Al principio, bailaban juntos todas las canciones románticas de los ‘80 y todo lo que hacías, lo hacías por el otro, por ese amor que creíste iba a durar toda la vida. Pero, poco a poco, se fueron acabando las salidas de los sábados, las cenas íntimas a la luz de las velas, las escapadas solos y los besos en público. ¿Qué pasa cuando el estrés se mete en la cama? ¿Cuándo el sexo se acabó? En la Edad Media, el beso tenía el mismo significado que arrodillarse y pedir casamiento o pedirle al padre de la amada el permiso para el compromiso. El enamoramiento dependía del hombre y la pasión no podía ser rechazada. Desde entonces, se llegó a establecer el mito del amor eterno cómo símbolo del matrimonio. ¿Qué hacer entonces cuando la necesidad de sostener una relación estable se enfrenta a la pasión, a la búsqueda de ese sentimiento que era tan común al principio? Para Shakespeare, la locura es parte del enamoramiento, pero sólo si consideramos al amor desde lo negativo, como algo que causa dolor y sufrimiento. Pero si lo definimos por la presencia de otro, aparece el Eros que “aspira a apropiarse del objeto de su deseo, es el amor que toma y quiere conservar”, explica la filósofa Roxana Kreimer, autora del libro “Falacias sobre el amor”.
El “Sí, quiero” marca un antes y un después, los hijos y la vida laboral arman una rutina de la que es muy difícil escapar, el cansancio va matando poco a poco la pasión y aparece el estrés. Si no hay tiempo para uno mismo: ¿de dónde va a salir el tiempo para estar con el otro? “Son enemigos de la pareja: el acostumbramiento, es decir, la falta de valoración del otro; la ausencia de voluntad para compartir buenos momento y la comunicación ineficaz o destructiva, que es aquella en la que se trata al otro con desdén sin reconocer que, aunque sea en parte, puede tener razón”, detalla Kreimer.
El matrimonio otorga una contención jurídica importante. No es lo mismo pedir un préstamo, salir a comer, irse de vacaciones o vivir con el sueldo de dos que con el de uno. Convertirse en esclavo de lo material también afecta a la pareja y parece matar al erotismo.
Las soluciones están al alcance de la mano. Y sin llegar a la terapia de pareja, lo sexólogos aportan tips para volver a conectar el uno con el otro (ver Recursos...
). Unas vacaciones solos, una cena sin los chicos en un lindo restaurant o un atuendo nuevo que levante la autoestima pueden ayudar.
“A partir de sus investigaciones en el Instituto Nacional de Salud Mental, el estadounidense John Gottman afirma que las parejas funcionan cuando los pensamientos negativos sobre el otro (que existen en todas las parejas) no ahogan los positivos, cuando se ofrece una recompensa por cada palabra o hecho amable, cuando la relación está basada en la fórmula de la amistad: conocen íntimamente los gustos y sueños del otro y muestran consideración mutua, expresando su amor no sólo en grandes gestos sino en pequeños detalles”, aporta Kreimer.
Hay quienes, después de distintas experiencias de convivencia, eligen mantener relaciones a distancia. “Se cree que el conocimiento del otro garantiza la relación. Así, matrimonios que tienen 20 años mueren por lo cotidiano. El tedio los mata. Uno cree saber siempre que le pasa al otro y piensa que eso es una garantía. Pero las garantías no existen en las relaciones”, asegura la psicóloga María Molinari.
“Por eso, frente a ese conocimiento del otro, es necesario romper la norma, crear algo nuevo en esa relación para volver a generar interés en el otro, provocarlo y tratar de ver al otro como un desconocido”, propone.
Cómo decía D.H. Lawrence en su poema “Wild things in captivity”: “El sexo es un estado de gracia / En una jaula no puede serlo / Así que rompe las rejas, comienza de nuevo y trata”. ¿Se trata de eso, no?
RECURSO A MANO
Disfrazarse. Se pueden conseguir distintos atuendos eróticos, como el de mucama o mujer diablito. Para él, también hay disfraces, como el de mayordomo y de vampiro.
Role playing. Es un ejercicio muy conocido en la actuación, pero que muchos usan en la cama. Se trata de desempeñar distintos roles, jugar a ser otro y actuar, como una médica sin fronteras o un bombero que está a punto de apagar un incendio. Basta con hacer volar la imaginación.
Apetito sexual. A través del juego, se puede experimentar con pimienta, dulce de leche, crema y distintos alimentos puestos en lugares claves del cuerpo del otro que permitan movimientos suaves con la lengua.
Tomarse un tiempo. Planear un viaje corto de relax o pasar una noche en un hotel con jacuzzi, jugar con el agua y la espuma. Sorprender al otro y experimentar el sexo en distintos lugares fuera y dentro de la casa: por ejemplo, en la mesa de la cocina, en la escalera o sobre la alfombra.
Hard tips. Si bien esto es más extremo, algunos lo consideran una opción. Hay juegos sadomasoquistas y hasta intercambiar pareja o formar tríos. Pero la pareja también puede terminar por romperse.
Juegos eróticos. Se pueden conseguir distintos juguetes o experimentar con diferentes tipos de preservativos, así como hacer actividades por separado que levanten la autoestima: aprender baile del caño, striptease o ir al gimnasio para sentirse bien con uno mismo.
clarin.com
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