Si emigrar es dejar atrás la crisis, la inestabilidad y la falta de horizontes, el camino que han seguido los hermanos Kienast refleja la zigzagueante economía de estos últimos años. Se trata de jóvenes profesionales como tantos de los que dejaron la Argentina tiempo después del corralito bancario, de los cinco presidentes en una semana y del eufórico anuncio de la cesación de pagos con que culminó 2001.
Lo hicieron uno tras otro, como en fila india, siguiendo el instinto de supervivencia y las ansias de superación. El destino fue España, donde hallaron un refugio seguro para rehacer sus vidas, o eso creyeron entonces. Pero luego la burbuja también estalló en esas tierras, el bienestar se transformó en espejismo, y otra vez a remar a mejores playas. Su nueva meta: Alemania, la potencia donde confían en quedar, esta vez sí, definitivamente a salvo del naufragio y los cataclismos.
Silvia dejó el país en 2002, la siguió Ivonne, en 2003, y luego Tomás, en 2006. Se afincaron en Madrid y Barcelona, llamándose unos a otros como voces de sirena.
Otra hermana, Cristina, se había ido directo a Alemania poco antes del vendaval que cerró la corta presidencia de Fernando de la Rúa, con buen ojo clínico para las tormentas políticas y económicas. Y Patricio fue el único de los cinco hermanos Kienast que decidió quedarse en la Argentina, en compañía de su mujer, su hijo, y cerca de su madre, que con el dolor en el alma debió ir cuatro veces a Ezeiza a despedir a los suyos.
"Si no me fui durante la crisis de 2001 fue sólo por una cuestión de orgullo. Me dije que si me iba era porque quería, y no porque el país me echara. Pero sí tuve que cambiar de carrera, de Medio Ambiente a Administración de Empresas, para tener alguna chance de trabajar", recuerda Tomás, de 32 años.
"Al final me fui en 2006. Mi plan era ir dos meses a Barcelona, a la casa de mi hermana Silvia. Fui por la experiencia. Después probé quedarme y conseguí dos ofertas de trabajo a la semana de enviar mi primer CV", cuenta a La Nacion.
Por el momento a Tomás se lo encuentra en Barcelona, donde vive con su mujer, la andaluza Eva González Romero, con quien acaba de casarse. Trabaja de supervisor de gestión informática en una firma privada, y asegura que no le va nada mal. Pero, a pesar de tantas circunstancias favorables, siente que el tiempo en España ya se agotó.
Y no sólo se acabó para él, al fin y al cabo extranjero, sino para los 300.000 españoles que dejaron el país desde 2008, el año que marcó el comienzo de la mayor crisis en décadas. Por primera vez en diez años, y luego de ser un polo de atracción para millones de inmigrantes, el año pasado el saldo migratorio de España fue negativo. Una tasa de desempleo de cerca del 23%, que se eleva a casi el 50% entre los jóvenes, basta como explicación del exilio masivo.
"España era uno de los pocos lugares donde en 2006 aún se encontraba trabajo. Cuando llegué me encontré con una combinación perfecta: sociedad latina, calles iguales a Buenos Aires, vida social al aire libre, playa, montañas, cultura, seguridad", relata Tomás. Pero la situación cambió por completo y se volvió irreconocible.
"La crisis va mermando el país y los políticos hacen más teatro que política o gestión. Constantemente anuncian recortes, reformas, pérdidas de derechos del trabajador. Y a futuro la situación no parece que vaya a mejorar, por lo que ya es hora de seguir moviéndonos", dice.
Y se moverán los dos hacia el Norte. Aunque Noruega y Dinamarca parecen tentarlos por la eficacia de su sistema social, el destino puede conducirlos a Alemania, donde la locomotora europea sigue sacando gente del desempleo, que ahora está en 6,6% después de situarse en 12,5% hace siete años. Allí, los profesionales calificados del extranjero son más que bienvenidos.
Con tres hermanas ya bien afincadas, Tomás tiene de dónde elegir a la hora de buscar colaboración en su eventual aterrizaje en suelo alemán. Allí lo espera Cristina (34), que viajó a Alemania hace más de diez años, cuando el mejor trabajo que había podido obtener en Buenos Aires era vendiendo alfajores. En Stuttgart, su nuevo hogar, estudió administración, conoció a su actual pareja, Stefan, y se integró al mercado en una oficina pública de servicios sociales.
"En mi caso me vine a Alemania sin escalas. Mi sueldo en Buenos Aires era muy bajo, y encima un día, cuando acababa de cobrar, me robaron en plaza Italia dos chicos a mano armada. Era el colmo", recuerda Cristina.
Y si no es Cristina, a Tomás sin duda lo ayudará Silvia (37). Ella pasó diez años en España y debió mudarse a Alemania a fines del año pasado, cuando el espectro del desempleo cubrió la península. Especializada en la auditoría de empresas, su trabajo le exigía viajes constantes. Cuando quiso cambiar de empleo para pasar más tiempo junto a Sofía, su hija de 12 años, y afianzarse en un puesto sedentario, las puertas laborales estaban cerradas a cal y canto.
Su currículum vagó sin suerte por los decaídos despachos madrileños. Pero bastó desviar la atención hacia Alemania para que la llamaran tres empresas. Fue cuestión de días. Se encendieron las luces laborales y se pudo dar el lujo de elegir la firma que más le convenía, una empresa con sede en Heidelberg que apreció su perfil profesional y le ofreció un muy buen contrato.
"España, cada día peor"
Y, por qué no, a Tomás puede asistirlo Ivonne (29), que emigró de España a Alemania sobre el final del año pasado. Lo hizo para terminar la carrera de biología, con especialización en conducta animal, en la Universidad de Münster. Allí se matriculó sin costo y su idea al graduarse es continuar como profesional en ese país.
Ha recorrido un largo camino desde que decidió salir de la Argentina, hace siete años, sabiendo que las chances en Europa serían mejores. Recién casada, se fue a probar suerte a Barcelona con su marido, de quien luego se distanció, en lo que fue uno de los mayores reveses personales de su larga estadía catalana.
"Pasé ocho años en Barcelona. En ese lapso me divorcié y los costos se me hicieron muy altos. Pero no puedo quejarme de que las cosas me hayan ido mal. Tengo buenos amigos y buenos recuerdos, pero el futuro profesional era cero", dice la menor de la familia. "España cada día está peor, y mi especialidad no está representada", añade.
"La diferencia entre Alemania y España es grande", agrega Ivonne. "Alemania es un país organizado y seguro. El Estado apoya a sus ciudadanos, tanto a desempleados como a estudiantes y demás colectivos. En España hay ayudas puntuales, que no sirven para sobrevivir, y la burocracia es un fastidio."
Aunque ninguno de los Kienast asentados o con la mira en Alemania vislumbra volver sobre sus pasos, Ivonne resume la sensación que flota entre ellos, que mientras saltan de crisis en crisis, y mientras se esmeran en avanzar, de alguna manera, siguen amando sus lejanas raíces: "Los alemanes de mi círculo, estudiantes de diversas edades, son abiertos y no tienen problemas en ayudar cuando lo necesitás. Son curiosos y les gusta aprender sobre otras culturas, como la nuestra. Cuando digo que soy argentina, muchos ponen ojos soñadores y dicen: «Ah, yo estuve allá, es hermoso». Y a mí se me salta una lágrima".
Claves
- Escape. Los hermanos Kienast se fueron de la Argentina por el colapso de 2001 con destino a España.
- Volver a emigrar. Tras unos años en Madrid y en Barcelona, decidieron dejar España por la crisis que vive el país.
- Destino. Su nuevo lugar en el mundo es Alemania, que necesita profesionales calificados del extranjero.
De la Argentina a Europa
Cuatro de los cinco hermanos Kienast comenzaron su éxodo en 2002. En la
Argentina, sólo se quedó Patricio, con su mujer, su hijo y su madre.
CRISTINA KIENAST
Profesión: administración
Edad: 34 años
Cristina fue la única de los hermanos Kienast que decidió emigrar "sin escalas" desde la Argentina hacia Alemania, hace ya más de 10 años. Allí se estableció en Stuttgart, donde se casó y estudió administración, lo que le permitió conseguir empleo en una oficina pública de servicios sociales.
IVONNE KIENAST
Profesión: estudiante
Edad: 29 años
Esperando que las chances de estudio y empleo fueran mejores en España que en la Argentina, esta estudiante de biología se afincó en Barcelona hace siete años. Pero a fines de 2011 decidió unirse a su hermana Cristina en
Alemania. "España cada día está peor; el desempleo sube sin parar y mi especialidad no está representada", explica.
TOMAS KIENAST
Profesión: administración
Edad: 32 años
En 2006, Tomás viajó por un par de meses a Barcelona para visitar a su hermana Silvia. Una vez allí, decidió quedarse y recibió dos ofertas de trabajo en una semana. Hoy, casado con la andaluza Eva González Romero (en la foto), vive aún en la capital catalana y trabaja como supervisor en gestión informática. Aunque dice que no le va mal, planea abandonar España y establecerse, probablemente, en Alemania. "La crisis va mermando a España y los políticos hacen más teatro que gestión", dice.
lanacion.com
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