martes, 17 de agosto de 2010

El riesgo de no cuidarse

Si tenía que comer, primaba la prisa; el estrés del trabajo apenas le dejaba descansar; si fumaba, siempre se refugiaba en 'el último, lo prometo'. Ésta es la historia de muchas personas españolas que no se dan cuenta de que su salud puede darles un toque de atención en forma de infarto. Y es que cada vez importa menos si eres mujer, hombre, anciano o incluso jóven. "Un alto porcentaje de los jóvenes que los padecen son drogadictos, y aunque las mujeres, en cierta medida, están protegidas ante ellos eso no les cede el 'privilegio' de no atender a su salud", cuenta a ELMUNDO.es el presidente de la Sociedad Española de Cardiología, Carlos Macaya.
En la puerta de la Unidad Coronaria del Hospital Clínico de Madrid, el doctor Enrique Rodríguez se felicitaba ante sus compañeros de haber perdido ocho kilos. Este jefe de Cirugía Cardiaca vivió en sus propias carnes aquello a lo que se enfrenta cada día en los quirófanos, un síndrome coronario agudo, un infarto, tras el que se planteó un cambio de hábitos más como una necesidad que como una advertencia. "Acabar con las malas costumbres es crucial en estos casos. El problema se encuentra cuando se trata de aspectos que la persona no puede cambiar, como los genes o situaciones de estrés", dice Macaya.
La presencia de una fuerte sudoración, de una sensación de malestar general o de un dolor intenso y continuo en el pecho que se puede mantener durante horas o días suelen ser los primeros síntomas de un infarto grave de miocardio. Uno de cada tres dolores de pecho son de origen coronario. Los otros dos tercios se deben a dolores articulares, musculares, digestivos... Ante esta situación, existen dos formas principalmente de ser atendidos: o bien en una ambulancia medicalizada, donde la falta de tiempo y de recursos pueden plantearse como los primeros inconvenientes, o bien en un hospital, donde se pueden practicar las primeras pruebas que facilitan el tratamiento al paciente.
El electrocardiograma es la primera fase por la que tiene que pasar el paciente una vez que llega al hospital. Éste ayuda a conocer si se trata de un síndrome coronario agudo o no tan grave, por lo que el doctor sabe si debe iniciar el tratamiento de forma inmediata o si, por el contrario, hay tiempo para hacer unos análisis previos. "Un diagnóstico rápido es fundamental ya que un 40% de los enfermos no llega al hospital".

¿A qué se debe este síndrome?
Todos, jóvenes y adultos, podemos recordar cómo se nos acelera el corazón cuando vemos, por ejemplo, un partido de fútbol. Por no hablar del momento de los penaltis o cómo se duplican los latidos al subirnos a una atracción o al asistir a un concierto. Pues bien, el corazón con el paso del tiempo asimila de forma diferente estos cambios tan bruscos y esto sucede por una razón.
Cuando se es joven, las arterias son más elásticas, pero conforme avanza la vida van ganando en rigidez. Además, en su interior pueden depositarse sustancias nocivas como el colesterol (lo que se conoce como placas de ateroma), que según aumentan su tamaño, pueden llegar a obstruir progresivamente el vaso sanguineo y disminuir su calibre. A esta enfermedad se le conoce como ateroesclerosis. "Si nosotros tuviéramos un espejo interno, igual que en la piel tienes arrugas, también el interior del organismo está expuesto a un desgaste. Esta enfermedad va ligada a la vida, lo que ocurre es que hay una serie de individuos en los que ese proceso es más rápido que en otros", explica el doctor.
La arteria también puede obstruirse si, a causa de la ruptura de la placa de ateroma, se forma un coágulo que bloquea el paso de la sangre. Entonces el corazón comenzará a 'quejarse'. Si el bloqueo no es total, lo hará en forma de angina, un trastorno que se produce cuando las células del miocardio no reciben la suficiente cantidad de oxígeno. Sin embargo, si la arteria ha quedado totalmente obstruida y la sangre no puede regar el músculo, se produciría el infarto.
El dolor de este síndrome suele durar cuatro, seis, ocho o incluso más horas, teniendo en cuenta que el estado de la persona empeorará con más rapidez si cuenta con una tensión arterial alta. Como explica el doctor Macaya en sus declaraciones a ELMUNDO.es, no es lo mismo una tubería que tiene que conducir agua a una presión que otra que lo tiene que hacer al doble de esa presión.

Sensibilización del paciente
El enfermo con un infarto tiene 'sensación de muerte inminente'. A algunos se les ha llegado a 'resucitar', por lo que el recuerdo no se les olvida y tienen más predisposición a tomar las medidas oportunas para que no se vuelva a dar la misma situación. A pesar de esto, existen casos en los que la rapidez en la toma de decisiones y a la hora de atender al paciente, teniendo resultados más que positivos, transmite al enfermo un triunfalismo que a la vez es perjudicial.
Controlado el infarto en el hospital (a través de una angioplastia, la colocación de un 'stent'...), la vigilancia no cesa. Los responsables pueden seguir la evolución del enfermo a través de unos monitores que indican la presión arterial, la saturación de oxígeno, el electrocardiograma... trasladándole a Cuidados Intensivos para que, tras pocos días, se le pase a planta. "Ahora, en pocos días la persona puede volver a su casa pero eso no significa que 'no haya sido nada'. Hay que tener cuidado con transmitir un elevado positivismo al paciente", concluye Macaya.

elmundo.es

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