Los niños lloran. Es algo normal. Sin embargo, un 20% de los pequeños llora demasiado y combina la llantina con problemas para dormir y comer. Un estudio acaba de señalar que los niños con este tipo de problemas de adaptación en el primer año de vida puede tener alteraciones de comportamiento a lo largo de su infancia, con manifestaciones como ansiedad o hiperactividad.
Publicado en las páginas de la revista 'Archives of Disease in Childhood', el estudio ha repasado hasta 22 trabajos previos (publicados entre los años 1987 y 2006) con casi 17.000 niños, 1.935 de ellos con este tipo de 'problemas regulatorios' de sueño, llanto y alimentación.
Los autores, de procedentes de las universidades de Basilea (Suiza), Warkick (Reino Unido) y Bochum (Alemania), insisten en que sus conclusiones se refieren a este grupo de menores, en los que el lloro supera los niveles considerados normales, y que a menudo lleva a los progenitores a buscar ayuda profesional.
Según sus conclusiones, los pequeños con más trastornos de adaptación en su primer año de vida (manifestado por el llanto o por problemas a la hora de comer o dormir) tenían más posbilidades de desarrollar trastornos de comportamiento en su primera infancia. Concretamente, las alteraciones más frecuentes fueron las conductas agresivas y las rabietas o bien trastornos de tipo hiperactivo.
Además, advierten los especialistas, cuantas más rabietas aculumaban los bebés (comer, dormir, llorar), más posibilidades había de que apareciese alguno de estos trastornos a partir del primer año, como si existiese una especie de efecto acumulativo. Además, señalan, en muchos casos, estos niños proceden de familias en las que existen otro tipo de problemas psicosociales o de relación, por lo que muchas veces, sugieren, la intervención con el bebé debe comenzar con sus padres.
Por este motivo, sugieren los investigadores (encabezados por Silvia Schneider, de la universidad alemana), este tipo de familias son buenas candidatas a participar en programas de intervenci´n temprana dirigidos a prevenir las consecuencias a largo plazo de ese llanto incontrolable en los primeros meses de vida.
elmundo.es
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