Identificar pronto a las personas infectadas por el VIH (el virus que causa el sida) es un reto de los sistemas de salud occidentales. Tradicionalmente se han considerado una serie de patologías infecciosas como un indicador (tuberculosis, candidadis –un tipo de hongo-, neumonías, sarcoma de Kaposi –causado por un virus-), lo que junto a ciertas prácticas de riesgo eran motivo para proponer a la persona hacerse la prueba. Pero un reciente estudio de la Universidad de Copenhague amplía esta lista, y afirma que “debería animar a los profesionales sanitarios a proponer la prueba a los pacientes”. Se trata de “enfermedades de transmisión sexual, linfoma maligno, cáncer anal o cervical, herpes zóster, hepatitis B o C, mononucleosis, dermatitis seborreica o exantema, o un descenso de los linfocitos”.
Obviamente, tener una de estas enfermedades no indica que se tenga también la infección por VIH, indica el autor del trabajo, Jens Lundgren, de la Facultad de medicina de la Universidad de Copenhague, pero sí que su presencia “es un indicador de la presencia de infección por VIH”.
La aplicación de este criterio tiene como objetivo identificar antes los casos de personas infectadas. Se calcula que, de una manera general, el 30% de las personas con VIH no lo sabe. Y ello es peligroso para ellas y para sus parejas. Pero en el caso de los heterosexuales –que tienden a sentirse a más protegidos- la proporción es superior. Por eso el estudio incide especialmente en ellos.
La detección precoz permite empezar a tratar. Y eso tiene un doble efecto. Para el afectado, se frena antes el deterioro de su sistema inmunitario o este empieza a recuperarse antes. Además, está comprobado que una persona que bien medicada deja de convertirse en infecciosa en más del 90% de los caso, lo que a su vez ayuda a frenar la expansión de la epidemia, y protege a sus parejas.
el pais.com
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