Por Leonardo Moledo
–Usted es especialista en Platón.
–Sí. El tema personal que me ha acompañado es el tema del amor platónico, que derivó en un estudio sobre la psicología platónica y, últimamente, en el tema del cuerpo. Después tengo un grupo más grande en el que nos preguntamos, fundamentalmente, en qué consiste el diálogo socrático y cómo funciona.
–¿Y en qué consiste y cómo funciona?
–Bueno, en eso estamos. A primera vista pareciera ser que lo que intenta Sócrates, como cualquier sofista, es contradecir a su interlocutor. Pero la contradicción a la que lo quiere conducir no es sobre cualquier tema, ni es simplemente para tomarle el pelo (aunque hay un poco de eso también), sino para desestabilizarlo en alguna cuestión fundamental de su existencia. Esa refutación le hace dar cuenta al interlocutor de que en realidad no sabe de aquello de lo que está convencido saber. Es un interrogatorio que está dirigido a cuestionar los principios que guían la vida del individuo y, al mismo tiempo, hacer emerger la posibilidad de que haya otros principios. Hay una definición muy famosa en el Gorgias, por ejemplo, que dice que “es mejor padecer injusticia que cometerla” (cosa que hace que Calicles se ría de Sócrates). Pero finalmente Calicles tiene que reconocer que se puede admitir ese nuevo principio, y eso modifica radicalmente la vida de la persona y su inserción en la vida comunitaria.
–¿Qué sentido se le puede encontrar hoy al estudio del método socrático? Yo creo que Platón es increíblemente actual, y que muchas de las cosas que él dice son absolutamente válidas hoy.
–Yo podría hablar de mi propia experiencia. En el marco del seminario grupal en el que trabajamos estos temas, usamos, de alguna manera, el método socrático. O sea, de alguna manera estudiamos el método socrático, empleándolo. Discutimos de manera conjunta los trabajos y la bibliografía, yo aliento el intercambio interpersonal y resultan muy buenas producciones conjuntas. Por otra parte, me parece que como forma de abordar un problema, después de haber estado tantos años leyendo a Platón, es muy válida, porque nos permite no llegar a una respuesta, sino ir viendo diferentes puntos de vista.
–¿En qué medida Platón está entre nosotros? Yo soy matemático, y los matemáticos somos todos un poquito platónicos, aunque no lo queramos y no lo confesemos.
–El tema que yo he trabajado (la constitución psíquica del ser humano, la separación entre cuerpo y alma) parece que no estuviera presente. Pero cuando cualquier persona se pone a hablar, las tiene implícitamente presentes. Son categorías que se crearon con Platón, como muchísimas otras, y que siguen operando, aunque de una manera absolutamente intuitiva. Una de las imágenes, que es muy clara y que perduró a lo largo de toda la cultura, es el tema del alma con alas: el poder volar del alma como símbolo de la trascendencia del ser humano. Y después el tema del amor. Es un tema que se discutió mucho durante el siglo XX, porque entraría en pugna con el concepto de amor cristiano. Hay toda una cuestión de cómo conciliar la concepción platónica del deseo con el concepto del amor cristiano, que pareciera que se dan de patadas.
–A ver...
–El eros, para Platón, se define por la carencia, por la falta y por el deseo de suplir esa carencia constitutiva. La carencia más importante, para Platón, es la sabiduría. Este amor, en algunos ámbitos cristianos (fundamentalmente los protestantes), se veía mal, porque es un amor generoso, que se derrama sobre el ser humano desde Dios y que, a su vez, los seres humanos lo derraman sobre sus semejantes. Parecía que había una oposición entre el amor egoísta griego y el cristiano. Se trataron de hacer conciliaciones, pero yo creo que lo más importante del amor platónico (y que no está tan lejos de la generosidad del amor cristiano) es que esa carencia nos lleva a producir, a crear y a querer dejar nuestro trabajo para los otros (ya sea en forma de obras, de enseñanzas o de lo que sea). Como ve, la concepción común de lo que es el amor platónico no se adecua a lo que verdaderamente es el amor para Platón. La concepción común tiene una parte de verdad, pero en realidad es muchísimo más amplio. Yo siento siempre que es como si Platón estuviera dando vueltas por aquí, y cuando se rasga la superficie aparecen las categorías platónicas.
–Además de todo, Platón hace chistes...
–Sí, y eso es extraordinario para la transmisión del pensamiento filosófico. La manera de transmitir la filosofía es original no sólo por el diálogo, sino porque los personajes son seres humanos existentes, situados en un tiempo y un lugar... En El banquete, por ejemplo, en el momento más sublime y serio, cuando se está describiendo lo bello en sí, llega Alcibíades borracho: un incidente desestabilizador rompe la atmósfera deliberadamente. Esto tiene que ver con el modo en que Platón concibe la filosofía. Hay ahí toda una enseñanza sobre el modo en que tienen que transmitirse las cosas.
–¿Y el tema del cuerpo y el alma?
–Ahí hay algo interesante, porque se piensa que Platón es el primer dualista, el primero que propone que el cuerpo es algo separado del alma...
–Pero ahí Platón tiene una incidencia pitagórica grande, ¿no?
–Bueno, pero además no es ésa la concepción platónica. Contrariamente a lo que va a hacer Descartes, Platón no concibe al cuerpo y al alma como separados. El alma es el principio vivificante del cuerpo. La separación tiene más bien que ver con lograr que los fenómenos mentales se vayan organizando para poder realizar la tarea filosófica. Pero no hay un desprecio del cuerpo tan acentuado. Frente a esto que se ha destacado de Platón del desprecio de lo corporal, es necesario aclarar que en diálogos como el Fedro, por ejemplo, el cuerpo, si bien no es valorado en términos absolutos, cumple un papel muy importante. El deseo erótico se despierta justamente a través del deseo sexual y del enamoramiento que se siente físicamente. El cuerpo no es despreciable: es algo valioso, aunque no es un fin en sí mismo. Tiene que adquirir otro significado. Lo interesante es que la concepción del aparato psíquico que tiene Platón, si bien muy distinta a la de Freud, representa un primer intento importantísimo por entender al ser humano como constituido por el deseo, la agresividad, las pulsiones. La famosa tripartición del alma de la República es, en definitiva, una propuesta de justicia humana basada en el logro de un equilibrio armónico de las tres partes, de tal manera que la racionalidad pueda gobernar las corrientes impulsivas y apetitivas.
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