ISABEL F. LANTIGUA
MADRID.- La excitación comienza antes de traspasar la puerta, mucho antes de contemplar los cuerpos desnudos y entablar contacto físico. Desde el momento en que a través de internet se fija un día y un lugar, los nervios están a flor de piel. Los convocados imaginan una y otra vez cómo se desarrollará la particular orgía a la que van a asistir, quién será quién en la ruleta rusa sexual. Una peculiar reunión en la que uno de los participantes tiene un arma que excita al resto. No es una pistola. Es la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). El fenómeno surgió en Estados Unidos en la década de los 90, justo cuando apareció el cóctel de fármacos antirretrovirales capaz de mantener la enfermedad a raya. Ahora, estas fiestas empiezan a ganar adeptos en España.
"Por favor, señor, conviérteme", "quiero ese regalo", "¿alguien me pasa el bicho este fin de semana?". Son algunos de los comentarios que dejan en los foros de 'bareback' -término anglosajón y ecuestre que se utiliza para catalogar el sexo anal sin condón- los hombres que quieren infectarse, que sienten placer sabiendo que otro les puede pasar el VIH. Se les conoce como 'bug chasers' -cazadores del virus-, mientras que el seropositivo que participa en estas fiestas es el 'gift giver' -el que ofrece 'el regalo', pues así es como consideran la infección.
Doug es uno de estos cazadores, la prueba de que el movimiento es real. Con 19 años se mudó a San Francisco y empezó a sentirse muy solo. "Estaba desesperado por encontrar amigos gays, algo que intenté de veras, pero me resultaba muy difícil". Entonces pensó que si se infectaba con el VIH dejaría de estar aislado porque "entraría a formar parte de una comunidad, de un grupo". Por eso se hizo 'bug chaser', como reconoce a cara descubierta ante la cámara de Louise Hogarth, directora del documental 'The Gift', que aborda el tema. Su aislamiento fue el motivo principal, pero el hecho de no preocuparse por los preservativos ni por el estado serológico de los compañeros de cama "abría mucho el abanico de posibilidades sexuales y lo hacía todo más excitante".
"Me educaron en la cultura del sexo seguro y la abstinencia. Pero luego las circunstancias cambiaron muy rápido, igual que mis conceptos. Me metí en una misión suicida que me gustaba", admite Doug. Su actividad sexual era tal, que pronto consiguió su obejtivo. Se infectó con el VIH. Pero descubrió que 'el regalo' que esperaba estaba envenenado. Su sistema inmunológico se debilitó mucho, adelgazó y sufrió una grave neumonía. "Pagaré las consecuencias y me arrepentiré toda mi vida", confiesa.
Los motivos
Los encuentros entre 'bug chasers' y 'gift givers' se concretan a través de chats en los que todos escriben bajo seudónimos y se organizan en clubs o casas particulares, siempre de forma clandestina. Acuden entre 10 y 30 hombres, pero ninguno habla de ello. El movimiento es tan oculto y tan secreto que algunos expertos hasta dudan de su existencia. "Hay pacientes que me han comentado en la consulta algo sobre estas reuniones, pero siempre de pasada, y nunca he sabido si era cierto o una leyenda urbana", reconoce el doctor Federico Pulido, de la Unidad de VIH del Hospital 12 de Octubre de Madrid. "Es un tema complejo porque entre los miles de hombres que hacen sexo con hombres y que visitan nuestro centro ninguno reconoce participar en este tipo de actividades, pero sí sabemos que se hace", confirma a ELMUNDO.es Ferrán Pujol, presidente de la ONG Hispanosida.
Para Louise, que logró la confesión de Doug, "el problema es que estos hombres no perciben el sida como una enfermedad mala. Reflejan que los esfuerzos de prevención han fallado", afirma.
Las autoridades sanitarias conocen desde hace tiempo la existencia de esta peligrosa práctica. Los propios Centros de Prevención y Control de Enfermedades de EEUU (CDC) han realizado investigaciones sobre el asunto, tratando de averiguar por qué alguien quiere tener un virus que mata a dos millones de personas cada año y cuya incidencia se ha duplicado en los hombres que mantienen relaciones homosexuales, especialmente en los más jóvenes. Gordon Mansergh, de la división de VIH de los CDC y autor de uno de estos estudios, concluye tras encuestar a 554 hombres gays y bisexuales en San Francisco que "la principal razón para tener sexo sin protección y sin preocupación, es que experimentan mucho más placer y se sienten emocionalmente más conectados con la pareja, sin barreras de ningún tipo".
Pero no es sólo eso. Algunos participantes en las fiestas de la ruleta rusa lo hacen por dejar de sentirse aislados y diferentes e, incluso, porque han vivido tanto tiempo con miedo a infectarse que si, finalmente contraen el virus, se sienten aliviados.
Para Joaquim Roqueta, coordinador de Cesida, "las personas que realizan estas prácticas pertenecen sobre todo a dos grupos. Aquellos mayores de 40 años que llevan mucho tiempo cuidándose, protegiéndose en sus relaciones, que han sobrevivido a lo peor de la epidemia y que ahora están cansados y deciden arriesgarse y vivir plenamente su sexualidad sin importarles las consecuencias. Y el otro grupo es el de los muy jóvenes, que no vivieron la época en la que el sida hacía estragos y mataba a los amigos y ven la infección sin dramatismo, para ellos la enfermedad es como una diabetes".
La situación en España
Las orgías de sexo a pelo entre seropositivos y seronegativos llevan dos décadas propagándose de forma soterrada por Estados Unidos. "En España, afortunadamente la situación no es similar. Aquí, aunque no hay datos oficiales, sabemos que se organizan de vez en cuando, pero no es algo alarmante", explica Tomás Hernández, secretario del Plan Nacional sobre Sida del Ministerio de Sanidad y Política Social.
Hernández reconoce que "internet abre una posibilidad enorme a la hora de tener relaciones sexuales y que estos fenómenos difícilmente existirían sin la red". Por eso quieren llevar sus campañas de prevención al ciberespacio. "Estamos desarrollando un proyecto pionero en colaboración con varios países para vigilar las conductas sexuales que a través de internet y en los próximos meses tendremos los primeros datos", adelanta a ELMUNDO.es.
La mayoría de la comunidad gay rechaza y desaprueba estas conductas. Es el caso de Toni Aguilar, un joven con VIH que considera que "quienes participan en estas fiestas no perciben las consecuencias de sus actos. El morbo está basado en que exista el riesgo y está muy extendida la idea, sobre todo en la franja de edad de 18 a 24 años, de que en caso de ser infectados no pasa nada, que tomar una pastilla al día tampoco es tanta molestia. Pero los afectados sabemos que ésa no es la realidad", indica. Aún así, a pesar de las críticas que reciben los 'bug chasers', Toni está convencido de que se trata de "prácticas que han existido, existen y existirán".
Para Jesús J. de la Gándara, psiquiatra y jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, existen "personalidades adictas al riesgo, tanto en el sexo como en otros ámbitos, ya sea deportivo, en las inversiones en bolsa, etc. y es posible que quienes se excitan al jugar con el virus tengan pertenezcan a este grupo", señala.
Pero mientras los expertos debaten qué mueve a los cazadores de virus, mientras las autoridades recopilan datos y piensan en cómo frenar esta práctica, los 'bug chasers' que se esconden en el anonimato que permite internet seguirán chateando para organizar su próxima ruleta rusa.
elmundo.es
MADRID.- La excitación comienza antes de traspasar la puerta, mucho antes de contemplar los cuerpos desnudos y entablar contacto físico. Desde el momento en que a través de internet se fija un día y un lugar, los nervios están a flor de piel. Los convocados imaginan una y otra vez cómo se desarrollará la particular orgía a la que van a asistir, quién será quién en la ruleta rusa sexual. Una peculiar reunión en la que uno de los participantes tiene un arma que excita al resto. No es una pistola. Es la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). El fenómeno surgió en Estados Unidos en la década de los 90, justo cuando apareció el cóctel de fármacos antirretrovirales capaz de mantener la enfermedad a raya. Ahora, estas fiestas empiezan a ganar adeptos en España.
"Por favor, señor, conviérteme", "quiero ese regalo", "¿alguien me pasa el bicho este fin de semana?". Son algunos de los comentarios que dejan en los foros de 'bareback' -término anglosajón y ecuestre que se utiliza para catalogar el sexo anal sin condón- los hombres que quieren infectarse, que sienten placer sabiendo que otro les puede pasar el VIH. Se les conoce como 'bug chasers' -cazadores del virus-, mientras que el seropositivo que participa en estas fiestas es el 'gift giver' -el que ofrece 'el regalo', pues así es como consideran la infección.
Doug es uno de estos cazadores, la prueba de que el movimiento es real. Con 19 años se mudó a San Francisco y empezó a sentirse muy solo. "Estaba desesperado por encontrar amigos gays, algo que intenté de veras, pero me resultaba muy difícil". Entonces pensó que si se infectaba con el VIH dejaría de estar aislado porque "entraría a formar parte de una comunidad, de un grupo". Por eso se hizo 'bug chaser', como reconoce a cara descubierta ante la cámara de Louise Hogarth, directora del documental 'The Gift', que aborda el tema. Su aislamiento fue el motivo principal, pero el hecho de no preocuparse por los preservativos ni por el estado serológico de los compañeros de cama "abría mucho el abanico de posibilidades sexuales y lo hacía todo más excitante".
"Me educaron en la cultura del sexo seguro y la abstinencia. Pero luego las circunstancias cambiaron muy rápido, igual que mis conceptos. Me metí en una misión suicida que me gustaba", admite Doug. Su actividad sexual era tal, que pronto consiguió su obejtivo. Se infectó con el VIH. Pero descubrió que 'el regalo' que esperaba estaba envenenado. Su sistema inmunológico se debilitó mucho, adelgazó y sufrió una grave neumonía. "Pagaré las consecuencias y me arrepentiré toda mi vida", confiesa.
Los motivos
Los encuentros entre 'bug chasers' y 'gift givers' se concretan a través de chats en los que todos escriben bajo seudónimos y se organizan en clubs o casas particulares, siempre de forma clandestina. Acuden entre 10 y 30 hombres, pero ninguno habla de ello. El movimiento es tan oculto y tan secreto que algunos expertos hasta dudan de su existencia. "Hay pacientes que me han comentado en la consulta algo sobre estas reuniones, pero siempre de pasada, y nunca he sabido si era cierto o una leyenda urbana", reconoce el doctor Federico Pulido, de la Unidad de VIH del Hospital 12 de Octubre de Madrid. "Es un tema complejo porque entre los miles de hombres que hacen sexo con hombres y que visitan nuestro centro ninguno reconoce participar en este tipo de actividades, pero sí sabemos que se hace", confirma a ELMUNDO.es Ferrán Pujol, presidente de la ONG Hispanosida.
Para Louise, que logró la confesión de Doug, "el problema es que estos hombres no perciben el sida como una enfermedad mala. Reflejan que los esfuerzos de prevención han fallado", afirma.
Las autoridades sanitarias conocen desde hace tiempo la existencia de esta peligrosa práctica. Los propios Centros de Prevención y Control de Enfermedades de EEUU (CDC) han realizado investigaciones sobre el asunto, tratando de averiguar por qué alguien quiere tener un virus que mata a dos millones de personas cada año y cuya incidencia se ha duplicado en los hombres que mantienen relaciones homosexuales, especialmente en los más jóvenes. Gordon Mansergh, de la división de VIH de los CDC y autor de uno de estos estudios, concluye tras encuestar a 554 hombres gays y bisexuales en San Francisco que "la principal razón para tener sexo sin protección y sin preocupación, es que experimentan mucho más placer y se sienten emocionalmente más conectados con la pareja, sin barreras de ningún tipo".
Pero no es sólo eso. Algunos participantes en las fiestas de la ruleta rusa lo hacen por dejar de sentirse aislados y diferentes e, incluso, porque han vivido tanto tiempo con miedo a infectarse que si, finalmente contraen el virus, se sienten aliviados.
Para Joaquim Roqueta, coordinador de Cesida, "las personas que realizan estas prácticas pertenecen sobre todo a dos grupos. Aquellos mayores de 40 años que llevan mucho tiempo cuidándose, protegiéndose en sus relaciones, que han sobrevivido a lo peor de la epidemia y que ahora están cansados y deciden arriesgarse y vivir plenamente su sexualidad sin importarles las consecuencias. Y el otro grupo es el de los muy jóvenes, que no vivieron la época en la que el sida hacía estragos y mataba a los amigos y ven la infección sin dramatismo, para ellos la enfermedad es como una diabetes".
La situación en España
Las orgías de sexo a pelo entre seropositivos y seronegativos llevan dos décadas propagándose de forma soterrada por Estados Unidos. "En España, afortunadamente la situación no es similar. Aquí, aunque no hay datos oficiales, sabemos que se organizan de vez en cuando, pero no es algo alarmante", explica Tomás Hernández, secretario del Plan Nacional sobre Sida del Ministerio de Sanidad y Política Social.
Hernández reconoce que "internet abre una posibilidad enorme a la hora de tener relaciones sexuales y que estos fenómenos difícilmente existirían sin la red". Por eso quieren llevar sus campañas de prevención al ciberespacio. "Estamos desarrollando un proyecto pionero en colaboración con varios países para vigilar las conductas sexuales que a través de internet y en los próximos meses tendremos los primeros datos", adelanta a ELMUNDO.es.
La mayoría de la comunidad gay rechaza y desaprueba estas conductas. Es el caso de Toni Aguilar, un joven con VIH que considera que "quienes participan en estas fiestas no perciben las consecuencias de sus actos. El morbo está basado en que exista el riesgo y está muy extendida la idea, sobre todo en la franja de edad de 18 a 24 años, de que en caso de ser infectados no pasa nada, que tomar una pastilla al día tampoco es tanta molestia. Pero los afectados sabemos que ésa no es la realidad", indica. Aún así, a pesar de las críticas que reciben los 'bug chasers', Toni está convencido de que se trata de "prácticas que han existido, existen y existirán".
Para Jesús J. de la Gándara, psiquiatra y jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, existen "personalidades adictas al riesgo, tanto en el sexo como en otros ámbitos, ya sea deportivo, en las inversiones en bolsa, etc. y es posible que quienes se excitan al jugar con el virus tengan pertenezcan a este grupo", señala.
Pero mientras los expertos debaten qué mueve a los cazadores de virus, mientras las autoridades recopilan datos y piensan en cómo frenar esta práctica, los 'bug chasers' que se esconden en el anonimato que permite internet seguirán chateando para organizar su próxima ruleta rusa.
elmundo.es
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