domingo, 4 de marzo de 2012

No son cosas de niños: es acoso


"Mi hijo llegaba a casa triste, llorando, no quería ir al colegio. Cada día se inventaba una excusa: que si me duele un pie, que si una mano, que si la tripa... Teníamos que llevarle prácticamente a rastras". Después, la cosa fue a más. "Un día regresó con el abrigo rajado. Otro, con las gafas pisoteadas. Otras veces llegaba con chichones, arañazos... Incluso le cortaron la coletilla durante un recreo".
Son palabras de Esther. Su hijo, Gustavo, con apenas siete años, sabe bien lo que es el acoso escolar. "Yo le preguntaba si jugaba con los demás niños, y me decía que sí". Así un día tras otro. Hasta que una tarde no pudo más, y se derrumbó. "Mamá, es que los niños me pegan". "Pero tú también les harás algo". "No, yo no hago nada".
Por suerte para Gustavo, su madre le creyó. No le espetó aquello de: "Será en broma". No tuvo que 'batallar' contra dos elementos hostiles: sus acosadores y el sentimiento de culpa, tan parecido al de las maltratadas por sus parejas, que lleva a uno a pensar que lo que le sucede es porque lo merece, porque "algo habrá hecho". Porque cuando esas 'bromas' se repiten día tras día, siempre contra la misma persona, y a ésta no le hacen gracia, no son "cosas de niños". Es acoso escolar.

Qué es el acoso

La psicóloga Alicia García de Pablo, de la Fundación Protégeles, lo define de la siguiente manera: "Acoso escolar es cualquier tipo de agresión psicológica o física mantenida en el tiempo y con intención de hacer daño". Aunque no siempre es grupal, una de sus características fundamentales es el desequilibrio de poder: la víctima está sola frente a un grupo agresores y observadores (que suele ser el resto de la clase); estos últimos saben lo que está pasando, pero no hacen o dicen nada por diferentes motivos.
Suele empezar con acciones de "baja intensidad", que van 'in crescendo' conforme pasa el tiempo. El más habitual es el acoso verbal, en forma de insultos, motes, humillaciones, propagación de falsos rumores, mensajes teléfonicos o llamadas... Si no se frena, puede degenerar en otros tipos de acoso, como el social (exclusión y aislamiento de la víctima, por ejemplo, se la deja fuera de las actividades, como un partido de fútbol), el psicológico (basado en amenazas) y el físico, que contempla tanto agresiones directas como indirectas, por ejemplo, producir daño en objetos personales de la víctima.
A sus siete años, Gustavo ha sufrido todos los tipos. "Le llamaban gafotas, gordo, cara de culo, bebé", relata su madre. En el patio, acababa solo en un rincón, "llorando como una magdalena, porque nadie le hacía caso". Eso cuando no le lanzaban una peonza a la cabeza, le cortaban el pelo o le sacaban las fichas de la mochila para que no pudiera hacer los deberes, y luego, "casualmente, las encontraban los cuatro acosadores".

A quién afecta

Cualquiera puede ser víctima de acoso. Se registran casos desde los tres años hasta la adolescencia. No se puede hablar de perfiles de acosadores ni de acosados. Ni los primeros son los típicos 'malotes', ni los segundos tienen por qué ser especiales. "Cualquier pretexto es suficiente para convertir a un menor en víctima", afirma Guillermo Cánovas, presidente de Protégeles. No obstante, es cierto que la diferencia es muchas veces la excusa, como en el caso de Gustavo, que sufre Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad.
"Cualquier pretexto es suficiente para convertir a un menor en víctima"
"Puede ser porque sus características físicas no gusten a otros, o justo por lo contrario". Así, suele afectar más a niños obesos, con gafas, homosexuales, que sacan buenas notas... A las niñas les mueven muchas veces los celos. Y se dan muchos casos de "ex amigos o ex mejores amigos. Se convierte en acosador una persona que ha terminado mal con la víctima, pero la conoce muy bien, tiene mucha información de ella, incluso imágenes... Lo que la hace más vulnerable".

Cómo detectarlo

Las situaciones de acoso suelen mantenerse ocultas, especialmente a partir de los 10-12 años. "Es importante estar atentos a cambios notables en el comportamiento, por ejemplo, si antes hablaba de sus amigos todos los días y ha dejado de hacerlo. O si el fin de semana está bien y el domingo por la noche muestra nerviosismo. También si le preguntamos y responde con evasivas", explica García de Pablo.
Muchos muestran introversión, dejan de hablar, se quieren retirar rápidamente de la mesa, no salen los fines de semana, o vuelven a casa rápidamente tras terminar las clases. En otros casos, bajan las notas, muestran tristeza, ansiedad... "El problema es que muchos de estos síntomas pueden confundirse con señales características de la adolescencia", afirma Guillermo Cánovas.

Por qué no lo cuentan

A la víctima de acoso escolar le sucede como a muchas mujeres que sufren violencia machista: llegan a pensar que merecen ser tratadas así. Las vejaciones y el sentimiento de aislamiento pueden llegar a socavar la autoestima hasta límites insoportables, e impedir al acosado buscar ayuda. En muchos casos sienten vergüenza. Otras veces temen ser ignorados, o despachados con el típico: "Son cosas de niños".
A Blanca le sucedió hace más de dos décadas, cuando cursaba 8º de EGB en un colegio madrileño. "Los recreos y los cambios de clase eran un infierno. Temía el momento en el que el profesor abandonaba el aula, porque empezaba el hostigamiento". La chispa la encendió una "ex amiga". "Ignoro el motivo, pero de la noche a la mañana empezó a propagar falsos rumores. Tal vez me tenía envidia porque yo sacaba buenas notas, pero no lo sé. El caso es que consiguió poner a toda la clase en mi contra".
Aun hoy, bien entrada en la treintena, se estremece al recordarlo. "Un día me sacaron los tampones de la mochila y se dedicaron a pasárselos como una pelota mientras proferían comentarios sexuales ofensivos", rememora. "Me mandaban notas, me llamaban por teléfono, incluso una vez tiraron piedras a la ventana de mi casa". "Recuerdo que me pasaba los recreos encerrada en el baño, subida a la taza del water para que no me vieran los pies por debajo de la puerta".
"Temía el momento en el que el profesor abandonaba el aula, porque empezaba el hostigamiento"
Al final, decidió contárselo a un profesor. Su respuesta cayó como un jarro de agua fría: "Blanca, es que tú piensas que todo el mundo está pendiente de ti". Con sus padres no le fue mucho mejor: "Algo habrás hecho tú, si no, ¿por qué va a estar todo el mundo en tu contra?".
"De entrada, todos los centros escolares dan la misma respuesta: 'Aquí no hay acoso'", explica Javier Pérez Aznar, psicólogo y presidente de la Asociación 'No al acoso escolar'. "Suelen cargar contra la víctima, aduciendo que no es para tanto, que los chavales tienen que espabilarse, o que tal vez le convendría (a la víctima) acudir a un psicólogo".

Cómo actuar

Los expertos coinciden en que la intervención temprana es clave, así como la colaboración del centro escolar. Y también la prevención. Precisamente con ese espíritu nació hace unos cuatro años 'No al acoso', una asociación compuesta por psicólogos, profesores, abogados, padres, madres y jóvenes, que trabajan de forma altruista para combatir esta lacra.
"La clave es que el acoso no es cosa de dos, sino del grupo, por lo que hay un desequilibrio de fuerzas. La víctima está aislada y sufre maltrato y abandono. Nuestra estrategia se basa en cambiar el peso del grupo hacia la víctima", explica Pérez Aznar.
¿Cómo? Pues por ejemplo instruyendo a alumnos de cursos superiores, para que se conviertan en una especie de 'hermanos mayores' que protejan a la víctima. "Los propios alumnos neutralizan el acoso, y funciona", afirma el psicólogo. Se trata de equilibrar.
Pero, ¿cuál es el protocolo en un caso de acoso? "En general, cuando los menores contactan con nosotros, no se lo han dicho a nadie. Lo primero es animarles a que intervenga un adulto, y les damos pautas de qué hacer ante las agresiones", explica García de Pablo. Así, tras ponerlo en conocimiento de los padres, aconsejan hablar con el tutor y la dirección del centro.
Cuando esto no es suficiente, "les recomendamos que presenten escritos, para que quede constancia", explica Ana Fernández Guillén, que trabaja como abogada en Protégeles. "Si esto no da resultado, deben recurrir a la inspección educativa, que es el órgano superior que regula la actividad de los responsables de los centros. Y si no fuera suficiente, habría que presentar una denuncia penal". Es la última opción. Antes, siempre, se intenta agotar la vía amistosa.

¿Se registran más casos ahora?

El acoso no es nuevo. Siempre ha existido. Pero como sucedió con la violencia machista, la sociedad parece no tomar conciencia hasta que la tragedia no tiene un rostro. Ana Orantes lo puso a las víctimas de los malos tratos. Jokin, a las de acoso escolar. El suicidio de este adolescente en Hondarribia propició que los medios de comunicación empezaran a hablar del tema.
"De entrada, todos los centros escolares dan la misma respuesta: Aquí no hay acoso"
"No podemos decir que acoso escolar esté aumentando, hay los mismos casos que hace 50 años. Lo que hay es más intolerancia social", explica Cánovas. "Los menores conocen cada vez más los recursos a los que pueden acudir y piden ayuda".
Es difícil calcular el número de afectados. "No nos atrevemos a manejar cifras, porque las situaciones que conocemos probablemente son un porcentaje mínimo de los casos reales. Lo que sí recibimos es cada vez más casos de acoso escolar en Internet". Según datos de Pérez Aznar, uno de cada cuatro estudiantes sufre o ha sufrido acoso.

Ciberbullying

Lo que ha crecido notablemente es el acoso escolar a través de Internet, porque "ha aumentado el número de usuarios y ha descendido la edad de inicio del uso de las tecnologías", explica Cánovas, para quien este tipo de acoso tiene unas características que lo hacen especialmente preocupante. Por un lado, la participacion de terceros, a veces sin conocer a la víctima, que hace que se multiplique el número de acosadores. Por otro, puede perdurar en el tiempo, de modo que, incluso cuando ha terminado problema en el centro escolar, el acoso puede continuar en Internet.
Y sucede que no da 'tregua' al acosado. Hasta ahora, la víctima sufría el acoso en el colegio, pero fuera de horario escolar estaba tranquilo. El 'ciberbullying' le priva también de eso: el acoso continúa en su tiempo de ocio, a través del e-mail, de las redes sociales...
Pero Internet también aporta 'ventajas' a las víctimas. Por una parte, aumenta el número de espectadores que le apoyan. También le proporciona herramientas (foros...) para solicitar ayuda. Además, aporta una ventaja desde el punto de vista jurídico: queda constancia del acoso, que en muchos casos puede denunciarse por ser delitos tipificados (amenazas, injurias, suplantación de identidad...), según explica Fernández Guillén.

Secuelas

Buena prueba de que el acoso escolar no es 'cosa de niños" son las secuelas que deja en las víctimas. Muchas de ellas lo sufren en la adolescencia, una etapa especialmente compleja, en la que se está formando la personalidad, y puede traumatizarles de por vida.
Las más comunes son las depresiones, la ansiedad y la fobia social. Muchas víctimas de acoso presentan dificultades a la hora de establecer relaciones sociales por miedo a sus iguales. Es lo que le sucede a Álvaro. Un grupo de repetidores le hizo la vida imposible en 2º de la ESO. Las bromas hirientes pronto se convirtieron en insultos e incluso agresiones en el aula. A sus 21 años, reconoce que no lo ha superado. "Me cuesta relacionarme con la gente, estoy tenso, desconfío, no sé cómo entrar en los grupos".
elmundo.es

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