Es un enemigo tan silencioso como implacable. Y acecha a uno de cada tres argentinos. La hipertensión arterial es un problema sanitario y combatirlo resulta difícil: menos de la mitad de los pacientes está diagnosticado y para peor muchos no siguen bien el tratamiento. Por eso, la principal entidad médica del país dedicada a esta enfermedad acaba de fijar pautas para su diagnóstico y seguimiento, que serán presentadas esta semana en el 18º Congreso Argentino de Hipertensión Arterial, en Mar del Plata.
La Guía para el Diagnóstico, Estudio, Tratamiento y Seguimiento de la Hipertensión Arterial la elaboró durante dos años la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA).
Se basó en las guías de referencia de Estados Unidos y Europa, pero con una mirada local . Ya había una publicación previa de la Sociedad Argentina de Cardiología, pero ésta es la primera hecha por una sociedad médica dedicada exclusivamente a la hipertensión.
La guía está dirigida en especial a los médicos y fija pautas comunes para que todos puedan aplicarlas en sus pacientes . Es que la hipertensión es abordada por una amplia variedad de especialistas: clínicos, cardiólogos, nefrólogos, endocrinólogos, geriatras, diabetólogos, obstetras y hasta pediatras. Sin embargo, hay muchas recomendaciones que pueden seguir los propios pacientes.
La primera y fundamental es que todo el mundo debe saber qué presión tiene . Y esto incluye a los más chicos, ya que el 2% de los menores es hipertenso. “ Como mínimo, toda persona tiene que tomarse la presión una vez al año pasados los 40 años . La periodicidad se relaciona con la edad y otros factores, como si se es fumador o existen antecedentes familiares . En este caso, la sugerencia es dos o tres veces al año”, explica Roberto Ingaramo, coordinador general de la guía. A los pacientes que les diagnostican hipertensión, será el médico el que fije la frecuencia de control según la psicología del paciente, ya que muchos se “obsesionan” con sus valores, pero lo recomendable es dos veces por semana .
Tomarse la presión, aclara Ingaramo, es un procedimiento que tiene sus secretos y no puede hacer cualquiera.
La guía desaconseja controlarse en la farmacia : “No es recomendable porque no es una toma estandarizada. Sí puede servir para dar una idea, pero ante un valor anormal hay que ratificarlo con el médico o en un centro asistencial, donde se supone que utilizan aparatos calibrados y validados”. La toma también puede hacerse en casa con un tensiómetro braquial automático, que tiene un costo de entre 150 y 500 pesos según el modelo. “No se recomiendan los de muñeca. No son confiables por cuestiones técnicas y por la diferencia de la distancia entre la arteria periférica y la central”, advierte.
El paciente tiene que estar sentado, con la espalda apoyada en la silla y los pies en el suelo, sin cruzar las piernas, y el brazo debe estar a la altura del corazón . Además, hay que tener un reposo mínimo de cinco minutos previo a la toma . Debe tomarse por la mañana o a la tarde y nunca después de comer, porque esa “modorra” post almuerzo indica justamente un descenso de la presión.
En cuanto a los valores que marcan el alerta, si la presión se tomó en casa no debe sobrepasar los 134-84 y si la toma se hizo en un consultorio, 139-89 (se calculan valores ligeramente superiores por la llamada “hipertensión de consultorio”, por la que a algunos pacientes les sube el indicador por la tensión del control).
Una sola toma con un valor elevado, no obstante, no indica que el paciente sea hipertenso y deben hacerse estudios complementarios como la estimación del filtrado glomerular, que permite establecer si hay problemas en el funcionamiento de los riñones, y la microalbuminuria, otro indicador de daño renal y riesgo cardiovascular. “No se detecta en los análisis de orina rutinarios, pero saberlo permite al médico aplicar tratamientos más específicos que ayudarán al paciente a reducir su riesgo de infarto o de ACV , y el riesgo renal”, explica José Alfie, secretario de la SAHA y médico del Hospital Italiano.
Mantener al paciente en su tratamiento –la llamada “adherencia” – resulta clave. Según un estudio de la SAHA, a los seis meses el 52% lo modifica o abandona. “Tiene que ver con problemas económicos, desconocimiento, negación de la enfermedad y también con una responsabilidad de los médicos de no informar bien sobre la patología y sus consecuencias”, afirma Ingaramo. Y las consecuencias son graves: la hipertensión es el principal factor de riesgo para la enfermedad cardiovascular y causa la mitad de los accidentes cerebrovasculares . “Es un síntoma de que la pared arterial no está funcionando bien. Tratar la presión no significa tratar un número, sino un órgano”, agrega Ingaramo. Para cuidar ese órgano, la guía también aporta pautas que cualquiera puede seguir : mantener un bajo peso, hacer actividad física (se recomienda la aeróbica, previo chequeo coronario), tomar alcohol moderadamente y reducir la sal: preferir las de potasio y, si se eligen las bajas en sodio, que la reducción sea de al menos el 30%.
DIETA
La alimentación es uno de los factores importantes para reducir la presión arterial. Por eso, la guía elaborada por la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial sugiere especialmente seguir la dieta DASH, creada en Estados Unidos. Se trata de la única que se comprobó beneficiosa para los hipertensos, y es la misma que recomienda la Asociación Americana del Corazón.
Este plan alimentario es rico en frutas, vegetales y lácteos bajos en grasas, e incluye también granos enteros, pescado, carnes magras, nueces y legumbres.
Según Marcela Leal, directora de la carrera de nutrición de la Universidad Maimónides, la clave de su funcionamiento está en que se trata de un régimen bajo en grasa saturada y grasa total y colesterol, y por otra parte alto en frutas, verduras y productos lácteos. “Produce un descenso significativo en la presión sanguínea de aquellos con presión sanguínea normal, prehipertensión e hipertensión, y es en los hipertensos donde se dio el mayor descenso: la dieta funcionó tan bien como algunos fármacos usuales para la presión sanguínea”.
Según la experta, los beneficios de esta dieta pueden extenderse más allá de la presión: “Sus alimentos aportan fitoquímicos, como polifenoles, antioxidantes y carotenoides, que ayudan a prevenir el cáncer y la enfermedad cardíaca”.
Para una base diaria de 2.000 calorías, la dieta DASH recomienda comer entre 7 y 8 porciones de granos y cereales, entre 4 y 5 de vegetales y otro tanto de frutas y de legumbres, entre 2 y 3 de lácteos bajos en grasas, dos o menos de carnes magras y pescado, y restringir las grasas y dulces.
En la página web que promueve este plan alimentario se admite: “Parece una alimentación saludable, pero al principio resulta difícil de poner en práctica”. Y se insiste en que el plan “ayuda con simples cambios y estrategias a crear nuevos hábitos que se mantendrán de por vida”.
CLARIN.COM
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