miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cómo es el universo de una mujer que mata a su hijo

La jujeña Romina TejerinaFoto: Archivo
Por Valeria Vera y Silvana Santiago
"Bueno, lo primero que hice el 26 de marzo siendo las cinco de la mañana, me dieron ganas de ir al baño y se me vino un dolor e hice fuerza y tuve a mi bebito. Y ahí, como si me hubiese perdido, sentada todo el tiempo en el inodoro. Después al rato me paré de ahí y con mucho miedo y llorando agarré una toalla y lo envolví (.) y me lo llevé al arroyito. Lo dejé a un ladito y con una pala que llevaba hice como un pocito y lo puse ahí.(.) después me vine a casa y venía mi papá y me preguntó qué andaba haciendo y me dijo que había avisado que yo andaba enferma porque había sangre en el piso y yo le dije que no, y mi papá quedó levantado y sospechaba que algo pasaba. Yo en ese momento no sabía que lo iba a tener, si no me hubiese ido al hospital. Yo a mi hijo lo quería como lo quiero a mi hijito José porque a mí me gustan mucho los chicos. Yo no lo ahorqué porque en el momento en que lo llevé al arroyito estaba muerto de cuando lo saqué de adentro del inodoro. Sólo Dios sabrá de mí"
Cándida tiene unos 33 años, de los que pasó en un penal de Neuquén cerca de 8, luego de que fuera encontrada culpable de asesinar a su hijo recién nacido. También tiene otros dos hijos, uno anterior al hecho y otro posterior, resultado de su unión con un guardiacárcel que conoció mientras cumplía su condena.
En realidad, su verdadero nombre no es Cándida. Así es como la antropóloga Beatriz Kalinsky y el trabajador social Osvaldo Cañete la bautizaron para proteger su identidad en el libro en el que reunieron el resultado de sus investigaciones periciales por casi una década. Todos sobre mujeres infanticidas y la mayoría, de esa provincia.
Cándida tiene un aspecto angelical, según relatan los autores, que nada podría hacer sospechar lo que ella describe como "esa desgracia que me pasó". Casi no habla y en los primeros meses, tras la conmoción por la muerte de su bebe, cuentan que repetía, como si con eso hubiese querido liberarse de responsabilidades: "Sólo Dios sabrá de mí".
Lo que le cuenta Cándida a Kalinsky en la carta que se lee más arriba (que forma parte de su libro, Mujeres frágiles. Un viaje al infanticidio ) es de lo poco que ella consiguió hablar sobre la muerte de ese bebe. Se la mandó acompañada de una foto de su nuevo niño, a quien ella describe como "hijo del amor", desde el pueblo en donde trabaja como empleada de un organismo estatal.
La historia de Cándida es compleja, difícil. Similar a todas las que involucran a mujeres infanticidas. Su padre se suicidó apenas ella salió de la cárcel, fue víctima de violencia doméstica, sufrió reiterados desengaños amorosos y vivió una infancia y una adolescencia teñidas por la falta de contención familiar. Vivencias que, según Kandinsky y Cañete, impactaron en ese episodio fatal.
Muy lejos de su provincia de Neuquén, en la sede porteña del poder legislativo nacional, el Congreso debate una nueva condena para estos homicidios que tras la reforma del Código Penal de 1994 (que derogó la antigua figura del infanticidio) pasaron a ser castigados con reclusión perpetua.
Diputados ya dio media sanción a la reincorporación del inciso 2 del artículo 81 del Código Penal por el que las mujeres imputadas podrían resultar beneficiadas con la excarcelación. Si el Senado convierte a la iniciativa en ley, se reducirían a entre seis meses y tres años de cárcel las penas para las mujeres que, durante el estado puerperal y en situación de depresión posparto, maten a sus hijos recién nacidos.
En diálogo con lanacion.com , los autores de esta investigación y dos psicólogas de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) trazaron, desde sus disciplinas, cómo es el universo de quienes en la cárcel son conocidas y señaladas como "las infantas".
- ¿Cuáles son los rasgos comunes de estas mujeres infanticidas?
Kalinsky: - El desenlace se prepara lentamente, y aunque al parecer nadie se da cuenta en la familia, siempre tiene lugar lo que podríamos llamar "una ayudita", cierta complicidad. Este es un aspecto que se reitera en todos los casos que investigamos. Así es como dos de las madres asesinas, cuya familia nunca dijo lo que sabía, nunca fueron procesadas. Otro rasgo común, es que para las propias mujeres lo que hicieron resulta incognoscible, es decir, no lo pueden explicar. Cuando les preguntábamos sobre lo que habían hecho, te decían: «Lo perdí», «No fui yo», «No sé qué pasó» o «Esto no me pasó a mí». Algunas, sólo lloraban por horas. La mayoría coincide en ser muy introvertida y en no tener un lenguaje fluido. Además, por lo general, casi no hablan del tema. Están muy encerradas en sí mismas, producto de distintas historias de violencia. Casi todas fueron golpeadas, abusadas, desestimadas o tuvieron malas madres.
Cañete: - Generalmente comparten un deterioro de las condiciones sociales y económicas, salvo pocas excepciones, pertenecen a sectores excluidos, tienen escasa escolaridad, vienen de familias numerosas, no tienen parejas estables y se muestran pese a lo dicho, "autosuficientes", pues encaran solas la mantención del hogar o colaboran fuertemente en ello siendo la pata de apoyo más importante de la familia. En fin, creo que mucho las une y no veo puntos en que se alejen, solo en aquellas excepciones donde no tuvieron carencias económicas o no fueron tantas.
- ¿Y cómo terminan siendo como madres?
K: - El rol de madre queda destruido con respecto al bebe involucrado en el hecho. Es inexistente aquí. Eso no quiere decir que sean malas mujeres, sino que, si bien cometieron un hecho terrible, esto no las transforma en monstruosas. Algunas incluso tienen un aspecto angelical, como Cándida. En general, o se muestran como mujeres muy sufridas o parecen muy fuertes, pero que tienen el sufrimiento bien escondido, lo que se termina canalizando en el bebe.
- Mientras están en prisión, ¿de qué manera imaginan su futuro? ¿Piensan en recuperar la libertad?
K: - Ellas imaginan un mundo feliz. La cárcel las hace pensar eso, de que en el futuro van a hacer las cosas bien porque ahora conocen los alcances del delito cometido. Proyectan escenarios de gran felicidad, de unión familia, y trabajo decente. En realidad, construyen un mundo demasiado feliz porque cuando regresan la realidad las recibe con una trompada. Tienen apetencia por una familia común y corriente, pero la verdad es que una vez afuera no pueden volver a reunir a sus hijos. No logran controlar los problemas y recurren a la bebida, las adicciones o a las salidas nocturnas a los boliches. Lentamente, se vuelven más conscientes de la imagen que tiene la sociedad de ellas y, finalmente, cuando salen, terminan viendo a la cárcel (donde se las otras internas las conocen como las "infantas") como una casa de muñecas o como Alicia en el país de las Maravillas. Está todo al revés, muy trastocado.
C: - Estas chicas, después del dolor tremendo que seguramente les causa el saber lo que pasó, en algunos casos con intento de suicidio incluido, entienden lo ocurrido como un hecho más de su triste vida, quizá el más triste, pero que forma parte de lo que han vivido desde siempre. Seguramente la terrible experiencia las haga repensar seriamente su futuro, nunca podremos saber si lo que parece ser, será en realidad, pero creo que lo que pasaron fue único e irrepetible.
- ¿Cómo se comporta la familia con ellas?
K: - Si la condena de la Justicia es muy larga, la familia las va abandonando; si es más corta, se mantiene la relación. Es insostenible estar visitando a alguien durante 13 ó 15 años, aunque en algunos casos se puede hacer hábito. Los chicos van creciendo y van teniendo otras cosas más interesantes que hacer, se les dificulta reducir la actividad social de los sábados al espacio de la cárcel.
- ¿El infanticidio tiene solución?
K: - Es un tema que no está resuelto y no creo que tenga una resolución como ocurre en la ciencia. Si le preguntás a las mujeres. ellas no saben. No es que sepan algo y te lo escondan. Después de 12 ó 13 años en prisión no les importa esconder nada. Lo curioso es que, tras estos asesinatos, tienen otros hijos y se manejan de otra manera. Están más pendientes y les brindan más atención. Esto demuestra que hay algo especial con ese hijo que terminan matando, como si desde un principio estuviera predestinado a ser muerto.

"Yo veía que me crecía la panza, pero no tomaba conciencia"
"Lo único que me acuerdo es el llanto de la bebe, y después la imagen de la cara del violador que se me cruza. Ahí es cuando yo agarro ese cuchillo y empiezo. No me acuerdo ni dónde ni cómo fue. Totalmente ida. Por eso tengo imágenes que sí que se me vienen a la cabeza, de sangre, pero trato de no pensar. (.) Ahora ya estoy acostumbrada, pero acá [en la cárcel] la pasé mal cuando llegué. Me dieron una manta llena de chinches y al otro día desperté hecha un monstruo. (.) «Asesina», «Comeniños», me decían. Y las madres me miraban raro. No me querían dejar con los chiquitos. (.) Yo hice lo que hice porque me pasaron muchas cosas. Pero no porque hice eso ahora voy a matar a todos los niños que encuentre. (.) Yo reconozco que hice la cosas mal, pero lo tendrían que haber detenido también al violador. Y yo no merecía la cárcel, porque lo que hice fue por todo lo que me había pasado". Romina Tejerina
De la entrevista que LA NACION Revista realizó en abril de 2008 a la joven jujeña, tras ser condenada a 14 años de prisión luego de haber matado en 2003 a su beba recién nacida fruto de una violación, según Tejerina.


Retrato psicológico de las mujeres que asesinan a sus niños

El infanticidio, o filicidio materno según lo definió el psicoanalista Arnaldo Rascovsky, debe ser analizado teniendo en cuenta la singularidad de cada caso y considerando el contexto familiar y social. lanacion.com habló con Silvia Jadur, miembro de Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y directora del Centro Argentino de Psicología y Reproducción (Capsir) y con Patricia Alkolombre, psicoanalista de la APA y autora del libro Deseo de Hijo. Pasión de Hijo. Esterilidad y técnicas reproductivas a la luz del psicoanálisis. Ambas, coincidieron en señalar cuáles son los rasgos que tienen en común estas madres:
. Tras haber sido objetos de maltrato y de poco sostén afectivo, no están en condiciones emocionales de llevar adelante la maternidad. La situación no es percibida por el entorno y, como consecuencia, no reciben la ayuda necesaria.
. Ocultan o niegan el embarazo por el temor de ser echadas de su hogar, o bajo la amenaza de perder el trabajo.
. Viven en condiciones anímicas y sociales de gran vulnerabilidad. No pueden costear una intervención segura y digna para su resguardar su vida. La mujer tiene derecho a elegir la maternidad y el niño tiene derecho a ser esperado y recibido desde el deseo.
. Gran parte de ellas, padece de problemas mentales severos, como trastornos de personalidad, retraso mental, psicosis puerperal y traumas psíquicos.
. Después del parto, se desencadenan cuadros de depresión puerperal de mayor o menor intensidad y también cuadros de psicosis puerperal. En ocasiones, cuadros de psicosis posparto, con o sin antecedentes de esquizofrenia, acompañadas con alucinaciones que ordenan matar al niño.
. En el colectivo social, son estigmatizadas por quebrar "la ley de reproducción" de la especie y "el mandato socio-cultural-familiar", que equipara la identidad femenina con la maternidad y su rol esperable, deseable.
lanacion.com

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