miércoles, 27 de abril de 2011

M'hijo el dotor



Aunque los cambios tecnológicos y las transformaciones culturales de las últimas décadas alcanzaron velocidad de vértigo, hay sueños que todavía se mantienen incólumes. Uno de ellos es el de tener un hijo "doctor" (como a principios del siglo XX, cuando el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez escribía sobre las tormentas generacionales que originaba el acceso de uno de los hijos de una familia rural a un título académico).
Sin embargo, según un informe que se publica en la última edición de la revista británica Nature , al parecer la elite de los "doctores" (por lo menos, los de las carreras científicas) ya no es lo que era. En muchos países, su número está creciendo a tal velocidad que la oferta supera a la demanda. En los 34 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, este aumento habría alcanzado el 40% entre 1998 y 2008; a tal punto que muchos de ellos ya no consiguen trabajo o lo hacen en puestos para los que no hubieran requerido hasta siete años de formación.
El informe destaca que en los Estados Unidos la oferta está superando tanto la demanda académica como la del sector industrial y el número de doctores que obtienen posiciones en universidades descendió drásticamente en años recientes. En Japón, que se planteó aumentar el número de posdoctorados a 10.000 -y tuvo éxito-, las universidades no les ofrecen puestos de trabajo y la industria prefiere a jóvenes licenciados que se forman "en la trinchera".
En países emergentes, como China y la India, donde la economía se está desarrollando tan rápidamente que absorbe a todos los doctores que se gradúan, hay problemas de calidad. En Singapur, el enrolamiento de doctores aumentó un 60% en los últimos cinco años... pero al parecer no todos se ganan la vida con la disciplina en la que se entrenaron.
En la Argentina, aunque según los últimos datos disponibles el número de doctorados es mucho menor que en estos ejemplos (entre 1999 y 2008 pasó de 218 a 746 anuales), ya hay quienes arquean las cejas y fruncen el ceño porque dudan de la capacidad del sistema científico para acogerlos a todos.
Los estudiosos de estos temas, sin embargo, aseguran que el país necesita más doctores. Pero no sólo para engrosar el Conicet o la industria, sino para incorporarse a las filas del Estado: hacer un doctorado permite dominar una disciplina, pero por sobre todo entrenarse en el método científico, un sistema de pensamiento racional para resolver problemas. ¿No es eso realmente lo que precisamos?
Nora Bär
lanacion.com

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