lunes, 7 de septiembre de 2009

EL VARÓN, EN VÍAS DE EXTINCIÓN


En su novela Herland, la escritora Charlotte Perkins Gilman imaginó una sociedad aislada formada sólo por mujeres que se reproducían por partenogénesis (reproducción asexual) y en la que, debido a la ausencia de hombres, no existían ni el enfrentamiento ni la dominación.
Los autores del subgénero literario de la 'ciencia-ficción feminista' han especulado en varias ocasiones sobre la posibilidad de un mundo libre de varones: en 'El hombre hembra', de Joanna Russ, una mujer cuenta su experiencia en un universo paralelo donde no existe el otro género; en 'La puerta al país de las mujeres', de Sheri S. Tepper, se habla de un mundo postnuclear donde los hombres son esclavos o guerreros obligados a vivir fuera de la ciudad; en 'Houston, Houston, ¿me recibe?', de James Triptree Jr., cuatro astronautas regresan a la Tierra, donde un virus ha acabado con sus congéneres y las mujeres viven más tranquilas sin ellos...
Y es que, para desespero del género masculino, todas estas novelas presentan un común denominador: la felicidad de las mujeres que viven sin hombres. Pero todavía hay algo que debería de asustar más a los varones del mundo entero: recientes estudios científicos apuntan la posibilidad de que el hombre esté realmente en vías de extinción y de que llegue un día, por suerte todavía remoto, en el que la mujer sea el único representante del ser humano sobre la faz de la Tierra.
La reproducción de casi todas las especies animales depende del intercambio de ADN entre dos individuos, pero eso no significa que dicha estrategia evolutiva sea las más inteligente para asegurar la vida. De hecho, muchos biólogos se muestran desconcertados ante el hecho de que la Naturaleza eligiera un modo de reproducción tan arriesgado, ya que la sexualidad de los mamíferos, por tanto la nuestra, implica un desgaste de energía importantísimo –búsqueda de una pareja, competencia con otros machos, cópula–, amén de que basa su objetivo en la mezcla indiscriminada de células que pueden provocar mutaciones genéticas, defectos congénitos y, más evidente, enfermedades de transmisión sexual.
En realidad, existen otras especies cuya procreación no depende de la sexualidad, como las células, que no se recombinan, sino que se duplican. Estos entes asexuales se reproducen por clonación y evolucionan a través de mutaciones, no de cruces genéticos. Sin embargo, desde hace unas décadas la procreación humana ha empezado a desligarse de los mecanismos ingeniados por la naturaleza. La irrupción de la tecnología, sumada al avance de los conocimientos biológicos, ha llevado al ser humano a concebir vida en laboratorios y, desde hace realmente poco, incluso a generarla sin la necesidad de la aportación espermática del espécimen macho.
DE UNAS CÉLULAS.
Desde hace algún tiempo, los medios de comunicación no dejan de avasallarnos con noticias sobre nuevas técnicas de fecundación, la última de las cuales aseguraba que dos estudios chinos, uno de la Academia China de Ciencias y otro del Instituto Nacional de Ciencias Biológicas de Pekín, habían reprogramado fibroblastos (células de la piel) para conseguir nuevos roedores. En otras palabras, han conseguido que se obre el milagro de la vida reprogramando unas células y demostrando, de paso, que ya no hace falta el aporte tradicional del varón para traer nuevos seres al mundo. "Actualmente sólo podemos aplicar esa técnica en animales, porque hemos comprobado que posteriormente surgen problemas epigenéticos que aceleran la muerte del individuo, tal y como ocurrió con la oveja Dolly. Así que no podemos arriesgarnos a probarlo con humanos", explica el doctor Carlos Simón, director científico del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI).
No obstante, otra de las noticias recientes, procedente de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), explicaba hace poco que unos científicos habían conseguido, por primera vez, crear esperma humano a partir de células madre embrionarias. Por tanto, otro argumento para las mujeres que, en un futuro, no quieran saber nada de los hombres en el momento de la concepción.
Además, recientes estudios señalan que los varones, si no tenían suficiente con su desaparición en la ecuación necesaria para tener un hijo, tienden a extinguirse. Hace varios años, la revista 'Fertility and Sterility' publicó un artículo del ginecólogo David Miller donde se apuntaba la idea de que los dinosaurios no se extinguieron tanto por el impacto del asteroide caído al final del Cretáceo (hace 65 millones de años) como por el cambio climático producido por dicho proyectil. Para entender esto hay que saber que la procreación de muchos reptiles no depende de sus cromosomas, sino de la temperatura dominante durante el periodo de incubación: el calor hace que nazcan machos, mientras que el frío trae al mundo hembras. Según el doctor Miller, los dinosaurios se habrían extinguido porque llegó un momento en el que no hubo paridad de géneros y, por tanto, porque los machos no encontraron hembras con las que aparearse. Algo similar podría estar ocurriendo hoy. Parte de la comunidad científica cree que la especie humana vivirá un desfase similar en un futuro remoto, principalmente porque el cromosoma Y (hombre) tiende a desaparecer.
Hace 300 millones de años una mutación genética hizo que el cromosoma Y surgiera a partir del cromosoma X –por decirlo de un modo gráfico, la Y es una X que perdió una pata–, lo que inevitablemente hace pensar que la Biblia se equivocó al decir que Eva nació a partir de una costilla de Adán. Más bien fue al revés. O al menos así lo asegura Bryan Sykes, profesor de genética y autor de 'La maldición de Adán', libro donde afirma que el cromosoma Y es una ruina genética que, al ritmo degenerativo que lleva, podría desaparecer en 125.000 años, momento en el que el 99% de la población será femenina. Pero, ¿qué ocurriría si llegara un momento en el que no hicieran falta los varones o en el que simplemente se hubieran extinguido? "Podemos imaginar ese supuesto observando qué ha ocurrido durante los periodos bélicos anteriores, cuando los hombres abandonaban las ciudades para ir al campo de batalla y las mujeres se quedaban solas –explica Manuel Mandianes, antropólogo del CSIC–. En esos periodos la moral siempre se relaja y la sociedad permite que los pocos hombres que quedan fecunden a muchas mujeres, incluso fuera del matrimonio o la convivencia. De igual modo, las relaciones homosexuales se multiplicaban, regresando esas mujeres a la heterosexualidad cuando los hombres volvían de la guerra, algo parecido a lo que ha ocurrido durante tanto tiempo en los internados unisex".
No resulta difícil imaginar una sociedad femenina donde unos pocos hombres se encargarán de fecundar a las mujeres, siendo luego desposeídos de cualquier otro derecho, o donde los laboratorios se responsabilizarán del proceso de procreación. Pero en lo que muchas mujeres coinciden, sin duda como resultado del momento histórico que vivimos, es en que serían mucho más felices sin ellos. O al menos así lo dan a entender quienes cuelgan sus opiniones en los foros de Internet donde se plantea el tema 'Un mundo sin hombres'. Si son ustedes varones, léanlos y lloren. De hecho, la única afirmación a nuestro favor es ésta: "El mundo sería más aburrido sin ellos, porque no tendríamos cosas que ordenar, ni nadie a quien reñir, ni tampoco alguien que nos complicara tanto la vida que al final no pudieras más que quererlo". ¡Ay!
COMO LAS TERMITAS.
La tecnología es parte de la evolución de la raza humana, incluso podría ser considerada parte de la selección natural, y esa misma tecnología es la que está acelerando, o quizás alterando, nuestro futuro sexual, llevándolo aún no se sabe a dónde. En sus últimos libros, la bióloga estadounidense Lynn Margulis ha defendido que la Humanidad evolucionará hacia una sociedad compuesta por poblaciones en las que la mayoría de sus miembros no se reproducirá, de forma parecida a hormigas, abejas y termitas.
Según la bióloga, el motivo es que "nuestra sociedad ha comenzado a desacoplar el sexo de la reproducción. La restricciones religiosas, los anticonceptivos (...), los abortos, la infertilidad creciente, los bancos de esperma y la clonación ya han dado un tijeretazo al cordón biológico que liga el sexo con la reproducción". La sexualidad, al menos en la cultura occidental, es cada vez más una forma de relacionarse entre los humanos y cada vez menos un método para la perpetuación de la especie. Un punto de vista que el antropólogo Mandianes también comparte: "Actualmente hay una separación total del placer sexual y la labor de reproducción. Antes de la década de los 60 la reproducción iba íntimamente ligada al placer del sexo. A partir de la aparición de la píldora, el preservativo y todo lo que vino después, el placer sexual se separó de la función reproductiva. Los órganos sexuales ya no son un instrumento de fecundación, sino que tienen principalmente una función placentera".

CUANDO YA NO ESTÉN ELLOS
Fecha.

Según Bryan Sykes, autor de La maldición de Adán, el deterioro del cromosoma Y podría hacer que los hombres se extinguieran dentro de 125.000 años. En ese momento, el 99% de la población sería femenina.
¿Y quién fecunda?

Aun cuando todavía no se haya conseguido, la dinámica de la ciencia asegurará en breve la procreación de la especie a partir únicamente de mujeres. Hace cinco años, un laboratorio japonés fecundó por primera vez a un animal sin aporte masculino. Se trataba de una topo embarazada a partir de otra, que dio a luz a una cría bautizada como Kabuya. La técnica consiste en extraer ADN del óvulo de una de las madres para insertarlo en el óvulo de la otra.
Sin tregua en la guerra de sexos.

Los cromosomas sexuales son el campo de batalla de los genes. Se sabe que el cromosoma X porta genes perjudiciales para el hombre y beneficiosos para la mujer; mientras que el cromosoma Y porta genes perjudiciales para la mujer y beneficios para el hombre. El hecho de que los hombres nazcan a partir de XY indica que, desde un principio, están afectados por los genes dañinos de X, mientras que las mujeres, nacidas de XX, no se ven invadidas por esa suerte de enemigos.
Ya son menos fértiles.

A principios del siglo XX, los hombres del primer mundo producían 100 millones de espermatozoides por mililitro de esperma; hoy, debido al tipo de vida que llevan, apenas crean 40 millones. Este descenso tiene muy preocupados a los biólogos, aun cuando se considere que la cantidad eyaculada actualmente es más que suficiente para fecundar cualquier óvulo.
Esperma de probeta.

Científicos de la Universidad Fukui Prefectural de Obama (Japón) y del Instituto Nacional para la Investigación del Genoma Humano (EEUU) lograron crear hace algún tiempo animales transgénicos, en concreto peces cebra, utilizando esperma genéticamente modificado y cultivado en laboratorio. A finales de 2003, un grupo de científicos del Massachusetts General Hospital de Boston fertilizaron óvulos de ratón con esperma creado en un laboratorio. Este mismo verano científico de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) lograron crear esperma humano a partir de una célula madre embrionaria.



OTRAS MANERAS DE PERPETUARSE
Animales vertebrados.

No se conocen más que 74 especies de vertebrados asexuales sobre 42.300 especies conocidas. Este 0,2 % de asexuales pertenece a una variante de un modo sexual llamado partenogénesis, por el cual las hembras se clonan sin tener que recurrir a los machos.
Hormigas.

En todas las especies de hormigas, el hormiguero es gobernado por una o varias reinas, que se aparean una vez en la vida y que luego matan al macho con el que se juntaron.
Patatas.

Basta con enterrar una patata para que ésta florezca. No necesita fecundación, ni tampoco que haya otros tubérculos a su alrededor, ya que se reproducen por sí mismas.
Lagartijas.

Las lagartijas de la especie 'Cnemidophorus velox', que viven en el sudoeste de Estados Unidos, se reproducen partenogenéticamente. El término indica que la especie prácticamente carece de machos y que las hembras se pueden reproducir apareándose entre ellas.
Gusanos trematodos.

Son parásitos que viven en el hígado de los mamíferos y que pasan gran parte de su vida en posición de cópula, mientras liberan huevos en el cuerpo de sus portadores, normalmente seres humanos. Estos gusanos son hermafroditas y adquieren la función de macho o hembra según la ocasión.
Hiena manchada.

Científicamente conocida como Crocuta crocuta, en esta especie las hembras son de aspecto masculino (incluso lucen penes que en realidad son clítoris agrandados) y de comportamiento tremendamente agresivo. Los machos son parias rechazados por la manada y sin más papel social que el de la fecundación.
Ratas topo desnudas.

Conocidas como spalax, estos roedores han aprendido a prescindir de la reproducción sexual. Sólo la reina y dos o tres sementales copulan. Los otros machos y hembras se limitan a practicar una suerte de frotamiento anogenital. A veces también copulan, pero los espermatozoides nunca son viables. Sólo unos pocos machos producen esperma viable, y esto se debe a que la jerarquía de dominancia de esta especie hace que casi todos sus miembros anulen su capacidad fertilizadora.



CÓMO CONSERVAR LOS 'INGREDIENTES' PARA HACER BEBÉS
Transferencia nuclear.


Hace cinco años un equipo de científicos estadounidenses (Universidad de Nueva York) y chinos (Universidad Médica Sun Yat-Sen) provocaron un embarazo de trillizos con una técnica muy parecida a la que trajo al mundo a la oveja Dolly. La técnica es la de la transferencia nuclear (extraer el núcleo de una célula adulta e insertarlo en el óvulo de otro individuo), pero añadiendo la variable de los cromosomas de la madre, lo cual hace que no sea una auténtica clonación.
Esperma de encargo. Actualmente ya se pueden implantar células de espermatozoides (llamadas células Sertoli) de ratones estériles en testículos de otros roedores, consiguiendo que éstos segundos generen los espermatozoides del primero. Esto ha hecho pensar en la posibilidad de que en el futuro existan 'testículos de alquiler', es decir, hombres que permitan que se inyecten células de espermatozoides de otros varones para crear semen para esos varones.
Óvulos a la carta. Hasta la fecha esta técnica sólo se ha llevado a cabo con ratones de laboratorio. Consiste en extraer ovocitos primordiales, es decir, las semillas de las que salen los óvulos, y congelarlos para implantarlos posteriormente y que produzcan óvulos. Será una técnica muy útil para mujeres que se sometan a quimioterapia y que pueden perder la fertilidad. Hasta ahora, en estos casos se congelaban los óvulos, obtenidos tras un proceso de estimulación que con este sistema no sería necesario.
Esperma desecado. Los tanques de nitrógeno donde hoy se congelan espermatozoides podrían desaparecer en breve. Se ha demostrado que se puede desecar esperma, el cual podría ser empleado muchos años después, con una técnica muy simple. Hasta la fecha se creía que cuando el esperma tocaba el aire, moría. Pero hoy se sabe que, pese a esa 'defunción', el esperma sigue siendo útil, por lo que podría guardarse en casa si se asegurara que no pueda quedar contaminado por las partículas ambientales.
Olor a regaliz. En marzo del 2003 la revista 'Science' publicó un estudio que demostraba que los espermatozoides se guían por el olfato para alcanzar el óvulo. Según ese informe, el óvulo tiene un olor que en términos humanos correspondería a la mezcla de lirios de los valles, regaliz, albahaca e hinojo. Al parecer, la orientación del espermatozoide dentro de la vagina se basa en un receptor olfativo, el hOR17-4, que le ayuda en su navegación. Este estudio es importante porque en el futuro puede ayudar en ciertos casos de infertilidad derivada de la imposibilidad del esperma para llegar hasta el óvulo. Y sobre todo para la creación de anticonceptivos.




REINVENTADO AL MACHO
El parásito de la hembra. Algunos científicos han asegurado que el macho es un parásito que emplea a la hembra para propagar sus genes por la Tierra. Evidentemente, se trata de una teoría radicalizada por los movimientos feministas más extremados, pero es cierto que existen algunas especies cuyos machos viven a expensas de las hembras. Tal es el caso del cérate, un pez de las profundidades que, sabedor de que en su entorno hay pocas hembras, cuando encuentra a una se engancha literalmente a ella durante el resto de su vida.
¿Un varón embarazado?


Fisiológicamente hablando, un hombre jamás podría gestar porque, simplemente, carece de útero. Sin embargo, en el año 1997 el doctor Yoshinori Kuwabara, de la Universidad de Juntendo (Japón), inventó el primer útero artificial, compuesto por una cuba de plexiglás llena de un líquido seudo-amniótico, en la que crió fetos de cabra. Según el doctor Kuwabara, en un futuro no lejano su útero artificial podría emplearse para gestar seres humanos, sustituyendo así al útero materno.
El gen de la masculinidad.


Aunque los genetistas ya han encontrado el gen de la masculinidad (SRY, situado en el cromosoma Y), todavía no han logrado encontrar el de la feminidad. Hoy en día se cree que la ausencia del gen SRY es lo que hace que el individuo nazca mujer. Por tanto, el individuo macho es, en esencia, una hembra que posee un gen que, al activarse, produce cambios en su metabolismo y lo transforma en un varón.

elmundo.es

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