La mujer avanza. Se atreve. Cuestiona. Va por más. Quiere más. Busca. Y en ese proceso, revoluciona.
Hace ya varias décadas que la mujer decidió que el mundo público también tenía que ver con ella, que la privacidad del hogar no le bastaba y que necesitaba y deseaba pelear por sus derechos: quería votar, quería trabajar, quería elegir, quería empezar a diseñar su identidad en función de sus ganas y proyectos y quería comenzar a disfrutar de su cuerpo, asumirlo como propio y gozar. Quería todo eso y lo conquistó (o está en eso, cada día). Hablar de la mujer hoy es, más que nunca, hablar de un colectivo heterogéneo, pujante, dinámico y absolutamente complejo y diverso. Todo eso y más es la mujer. ¿Y el varón?
Hace ya varias décadas que la mujer decidió que el mundo público también tenía que ver con ella, que la privacidad del hogar no le bastaba y que necesitaba y deseaba pelear por sus derechos: quería votar, quería trabajar, quería elegir, quería empezar a diseñar su identidad en función de sus ganas y proyectos y quería comenzar a disfrutar de su cuerpo, asumirlo como propio y gozar. Quería todo eso y lo conquistó (o está en eso, cada día). Hablar de la mujer hoy es, más que nunca, hablar de un colectivo heterogéneo, pujante, dinámico y absolutamente complejo y diverso. Todo eso y más es la mujer. ¿Y el varón?
Valen las preguntas:
¿Qué define hoy lo masculino y lo femenino?
¿Qué es de ellos y qué, de nosotras? ¿Hay cosas exclusivas de cada género o vale todo?
¿Qué territorio y qué cualidades podemos atribuir a cada sexo sin que una subversiva cantidad de excepciones terminen invalidando esa distinción y cuestionando aquello que, durante décadas, sostuvimos y defendimos como verdad?
¿Qué características, qué atributos, qué modos, qué valores, qué ética y qué estética ubicamos hoy en el terreno de lo femenino? ¿Y qué consideramos hoy esencialmente masculino?
Las respuestas se abren, se multiplican, se contradicen. En un marco de complejidad creciente, de instituciones y paradigmas que estallan y un orden que, a todas luces, se desordena, tanto el varón como la mujer se ven obligados a repensarse, a reubicarse y a revisar aquello que, durante años, los distribuyó claramente en uno u otro lado. La mujer está habitada por una revolución que no cesa. Y el hombre, desorientado, desubicado, explora con más preguntas que certezas dónde pararse.
Por reacción y/o por elección, el hombre también ha cambiado y lo sigue haciendo. También busca, también prueba, también decide soltar algunas presiones propias del "rol" y empieza a llenar lo "masculino" de cosas nuevas. Los varones están más involucrados en los hogares y la crianza, se animan a "suavizarse", a ablandarse y a emocionarse, se cuidan más, se hacen cirugías, se maquillan y hasta se depilan. Cosas más serias y profundas y de las otras, pero cambios al fin.
En ese marco, que habilita un sinfín de análisis y debates por demás de interesantes, Entremujeres armó una encuesta sobre "Qué cosas hacen menos masculino a un hombre" y se topó con algunas opiniones muy divertidas. Lejos de pretender abarcar el tema, nos gustó la idea de empezar a entrarle por algún lado. Y elegimos el más entretenido, el "blando". Lo compartimos.
Macho menos
Habíamos tocado el tema en notas anteriores. Que los hombres se hacen cada vez más cirugías, que los varones se cuidan más (que su demanda de tratamientos estéticos no para de crecer), que la cosmética masculina está en auge porque ellos usan cada vez más cremas, que el macho le gana al metro sexual, que crece la depilación masculina, que aumentó la cantidad de "amos de casa", que --felizmente-- los padres se involucran cada vez más en la crianza. Los cambios son notables y nosotras, desde Entremujeres, quisimos saber qué opinan nuestras pares. Preguntamos por algunas cuestiones más superficiales y nos animamos a sumar algunas "variables" más históricas, que parecían pasadas de moda, como "ser caballero". Pues bien: ¡Sorprendete!
¿Qué hace menos masculino a un hombre?
Esa fue la pregunta. Votaron 3.300 personas. A contramano de cualquier prejuicio de época, encontramos que la mayoría (37%) de las mujeres creen que lo que más "resta" puntos es "ser poco caballero". Las damas, claramente, lo siguen valorando.
Otro dato interesante --y que se lleva a las patadas con la tendencia europea--, es que el segundo (31%) lugar fue para la depilación. Las argentinas, claramente, no adhieren todavía a la movida. Los prefieren peluditos.
La onda metrosexual tampoco pega demasiado. El 19% cree que ponerse cremas y mirarse mucho al espejo es poco masculino. Le sigue, con el 8%, "andar en rollers". Y al final de todo quedó la musculosa: solo el 4% de las participantes piensa que resta masculinidad.
¿Vos qué opinás? ¿Coincidís? ¿Qué hace menos masculino a un hombre? ¿Las argentinas somos machistas? ¿Nuestros varones se están feminizando?
entremujeres.com
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