Los pediatras sabemos que los niños con dolor o atemorizados se sienten aliviados en presencia de su madre, padre o seres queridos. Aunque la experiencia dice que esto es verdad, sin embargo, se desconocen hasta ahora las causas de este efecto gratificante, aliviador y analgésico de la compañía materna o paterna.
Los médicos y enfermeras que atienden a niños saben, porque lo han observado múltiples veces, que los niños lloran, bien porque se les provoca dolor físico directo (múltiples vacunas, las curas, los puntos, la apertura forzada de la boca para visualizar la garganta...) o bien porque sufren temor, estrés, a veces pavor, cuando estos profesionales simplemente les acuestan en la camilla para proceder a la exploración física, para auscultarle, palparle el abdomen, pesarle o tallarle. Este llanto por temor a la separación materna o paterna es especialmente intenso en el segundo y tercer año de la vida, después se atenúa sin desaparecer.
La realidad que observan a diario todas las personas que atienden a niños -sanos o enfermos- es que estos llaman, con la mirada, las palabras o los brazos a sus seres queridos para obtener alivio. Sin embargo, no siempre estos padres están disponibles físicamente en esos momentos o no siempre se les permite acompañar a sus pequeños seres queridos. En estos casos, su fotografía también puede aliviarles, según se desprende de un estudio realizado en la Universidad de California (EEUU) con adultos jóvenes ('Psychological Science').
Estos autores comprobaron que la cantidad de dolor que percibían 25 mujeres a las que se les sometía a una estimulación dolorosa disminuía cuando su novio, sentado detrás de una cortina, les cogía de la mano y también cuando quien le cogía la mano era un extraño pero contemplaba una fotografía de su novio. El dolor no disminuía al contemplar la fotografía de una cara conocida pero no querida.
Otro estudio realizado con estudiantes, que estaban viviendo una relación sentimental amorosa romántica, también ha demostrado que observar la fotografía de esa persona a la que aman mientras reciben un estímulo doloroso disminuye la percepción de éste y a la vez que se activan los centros cerebrales de recompensa, se desactivan las áreas cerebrales que procesan el dolor (Jarred Younger y cols. 'Plos On' 2010; 5:e13309).
Estos dos estudios demuestran científicamente lo mismo que miles de profesionales sanitarios sensibles perciben a diario: que en las situaciones de dolor o temor, los niños deben estar acompañados de sus seres queridos, seguramente los adultos también.
Los estudios demuestran que tanto la presencia física de los seres queridos como la contemplación de su fotografía, alivian, tienen un efecto analgésico visible, objetivable incluso con la menor actividad de parte del cerebro que percibe el dolor. Algunos profesionales sanitarios menos sensibles, aquellos médicos y enfermeras que ponen trabas y dificultades a que los niños permanezcan con sus padres en estas situaciones de dolor, ansiedad y estrés, deberían leer este blog y esas publicaciones científicas.
Todos los que atendemos a niños -sanos o enfermos- sabemos que sienten por sus padres un sentimiento más intenso y potente que el amor romántico de los estudiantes hacia sus parejas y, en consecuencia, el efecto beneficioso de esta compañía debe ser probablemente aún mayor.
Como su hijo le quiere con pasión, no puede tolerar su ausencia, especialmente en las situaciones de miedo, dolor o ansiedad. Por ello, en estas situaciones, permanezca con su hijo y cuando ello no sea posible, déjele su fotografía. Esto es sencillo, barato, inocuo y, lo más importante, eficaz.
elmundo.es
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