Por Sol Amaya
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Para algunos es un héroe, pero para muchos otros es un asesino. De hecho, fue condenado por un homicidio en segundo grado. Durante la década del 90, "ayudó" a morir a unas 130 personas. Creó dos máquinas para llevar a cabo esta tarea: el Thanatron" (máquina de muerte), con el que los pacientes podían autoadministrarse químicos letales para terminar con sus vidas y el "Mercitron" (máquina de misericordia), que suministraba monóxido de carbono a través de una máscara.
Por todo esto, Jack Kevorkian, un médico nacido en Michigan en 1928, se ganó el apodo del "Doctor Muerte".
Su accionar despertó una polémica que abarcó debates éticos, morales y religiosos. Incluso se hizo una película sobre el médico, protagonizada por Al Pacino. Pero él nunca dejó de reivindicar su lema: "Morir no es un crimen".
Obsesión. Tenía una obsesión con la muerte. Una de las particularidades de su casa eran sus cuadros, hoy expuestos en una galería de arte. Todos ellos representan de alguna manera a la muerte. Incluso se dijo que usó su propia sangre para manchar el marco de uno de ellos.
Algunos sostienen que su obsesión deviene de su pasado: el hombre creció escuchando historias sobre cómo masacraron a sus familiares armenios.
Quienes lo conocieron en su época de estudiante cuentan que Kevorkian se pasaba sus días de residente en patología en un hospital de Detroit buscando pacientes moribundos.
También realizó ensayos con transfusiones de sangre de cadáveres a personas vivas.
Polémica, detención y condena. Las complicaciones para Kevorkian comenzaron en 1987, cuando publicó un anuncio en los diarios de Detroit ofreciéndose como médico para la "orientación a la muerte". Por este motivo, el estado de Michigan le revocó su licencia médica a principios de los 90.
Así, ya sin poder ejercer la medicina, fue cuando realizó unos 130 "suicidios asistidos". Pero el que le valió el fin de su libertad fue el que llevó a la pantalla chica. Es que Kevorkian se atrevió a desafiar a la Justicia, transmitiendo en el pograma 60 minutos, de la cadena CBS, un video en el que registró la muerte asistida de Thomas Youk, de 52 años, que padecía la enfermedad neuromuscular degenerativa Lou Gherig.
No conforme con eso, en el mismo video desafía a la Justicia a que lo "acusen" o que "lo dejen en paz". El programa fue visto por unos 15 millones de espectadores.
En 1999 fue condenado por una corte de Michigan a cumplir entre 10 y 25 años de prisión por el asesinato de Youk.
¿Crimen o misericordia? Muchos se opusieron, y todavía lo hacen, a considerar que lo que hacía el "Dr Muerte" era una tarea "misericordiosa" como él mismo lo consideraba. Entre ellos, hubo un psicólogo especializado en suicidios que estudió caso por caso las "muertes asistidas" por Kevorkian.
Se trata de Kalman Kaplan, que dirige el centro de Prevención e Investigación del Suicidio en el Hospital Michael Reese en Chicago. En diálogo con lanacion.com , este especialista sostuvo que nunca estuvo convencido de que "la gente a la que Kevorkian ayudó a morir fuera diferente que las típicas personas suicidas que quieren morir".
Para analizar los casos, llevó a cabo "autopsias psicológicas", que son un intento de reconstrucción del estado psicológico del difunto post mortem.
Un dato que le llamó la atención es que 63 de los casos 93 casos que analizaron de los suicidios que asistió Kevorkian eran mujeres. Según Kaplan, 4 de cada 5 suicidios en Estados Unidos son llevados a cabo por hombres, mientras que 3 de cada 4 intentos son llevados a cabo por mujeres. Entonces el porcentaje de pacientes mujeres del "Doctor Muerte" lo hace cuestionarse si estás personas "realmente deseaban morir o simplemente querían ser escuchadas".
"En la mayoría de estas personas, la depresión fue un factor muy influyente a la hora de solicitar la ayuda de Kevorkian. Especialmente en el caso de las mujeres, que son más bien candidatas para la prevención del suicidio y no para la asistencia", sostuvo Kaplan.
Además, según este psicólogo, no en todos los casos las personas tenían problemas físicos. "De los 93 pacientes que nosotros identificamos, seis no tenían ningún problema físico. Cinco de ellos eran mujeres", indicó. "Yo hablé bastante con una de estas mujeres, Martha Wichorek. Estaba intentando hacer prevención mientras Kevorkian ofrecía asistencia para el suicidio", agregó.
Otro dato que a Kaplan le resultó curioso, es que en los videos de los "suicidios asistidos" notaron que nunca habla con las mujeres. Si la paciente era mujer, hablaba con los familiares hombres.
En cuanto a si considera erróneo ayudar a morir a pacientes con enfermedades terminales que sufren mucho dolor, Kaplan tiene una postura firme: "Todos somos terminales ¿no?. Es parte de ser mortales. Es el miedo a perder el control lo que preocupa, y no el ser terminal. En cuanto al dolor, en la mayoría de los casos puede ser controlado, incluso hasta el punto de ser casi eliminado".
"Yo estoy totalmente en contra de legalizar la eutanasia y el suicidio asistido, porque temo que abriría la puerta para empezar a matar pacientes por todo tipo de consideraciones financieras. Por otra parte, estoy dispuesto a mirar hacia otro lado en algunas casos, muy limitados", indicó Kaplan. Y agregó: "El problema con el suicidio asistido voluntario es que puede convertirse fácilmente en eutanasia involuntaria, es decir, en asesinato".
Más allá de la polémica, Kevorkian consiguió su libertad condicional el 1 de junio de 2007. La medida fue adoptada por la gobernadora del estado de Michigan, Jennifer Granholm, atendiendo al delicado estado de salud y el buen comportamiento del médico.
En 2008, habló ante una audiencia de casi 5000 personas en una universidad, donde explicó que nunca quiso matar a los pacientes, sino evitarles el sufrimientos.
"¿Qué opino de él? Yo creo que es grandioso y realmente jodido, con algunas cualidades llamativas y alguna simpleza y modestia también", sostuvo Kaplan. Y añadió: "¿Lo llamaría un asesino? A regañadientes, sí. Me caía un poco bien, pero estaba obsesionado con la muerte. Yo pienso que estuvo muy influenciado por la medicina Nazi, decidiendo a priori que algunas vidas no valían la pena ser vividas".
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