Por Juan Yesnik
RevistaOHLALA.com
Así como el fetichismo es una forma de creencia religiosa, adoración o veneración de ciertos objetos de los que se creen que tienen poderes mágicos o sobrenaturales, en materia sexual, hay quienes son devotos de ciertos elementos o partes del cuerpo que los lleva a la excitación y el orgasmo.
Por dar un ejemplo, así como los indios veneraban el sol, hay quienes rinden culto y caen a los pies de un taco aguja, a una media de nylon, un guante, hasta, incluso, un cierre o un botón.
No importa el objeto, sino lo que él representa para quien busca placer. No importa quién llevaba puesta la media, la pollera o el taco, lo que importa es el fetiche, ese objeto que pasa a ser el centro de todas las cosas.
Durante la conducta sexual "a solas", el fetiche se lleva puesto, se huele o se frota contra los genitales. El objeto estimula, excita y acompaña la masturbación. Estando con otro en la cama, el fetichista suele pedirle (o exigirle) a su acompañante que se ponga o incluya el objeto en cuestión. El fetichista no concibe el placer sin su talismán.
¿Cómo puede un objeto reemplazar la pasión que puede despertar otra persona? Es tan simple y tan complejo como eso: el placer está desplazado del sujeto al objeto. En este contexto, el psicoanálisis lo interpreta como una manifestación perversa. Freud consideró que ante la percepción de la "falta" en el Otro, el sujeto reniega de ella constituyendo un objeto sustitutivo (el fetiche).
Están los psicoanalistas que suponen el fetichismo como "un estado fronterizo del sujeto, la última barrera antes de la psicosis, en la que existe una profunda fijación por el objeto para mantenerse dentro de los límites de la neurosis".
Otras corrientes de la psicología se inclinan por pensar que en algún momento de la infancia el sujeto asoció determinado objeto con cierto placer sexual. Estas asociaciones, comportamientos o aprendizajes, que forman parte del desarrollo psicosexual de la persona, suelen mantenerse en la vida adulta. Habrá que re-significar el objeto si es que se decide trabajar en una terapia para disminuir este impulso que suele ser compulsivo e incontrolable.
La práctica fetichista no es considerada de gravedad, siempre y cuando no resulte disfuncional a la vida del sujeto y su entorno.
Según el Manual de los Desórdenes Mentales (DSM-IV) , el fetichismo se define como "fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos ligados al uso de objetos no animados durante un período no inferior a los seis meses". El manual indica que estas fantasías e impulsos sexuales provocan un malestar clínicamente significativo o un deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad del individuo. El fetichismo se encuentra dentro de la categoría de parafilias, ubicada a su vez dentro de la categorización mayor de "Trastornos sexuales y de la identidad sexual" .
Algo de fetichistas tenemos todos. Están quienes prefieren las rubias por sobre las morochas. Las asiáticas por sobre las de otros continentes. Los mulatos más que el latino promedio. Los altos antes que los bajos. Pero los "modelos o estilos" no son "objetos o fetiches". No podemos confundir lo que nos da placer a la vista o nos excita con lo que nos obsesiona o se convierte en el centro de nuestra vida sexual. Una cosa es el hombre que disfruta viendo una pollera corta o un par de portaligas; otra cosa es "tener sexo con una pollera o un par de medias".
Los objetos fetiches más recurrentes suelen ser las prendas de vestir femeninas. Si bien no depende de quien lo haya tenido puesto, en algunos casos despierta mucho más morbo saber que fueron usados recientemente por alguien.
En torno a las vestimentas, despiertan "ratones incontrolables" ciertos disfraces u objetos propios de una edad o profesión. Es así como un chupete, un delantal, un globo, un guante de goma, un estetoscopio, entre tantos otros, pueden hacer delirar a quienes fantasean con ser tratados como bebés, escolares, personajes de historieta, médicos o enfermeras. No son considerados fetiches los consoladores, vibradores u otro tipo de aparatos fabricados para la estimulación o el juego sexual.
Hay ciertas partes del cuerpo que ayudan a tipificar los tipos de fetichismo sexual existentes. Suelen llamarlo "parcialismo", porque el sujeto se obsesiona con ciertas "partes" y no con el cuerpo en su conjunto. El fetichismo de pies suele ser uno de los más frecuentes y estudiados. Pero hay quienes dan lo que sea por jugar con el cuello, el vello corporal o las axilas.
Si "algo" empieza a tener más valor que "alguien" es bueno saber por qué nos pasa y cuán disfuncional puede llegar a ser; siempre pensando en una vida sexual lo más sana posible.
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Así como el fetichismo es una forma de creencia religiosa, adoración o veneración de ciertos objetos de los que se creen que tienen poderes mágicos o sobrenaturales, en materia sexual, hay quienes son devotos de ciertos elementos o partes del cuerpo que los lleva a la excitación y el orgasmo.
Por dar un ejemplo, así como los indios veneraban el sol, hay quienes rinden culto y caen a los pies de un taco aguja, a una media de nylon, un guante, hasta, incluso, un cierre o un botón.
No importa el objeto, sino lo que él representa para quien busca placer. No importa quién llevaba puesta la media, la pollera o el taco, lo que importa es el fetiche, ese objeto que pasa a ser el centro de todas las cosas.
Durante la conducta sexual "a solas", el fetiche se lleva puesto, se huele o se frota contra los genitales. El objeto estimula, excita y acompaña la masturbación. Estando con otro en la cama, el fetichista suele pedirle (o exigirle) a su acompañante que se ponga o incluya el objeto en cuestión. El fetichista no concibe el placer sin su talismán.
¿Cómo puede un objeto reemplazar la pasión que puede despertar otra persona? Es tan simple y tan complejo como eso: el placer está desplazado del sujeto al objeto. En este contexto, el psicoanálisis lo interpreta como una manifestación perversa. Freud consideró que ante la percepción de la "falta" en el Otro, el sujeto reniega de ella constituyendo un objeto sustitutivo (el fetiche).
Están los psicoanalistas que suponen el fetichismo como "un estado fronterizo del sujeto, la última barrera antes de la psicosis, en la que existe una profunda fijación por el objeto para mantenerse dentro de los límites de la neurosis".
Otras corrientes de la psicología se inclinan por pensar que en algún momento de la infancia el sujeto asoció determinado objeto con cierto placer sexual. Estas asociaciones, comportamientos o aprendizajes, que forman parte del desarrollo psicosexual de la persona, suelen mantenerse en la vida adulta. Habrá que re-significar el objeto si es que se decide trabajar en una terapia para disminuir este impulso que suele ser compulsivo e incontrolable.
La práctica fetichista no es considerada de gravedad, siempre y cuando no resulte disfuncional a la vida del sujeto y su entorno.
Según el Manual de los Desórdenes Mentales (DSM-IV) , el fetichismo se define como "fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos ligados al uso de objetos no animados durante un período no inferior a los seis meses". El manual indica que estas fantasías e impulsos sexuales provocan un malestar clínicamente significativo o un deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad del individuo. El fetichismo se encuentra dentro de la categoría de parafilias, ubicada a su vez dentro de la categorización mayor de "Trastornos sexuales y de la identidad sexual" .
Algo de fetichistas tenemos todos. Están quienes prefieren las rubias por sobre las morochas. Las asiáticas por sobre las de otros continentes. Los mulatos más que el latino promedio. Los altos antes que los bajos. Pero los "modelos o estilos" no son "objetos o fetiches". No podemos confundir lo que nos da placer a la vista o nos excita con lo que nos obsesiona o se convierte en el centro de nuestra vida sexual. Una cosa es el hombre que disfruta viendo una pollera corta o un par de portaligas; otra cosa es "tener sexo con una pollera o un par de medias".
Los objetos fetiches más recurrentes suelen ser las prendas de vestir femeninas. Si bien no depende de quien lo haya tenido puesto, en algunos casos despierta mucho más morbo saber que fueron usados recientemente por alguien.
En torno a las vestimentas, despiertan "ratones incontrolables" ciertos disfraces u objetos propios de una edad o profesión. Es así como un chupete, un delantal, un globo, un guante de goma, un estetoscopio, entre tantos otros, pueden hacer delirar a quienes fantasean con ser tratados como bebés, escolares, personajes de historieta, médicos o enfermeras. No son considerados fetiches los consoladores, vibradores u otro tipo de aparatos fabricados para la estimulación o el juego sexual.
Hay ciertas partes del cuerpo que ayudan a tipificar los tipos de fetichismo sexual existentes. Suelen llamarlo "parcialismo", porque el sujeto se obsesiona con ciertas "partes" y no con el cuerpo en su conjunto. El fetichismo de pies suele ser uno de los más frecuentes y estudiados. Pero hay quienes dan lo que sea por jugar con el cuello, el vello corporal o las axilas.
Si "algo" empieza a tener más valor que "alguien" es bueno saber por qué nos pasa y cuán disfuncional puede llegar a ser; siempre pensando en una vida sexual lo más sana posible.
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