domingo, 18 de marzo de 2012

Por qué los robots no logran ser nuestros amigos

Robothespian
Saluden a mi pequeño amigo: Kibo tiene un poco menos de 1 metro y 20 centímetros de altura.
Si se lo pides de buena manera, te pasa un regalo, te da un abrazo, o disfruta de un poco de baile al estilo Lady Gaga.
Y para citar a un espectador perplejo, se ve como si estuviera "fumándose algo".
Descartando las infundadas sospechas de que estemos en presencia de un caso de abuso de sustancias, las sofisticadas vísceras de Kibo, basadas en el popular robot Asimo de Honda, son el más reciente paso hacia la solución de uno de los mayores misterios de la tecnología: ¿se puede hacer un robot que actúe como un ser humano?

Cariñoso

El androide de Corea del Sur está en exhibición en Innorobo, el mayor evento de robótica de Europa, que se celebra en Lyon, Francia. Más de 50 expositores de todo el mundo están participando, mostrando los resultados de años de duro trabajo y millones de dólares en financiación.
Es el primer viaje de Kibo fuera de su país de origen y, a juzgar por la mirada permanentemente sorprendida en su cara, es una experiencia enriquecedora para él.
También resulta memorable para Emi, una niña francesa de cinco años de edad. Con un poco de estímulo, da un paso adelante para aceptar un "regalo" del robot durante una demostración en la sala de exposición.
 

Emociones

Se trata de una demostración de lo que representa uno de los mayores obstáculos de la industria.
¿Cómo podemos hacer que la gente - especialmente los más jóvenes y los ancianos - confíe e interactúe de forma natural con trozos de metal y plástico? ¿Qué se necesita para que Kibo sea el amigo de Emi, en lugar del objeto de sus pesadillas?
"Una de mis convicciones es que la gran diferencia entre una máquina y un robot es la reacción emocional que se puede elaborar con los seres humanos", asegura el organizador del evento, Bruno Bonnell.
Como co-fundador de la legendaria firma de juegos de video Infogames, Bonnell tiene fama de descubrir nuevas tendencias tecnológicas. En la actualidad dirige su propia empresa de robótica - Robopolis.
Argumenta que la industria tal vez debería enfocarse en las tareas más simples y pequeñas - las áreas en las que los robots pueden ayudar a los seres humanos de una manera específica para lograr un objetivo.
Su compañía fabrica a Roomba - uno de los muy pocos robots que gozan de éxito comercial en el mercado de consumo masivo.
Desde su lanzamiento en 2002, se han vendido más de siete millones y medio de esas aspiradoras automáticas.

El fin del sueño

En declaraciones a la BBC, Bonnell menciona uno de los "grandes elefantes en la sala" de la industria de los humanoides: tal vez es hora de renunciar al sueño de un robo-compañero.
"Probablemente está aún muy lejos de pasar, y es tal vez un poco vanidoso pretender que ocurra porque, después de todo, no somos tan eficientes para la mayoría de las tareas."

Su opinión es respaldada por Will Jackson, director de la firma británica de robótica Engineering Arts Limited.
Jackson está en la ciudad para vender su carismático Robothespian, un androide que puede actuar, de manera muy convincente, en obras de teatro.
Para variar, el Robothespian es comercialmente viable y mantiene a la empresa sin la necesidad de becas de investigación.
Pero, a pesar de haber creado uno de los humanoides más sofisticados y realistas en el evento, Jackson es muy franco acerca de las intenciones de la compañía.
"No nos importa en absoluto la utilidad funcional", le dice a la BBC.
"Esto nunca va a limpiar la casa, no va a limpiar el piso, nunca va a lavar los platos.
"Creemos que ese tipo de idea de un robot de servicios está completamente equivocada. Nunca será una cosa económicamente viable tener este tipo de robot encargándose de las funciones de servicio doméstico. Olvídate de eso."

Jugando a Dios

Las características humanas pueden ser muy complejas de codificar. Programar incluso las tareas más simples, como darle a alguien una bola, requiere una multitud de etapas sutiles, tales como saber exactamente cuándo estirar la mano, cuándo soltar el objeto y qué tan fuerte agarrarlo.
"Costaría US$5 millones diseñar y crear un robot capaz de volar y aterrizar un avión", comenta el experto en robótica Tim Field.
"Pero incluso si usted me diera US$50 millones, no podría hacer algo que, con naturalidad, buscara en mi bolsillo y sacase mis llaves."
Jackson se pregunta incluso por qué nos gustaría probar intentarlo.
"Es la historia de Frankenstein", dice. "El hombre juega a ser Dios. Todos queremos ver una máquina caminante que se parezca a nosotros."

Foca

Los asistentes a Innorobo tienen a su disposición una gran cantidad de distracciones humanoides.
Y, sin embargo, entre todos ellos es difícil ignorar el alegre ruido de "churp churp" que hace Paro, la bebé foca mecánica desarrollada por el reconocido ingeniero de robótica Takanori Shibata.
Desde su presentación en 2003, Paro ha sido utilizado en algunas de las situaciones más inesperadas para un robot: consolando a las víctimas del tsunami japonés, delicadamente ayudando a pacientes con demencia e incluso formando parte de una fiesta de bienvenida para el presidente Barack Obama.
A diferencia de lo que pasa con los androides, Paro es abrazado por niños y hombres de negocios por igual.
"La gente puede tocar el cuerpo de Paro y se sienten cómodos", dice Shibata.
"Los robots humanoides, estos robots metálicos, mecánicos, son visualmente muy interesantes. Pero para la gente común no son naturales. Mucha gente tiene miedo de interactuar con un robot mecánico."
Tal vez sea aquí donde yace nuestra relación futura con los robots. Todos los robots humanoides en Innorobo están en busca de un atributo fundamental - conseguir una reacción emotiva de su usuario.
Es muy diciente que sea sólo Paro, posiblemente el menos humano de todos los robots en el programa, el que logra el objetivo.
bbc.co.uk

1 comentario:

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