domingo, 11 de diciembre de 2011

Postales de la lejanía


En octubre de 2001, José Luis, un carpintero argentino de 56 años, guardó algunas cosas en una valija, embaló tanto como le fue posible de su taller e inició un viaje que lo llevó, con algunas escalas, de Venado Tuerto, un pueblo de 70.000 habitantes en la provincia de Santa Fe, a las islas Canarias, paraíso turístico español.
La fecha del viaje no fue casual. Algunos meses más tarde, la Argentina sufriría lo que fue el comienzo de una de las peores crisis sociales y económicas de las últimas décadas.
Los primeros años en las islas Canarias fueron un sueño cumplido. La situación económica española estaba pasando por uno de sus mejores momentos, la industria de la construcción experimentaba un inusual crecimiento y la demanda de trabajadores con oficios como el suyo parecía inagotable.
Al poco tiempo de llegar, José Luis logró abrir su propio taller de carpintería y comprar una camioneta. Trabajó duro, ahorró, ganó lo suficiente para ayudar a los suyos en Venado Tuerto. "Con el cambio de la moneda logré levantar una gran hipoteca que tenía en la Argentina. Fue la única forma de hacerlo. La situación económica estaba muy bien. La gente se peleaba por contratarme porque tenía un oficio," explicó a LNR.
Lo que entonces nadie esperaba era que la burbuja explotaría. A partir de 2007 las cosas comenzaron a cambiar en España, para todos los locales e inmigrantes.
El negocio inmobiliario colapsó en gran parte del Viejo Continente y con él, las oportunidades de trabajo en oficios como el de José Luis. Los meses, que al llegar a Europa habían estado llenos de sorpresas y aventuras, comenzaron a hacerse lentos. El dinero se iba mucho más rápido de lo que entraba. Mientras en España luchaba contra la nueva realidad económica, viviendo de sus ahorros, haciendo changas en una parrilla argentina y apenas llegando a fin de mes, comenzó a recibir noticias de mejoras en la Argentina. Sus amigos y familiares en Venado Tuerto aseguraban que la situación económica en el país estaba mejorando notablemente.
"Decidí hace un año que no daba para más. La situación acá es similar a lo que era en 2001 en la Argentina. Hay días que camino por las paredes. La falta de trabajo en un lugar que no es tu tierra te desmoraliza mucho," explica el argentino.
Aunque la realidad del regreso resultó ser bastante más complicada que el deseo de volver. José Luis dice que las autoridades de Aduana quieren cobrarle altos impuestos por permitirle la entrada de su taller y vehículo.
"Antes había ayuda, pero ahora hay muy poca. Antes, si querías volver a tu país, te mandaban asistencia social, la Cruz Roja hasta te podía ayudar con el pasaje; tengo amigos que se beneficiaron con eso, pero ahora hasta la ayuda se ha recortado dramáticamente."
La historia de José Luis es habitual en la Europa de la crisis.
Como él, cientos de argentinos que entre 2001 y 2003 hacían cola en las embajadas europeas en Buenos Aires y atiborraban los pasillos de Ezeiza hoy se debaten entre vivir una nueva crisis económica en tierra ajena o regresar a la Argentina del crecimiento con los suyos.
Entonces, buscaban un nuevo futuro en la vieja Europa, una oportunidad para comenzar de nuevo, vivir en el continente donde la buena fortuna parecía no tener fin, donde la gente compraba departamentos y establecía negocios con créditos increíbles, donde irse de vacaciones una vez por año era real y los precios en los supermercados no cambiaban todos los días.
Pero hoy, la que era la tierra de los sueños está experimentando niveles récord de desocupación, grandes déficits presupuestarios y serios recortes a sus Estados de bienestar.
"Veo que mi historia se repite mucho. Muchos argentinos que deciden dejar lo poco o mucho que tienen acá y volver. Quieren volver porque acá la están pasando mal," dice José Luis desde su casa en las islas Canarias.
Algunos argentinos vuelven, otros dejan sus nuevos hogares por otros, dentro de Europa, en países que todavía no han sucumbido a la crisis, algunos viajan a otras regiones, volviendo a migrar una y otra vez, algunos se quedan.
Es difícil saber exactamente cuántos argentinos llegaron a Europa desde la crisis y cuántos regresan. Las embajadas argentinas en Europa dicen que la mayor dificultad radica en que, como muchos argentinos llegan con pasaportes europeos, no están incluidos en los registros de extranjeros.
Estudios sobre migración hablan del fenómeno como la ola de emigración más importante de los últimos 100 años (las dos anteriores fueron la de los exiliados políticos durante la dictadura militar y cuando se levantaron las visas para viajar a Estados Unidos). Nunca antes tantos argentinos habían salido del país en un período de tiempo concreto.
La mayoría fue a destinos en América latina y Europa, principalmente a España, el Reino Unido, Francia y Alemania.
Según la Organización Internacional de las Migraciones, más de 80.000 argentinos emigraron del país desde la crisis económica de 2001.
El Instituto Nacional de Estadísticas español recientemente reportó que en 2010 salieron de España 12.237 argentinos (aunque no todos regresaron a nuestro país).
Los que no pueden volver
"Hace dos años intentamos volver, más que nada porque mis padres y suegros son mayores. Teníamos muchas ganas, pero nos encontramos con muchos cuestionamientos allá. La gente nos preguntaba por qué queríamos volver si supuestamente en Europa estábamos mejor", dice Marcelo Sanfelice, un ex comerciante que hoy vive en Málaga, donde trabaja en un hotel.
Llegó a España en 2001 y, aunque la crisis todavía no se había manifestado tan claramente como después de diciembre, ya se estaba palpitando. En los meses anteriores al viaje, el comercio de Marcelo había sido asaltado tres veces.
Como muchos otros argentinos, con su esposa ya habían hecho un viaje a España, y con pasaporte europeo en mano establecerse en Málaga resultó mucho más fácil. "Decidimos venir primero por curiosidad, para ver cómo se vivía fuera de Argentina. Buscábamos seguridad, calidad de vida y el proyecto de comprar un departamento, pero en nuestro país en ese momento no había créditos", recuerda.
Durante los primeros años, trabajó vendiendo casas, adaptando su acento para sonar un poco más español, más local. Las cosas siempre salieron bien. Hoy lidera un grupo de argentinos en Málaga que se reúnen a escuchar música, comer asados y ayudar a otros que migran entre allá y acá. Allí es donde Marcelo escucha los dilemas de los que no saben si quedarse o irse.
"La gente esta sufriendo la crisis, aunque está es una crisis europea. El Estado da una gran cantidad de protección a sus ciudadanos, entonces sus necesidades básicas están cubiertas. Muchos argentinos están cobrando subsidios." No obstante, ya ha visto a muchos pegar la vuelta. "Mi mujer dice que es como un luto constante ver que la gente que uno conoce se va. Todos los meses alguien decide hacerlo, porque no se adaptó a la vida acá, porque ve que allá las cosas están mejorando, porque no encontraron el trabajo que buscaban. Muchos más siguen llegando, también, pero los que vuelven son la mayoría."
Y agrega: "Si me quedara sin trabajo en España, si pasáramos necesidades acá, me plantearía seriamente volver. Yo trabajo en hoteles y hago varias otras cosas, como fotografía... Por ahora me las arreglo".
Los que no quieren volver
Los dilemas de los argentinos en España son tan complicados como la situación económica del país, aunque en otros rincones del Viejo Continente los argentinos parecen estar aferrándose más fuertemente al suelo europeo.
Valeria Carrizo llegó a Londres nueve meses antes de los disturbios de diciembre de 2001, a poco de recibirse de periodista en Buenos Aires. Y aunque ella estaba siguiendo los pasos de un inglés que hoy es padre de sus hijos, más que escapando de la crisis económica, hoy admite que ha considerado la opción de volver.
Esta porteña hoy trabaja en el sector público, uno de los más afectados por los recortes del gobierno conservador de David Cameron, donde los trabajos tienen futuro incierto.
Madre de dos niños, de cuatro y dos años, comenta que la crisis económica se está haciendo sentir en el Reino Unido. Con los costos de las guarderías en aumento y muchas familias sin parientes que puedan ayudar, la situación es particularmente complicada para las jóvenes familias de inmigrantes.
"El dinero no rinde como antes. Estar acá vale la pena porque ambos trabajamos, pero estamos considerando mudarnos a un lugar más barato", cuenta a LNR, en su casa en Londres. Aunque regresar podría ser más complicado de lo que quisiera: cuando vivía en la Argentina, Valeria era periodista, pero en Inglaterra no volvió a trabajar de eso. Su marido, Ian, no habla español.
"Vinimos para estar mejor y estamos sufriendo. Noto esto mucho en grupos con chicos, en los que la gente esta pensando más en volver. No estamos considerando el regreso a la Argentina todavía, porque no vemos que allí haya estabilidad y por lo menos aquí hay trabajo. Pero tampoco lo descartamos volver, aunque si volviésemos, necesitaríamos cierto respaldo económico."
Como en Buenos Aires, pero en Londres
Cuando María Martín quedó embarazada en el Reino Unido de su primer hijo, Andrés, en 2006, decidió hacer el viaje inverso que la había llevado a Londres en 2001, escapando de la crisis económica, para tener al bebe cerca de su familia.
Junto con su marido británico, Warren, volvieron a migrar y se instalaron en Buenos Aires por cuatro meses. Formaron una familia y se reacomodaron en un país, que tras cinco años, había cambiado.
Buscaron trabajo con la idea de quedarse, pero los meses pasaron y no consiguieron nada, aun cuando todos hablaban de cuánto la situación había mejorado.
"A los cuatro meses del nacimiento de mi hijo mayor, volvimos a Inglaterra. Mi marido, Warren, consiguió trabajo enseguida. Me gustó venir para acá porque sentía que no podía volver a ubicarme en Buenos Aires. Me di cuenta de que me había desacostumbrado a la ciudad, que estábamos gastando sin ganar nada", reconoce hoy instalada en el sur de Londres.
María había llegado a la capital inglesa a finales de 2001, tras varios viajes de visita y después de haber aceptado el retiro voluntario de una empresa en la que trabajaba como licenciada en comercio internacional. Tenía pasaporte y buen nivel de inglés bajo el brazo.
Pasó sus primeros años estudiando, habiendo planificado muy bien cuánto podía gastar del dinero que había traído para quedarse la mayor cantidad de tiempo posible. Hizo cursos, se preparó y consiguió un puesto como administrativa.
"Al principio, trabajábamos en una nube, estábamos muy bien económicamente en Inglaterra y había plata para gastar. Pero las cosas cambiaron. Muchos argentinos están volviendo o viajando a Australia o a España, a probar mejor suerte. Por el momento, nosotros seguimos acá. No es tan fácil volver a irse."
María dice que aunque vive en Londres como si fuera Buenos Aires, al día con las noticias, hablándoles a sus hijos en porteño y comiendo dulce de leche, y regresa a ver a los suyos al menos una vez al año, considerar volver una vez más le resulta complicado. "Reestablecernos con los chicos ya más grandes sería difícil. Mal que mal, acá ya estamos ubicados. Las crisis no son algo nuevo para nosotros; me preocupo, pero sé cómo manejar el dinero de manera diferente. Acá por lo menos había buen apoyo en lo básico: salud, educación, seguridad. Allá, el único apoyo era la familia.".
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