Japón ha tardado un mes en admitir la realidad del accidente de Fukushima. Esta madrugada (hora española), el Gobierno de Tokio ha admitido que el desastre merece un 7 en la escala de sucesos nucleares (en la escala internacional del 0 al 7 de accidentes nucleares INES, por sus siglas en inglés) debido a los altos niveles de radiación detectados tras las fugas de la central. El salto de 5 a 7 sitúa el accidente en el nivel de Chernóbil, ocurrido hace 25 años, el único precedente. La Agencia de Seguridad Nuclear japonesa (NISA) ha reconocido el cambio de nivel porque la emisión de yodo radiactivo ha sido de decenas de miles de terabequerelios, un nivel que ha considerado como un 10% de la emisión de Chernóbil.
Por su parte, el ministro de Ciencia y Tecnología japonés ha confirmado que se han encontrado pequeñas cantidades de estroncio, un metal altamente radiactivo que puede provocar leucemia, en la tierra y plantas alrededor de la central. Estas partículas se unen a otros elementos encontrados en las mediciones de los alrededores de la central, como el yodo, el cesio y el plutonio.
Pese a tardar un mes, en su primera comparecencia tras la elevación de la categoría del accidente, el primer ministro japonés, Naoto Kan, ha rechazado que haya habido un retraso en reconocer la magnitud real de la tragedia y ha negado que se infravalorase lo sucedido. Kan ha vuelto a demandar más información a Tepco, y le ha pedido que muestre sus planes para controlar la situación, pero ha enviado un mensaje pretendidamente tranquilizador: "la planta de Fukushima se está estabilizando paso por paso". Sin embargo, y pese a que ayer decidieron evacuar una zona más amplia afectada por los escapes radiactivos de la central, Kan ha dicho que está descendiendo el escape de partículas radiactivas y ha pedido a los japoneses que, poco a poco, se vayan incorporando a la vida normal, después de pedirles, como medida para reconstruir el país, que consuma los productos de las zonas devastadas por el terremoto, informa Kyodo.
Mientras tanto, un portavoz de la compañía que gestiona la central, Tokyo Electric Power (TEPCO), ha reconocido a la agencia local de noticias Kyodo News, el temor de la compañía a que las filtraciones de materiales radiactivos superen en el futuro a las que se produjeron en 1986 en Chernóbil. "La filtración de radiación no se ha detenido completamente", ha dicho este portavoz.
Y por su parte, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha confirmado en un comunicado la nueva valoración del accidente, mientras que en el mismo comunicado considera que los daños sufridos en los tres primeros reactores se consideran ahora como un solo incidente, incidente que merece la calificación de nivel 7, informa Efe. Hasta ahora, los daños sufridos en esos reactores estaban considerados como incidentes separados, calificados con un 5. Mientras tanto, la unidad 4 de Fukushima permanece en el nivel preliminar 3 de la escala. El OIEA, además, añade que la nueva calificación "requiere aplicar amplias y planeadas contramedidas".
Mientras Japón lucha contra el desastre nuclear un mes después del gran terremoto, la tierra continúa temblando. Esta madrugada (hora española) han sido dos: el primero, que se ha sentido principalmente en Tokio, ha sido de magnitud 6,4 en la provincia de Chiba, según informó la agencia metereológica nipona, una intensidad que no activó la alerta de tsunami pero que hizo temblar los edificios de Tokio; el segundo, en los alrededores de Fukushima, de magnitud 6,3.
La NISA cree que la mayor parte del material radiactivo liberado en la atmósfera desde Fukushima Daiichi proviene del reactor 2, que el 15 de marzo sufrió una explosión de hidrógeno cerca de la piscina de supresión, en la base del reactor, que dañó la vasija de contención que protege el núcleo. Eso desató una fuga masiva de materiales radiactivos en el reactor, que se cree ha experimentado una fusión parcial de las barras de combustible, según la agencia nuclear, informa Efe.
Fukushima no es un "accidente sin impacto significativo", como declaró Tokio durante semanas; tampoco es un "accidente con riesgo fuera del emplazamiento", como mantuvo durante un mes. Fukushima es "un accidente grave", un nivel siete. Los expertos internacionales insistían desde hace semanas en que el accidente debía ser calificado, como mínimo, como un nivel 6 en la escala internacional INES. Hasta ayer, Japón aún mantenía el nivel 5, similar al accidente de Three Mile Island, en Harrisburg (Estados Unidos, 1979, en el que apenas hubo escape.
Pese a elevar la gravedad, NISA ha insistido en separar el accidente del de Chernóbil: "Hay muchas diferencias", señaló el portavoz de NISA, entre ellas que aún se puede trabajar junto a la central nuclear o que la emisión al exterior es significativamente menor. La estimación de que lo emitido por Fukushima es un 10% de Chernóbil ya la dio el instituto de radiología francés el 24 de marzo.
El organismo de control japonés ha dicho además que sus cálculos preliminares señalan que la cantidad de exposición externa a la radiación de Fukushima ha alcanzado el límite anual de un milisievert en zonas situadas a más de 60 kilómetros al noroeste de la planta y a unos 40 kilómetros en dirección suroeste. En el radio de 20 kilómetros de zona de exclusión, ampliado ayer por el Gobierno, la cantidad de radiación varía de uno a 100 milisieverts por hora, mientras que en la zona comprendida entre los 20 y los 30 kilómetros de la central, la cantidad se reduce a niveles inferiores a 50 milisieverts.
Que en Iitate, un pueblo de 7.000 habitantes a 40 kilómetros al noroeste de la nuclear, hay altos niveles de contaminación no es ninguna sorpresa. El 25 de marzo, dos semanas después del tsunami, los partes del Gobierno japonés ya detectaban una contaminación por cesio -137 en el suelo de 163.000 bequerelios por kilo (500 veces más de lo permitido en la UE). El cesio-137 tarda unos 300 años en desaparecer.
Ampliación de la zona de exclusión
La central nuclear de Fukushima retrocedió ayer durante 49 minutos al punto de partida, a la crítica situación que vivió tras el tsunami justo un mes antes. Un terremoto de magnitud 6,6 en la escala de Richter a 68 kilómetros de Fukushima dejó a la planta sin suministro eléctrico y sin refrigeración entre las 17.16 y las 18.05 (hora local japonesa). La pérdida de energía externa tras el tsunami del 11 de marzo dejó a cuatro de los seis reactores de la central en tan mal estado que, tras treinta días de trabajo, Japón no logra controlarlos ni aventura cuándo podrá llevarlos a una parada fría. La refrigeración es esencial para enfriar el combustible del reactor y de las piscinas y evitar así la fusión del núcleo.
Según Tepco, cuando retomó la inyección de agua dulce los cuatro reactores más afectados seguían estables. El problema es que casi nadie sabe a ciencia cierta eso qué significa, porque los datos de la central son escasos. El Congresista demócrata Edward J. Markey mostró la semana pasada en Washington un correo electrónico que le había enviado la Agencia Nuclear de EE UU (NRC) según el cual temía que el núcleo del reactor dos estuviese fundido y hubiera salido de la vasija. Ese panorama es peor que el que presentan las autoridades japonesas, aunque la NRC matizó después que no tenía claro si eso había ocurrido. La situación refleja la incertidumbre en la que aún se mueven los expertos.
Ingenieros de todo el mundo escudriñan los datos que Japón hace públicos para intentar aventurar cuál puede ser la situación en el interior de los reactores. La NRC tiene expertos en Japón desde el primer día y la Embajada estadounidense en Tokio recomienda a sus ciudadanos que se mantengan a 80 kilómetros de la central (para enojo del Gobierno japonés) y les ha repartido pastillas de yoduro potásico. El yoduro potásico a altas dosis satura el tiroides e impide la absorción de yodo radiactivo.
Por otro lado, el Ejecutivo anunció que se pondrá serio con los residentes que, ignorando la recomendación, siguen en la zona de exclusión. Desde el 13 de marzo, las autoridades japonesas han medido la radiación a 131.604 personas. De ellas, 102 presentaron contaminación en la ropa, pero ninguna contaminación corporal por encima de los límites. En Iitate y Kawamata se han realizado mediciones en 946 niños para estudiar la acumulación de yodo radiactivo en su glándula tiroides, sin que se hayan detectado niveles superiores a los fijados por Japón, según el Consejo de Seguridad Nuclear. "Nos parece bien esta decisión, pero deberían haberla tomado antes", explicó por teléfono Greg McNevin, del equipo de Greenpeace en Japón. No es la primera vez que la realidad obliga a corregir las optimistas previsiones del Gobierno de Tokio.
La organización afirma que la gente que aún vive alrededor de Fukushima podría recibir una dosis de radiación de cinco milisievert al año, "que fue el umbral de evacuación en Chernóbil". Las mediciones muestran que la dispersión de las partículas radiactivas no es uniforme. Aunque los vientos dominantes van hacia el Pacífico, hay una lengua de contaminación hacia el noroeste, que es la que engloba a Iitate.
elpais.com
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