Por Pedro Lipcovich
Una investigación cuestiona a dos importantes revistas médicas –la del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y la de la Sociedad Argentina de Pediatría– por admitir publicidad de leches maternizadas: estos anuncios “procuran influir sobre los pediatras para que a su vez indiquen estos productos a las madres: muchas veces incluyen informaciones falsas y sin ningún fundamento científico, como la de que estas leches pueden combatir la diarrea o incluso ‘mejorar el desarrollo cerebral’”, advierte el informe. Según la investigación, “desde que, en 1981, la OMS estableció un Código de Comercialización que prohíbe toda publicidad directa de estos productos, las empresas apelan a distintas estrategias de marketing, incluyendo estas formas de propaganda. En los últimos años, las supuestas indicaciones de estos productos artificiales se han multiplicado”, y las publicidades engañosas apostarían a que “la formación de los pediatras suele ser deficiente en estos temas”. Representantes de las revistas cuestionadas replican que “los médicos están obligados a tener adecuada información científica” y señalan que “los ingresos por publicidad son necesarios para financiar la publicación”.
La investigación de Fernando Vallone se llama “La publicidad de sucedáneos de la leche materna en dos revistas pediátricas de Argentina”; constituyó su tesis de maestría en la Universidad Nacional de Lanús y se publicó como libro con el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). El trabajo relevó las colecciones de Archivos de Pediatría –revista de la Sociedad Argentina de Pediatría– y de la Revista del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez; a lo largo de veinte años, se registraron 580 anuncios publicitarios de sucedáneos de la leche materna. El espacio dedicado por las revistas a estas publicidades llega al 10,6 por ciento del espacio total destinado a publicidad.
“Estos anuncios están destinados a influir sobre los pediatras para que a su vez indiquen estos productos a las madres: en muchos casos, el contenido del aviso trasmite informaciones que son falsas y proponen indicaciones que no corresponden –sostuvo Vallone–: por ejemplo, recomiendan una leche para prevenir la ‘regurgitación fisiológica’, lo cual es en sí mismo absurdo porque, si es fisiológica, quiere decir que es normal y no hay por qué tratarla. Cualquiera que haya tenido contacto con un bebé sabe que, en los primeros meses de vida, vomitan con facilidad: es la regurgitación fisiológica, propia de la inmadurez de su sistema digestivo, que siempre se había aceptado como normal hasta que, en la década de 1990, empezaron a aparecer leches para su ‘tratamiento’.”
Otros avisos en estas revistas médicas promueven las virtudes de estas leches para combatir la intolerancia a la lactosa: “¡Pero la intolerancia a la lactosa se produce precisamente en bebés que no reciben leche materna! La leche humana no produce intolerancia a la lactosa”, señaló Vallone. También se promocionan estos sucedáneos para combatir la gastroenteritis aguda, “cuando, al revés, los criterios médicos indican que la madre no deje de amamantar si su bebé está con diarrea”, refuta Vallone. Otra indicación se refiere a bebés con bajo peso al nacer o prematuros: “También en estos casos la verdadera indicación es la leche materna: de hecho, el organismo de la madre, cuando su bebé ha nacido prematuro, elabora una leche especial para esa condición”.
“Hasta 1981 –explicó Vallone–, había una sola variedad de leche para bebés. Desde ese año, cuando se sancionó el Código de Comercialización (ver recuadro), empiezan a aparecer nuevas variedades, para ampliar las posibilidades de marketing creando necesidades que antes no existían: pronto aparecen siete nuevas variedades, con dieciséis indicaciones que antes no existían y que la OMS no reconoce: para mejorar la agudeza visual, o aun el desarrollo cerebral, cuando jamás hubo un trabajo científico que pudiera mostrar estas cosas; para tratar el bajo peso en el nacimiento o mejorar la inmunidad, cosas que ninguna leche artificial puede lograr como la leche materna.
“En estos últimos años –continuó Vallone–, las supuestas indicaciones avanzan, desde el supuesto tratamiento de patologías hasta la supuesta prevención: ‘protección digestiva’, ‘problemas comunes de la alimentación’, ‘huesos fuertes y sanos’. Han llegado a promocionar una leche diciendo que promueve la ‘consistencia normal de las heces’: los bebés que toman leche materna tienen una deposición semilíquida, esa es la consistencia normal de sus heces; las leches artificiales ciertamente promueven cacas más consistentes, más parecidas a las del adulto, pero no es lo normal. Un desprevenido que no sabe del tema podría caer en este engaño; claro que los médicos deberíamos tener un mayor sentido crítico.”
–Si estas publicidades tienen tan bajo nivel científico y aparecen en revistas médicas, ¿qué nivel de formación profesional se les atribuye a los profesionales que las leen?
–Es que efectivamente la formación médica es deficiente en estos temas: nos formamos en el tratamiento de patologías, pero no en su prevención, y temas como la lactancia suelen ser despreciados. Hay un desconocimiento muy grande, que los médicos, por soberbia, no aceptamos. Entonces, damos recomendaciones, con tanta seriedad que la gente nos cree –contestó Vallone.
“Claro que esto se da en el marco de la medicalización de la salud, en la que tienen importante papel las entidades científicas y los pediatras –agregó Vallone–. Históricamente, hay una asociación entre las sociedades científicas y la industria farmacéutica. La pediatría, como disciplina médica, y la industria de alimentos infantiles nacieron juntas, en la década de 1860, y esto no me parece casual. En todo caso, hay una aceptación naturalizada de todo lo que venga de las empresas farmacéuticas, incluidas las de alimentación. Lo cual, como se sabe, se relaciona con favores de todo tipo, desde una lapicera de regalo hasta un congreso a bordo de un crucero en el Caribe. Los médicos dan por natural que las empresas les paguen sus viajes a congresos, y se enojan si alguien pregunta cuánto se pierde en independencia por aceptar esas cosas. Más aún, no hace mucho, en un congreso local de pediatría, un fabricante de leches maternizadas sorteaba, cada día, un televisor de plasma entre los médicos.”
“En el caso de las sociedades científicas es todavía más grave –finalizó Vallone–. A una revista que vende un espacio publicitario para la promoción de un producto, ¿le resultará del todo fácil publicar un artículo científico que cuestione el uso de ese producto?
En defensa de...
Norma Rossato, editora asociada de Archivos de Pediatría, publicada por la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), consultada sobre la publicidad de leches maternizadas en esa revista, contestó que “el profesional médico no se forma leyendo propaganda de laboratorios, sino estudiando trabajos de investigación serios”.
–¿El hecho de que la publicidad aparezca en la revista de la Sociedad de Pediatría no podría contribuir a su efecto?
–El médico debe tener información científica, es su obligación. Debe mantenerse actualizado. La SAP tiene un compromiso absoluto con la lactancia materna. Las leches artificiales sólo pretenden imitar la maravillosa leche materna, que es para el chico la más sana, la que promueve el mejor desarrollo y el menor riesgo de trastornos metabólicos en la vida adulta –contestó Rossato.
Mauricio Plager, director adjunto ad honorem de la Revista del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, señaló que “el dinero de la publicidad sirve para financiar la revista, que a duras penas subsiste con la recaudación. Aceptar esas publicidades no constituye ninguna infracción, y como pediatras somos propulsores de la lactancia materna”.
Laberintos y vericuetos
“En 1981, la Asamblea Mundial de la OMS sancionó el Código de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna, que prohíbe toda promoción de estos productos, lo cual va desde la publicidad hasta la entrega de muestras; sus pautas quedaron incorporadas al Código Alimentario Argentino por diversas resoluciones ministeriales, la última de las cuales es de 2007. Esta disposición prohíbe todo tipo de promoción de sucedáneos de la leche materna. Pero no es fácil de hacer cumplir. Hay vericuetos legales y el control de la publicidad por la Anmat está organizado para medicamentos, más bien que para alimentos. Y las empresas son muy susceptibles a que haya o no sanción. En Brasil, donde hay una ley cuyo cumplimiento se vigila, las compañías cumplen muchísimo más que aquí”, sostuvo el investigador Fernando Vallone.
Falsas virtudes
¿Y en el caso de las madres que, por trabajar u otros motivos, deciden no amamantar?
–Eso no es ningún problema –contestó Fernando Vallone, autor de la investigación crítica sobre publicidad de leches maternizadas–. Nadie dice que todas las madres deban amamantar a sus hijos. Lo que se cuestiona son las estrategias empresarias que inventan falsas virtudes de sus productos para crear un mercado, para vender más. Si las compañías generan indicaciones sin sustento científico están engañando a las madres, a través de los médicos que sean influidos por sus publicidades. Cualquier madre puede decidir no amamantar, pero no por creer que va a comprar algo mejor que la leche materna.
pagina12.com.ar
Una investigación cuestiona a dos importantes revistas médicas –la del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y la de la Sociedad Argentina de Pediatría– por admitir publicidad de leches maternizadas: estos anuncios “procuran influir sobre los pediatras para que a su vez indiquen estos productos a las madres: muchas veces incluyen informaciones falsas y sin ningún fundamento científico, como la de que estas leches pueden combatir la diarrea o incluso ‘mejorar el desarrollo cerebral’”, advierte el informe. Según la investigación, “desde que, en 1981, la OMS estableció un Código de Comercialización que prohíbe toda publicidad directa de estos productos, las empresas apelan a distintas estrategias de marketing, incluyendo estas formas de propaganda. En los últimos años, las supuestas indicaciones de estos productos artificiales se han multiplicado”, y las publicidades engañosas apostarían a que “la formación de los pediatras suele ser deficiente en estos temas”. Representantes de las revistas cuestionadas replican que “los médicos están obligados a tener adecuada información científica” y señalan que “los ingresos por publicidad son necesarios para financiar la publicación”.
La investigación de Fernando Vallone se llama “La publicidad de sucedáneos de la leche materna en dos revistas pediátricas de Argentina”; constituyó su tesis de maestría en la Universidad Nacional de Lanús y se publicó como libro con el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). El trabajo relevó las colecciones de Archivos de Pediatría –revista de la Sociedad Argentina de Pediatría– y de la Revista del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez; a lo largo de veinte años, se registraron 580 anuncios publicitarios de sucedáneos de la leche materna. El espacio dedicado por las revistas a estas publicidades llega al 10,6 por ciento del espacio total destinado a publicidad.
“Estos anuncios están destinados a influir sobre los pediatras para que a su vez indiquen estos productos a las madres: en muchos casos, el contenido del aviso trasmite informaciones que son falsas y proponen indicaciones que no corresponden –sostuvo Vallone–: por ejemplo, recomiendan una leche para prevenir la ‘regurgitación fisiológica’, lo cual es en sí mismo absurdo porque, si es fisiológica, quiere decir que es normal y no hay por qué tratarla. Cualquiera que haya tenido contacto con un bebé sabe que, en los primeros meses de vida, vomitan con facilidad: es la regurgitación fisiológica, propia de la inmadurez de su sistema digestivo, que siempre se había aceptado como normal hasta que, en la década de 1990, empezaron a aparecer leches para su ‘tratamiento’.”
Otros avisos en estas revistas médicas promueven las virtudes de estas leches para combatir la intolerancia a la lactosa: “¡Pero la intolerancia a la lactosa se produce precisamente en bebés que no reciben leche materna! La leche humana no produce intolerancia a la lactosa”, señaló Vallone. También se promocionan estos sucedáneos para combatir la gastroenteritis aguda, “cuando, al revés, los criterios médicos indican que la madre no deje de amamantar si su bebé está con diarrea”, refuta Vallone. Otra indicación se refiere a bebés con bajo peso al nacer o prematuros: “También en estos casos la verdadera indicación es la leche materna: de hecho, el organismo de la madre, cuando su bebé ha nacido prematuro, elabora una leche especial para esa condición”.
“Hasta 1981 –explicó Vallone–, había una sola variedad de leche para bebés. Desde ese año, cuando se sancionó el Código de Comercialización (ver recuadro), empiezan a aparecer nuevas variedades, para ampliar las posibilidades de marketing creando necesidades que antes no existían: pronto aparecen siete nuevas variedades, con dieciséis indicaciones que antes no existían y que la OMS no reconoce: para mejorar la agudeza visual, o aun el desarrollo cerebral, cuando jamás hubo un trabajo científico que pudiera mostrar estas cosas; para tratar el bajo peso en el nacimiento o mejorar la inmunidad, cosas que ninguna leche artificial puede lograr como la leche materna.
“En estos últimos años –continuó Vallone–, las supuestas indicaciones avanzan, desde el supuesto tratamiento de patologías hasta la supuesta prevención: ‘protección digestiva’, ‘problemas comunes de la alimentación’, ‘huesos fuertes y sanos’. Han llegado a promocionar una leche diciendo que promueve la ‘consistencia normal de las heces’: los bebés que toman leche materna tienen una deposición semilíquida, esa es la consistencia normal de sus heces; las leches artificiales ciertamente promueven cacas más consistentes, más parecidas a las del adulto, pero no es lo normal. Un desprevenido que no sabe del tema podría caer en este engaño; claro que los médicos deberíamos tener un mayor sentido crítico.”
–Si estas publicidades tienen tan bajo nivel científico y aparecen en revistas médicas, ¿qué nivel de formación profesional se les atribuye a los profesionales que las leen?
–Es que efectivamente la formación médica es deficiente en estos temas: nos formamos en el tratamiento de patologías, pero no en su prevención, y temas como la lactancia suelen ser despreciados. Hay un desconocimiento muy grande, que los médicos, por soberbia, no aceptamos. Entonces, damos recomendaciones, con tanta seriedad que la gente nos cree –contestó Vallone.
“Claro que esto se da en el marco de la medicalización de la salud, en la que tienen importante papel las entidades científicas y los pediatras –agregó Vallone–. Históricamente, hay una asociación entre las sociedades científicas y la industria farmacéutica. La pediatría, como disciplina médica, y la industria de alimentos infantiles nacieron juntas, en la década de 1860, y esto no me parece casual. En todo caso, hay una aceptación naturalizada de todo lo que venga de las empresas farmacéuticas, incluidas las de alimentación. Lo cual, como se sabe, se relaciona con favores de todo tipo, desde una lapicera de regalo hasta un congreso a bordo de un crucero en el Caribe. Los médicos dan por natural que las empresas les paguen sus viajes a congresos, y se enojan si alguien pregunta cuánto se pierde en independencia por aceptar esas cosas. Más aún, no hace mucho, en un congreso local de pediatría, un fabricante de leches maternizadas sorteaba, cada día, un televisor de plasma entre los médicos.”
“En el caso de las sociedades científicas es todavía más grave –finalizó Vallone–. A una revista que vende un espacio publicitario para la promoción de un producto, ¿le resultará del todo fácil publicar un artículo científico que cuestione el uso de ese producto?
En defensa de...
Norma Rossato, editora asociada de Archivos de Pediatría, publicada por la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), consultada sobre la publicidad de leches maternizadas en esa revista, contestó que “el profesional médico no se forma leyendo propaganda de laboratorios, sino estudiando trabajos de investigación serios”.
–¿El hecho de que la publicidad aparezca en la revista de la Sociedad de Pediatría no podría contribuir a su efecto?
–El médico debe tener información científica, es su obligación. Debe mantenerse actualizado. La SAP tiene un compromiso absoluto con la lactancia materna. Las leches artificiales sólo pretenden imitar la maravillosa leche materna, que es para el chico la más sana, la que promueve el mejor desarrollo y el menor riesgo de trastornos metabólicos en la vida adulta –contestó Rossato.
Mauricio Plager, director adjunto ad honorem de la Revista del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, señaló que “el dinero de la publicidad sirve para financiar la revista, que a duras penas subsiste con la recaudación. Aceptar esas publicidades no constituye ninguna infracción, y como pediatras somos propulsores de la lactancia materna”.
Laberintos y vericuetos
“En 1981, la Asamblea Mundial de la OMS sancionó el Código de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna, que prohíbe toda promoción de estos productos, lo cual va desde la publicidad hasta la entrega de muestras; sus pautas quedaron incorporadas al Código Alimentario Argentino por diversas resoluciones ministeriales, la última de las cuales es de 2007. Esta disposición prohíbe todo tipo de promoción de sucedáneos de la leche materna. Pero no es fácil de hacer cumplir. Hay vericuetos legales y el control de la publicidad por la Anmat está organizado para medicamentos, más bien que para alimentos. Y las empresas son muy susceptibles a que haya o no sanción. En Brasil, donde hay una ley cuyo cumplimiento se vigila, las compañías cumplen muchísimo más que aquí”, sostuvo el investigador Fernando Vallone.
Falsas virtudes
¿Y en el caso de las madres que, por trabajar u otros motivos, deciden no amamantar?
–Eso no es ningún problema –contestó Fernando Vallone, autor de la investigación crítica sobre publicidad de leches maternizadas–. Nadie dice que todas las madres deban amamantar a sus hijos. Lo que se cuestiona son las estrategias empresarias que inventan falsas virtudes de sus productos para crear un mercado, para vender más. Si las compañías generan indicaciones sin sustento científico están engañando a las madres, a través de los médicos que sean influidos por sus publicidades. Cualquier madre puede decidir no amamantar, pero no por creer que va a comprar algo mejor que la leche materna.
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