo sería destruido en 2012. Es cierto que lleva la firma de Sony Pictures, pero qué apostamos a que más de uno se lo ha tragado.
Esta técnica de marketing viral, llamada así porque se expande como los virus informáticos, no es inocente. Busca resultados económicos bajo una mentira, pero sus efectos no son sólo hacernos quedar como tontos, sino que confunden a muchas personas y pueden generar temores innecesarios. Hace unas semanas, una compañía telefónica utilizaba una técnica parecida, muy controvertida por sus implicaciones éticas, para darse a conocer. Y bien que lo consiguió. Difundió
el bulo de que un meteorito había caído en Letonia. Por unas horas, todos lo creímos, los medios de comunicación los primeros, e incluso se movilizaron bomberos, policía y científicos hasta el lugar de los hechos. Pero eso no es lo peor que puede pasarnos. Si tuviera un familiar viviendo cerca del lugar del impacto, ¿no se sentiría preocupado?
abc.es

viernes, 13 de noviembre de 2009

Todos mentimos, lo que cambia es la dosis

Si con mucha ilusión alguien le regala un pastor alemán de porcelana de tamaño natural por su cumpleaños, lo más probable es que diga "muchas gracias" y que sonría como pueda. Aunque le parezca un perro absurdo y esté maquinando que para tirarlo a la basura lo más práctico será romperlo a martillazos. A un cortés "¿qué tal?" en el ascensor de la oficina, poca gente respondería que muy deprimida porque está punto de divorciarse, pese a que sea verdad. Pura socialización. Mark Twain lo tenía claro en su sarcástico La decadencia del arte de mentir: "Nadie podría vivir con alguien que dijera la verdad de forma habitual; por suerte, ninguno de nosotros ha tenido nunca que hacerlo". Lo escribió un siglo antes de que Robert Feldman, profesor de Psicología de la Universidad de Massachusetts, haya establecido en su libro The liar in your life que mentimos entre dos y tres veces en una primera conversación de 10 minutos con un nuevo conocido.
Mentimos porque hay público. Porque están los otros. Las relaciones requieren este tipo de ficciones convenidas, casi siempre balsámicas. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino, en su libro póstumo Conductas y actitudes (Tusquets, 2009), sostiene que "la vida social exige adobar, esto es, mejorar a nuestra manera la imagen de nosotros mismos de cara a los demás".
A Nicolas Sarkozy la celebración de la caída del Muro le ha hecho patinar. El 9 de noviembre publicó en su perfil de Facebook sus recuerdos sobre qué hacía ese mismo día de hace 20 años. Decía: "[Aquel día] Por la mañana nos interesamos por las informaciones que venían de Berlín, y que parecían anunciar los cambios en la capital dividida de Alemania. Decidimos dejar París con Alain Juppé... para participar en el evento que se perfilaba".
O bien le traicionó la memoria (no sería extraño: falseamos nuestra propia biografía con relativa facilidad sin intención de engañar) o mintió, como han tratado de demostrar algunos periódicos franceses (Libération, Le Figaro). Sostienen que estuvo en Berlín, sí, pero una semana más tarde.
Tal devoción por protagonizar momentos de la historia no es nueva, según Miguel Catalán, profesor de Ética de la Comunicación de la Universidad Cardenal Herrera-CEU de Valencia y autor del tratado Seudología (editor Mario Muchnik), del que ha publicado tres volúmenes: "En España hubo un momento en el que todo el mundo parecía haber participado in situ en las revueltas de Mayo del 68. Un buen número de escritores e intelectuales españoles parecieron encontrarse casualmente en París justo en ese momento y luego contaban su experiencia personal en artículos y libros", explica.
Hay mentiras, sin embargo, que crecen demasiado y alcanzan el otro extremo de la falsedad, la impostura. Para eso hace falta cálculo, voluntad de engaño, un montón de energía, ingenio, memoria y probablemente mucho tiempo. Es así como se logra ocultar la propia identidad para cimentar una nueva sobre una mentira. Hay grandes diferencias con las mentirijillas, sí, pero lo inquietante es que las orondas y aparatosas bolas siguen, según Castilla del Pino, idénticos mecanismos.
El caso de Enric Marco es ejemplar. El hombre se pasó casi 30 años, desde 1978 hasta 2005, diciendo que había estado en el campo de concentración nazi de Flossenbürg. Recibió la Cruz de Sant Jordi, una de las más altas distinciones que concede la Generalitat catalana. Dio cientos de conferencias. Se inventó un número de deportado, el 6.448. Presidió la asociación Amical de Mauthausen. Cuando un historiador que llevaba tres años rastreando las vidas de españoles víctimas del Holocausto descubrió, demostró y denunció la impostura, Marco dijo a Efe que no lo hizo "por maldad". "Parecía que [cuando empezó a contar esta historia] me prestaban más atención y podía difundir mejor el sufrimiento de quienes pasaron por los campos de concentración".
No es difícil comprender -aunque no se comparta ni se acepte- que un político mienta para ocultar que ha robado dinero público o que recibe un soborno; que un asesino cuente una película más o menos verosímil a la policía para intentar demostrar que no tiene nada que ver con ese cadáver o que alguien invente todo tipo de coartadas para mantener una infidelidad. Son mentiras instrumentales, tienen un objetivo puntual y responden a los tres principales motores de la falsedad, "el poder, el sexo y el dinero", apunta Catalán.
"Hay algo de gratuito e innecesario en esa impostura, y por tanto, de creativo", prosigue.
"Miente sólo para ocupar el centro de atención. Además de natural (en el fondo, pocos prefieren pasar desapercibidos a ser protagonistas), esa motivación retiene algo del egocentrismo asocial de la infancia, y por ello puede hacernos sonreír, porque incumple el primer precepto de la prudencia adulta en estos casos: nunca hay que mentir cuando decir la verdad resulta más ventajoso. El problema surge cuando la impostura es radical o vital; cuando ocupa el centro de la personalidad del sujeto".
¿Qué hay detrás de un impostor? ¿Por qué arriesgarlo todo por una fabulación, en apariencia, innecesaria? "Una insatisfacción sobre la propia personalidad que tiende a compensar de manera simbólica. Al principio hay una recompensa inmediata, se cuenta algo que impresiona a los demás en un ámbito pequeño. Pero después es cada vez más difícil ser convincente, se implica a más personas y se pierde el control", comenta Catalán.
Castilla del Pino explica en el libro que "la impostura es una incongruencia en el proceso permanente de construcción y uso de la identidad lograda. (...) Exige tal memoria de evocación sobre las muchas mentiras impartidas que siempre existe el riesgo de autodescubrirse. El impostor transgrede de manera total los pactos de veracidad que rigen de manera decisiva la interacción que, aparte de la cuestión moral, suponen una economía mental. La tensión es de tal índole que en ocasiones les lleva a la confesión como manera de resolver la angustia".
Una mentira exige otras muchas más. Una gran mentira exige compromiso. Calcularla, elaborarla, elucubrar posibles escenarios peligrosos y respuestas a preguntas incómodas, capacidad de improvisación. Para José María Martínez Selva, profesor de Psicología de la Universidad de Murcia y autor de La gran mentira (Paidós, 2009), hay que distinguir entre el impostor instrumental, lo que él llama "truhanes", y el fabulador. Marco entraría en la primera categoría. Tania Head, en la segunda.
Esta barcelonesa, cuyo nombre real es Alicia Esteve Head, llegó a presidir la asociación de víctimas del World Trade Center. Tania Head entra en escena justo después de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, cuando el mundo entero está conmocionado por el desastre. Ella explica a los medios de comunicación, en la zona cero, que estaba en la planta 78 de la torre sur y se cuenta entre la veintena de personas que sobrevivieron aunque se encontraban en plantas superiores a las que afectó el impacto del avión. Decía que trabajaba en las oficinas de Merrill Lynch y que un hombre, poco antes de morir, le dio su anillo de casado para que ella se lo entregara a su esposa. Por si no era suficientemente impactante, su relato incluía la tragedia de su novio, Dave, que murió en la torre norte, con el que estaba a punto de casarse.
Los diarios The New York Times y La Vanguardia, desmontaron la historia en septiembre de 2007. El periódico español recabó datos, además, sobre Alicia Esteve, que ni era hija de diplomáticos, ni había estudiado en Harvard ni en Stanford. "Es la auténtica fabuladora", opina Martínez Selva. "No todo el mundo es capaz de mentir así. Se recrea en los detalles, disfruta siendo el centro de atención e impresionando a los demás a golpe de emoción. Este tipo de persona es capaz de seguir mintiendo, de cambiar de ambiente o de país y reinventarse, a diferencia de Enric Marco, que, una vez descubierto, frenó. Él rehuía contar anécdotas de su paso por el campo y evitaba compartir experiencias con supervivientes".
Cuanta más gente esté implicada en la mentira, mayor riesgo asume el impostor. A algunos les da exactamente lo mismo. La realidad se convierte en un mero estorbo que puede ser modificado. El fabulador, directamente la ignora. Si se le confronta con los datos, improvisa otra versión. Sin embargo, la mayoría hace un cálculo que termina siendo imposible de controlar: la bola tiene vida propia y es difícil de parar. Aunque haya empezado por algo muy pequeño, en un entorno próximo, como le ocurrió a Enric Marco. "Una vez inmerso en las charlas y conferencias, habló en el Congreso de los Diputados y accedió a presidir Amical de Mauthausen, bajarse de esa rueda le hubiera sido casi tan difícil como quitarse la vida", explica Catalán.
Es habitual que una gran mentira, aunque no haya suplantación de la identidad o impostura en el sentido de mentir sobre uno mismo hasta ser otro, conduzca a cometer delitos. Es el caso de la familia Heene, los padres del niño del globo. Ayer admitieron los cargos por denuncia falsa, por movilizar a las autoridades para que rescataran a su hijo de un peligro inexistente, informa la BBC.
Hace 15 días, el científico surcoreano Hwang Woo-suk, experto mundial en clonación, fue condenado a dos años de inhabilitación por falsear el programa de investigación con células madre que dirigía. Hwang tenía un enorme prestigio profesional, una carrera sólida y había logrado clonar un perro (este hallazgo está verificado). En 2005 publicó un estudio que creó falsas expectativas respecto a la curación de enfermedades como el alzhéimer o el cáncer manipulando los datos. Lo hizo en la revista Science, una referencia internacional de rigor y calidad. "Es un impostor, sí, pero en este caso su conducta está condicionada por la enorme presión que conlleva dirigir un laboratorio de investigación puntera, con mucha gente a su cargo. Tuvo la tentación y fue víctima de la fama", explica Martínez Selva.
En las grandes mentiras siempre existe la duda de si, a fuerza de repetírselas y contarlas, el impostor acaba por creérselas. La mayoría de ellos no padece ninguna enfermedad mental, explica Jerónimo Saiz, presidente de la Asociación Española de Psiquiatría. Mentir casi siempre es una elección. Desde el mero maquillaje de la realidad para que se ajuste a la imagen que queremos dar en un momento dado, a la gran mentira, buscamos coherencia. Cuando se cuenta algo falso que produce culpa o intranquilidad, es habitual que se relativice o se sesgue, que no se tenga en cuenta el dato que nos confronta con la realidad. Lo obviamos íntimamente si decidimos continuar con el engaño, explica el psicólogo Pedro Rodríguez.
Llevar este mecanismo al extremo puede explicar, en parte, la persistencia en la falsedad, hasta que resulta inevitable reconocerla. La propia configuración de la memoria -un proceso activo, que se rehace constantemente- propicia que haya gente capaz de recordar como ciertos hechos que nunca ocurrieron, sobre todo respecto a la infancia, explica el catedrático en Fisiología de la Complutense Francisco José Rubia. "Al almacenar recuerdos comparamos con lo que ya conocemos, y en ese proceso nos servimos de emociones, creencias, expectativas y realidad. Tendemos a embellecerlos y al contarlos una y otra vez así los vamos modificando", asegura. De hecho, el autoengaño es positivo, ya que "nos ayuda a sobrellevar las frustraciones de la vida. Las personas deprimidas manifiestan lo que llamamos el realismo depresivo: la imagen que tienen de sí mismos se parece más a cómo los ven los demás. No hacen lo que el resto, decirse a sí mismo que se es buena persona, que se es inteligente y elevar sus virtudes", cuenta Martínez Selva.
La mentira es una cuestión de dosis: un poco de autoengaño y algo de cortesía para poder salir a la calle. Las demás quedan para quienes prefieren finales con fuegos artificiales.

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