lunes, 19 de marzo de 2012

Don Britos, el último rabdomante


A simple vista es un gaucho más de La Pampa, Córdoba o de cualquier latitud campestre de nuestro suelo. Boina marrón, bombachas curtidas de montura y tranquera, mirada lejana, camisa floja, facón a la cintura, bigote ancho, y las manos que cuentan arrugas por siglos. Sin embargo, Don Britos no practica los artes del campo como su único sustento en la vida. Este hombre oriundo de Atos Pampa , una localidad cordobesa ubicada en el camino a las Sierras Grandes, en el Valle de Calamuchita, oculta un "oficio" tan útil como misterioso. Es uno de los pocos "rabdomantes" que existen en la Argentina. Una psuedo-ciencia, tan antigua como la humanidad misma, que consiste en detectar vertientes de agua que yacen debajo de la tierra, con la simple ayuda de una vara de sauce verde u otro elemento sensible. Toda una habilidad que, dicen, se trae desde la cuna y con la práctica se va desarrollando.
Don Britos no habla mucho. Su mirada se concentra en las herramientas: una vara de sauce, unos alambres modelados con formas curiosas y unas maderas sensibles a los cambios de temperatura. Con este pequeño arsenal de "casi mago - casi alquimista", el hombre sale a recorrer terrenos en busca de napas de agua. Un oficio que para muchos es un verdadero misterio de fe y para otros, en cambio, un gran engaño. Por eso Don Britos sabe que en el pueblo, muchas veces, no goza de la confianza de los vecinos.
"Muchos me dicen que soy un gran mentiroso...mentiroso, me dicen...y yo no les digo nada...porque mientras todos tienen agua, hablan fácil...pero cuando la cosa escasea...¿a quién buscan?...A Don Britos!...y entonces ya no es más mentira...pero bueno...siempre van a hablar de uno, ¿vió?", reflexiona el "hombre del agua", como lo llaman en el pueblo.
Mientras piensa, su mirada se concentra en el filo de un cordón serrano que se desparrama por el horizonte. Su memoria lo lleva a lo lejos, en el tiempo. Hace unos cuantos años conoció a un hombre que lo inició en la práctica de la rabdomancia. Ese hombre, "El Alemán", le dijo que en esas sierras "existe un secreto muy antiguo...un secreto de "Los Templarios"...que conocían como buscar el agua...y esas cosas. Aquí esta el secreto...aquí...por eso vas a aprender fácil aquí...si...". Britos piensa una y otra vez en aquellas palabras de "El Alemán": "Tengo que conocer ese secreto...allí está el secreto...es mi deuda pendiente...".

Una vara de sauce, una antena de agua

La Rabdomancia es la técnica más antigua que utiliza el hombre para la búsqueda del agua. Es usada en muchos lugares del mundo como primer recurso antes de comenzar la exploración de la tierra con métodos formales. Rabdomancia proviene del griego rhabdos: "vara" (también es el origen de la palabra "rabo") y manteia: "adivinación". En su variante tradicional de empleo de varas y metales nobles, esta práctica lleva mas de 4500 años de uso por el hombre.
"Muchos me dicen que soy un gran mentiroso...mentiroso, me dicen...y yo no les digo nada"
Los "Zahories" o rabdomantes, así llamados los que practican estas técnicas, afirman que pueden detectar cambios del electromagnetismo a través de las vibraciones que se generan en los instrumentos que sostienen en sus manos. Generalmente utilizan una varilla de madera en forma de "Yé" o un péndulo de características especiales.
Estos hombres suelen defender su ciencia aludiendo lo siguiente: sus manos tienen una sensibilidad tal que son capaces de detectar la existencia de flujos magnéticos, napas de agua, vetas minerales, lagunas subterráneas a cualquier profundidad. Pueden sostener estas habilidades diciendo que poseen conocimiento "psicofísicos" y que los movimientos sensibles de sus instrumentos, se generan en lo que ellos llaman el "efecto ideomotor". Un efecto que se conoce por los movimientos inconcientes que se generan a partir de un estímulo particular en una zona especifica y que, al sobrepasar cierto umbral sensible, genera movimientos en forma automática similares a la erección de los pelos de la piel cuando existen cambios climáticos. De manera errónea, muchos le atribuyen a este efecto psicológico, una fuerza para normal o sobrenatural. Algunos llegan a creer que ciertos poderes "mentales" se manifiestan en estos fenómenos. Lo cierto es que muchos rabdomantes confían en que su sensibilidad radica en este estimulo, algo que en 1850, Michael Faraday, un físico ingles que estudió el electromagnetismo y la electroquímica, ya comenzaba a describir el "efecto ideomotor" en sus estudios científicos.
Durante muchos años la ciencia se preocupó en estudiar como se manifestaba el "efecto" en los zahories y como era posible la detección del agua. Algunos creían que en realidad eran hombres que tenían una gran sensibilidad a las "emanaciones" que buscaban y por ello los elementos utilizados eran simple folclore. En 1986, la revista "Nature", incluyó la rabdomancia en una lista de "efectos que se presuponían paranormales, pero que pueden ser explicados por la ciencia".

La técnica del "Aléman"

Don Britos aprendió la técnica durante muchas prácticas que tuvo con "El Alemán". En aquellos días, con veinte años y ganas de aprender, la sabiduría de aquel hombre lo fascinó. Practicaban cerca de un arroyo, buscando afinar la técnica a cada paso. "El Alemán" tenia mucha experiencia en el uso de las herramientas. Decía "el árbol y su ramas buscan el agua...nosotros buscamos el agua...entonces, las ramas y nosotros vamos a encontrar el agua...así de sencillo", algo que al comienzo parecía mágico luego se fue convirtiendo en oficio y maña.
"Yo no me creo lo de los superpoderes mentales ni esas cosas...¡no!...esto es un método que yo aprendí y me ayudó a conocer la sensibilidad del asunto, ¿vió?...a mi no me pasa nada en la mente ni nada de eso...es sencillo: las herramientas me ayudan a encontrar las napas de agua, me sirven como de antenas...me ponga a buscar y listo...así es nomás..."
La técnica que usa Britos es sencilla. Su arsenal se compone de distintos tipos de varillas que utiliza de acuerdo a su necesidad. Cobre, alambre y madera son los elementos nobles que le servirán para poder lograr una detección precisa.
"Cada elemento -dice Don Britos- es mas sensible que otro. Se va caminando con la varilla tomada con ambas manos por todo el terreno y se siente que pasa con el material. En algunos lugares uno se para y siente que pasa. Si la vibración es débil uno se arrodilla y puede captar un poco más. Si no se sigue andando buscando mas energía...y al rato...aparece y entonces allí esta el movimiento. Si me quedan dudas puedo cambiar de varilla pero por lo general no me falla. Si elijo la vara de madera es madera, sino es de alambre...depende ¿vio?...la cosa es que el agua aparece...'

Las marcas sobre la tierra

A pocos metros del terreno escarpado de las sierras puede verse una estaca de poca altura con una suerte de tela roja, indicando que en ese punto es posible extraer agua. El hombre guardo sus herramientas y le da las últimas indicaciones al dueño de la tierra. Don Britos encontró la napa y ahora es necesario empezar la excavación para poder disponer del agua subterránea. La tarea del rabdomante llegó a su fin. En la cara del vecino se puede ver la felicidad del hallazgo. Fueron muchos intentos y nunca aparecía nada. Hoy comienza otra historia. Britos le da la mano sonriente y le aconseja algunas cuestiones "prácticas". "No esta muy lejos el agua, pero vas a tener que trabajar un poco...eso nomás..."
"Yo no me creo lo de los superpoderes mentales ni esas cosas...¡no!...esto es un método que yo aprendí"
Don Britos se va satisfecho de su trabajo. Lleva más de mil pozos descubiertos con su técnica en su tierra y en otros lugares del norte argentino. Sabe que ya no hay tantos rabdomantes como hace tiempo y tiene temor de que el oficio se pierda.
"¿Sabe que pasa?....ahora todo es distinto...se perdió el tiempo, tener tiempo digo...y esta habilidad necesita tiempo...sino, ¿cómo va a hacer para encontrar el agua?...¿con qué aparatos?...esta forma es segura...lo se desde hace mucho...pero quien va a querer aprender...ya quedamos pocos...que va'cé..."
Cae la tarde. El sol se recuesta de naranja sobre el filo de la sierra que Don Britos mira casi obsesivo. Se ajusta la boina y vuelve a mirar fijo al horizonte. Allí, en las formas extrañas que dibujan las sombras sobre la ladera, pueden adivinarse figuras de hombres de a caballo surcando la geografía serrana. Britos casi adivinando esas imágenes vuelve a prometerse "Los Templarios"..."Tengo que conocer ese secreto...allí esta el secreto...es mi deuda pendiente..."
lanacion.com

1 comentario:

alizbeath dijo...

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