Por Juan Yesnik
RevistaOhlala.com
Detrás de cada uno de nuestros deseos, fantasías y morbos están ellas: las hormonas sexuales, quienes encienden y apagan la luz del deseo, invitan al juego sexual y nos permiten, llegado el caso, acceder a la reproducción.
Alguna vez habrás oído hablar de testosterona, estrógenos y progesterona y te habrás preguntado. ¿qué son?, ¿qué poder tienen en nuestra vida sexual? La respuesta es concreta: TODO (o casi todo; más allá de la biología del amor, siempre debemos darle su merecido reconocimiento a las capacidades y a la personalidad sexual que logremos desarrollar, más allá de nuestras posibilidades físiológicas).
Para quienes intentamos saber cómo funciona nuestro "costado sexual", deberíamos empezar por entender que las hormonas sexuales son sustancias químicas segregadas por los testículos y ovarios (las glándulas sexuales de hombres y mujeres, respectivamente) que son liberadas al torrente sanguíneo para ser transportadas a los órganos implicados en nuestra vida sexual (los que ustedes imaginan y el cerebro también). La producción de hormonas sexuales está regulada desde el hipotálamo y la hipófisis, los dos órganos del sistema nervioso que estimulan o frenan, aumentan o disminuyen, la liberación hormonal.
Cuando hablamos de "las trillizas del sexo" es evidente que nos referimos a ellas: testosterona, progesterona y estrógenos, siempre presentes tanto en hombres como en mujeres, pero en proporciones distintas.
La testosterona es la hormona sexual de mayores proporciones en el cuerpo del hombre. Las mujeres segregan una mayor cantidad de estrógenos y progesterona. Los niveles de hormonas sexuales varían de una persona a otra, así como también depende el momento del ciclo vital (pubertad, adolescencia, adultez) en el que se encuentre el ser humano en cuestión.
La testosterona, además de permitirle al hombre, entre otras cuestiones, el desarrollo óseo y muscular y el crecimiento del vello facial y corporal, es la que dosifica la erección y el deseo. Si el nivel de testosterona es bajo, será mucho menor la libido y el apetito sexual.
El hombre tiene una secreción de testosterona unas 12-16 veces mayor que la mujer. Los niveles de testosterona se pueden medir y regular. Si bien pueden inyectarse dosis de hormonas masculinas, como suelen hacer los fisicoculturistas para aumentar la masa muscular, estos ciclos deben ser controlados por expertos porque pueden alterar los niveles de secreción natural, al punto de generar, entre otros trastornos, la atrofia testicular.
La liberación de testosterona es estable en la vida del hombre, lo que lo hace más previsible en su vida sexual. Puede que durante el otoño-invierno disminuyan los valores, pero todo vuelve a florecer al llegar la primavera.
Las mujeres, en cambio, están gobernadas por la liberación cíclica de estrógeneos y progesterona. Por esto es que, a lo largo de los 28 días del ciclo, uno puede cruzarse -con todo respeto- con una diosa del sexo, una lady o una bruja. En la primera semana del ciclo menstrual el deseo comienza a crecer en forma paulatina. En la segunda, se alcanza el pico máximo de excitación y con el correr de los días todo vuelve a declinar, llegando a los días previos del nuevo ciclo menstrual, cuando disminuyen los estrógenos y sube la progesterona y la angustia y el malhumor las tiñe de gris.
Los estrógenos y la progesterona son, en definitiva, las hormonas sexuales de la mujer que participan en la maduración y desarrollo de cuestiones sexuales femeninas tan esenciales como la regulación del ciclo menstrual y el proceso de ovulación, así como participan activamente en el desarrollo gestacional. Los estrógenos, además, protegen de la osteoporosis, mantienen la elasticidad y lubricación vaginal, así como participan en mantener la piel tersa y joven. En este contexto, es fácil entender qué ocurre en el cuerpo de la mujer cuando, durante la menopausia, el cuerpo padece la disminución en la producción de estrógenos.
El control de las hormonas sexuales nos permite citarnos en la edad biológica de nuestros órganos sexuales. Si bien se recomienda medir los niveles hormonales, incluso, mucho antes de los 50 años, cuando es tiempo de la declinación de estos esteroides sexuales (andropausia y menopausia), no debemos olvidar que la salud y el bienestar sexual no depende exclusivamente de los valores absolutos de estas trillizas reguladoras del sexo.
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Detrás de cada uno de nuestros deseos, fantasías y morbos están ellas: las hormonas sexuales, quienes encienden y apagan la luz del deseo, invitan al juego sexual y nos permiten, llegado el caso, acceder a la reproducción.
Alguna vez habrás oído hablar de testosterona, estrógenos y progesterona y te habrás preguntado. ¿qué son?, ¿qué poder tienen en nuestra vida sexual? La respuesta es concreta: TODO (o casi todo; más allá de la biología del amor, siempre debemos darle su merecido reconocimiento a las capacidades y a la personalidad sexual que logremos desarrollar, más allá de nuestras posibilidades físiológicas).
Para quienes intentamos saber cómo funciona nuestro "costado sexual", deberíamos empezar por entender que las hormonas sexuales son sustancias químicas segregadas por los testículos y ovarios (las glándulas sexuales de hombres y mujeres, respectivamente) que son liberadas al torrente sanguíneo para ser transportadas a los órganos implicados en nuestra vida sexual (los que ustedes imaginan y el cerebro también). La producción de hormonas sexuales está regulada desde el hipotálamo y la hipófisis, los dos órganos del sistema nervioso que estimulan o frenan, aumentan o disminuyen, la liberación hormonal.
Cuando hablamos de "las trillizas del sexo" es evidente que nos referimos a ellas: testosterona, progesterona y estrógenos, siempre presentes tanto en hombres como en mujeres, pero en proporciones distintas.
La testosterona es la hormona sexual de mayores proporciones en el cuerpo del hombre. Las mujeres segregan una mayor cantidad de estrógenos y progesterona. Los niveles de hormonas sexuales varían de una persona a otra, así como también depende el momento del ciclo vital (pubertad, adolescencia, adultez) en el que se encuentre el ser humano en cuestión.
La testosterona, además de permitirle al hombre, entre otras cuestiones, el desarrollo óseo y muscular y el crecimiento del vello facial y corporal, es la que dosifica la erección y el deseo. Si el nivel de testosterona es bajo, será mucho menor la libido y el apetito sexual.
El hombre tiene una secreción de testosterona unas 12-16 veces mayor que la mujer. Los niveles de testosterona se pueden medir y regular. Si bien pueden inyectarse dosis de hormonas masculinas, como suelen hacer los fisicoculturistas para aumentar la masa muscular, estos ciclos deben ser controlados por expertos porque pueden alterar los niveles de secreción natural, al punto de generar, entre otros trastornos, la atrofia testicular.
La liberación de testosterona es estable en la vida del hombre, lo que lo hace más previsible en su vida sexual. Puede que durante el otoño-invierno disminuyan los valores, pero todo vuelve a florecer al llegar la primavera.
Las mujeres, en cambio, están gobernadas por la liberación cíclica de estrógeneos y progesterona. Por esto es que, a lo largo de los 28 días del ciclo, uno puede cruzarse -con todo respeto- con una diosa del sexo, una lady o una bruja. En la primera semana del ciclo menstrual el deseo comienza a crecer en forma paulatina. En la segunda, se alcanza el pico máximo de excitación y con el correr de los días todo vuelve a declinar, llegando a los días previos del nuevo ciclo menstrual, cuando disminuyen los estrógenos y sube la progesterona y la angustia y el malhumor las tiñe de gris.
Los estrógenos y la progesterona son, en definitiva, las hormonas sexuales de la mujer que participan en la maduración y desarrollo de cuestiones sexuales femeninas tan esenciales como la regulación del ciclo menstrual y el proceso de ovulación, así como participan activamente en el desarrollo gestacional. Los estrógenos, además, protegen de la osteoporosis, mantienen la elasticidad y lubricación vaginal, así como participan en mantener la piel tersa y joven. En este contexto, es fácil entender qué ocurre en el cuerpo de la mujer cuando, durante la menopausia, el cuerpo padece la disminución en la producción de estrógenos.
El control de las hormonas sexuales nos permite citarnos en la edad biológica de nuestros órganos sexuales. Si bien se recomienda medir los niveles hormonales, incluso, mucho antes de los 50 años, cuando es tiempo de la declinación de estos esteroides sexuales (andropausia y menopausia), no debemos olvidar que la salud y el bienestar sexual no depende exclusivamente de los valores absolutos de estas trillizas reguladoras del sexo.
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