jueves, 17 de marzo de 2011

Supervivientes en Kesennuma. | Efe.


Llama la atención. Durante los últimos días hemos sido bombardeados con imágenes de los daños causados por el terremoto (los terremotos) y el posterior tsunami en Japón: edificios, barcos, coches, fuego, inundaciones. Sin embargo, no hemos visto llorar, no hemos visto muertos, ni sufrimiento. Pero, ¿es que los japoneses no lloran?
Cuentan que el fotógrafo Richard Avedon quiso fotografiar a los Duques de Kent y no conseguía provocar una muestra de tristeza en sus rostros hablando de tragedias humanas pero dicen que si lo consiguió hablando del atropello de un perro camino del hotel donde se realizaron las fotografías. ¿De qué hablamos? ¿Cómo explicamos esto? Hablamos de diferencias culturales.
La cultura de quien mejor se esconde es de uno mismo. Todo lo que nosotros estamos observando en el comportamiento de la población japonesa, de quien mejor se esconde es de ellos mismos. Si preguntamos a un ciudadano japonés por qué no vemos tragedias, muerte y desesperación, como vimos en Haití, en las matanzas de la mafia en México o incluso tras el tsunami en Tailandia, se mostrará asombrado. Para su cultura es lo normal, lo esperable.
Los británicos son conocidos por controlar sus emociones, positivas y negativas, es lo correcto, lo educado, "lo proper". Los japoneses contienen solo sus emociones negativas por una razón: el respeto, no ofender a quienes les rodean. Nuestras emociones, nuestro dolor puede importunar o aumentar el dolor del otro y la cultura japonesa se basa en el respeto al prójimo y en el buen funcionamiento del grupo.

Sufrimiento interior

En la mitología japonesa, todos los comportamientos que resultan en relaciones positivas con los demás son premiados mientras que las acciones individualistas o antisociales son condenadas. Exteriorizar el sufrimiento implica cargar de energía negativa a quienes nos quieren o simplemente nos rodean. Por eso no vemos imágenes de muertos ni de sufrimiento. Por eso, desde nuestra cultura latina observamos asombrados lo que no entendemos, la contención a la hora de expresar sentimientos negativos como la tristeza y el dolor.
Pero el sufrimiento se lleva por dentro y mora dentro de cada japonés igual que moraría en cualquiera de nosotros. Prueba de ese sufrimiento son las únicas imágenes de dolor que hemos visto, las de niños, incluyendo una niña que sí que lloraba cuando observaba desde un puente como una inmensa ola arrasaba su pueblo. Hablando con un amigo japonés me comentaba que las nuevas generaciones si que están aprendiendo a llorar también por fuera. ¿Fruto de la globalización?
Miguel A. Cristóbal Carle
elmundo.es

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