sábado, 6 de noviembre de 2010

Preso por el amor de la mujer que había raptado

Gustavo Carabajal
LA NACION

Se enamoró de la mujer que había secuestrado. Y lo detuvo la policía.
Silvio Braccamonte integraba la banda que, el 8 de mayo pasado, secuestró a la propietaria de un autoservicio de Lomas del Mirador.
Fue el carcelero de la mujer durante las más de diez horas que duró el cautiverio. La comerciante, a quien las fuentes de la investigación sólo identificaron por su nombre: Silvia, fue liberada luego de que su socio pagó una importante suma de dinero como rescate.
La pesquisa para atrapar a la banda de secuestradores estaba estancada. Ninguna de las pistas que seguían los policías de la Dirección de Investigaciones de La Matanza les permitía avanzar sobre la organización criminal.
Sin embargo, una carta de amor enviada por uno de los secuestradores a la mujer que la banda mantuvo cautiva fue la llave que destrabó la investigación.
"Yo soy Silvio, el que te secuestró. Te dejo mi número de teléfono. Quiero que nos juntemos para decirte quién te mandó al frente", expresó el secuestrador enamorado en la misiva que recibió la comerciante.
La mujer no lo podía creer. El secuestrador que le había hecho pasar diez horas de angustia, el sospechoso que integraba la banda que mientras circulaba por el Acceso Oeste a bordo de su Berlingo, le gritó: "¡Somos policías, frená!" y que a punta de pistola la obligó a meterse en el asiento trasero del automóvil en el que la tuvieron cautiva, quería reunirse con ella.
En principio, los secuestradores exigieron 500.000 pesos para liberar sana y salva a la mujer. Pero después de una serie de negociaciones, acordaron cobrar 25.000 pesos y la dejaron ir.
Silvia relató a los investigadores que, durante el cautiverio, la amenazaban y la humillaban verbalmente. Hasta que llegó Braccamonte y todo cambió. El secuestrador se quitó el pasamontañas que le cubría el rostro, y le dijo: "No tengo problemas con que me veas la cara porque ya estoy jugado".
Entonces, comenzó a hablar con la mujer y le contó sobre su vida, que tenía una hija y le reveló cuál era su signo en el zodíaco.
Al día siguiente, a la madrugada, sus cómplices acordaron el monto del rescate y decidieron liberar a Silvia. El secuestrador enamorado le quitó a la mujer el reloj pulsera para guardarlo como recuerdo.
Cuando Silvia recibió la carta de hombre que la tuvo secuestrada, los policías le sugirieron seguir adelante con la relación. Era la única posibilidad que los investigadores tenían para desbaratar la banda. El fiscal federal de Morón Sebastián Basso se encargó de supervisar la operación y que se protegiera a Silvia.
Luego de la segunda llamada telefónica, la mujer acordó una cita con el secuestrador que deseaba verla.
Ambos quedaron en encontrarse en la cafetería de una estación de servicio en La Tablada. Pero Silvio, que un mes antes de secuestrar a la comerciante había salido de la cárcel, sospechó que la mujer de la que se había enamorado avisó a la policía y no concurrió a la cita.
Sin embargo, cometió otro error. Utilizó el mismo teléfono celular con el que se comunicaba con Silvia para llamar a sus cómplices. A partir del seguimiento de las llamadas, la policía logró apresarlo en la localidad de Virrey del Pino. Lo encontraron preparando un asalto contra un frigorífico.
lanacion.com

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