Mostrando entradas con la etiqueta sociedad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sociedad. Mostrar todas las entradas

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuando la fiesta cambia de día

Cansados de toda la semana, el plan del viernes es "guardarse" en su casa. Una serie o una película por Internet suele ser la mejor opción. Pero el sábado tampoco es el día. Salvo que haya una fiesta o un evento especial, prefieren hacer algo tranquilo, como ir a comer, a un espectáculo o salir con el chico o la chica que conocieron durante la semana.
Tienen entre 27 y 40 años, y para ellos salir el fin de semana se ha vuelto una excepción. Su tiempo para distenderse y divertirse se mudó a los días hábiles, especialmente los jueves, pero no desdeñan los miércoles, cuando la noche porteña les ofrece lo que buscan: un ambiente más privado donde encontrarse con quienes eligen frecuentar.
"Es gente con poder adquisitivo, de clase media, media alta, a quienes los fines de semana no vemos ni de casualidad, salvo que haya un evento especial. Cuando la mayoría de los lugares empezaron a masificarse los fines de semana, en las discotecas el público se mezcló bastante y, entonces, muchos buscaron lugares para frecuentar durante otros días hábiles, con menos gente y un ambiente más privado", cuenta Maxi Lartigue, que fue relacionista público de Museum, uno de los after office que años atrás revolucionó los miércoles en la Capital.

Un clásico

El after office en un bar o un boliche es una de las propuestas semanales que desde hace años se mantiene firme y sigue sumando adeptos. La movida es sencilla: se sale de la oficina, se guarda la corbata y se llega a eso de las 20; se picotea algún plato de finger food , y las bebidas no dejan de salir una tras otra hasta la una o dos de la madrugada, cuando ya se acuerdan de que quedan pocas horas para volver a trabajar.
Como en su momento lo fueron Museum, Opera Bay o Terrazas, hoy el furor es Darwin, un after office que abre todos los jueves en un salón del hipódromo de San Isidro, que arrancó como un espacio para gente de zona norte y hoy ya se convirtió en un producto masivo que reúne a miles de personas todas las semanas. Eso sí: suelen ser siempre las mismas caras.
Desde temprano, pueden verse filas de autos que entran y salen del hipódromo hasta pasadas las 3. Adentro, casi no se puede caminar: una multitud baila al ritmo del dance, del reggaeton o lo que venga; toman tragos y andan por todo el salón.

Algo más tranquilo

El público más exigente y, en general, de mayor edad no quiere eso. Prefiere lugares más exclusivos, donde el espacio físico sea más reducido y los círculos sociales no muten tanto, como pueden ser L'Abeille o Isabel (ver aparte). Lugares donde la noche comienza con una bandeja de sushi o algún plato exótico o, directamente, con unas copas en la barra.
Una opción intermedia durante la semana, que, pese a reunir 700 u 800 personas, no deja de ser un espacio selecto de la noche porteña, es Jet Lounge (Rafael Obligado 4801), en Costanera Norte. Más allá de que también abre los viernes y sábados, su día fuerte es el jueves.
"A diferencia del fin de semana, el jueves es el día más cool , con eventos y producciones. La gente a la que le gusta salir lo hace entre semana. Va a divertirse y lo deja todo. En la semana, se forma como un club de amigos, de gente conocida, de habitués que buscan encontrarse y ser parte de un grupo selecto", dice Toto Lafiandra, socio y manager del boliche.
Ahí, la dinámica es diferente: no se accede comprando una entrada. Y los asistentes se dividen en dos grupos: quienes van a los eventos y llegan a eso de las 22.30 o 23, y los que prefieren ir directo a bailar y lo hacen un poco más tarde. Después, para unos u otros la noche puede estirarse hasta las 5.30 o 6.
Maxi Lartigue va hacia atrás en el tiempo y recuerda que la movida de los jueves nació como el día para salidas "non sanctas". "En la puerta de Museum, era un clásico ver a todos, hombres y mujeres, hablando por teléfono antes de entrar. La mayoría, para decir que tenían una reunión de trabajo. Con el tiempo, esto cambió y se empezó a tomar como una oportunidad para salir con amigos o incluso con la pareja", dice Lartigue, que hoy participa de la organización de los domingos electrónicos en el Palacio Alsina (Alsina 940).
Según los habitués de las noches durante la semana, el viernes es un día en que la palabra "salir" ni se les pasa por la cabeza. Los sábados, en cambio, son para ellos un momento de quiebre: los chats de los smartphones se convierten en el lugar de ida y vuelta para las propuestas de salida y, en el campo del coqueteo, con el chico o la chica que se conoció en algún after o evento en la semana.
Quien no se anima a una fiesta o un barcito en Palermo, no se hace ningún problema por quedarse mirando algún programa que resuma lo que no tuvo tiempo de ver en toda la semana. En realidad, lo único que les interesa para a la hora de planificar una salida es que vuelva a ser jueves.

Lo exclusivo, por encima de cualquier otra oferta

ucio Canievsky, director de OUI PR, agencia de prensa y relaciones públicas, lo tiene muy claro: el público que sale los días hábiles es más sofisticado y exigente que el de los fines de semana. Pero eso sí: para que un lugar sea exclusivo no puede albergar a más de 200 personas.
Con ese concepto, organiza las selectas noches de L'Abeille (Arroyo 872), con el miércoles como día insignia, y los jueves, más trendy e informales de Isabel (Uriarte 1664), en Palermo Soho.
"Son etapas que duran meses o hasta un año, en las que hay un día determinado de la semana que se pone más de moda que otro. El mercado va mutando de acuerdo con un montón de razones. Lo que sí está claro es que el viernes y el sábado siguen siendo días más masivos para salir, mientras que miércoles y jueves tienen un poco más de color. Son públicos diferentes con necesidades diferentes", dice Canievsky a La Nacion.
Según precisa, el público que asiste tanto a L'Abeille como a Isabel se mueve dentro de círculos sociales que no mutan mucho. Que buscan algo exclusivo, con comidas y bebidas de muy buena calidad. "La persona que generalmente viene acá los días hábiles, los fines de semana se queda tranquila, salvo que haya algún evento o una comida específica. En general, prefieren quedarse descansando en la casa porque es demasiado bullicio hacer algo un viernes o un sábado", dice.
Mientras en L'Abeille la propuesta es más formal y para un público de arriba de 35 años, en Isabel la movida es más joven, más ligada a la publicidad, el arte y la moda, y termina más tarde.
En opinión de Canievsky, lo que se viene ahora son los martes. "Va a ser el nuevo jueves", augura, y dice que el puntapié inicial ya lo dio Algodón Mansión, en Recoleta, con reuniones sólo para pocos..
lanacion.com

domingo, 24 de julio de 2011

Yo y sólo yo


Es interesante observar cómo los cambios sociales se producen en lentas oleadas, tan sutiles que a veces toman décadas en ser detectados.
El novelista Tom Wolfe instaló en Estados Unidos la expresión The Me decade para caracterizar los años 70, un fenómeno que nosotros, acá en el Sur, conocimos en los 80: la época en que se caían a pedazos las últimas ilusiones del movimiento hippie y todo el mundo estaba harto de hacer el amor y no la guerra. Los Beatles se habían separado, ya no se podía creer en nadie. Pero en cambio la cultura y la economía abrían algunas puertas y comenzaba a degustarse el sabor irresistible de la buena vida. Es difícil encontrar una traducción afortunada para The me decade. ¿La década de mí mismo? No hay manera de incluir el Yo con alguna dignidad idiomática. Pero ésa es la idea. La gente se lanzó de lleno al hedonismo y lo adoptó como religión. Sin culpa. Lo que en siglos anteriores habría fustigado la conciencia, respaldada por cualquier sistema moral organizado, las epístolas de San Pablo o el Libro Rojo de Mao, ahora tenía una nueva Biblia de la felicidad: la literatura de autoayuda. Especialmente la parte en que uno comenzaba a merecerse cosas.
En la década del noventa apareció el dinero. Admito que es osada esta afirmación, pero voy a tener que sostenerla. Nunca el dinero había gozado de semejante protagonismo en sí mismo y no por los servicios que pudiera prestar. La debacle de 1929 dejó de ser un hecho histórico de manual: el mundo aprendió a convivir con las burbujas financieras y los grandes fraudes como formas cotidianas de la crisis. El dinero reclamó, obtuvo y aún conserva la posición más alta en el universo totalizador de las creencias. Para decirlo de una manera brutal, es Dios. Un dios de pérfida seducción que formula su propia liturgia celebratoria: hay revistas y programas de televisión que se dedican casi exclusivamente a mostrar cómo viven los ricos.
En la primera década de 2000 pasó algo interesante en los medios: entró en escena la gente común. Los oyentes que llaman a las radios, por ejemplo, comenzaron a tener un lugar preponderante, y a escala planetaria una mente de filosa actualidad inventó los realities del estilo Gran Hermano.
Tal vez el programa captó algo que estaba en el aire y lo puso en la televisión, o tal vez articuló como una bisagra una nueva circunstancia social: la democratización de la celebridad. La fama dejó de ser privilegio de los artistas y otras figuras descollantes. Si hasta en los cumpleaños las niñas juegan a ser producidas, filmadas y fotografiadas. Para ser famoso en estos tiempos sólo se necesita estar en la televisión. Y al parecer todo el mundo quiere ser famoso. Esta nueva debilidad está muy cerca de la devoción por el dinero, y tal vez resulte más accesible.
Hoy llegó la hora del protagonismo, el desvergonzado culto a la propia personalidad.
Algunas figuras llegan a hablar de sí mismas en tercera persona. En los medios se comparte con el público hasta el más nimio detalle del anecdotario personal. Unos artistas de variedades incluyen en su revista el relato patético de la época en que no tenían trabajo. Unas actrices se presentan con su propio nombre y circunstancia, contada con detalles, al finalizar una obra en la que actúan. Los políticos firman con nombre y apellido en grandes letras cada obra de gobierno que realizan con los fondos del erario público, naturalmente: no es una donación personal que ellos hacen a la República.
Las figuras del espectáculo tienen todavía una categoría más alta y paradógica, que justamente suprime los nombres en los avisos de gráfica. Se supone que al ver la cara del artista sabremos de inmediato cuál es su nombre, como si titilara en una marquesina interna del cerebro. Como estilo de promoción es arriesgado, sin duda, pero exhibe una saludable autoestima por parte de los actores.
Cecilia Absatz-preiodista
lanacion.com

domingo, 26 de junio de 2011

La ciudad deja huella en el cerebro

Miles de neoyorquinos cruzan a pie el puente de Brooklyn. | AP
La expresión "la ciudad me mata" no es tan exagerada. Las urbes son el paradigma del desarrollo social y tecnológico que nos ha permitido vivir más y mejor, pero adaptarse a ellas no es fácil. Numerosos estudios epidemiológicos han demostrado que las personas que residen en un gran núcleo poblacional tienen más riesgo de sufrir enfermedades mentales que quienes se desenvuelven en el medio rural. Hasta ahora se desconocía por completo el mecanismo biológico que está detrás de esa mayor propensión. Un equipo de científicos alemanes y canadienses ha observado por primera vez un patrón de activación cerebral ante el estrés que sólo está presente en los individuos urbanos. No es la explicación definitiva, pero sí un buen punto de partida.
Es sabido que el estrés es uno de los principales factores que precipitan la aparición de trastornos mentales como la ansiedad, la depresión o la esquizofrenia. Los autores del estudio que acaba de publicar la revista 'Nature' partieron de esta premisa para realizar un curioso experimento con el que observaron que en los 'urbanícolas' sometidos a una presión psicológica intensa se activaba en mayor medida la región cerebral denominada amígdala y había otra zona, conocida como corteza cingulada anterior perigenual, que mostraba una actividad superior en quienes se habían criado en la ciudad. Nada de esto ocurrió en los que se habían educado o vivían en el campo.
Los ciudadanos que se prestaron a participar en este análisis tuvieron que realizar una serie de ejercicios matemáticos mientras su cerebro era escaneado con la técnica conocida como resonancia magnética funcional. A la tensión de enfrentarse a la aritmética se sumaba la actitud poco 'compasiva' de los investigadores, quienes agobiaban aún más a los sufridos voluntarios echándoles en cara lo mal que lo estaban haciendo o diciéndoles que sus resultados no llegaban a la media del resto de sus compañeros. De esta forma, todos ellos experimentaron un potente estrés y salieron a la luz las diferentes formas de reaccionar de sus cerebros.
El hecho de que cobrase protagonismo precisamente la amígdala concuerda con el papel que se ha atribuido a esta zona del cerebro en el procesamiento de las reacciones emocionales y, como explican los autores del estudio, liderado por Andreas Meyer-Lindenberg, de la Universidad de Heidelberg (Alemania), en el desarrollo de "trastornos de ansiedad, depresión y otros comportamientos que se observan con mayor frecuencia en las ciudades, como la violencia".
Lo que se ha constatado es, en definitiva, que nuestras hormonas sufren una transformación como consecuencia de la vida en la ciudad. Ahora bien, los propios autores reconocen que han hallado una correlación, no una asociación causal. Han abierto una prometedora vía de investigación que aún se encuentra en estado larvario.
"Es necesario verificar estos resultados", señala Jesús de la Gándara, jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos. En todo caso, confirma el gran interés de investigar los mecanismos biológicos que están detrás de algo que ve diariamente en su consulta: que vivir en la ciudad nos altera psíquicamente.
Pero, ¿qué es lo que más nos afecta del estilo de vida urbano? Según Gándara, la prisa, la falta de tiempo y, sobre todo, "la sensación de que no tenemos el control". Esto se traduce en varios planos: "para el estilo de vida masculina, en la desaparición del estatus y, para el estilo de vida femenino, en la pérdida de los contactos".
Visto que la ciudad es el problema, el siguiente paso es encontrar una solución. La vuelta a la vida rural no es una propuesta realista, habida cuenta de que el proceso de urbanización es imparable y se calcula que para el año 2050 el 69% de las personas vivirá en grandes núcleos poblacionales. Lo que sí es factible es hacer la vida en la ciudad más llevadera.
elmundo.es

jueves, 28 de abril de 2011

China envejece y se hace urbana

La población china es cada vez más anciana y urbana. El país con más habitantes del mundo ha hecho hoy públicos los datos del censo efectuado a finales del año pasado, que muestra los profundos cambios que ha experimentado como consecuencia de la política de hijo único y las reformas económicas iniciadas por Deng Xiaoping en 1978. Los chinos con más de 60 años representan el 13,26% del total, 2,93 puntos porcentuales más que en el recuento anterior, realizado en 2000, mientras que los que tienen 14 años o menos suponen el 16,6%, 6,29 puntos menos. La población total es de 1.339 millones de almas, lo que significa un incremento de 73,9 millones en una década. El censo refleja también el intenso proceso de migración interna que ha experimentado el país. El 49,7% de los chinos (665 millones, de los cuales 261 millones son inmigrantes, la mayoría llegados del campo) vive ahora en las ciudades, cuando en 2000 era alrededor del 36%.
"En los últimos 10 años, la población de todas las 31 provincias, municipalidades y regiones autónomas ha crecido, y todas se enfrentan a un problema de rápido envejecimiento", ha asegurado Ma Jiantang, alto funcionario de la Oficina Nacional de Estadísticas. Ma ha dicho que la tendencia es más pronunciada en las zonas costeras y las más desarrolladas, en las que la población es mayor y el suelo escaso.
El censo muestra que la cifra total de habitantes aumentó a menor ritmo la última década -un 5,8%, frente a un 11,7% en el periodo 1991-2000-, lo cual refleja los efectos del proceso de urbanización y de la política de hijo único, implantada a finales de la década de 1970, que limita, en general, el número de niños a uno en la ciudades y a dos en las zonas rurales.
La estricta normativa de control de natalidad ha situado el crecimiento anual de la población por debajo del 1%, y la tasa se estima que pasará a ser negativa en las próximas décadas. Según el censo, 118,06 niños nacieron por cada 100 niñas entre 2001 y 2010, debido a la tradicional preferencia de las familias por el hijo varón. Los hombres representan algo más del 51% de los habitantes de China.
La cantidad de emigrantes que han dejado el campo para buscar trabajo en las zonas urbanas industriales, sobre todo costeras, duplican a los del anterior censo. Cerca de 220 millones habían trabajado durante más de seis meses fuera de sus lugares de nacimiento en 2010, en una estadística que por primera vez cuenta a los emigrantes en sus localidades de residencia real.
El rígido sistema de registro de residencia en vigor, conocido como hukou, que liga a los ciudadanos a su lugar de nacimiento, dificulta que los emigrantes se instalen en nuevos destinos y tengan hijos, ya que la ausencia de hukou urbano dificulta el acceso a la educación y a otros servicios como la sanidad en igualdad de condiciones.
El cambio de la estructura poblacional tendrá un gran impacto en el mercado laboral de la segunda economía del mundo en el futuro, debido a la disminución del número de potenciales trabajadores, especialmente en el campo. Según muchos demógrafos, la política del hijo único, responsable en parte del envejecimiento de la población, amenaza el desarrollo económico, debido a la disminución paulatina del porcentaje de gente que trabaja para sostener a la creciente tercera edad. China, que ha añadido 40 millones de personas de 60 años o mayores en la última década, se enfrenta al reto de ser un país viejo antes que rico.
En los últimos años han aumentado las especulaciones en los medios de comunicación y entre los expertos sobre la posibilidad de que Pekín relaje el sistema de control familiar, que, según dice, le ha permitido evitar 400 millones de nacimientos y elevar el nivel de vida de sus ciudadanos con más velocidad, pero que ha tenido graves consecuencias, como abortos y esterilizaciones forzadas por parte de los responsables de los servicios de planificación familiar, abortos selectivos de niñas en familias deseosas de tener un varón, y la aceleración del envejecimiento de la población.
Pero los líderes chinos han asegurado que el sistema seguirá en vigor, y así lo ha recordado esta semana el presidente, Hu Jintao, quien, sin embargo, ha insistido en la necesidad de mejorar las redes de sanidad y seguridad social para la gente mayor. Dos tercios de los trabajadores carecen de pensión en las zonas rurales.
elpais.com

miércoles, 27 de abril de 2011

M'hijo el dotor



Aunque los cambios tecnológicos y las transformaciones culturales de las últimas décadas alcanzaron velocidad de vértigo, hay sueños que todavía se mantienen incólumes. Uno de ellos es el de tener un hijo "doctor" (como a principios del siglo XX, cuando el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez escribía sobre las tormentas generacionales que originaba el acceso de uno de los hijos de una familia rural a un título académico).
Sin embargo, según un informe que se publica en la última edición de la revista británica Nature , al parecer la elite de los "doctores" (por lo menos, los de las carreras científicas) ya no es lo que era. En muchos países, su número está creciendo a tal velocidad que la oferta supera a la demanda. En los 34 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, este aumento habría alcanzado el 40% entre 1998 y 2008; a tal punto que muchos de ellos ya no consiguen trabajo o lo hacen en puestos para los que no hubieran requerido hasta siete años de formación.
El informe destaca que en los Estados Unidos la oferta está superando tanto la demanda académica como la del sector industrial y el número de doctores que obtienen posiciones en universidades descendió drásticamente en años recientes. En Japón, que se planteó aumentar el número de posdoctorados a 10.000 -y tuvo éxito-, las universidades no les ofrecen puestos de trabajo y la industria prefiere a jóvenes licenciados que se forman "en la trinchera".
En países emergentes, como China y la India, donde la economía se está desarrollando tan rápidamente que absorbe a todos los doctores que se gradúan, hay problemas de calidad. En Singapur, el enrolamiento de doctores aumentó un 60% en los últimos cinco años... pero al parecer no todos se ganan la vida con la disciplina en la que se entrenaron.
En la Argentina, aunque según los últimos datos disponibles el número de doctorados es mucho menor que en estos ejemplos (entre 1999 y 2008 pasó de 218 a 746 anuales), ya hay quienes arquean las cejas y fruncen el ceño porque dudan de la capacidad del sistema científico para acogerlos a todos.
Los estudiosos de estos temas, sin embargo, aseguran que el país necesita más doctores. Pero no sólo para engrosar el Conicet o la industria, sino para incorporarse a las filas del Estado: hacer un doctorado permite dominar una disciplina, pero por sobre todo entrenarse en el método científico, un sistema de pensamiento racional para resolver problemas. ¿No es eso realmente lo que precisamos?
Nora Bär
lanacion.com

viernes, 1 de abril de 2011

Radiografía del ciudadano argentino


Radiografía del ciudadano argentino
La Argentina es el país más contencioso del continente, según surge de un trabajo académico realizado en 24 países de América latina y el Caribe, además de Estados Unidos y Canadá. Contencioso, según la Real Academia, es la persona que por costumbre contradice o disputa todo lo que otras afirman, aunque aquí, obviamente, se alude al fenómeno de los cortes de calles, rutas y puentes por parte de los más variados sectores sociales. El trabajo revela que la proporción de argentinos que en el último año protestó o se manifestó en las calles es mayor que la que acudió a alguna de las instancias estatales de resolución de conflictos, tales como elevación de pedidos a legisladores, intendentes, concejales y funcionarios o participación en reuniones convocadas por la intendencia local. En otras palabras, los cortes se convirtieron, respecto de las vías institucionales, en un método privilegiado para satisfacer protestas, debido, sencillamente, a su mayor eficacia. Una tercera magnitud completa el fenómeno: casi no hay país donde la protesta sea más tolerada que acá.
Pero la Argentina también es, hay que decirlo, el país en el que, pese a las protestas, el descontento nunca llega a poner en duda el apoyo al sistema democrático.
Estas son dos de las conclusiones más destacadas del informe "Consolidación democrática en las Américas en tiempos difíciles", realizado por la Universidad Torcuato Di Tella y la Vanderbilt University.
Todo el estudio explora en detalle la percepción de la repercusión en cada país de la crisis económica mundial de 2009, iniciada en 2008. "Aunque el rompimiento generalizado de la democracia parece inconcebible en América latina después de tantos años de estabilidad democrática -dice Germán Lodola, autor del capítulo argentino del informe-, lo ocurrido en Honduras y el deterioro continuo en Venezuela muestran que la democracia sigue siendo frágil en algunos países".
Con un total de 40 mil entrevistas realizadas desde Canadá hasta Tierra del Fuego, se intentó saber cuánto podría minar a las democracias la crisis económica. No sorprende corroborar que si es por el impacto de la crisis mundial, la Argentina salió relativamente bien parada, suerte muy distinta cuando se hurga en la percepción de los ciudadanos frente a la criminalidad y la corrupción. Sólo los peruanos se sienten más proclives que los argentinos a ser víctimas de un asalto o un robo. En cuanto a corrupción, de acuerdo con la encuesta, los argentinos creen -se trata de eso, de percepciones- que acá es muy alta: para una marca más pesimista hay que irse a Trinidad y Tobago, Jamaica o, de nuevo, a Perú.
En el campo político se ventilan más peculiaridades locales, muy estimulantes, sin duda, para los investigadores académicos, que encontrarán en esos laberintos nuevas ocupaciones. Una es la paradoja de que se registre una bajísima tasa de confianza de los argentinos en la calidad de las elecciones y en los partidos políticos, y a la vez se declaren altos niveles de participación política, por lo menos en comparación con lo que sucede en los otros países.
Otra paradoja: la compra de votos y el clientelismo político paga menos, dirían en el Hipódromo, de lo que habitualmente se supone. La encuesta sugiere que una buena parte de los que de uno u otro modo "venden" su voto son desleales cuando se quedan solos en el cuarto oscuro.
Fortalezas
Algunas conclusiones involucran, pues, cualidades más o menos permanentes de la cultura política, mientras que otras dimensionan la fortaleza de la democracia en América ante el desafío de la crisis económica de 2009. En este sentido, resalta Lodola que en nuestro país el efecto negativo de la crisis económica se limitó a los hogares donde al menos un miembro perdió su empleo. "Los argentinos que tienen una percepción negativa de su propia situación económica personal y sobre la economía nacional -dice Lodola- manifiestan un nivel de apoyo al sistema significativamente mayor". Una buena. Pareciera ser que para muchos el sistema debe ser respaldado -y no abolido- en los momentos críticos.
El estudio mide directamente, incluso, la satisfacción de los ciudadanos con la democracia. Desde luego, no prevalece entre los encuestados esa cúspide bucólica de "satisfacción total" que suelen mencionar los servicios de atención al cliente de las cadenas de hamburguesas. Países como Paraguay, México, Venezuela y El Salvador sufrieron una disminución considerable en el rubro satisfacción con la democracia respecto de 2008, lo que se explica por el mayor impacto, allí sí, de la crisis económica mundial. Algo similar dejaron dicho los encuestados de Estados Unidos. Pero la Argentina experimentó una reducción módica. En un índice de cero a cien, pasó de 50,2 en 2008 a 45,3 en 2010.
A su vez, cuando se les preguntó a los entrevistados si justificarían un golpe de estado bajo condiciones de alto desempleo, elevada delincuencia y alta corrupción, la respuesta afirmativa fue muy baja en casi todos lados, pero muy especialmente en Panamá... y Argentina. Esta misma pregunta había dado índices muy altos en Honduras cuando fue formulada por el Barómetro de las Américas en 2008, poco antes de la deposición del presidente Manuel Zelaya.
Otra parte del trabajo aborda la relación entre estado de derecho, criminalidad, delincuencia, corrupción y sociedad civil, y es allí donde aparece un gráfico con la percepción de inseguridad en perspectiva comparada. Argentina está segunda (detrás de Perú, seguida por El Salvador y Venezuela) y los países con índices más bajos, es decir, aquellos donde la expectativa de ser víctima de un asalto o de un robo es menor, son, en este orden, Costa Rica, Canadá y Estados Unidos. Vaya novedad.
Poco más de dos de cada diez argentinos dicen haber sido víctimas de un suceso criminal, en la jerga argentina, un hecho delictivo. De modo que cerca de uno de cada dos argentinos siente temor a ser víctima de un delito, pero poco más de uno de cada cuatro ha sido realmente victimizado. Sólo Perú, Ecuador, Venezuela y Bolivia tienen un índice mayor de victimización.
También se les preguntó a los entrevistados si habían sido víctimas de un acto de corrupción en primera persona. Argentina salió sexto, después de México, Bolivia, Perú, Paraguay y Brasil. Un 23,5 por ciento de los argentinos, según el estudio, frente a un promedio regional de 17 por ciento, manifiesta haber sido victimizado por episodios de corrupción. Como se buscó examinar de qué forma la percepción de criminalidad y corrupción afecta las actitudes de los ciudadanos hacia la democracia, se formuló esta pregunta: "Para poder capturar delincuentes, ¿cree usted que las autoridades siempre deben respetar las leyes o en ocasiones pueden actuar al margen de la ley?". El 55,5 por ciento consideró que las autoridades no pueden violar la ley (promedio continental: 60,3 por ciento). El 44,5 por ciento restante dijo que estaba dispuesto a que las autoridades actúen al margen de la ley para prevenir el delito.
Ordenados los países de mayor a menor por el apoyo al estado de derecho, la Argentina quedó, significativamente, en el lugar 17 (entre 25). Es muy probable que esta parte del estudio sea leída con la mayor atención en el marco de la actual disputa entre el gobierno nacional y el de la provincia de Buenos Aires. ¿Indican estas mediciones de opinión pública que los resabios autoritarios en nuestra sociedad son más significativos de lo que se cree? Aquí algo previsible, el estudio sostiene en clave académica algo ya surgido -con menos elegancia- de la boca de Aníbal Fernández, el padre de la teoría de la sensación de inseguridad: que quienes fueron víctimas de un crimen muestran menores niveles de apoyo al respeto de las leyes por parte de las autoridades para enfrentar la criminalidad. No se llega a determinar qué anima a aquel 44,5 por ciento, el de tolerantes con las acciones al margen de la ley. ¿El peso de la historia o el hastío? ¿Una posición ideológica, como suele sostener el gobierno, o la paciencia agotada?
Junto con Uruguay, Canadá y República Dominicana, la Argentina es uno de los países donde los ciudadanos expresan mayor interés en la política. Pero los partidos políticos tienen el nivel de confianza más bajo de todo el continente. Al referirse a la participación política, el estudio observa que las personas afectadas por el desempleo y quienes reciben una ayuda económica por parte del gobierno tienen una probabilidad significativamente mayor de participar en política partidaria que los demás.
"En el primer caso este resultado pareciera sugerir que la actividad política constituye para algunos individuos una potencial fuente de empleo. En el segundo caso, el resultado pareciera indicar que la distribución selectiva de beneficios materiales es una estrategia eficiente de movilización de apoyo político", se lee en el informe.
Sólo uno de cada veinte argentinos asiste a reuniones convocadas por la municipalidad, apenas el 15 por ciento dice haber presentado peticiones al gobierno local y poco más del 10 por ciento dice haber pedido ayuda a su intendente alguna vez (o a un concejal). Lo curioso es que entre quienes acudieron a sus representantes, el 90 por ciento dice que le fue bien, que obtuvo una resolución favorable a su problema.
Cuando una batería de preguntas específicas explora la participación cívica, el resultado no es alentador. "Los argentinos muestran un nivel comparativamente bajo de involucramiento en la solución de problemas comunitarios", dice Lodola, verdad barrial asumida en las reuniones de consorcio de los edificios, aquí certificada. El país apenas obtiene 15,5 puntos en nuestra escala de 0 a 100. "Este valor representa 2,5 puntos menos que el promedio regional y casi 10 puntos menos que el promedio registrado para Paraguay y República Dominicana, las naciones que ocupan los primeros puestos en el continente", explica el politólogo.
La relación hidráulica del reclamo por vías institucionales y las protestas callejeras es uno de los aspectos más luminosos del trabajo. Lodola destaca la relación positiva entre militancia partidaria y protestas, que "indica la interrelación y superposición existentes entre la política institucional y la no institucional; queda claro que no son arenas mutuamente excluyentes".
Advierte el estudio que la protesta social en ningún caso está asociada con creencias y actitudes desestabilizadoras de la democracia. "Contrariamente a nociones vagas de debilidad institucional o amenaza sistémica -dice-, la protesta social en la Argentina democrática se ha configurado como una vía cotidiana de actividad política colectiva y de participación en procesos de diseño e implementación de política pública".
Los niveles de aprobación de los cortes de ruta y las invasiones a la propiedad privada en la Argentina se mantuvieron relativamente estables en los últimos dos años. En el cuadro respectivo nuestro país aparece en el cuarto lugar, después de Honduras, Belice y Colombia. Alta aprobación.
Poca Confianza
Es muy interesante, y podría decirse muy inquietante en este momento, también, la relación de los argentinos con las elecciones. Según el Barómetro de las Américas, la confianza promedio de los argentinos en el sistema electoral es la más baja del continente después de Nicaragua. Lodola explica esta mala calificación por la tecnología de la votación, el sistema de boletas y la administración de los comicios. Recuerda que las boletas no son producidas por una agencia estatal independiente sino por los propios partidos y que eso permite que sean manipuladas y distribuidas por los activistas o punteros semanas antes de las elecciones junto con otros bienes materiales, tales como bolsas de comida, elementos de construcción, ropa y colchones. El sistema facilita otras prácticas ilegales: Lodola se explaya sobre el vaciamiento y robo de boletas en el cuarto oscuro y los recuentos de votos sesgados gracias a la falta de fiscales. Desemboca en el relevamiento de las percepciones sobre compra de votos. El 18 por ciento dijo haber recibido alguna vez una oferta de compra (sólo es peor en República Dominicana y en Bolivia) y de ese grupo un 10,7 por ciento decidió efectivamente vender su voto. En el promedio continental, uno de cada dos declaró sentirse menos inclinado a votar por el candidato o partido del benefactor (lo de más inclinado y menos inclinado al parecer es un eufemismo que aplican los encuestadores para mitigar la inhibición que le produce al encuestado toda pregunta directa sobre este tema). Pues bien: en la propensión a vender el voto, la Argentina aparece curiosamente como el anteúltimo país del continente, adelante de Chile.
Hay también en esta medulosa investigación un capítulo sobre preferencias políticas e ideologías. Allí aparece un cuadro sobre la autopercepción de los argentinos, que se ubican más a la izquierda en el espectro ideológico, apenas superados por los uruguayos. Más aún, surge que en los últimos tiempos hubo un ligero corrimiento, de nuevo hacia la izquierda. ¿Lo sabe el gobierno nacional? Seguramente. El dato coincide, por ejemplo, con la decisión de la Casa Rosada de retemplar la retórica antinorteamericana con miras a las elecciones de octubre.
© LA NACION
En cifras
Conflictividad
La manifestación callejera es una clara singularidad nacional respecto de la región. El 35% de los argentinos aprueba los cortes de ruta y el 20,7, la invasión de la propiedad privada como formas de protesta.
Participación política
El índice de confianza en las elecciones, en un rango de 0 a 100, es de 42 puntos entre los argentinos. Tampoco es alta la confianza en los partidos políticos: en ese ítem, liderado por Uruguay con un índice de 50,4 puntos, Argentina aparece anteúltimo con 27,3.
Clientelismo
El 18% de los argentinos afirma haber recibido alguna vez una oferta por su voto. La cifra duplica prácticamente el promedio latinoamericano. De todos modos, podría decirse que el clientelismo no paga bien: el 43,9% de los encuestados afirma no sentirse ni más ni menos inclinado a votar por el candidato del benefactor, en tanto que el 45,3% dice sentirse menos inclinado a hacerlo.
Ideología
En un rango de 1 a 10 (donde 1 es izquierda y 10, derecha) la identificación ideológica de los argentinos se ubica en 5,1. La cifra, comparada con 2008, está ligeramente más ubicada hacia la izquierda, ya que entonces había sido de 5,5. La posición de la ciudadanía argentina aparece como una de las más pronunciadas del continente: sólo Uruguay está más a la izquierda.
El rol del Estado
El nivel de apoyo a la idea de que el Estado debe ser el dueño de las empresas e industrias más importantes se ubica entre los más elevados de la región: de 0 al 100, obtiene 67,9 puntos.
Derechos civiles
Los argentinos son particularmente receptivos -junto con los canadienses, norteamericanos y uruguayos- a la idea de que los homosexuales puedan posturlarse para ocupar cargos públicos y puedan casarse.
LA ENCUESTA
En forma conjunta, la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad de Vanderbilt realizaron por segunda vez la encuesta de opinión pública denominada Barómetro de las Américas. Se trata de un estudio multinacional, encarado en forma simultánea, sólo que de los resultados generales se desglosan informes analíticos producidos en cada uno de los países americanos (menos Cuba, que no pudo ser incluida, y Haití, donde el relevamiento se frenó por el terremoto y eso demoró hasta ahora la inclusión de datos haitianos). El informe que analiza los resultados argentinos en perspectiva americana es muy vasto, abarca desde opiniones sobre la participación del Estado en la economía hasta la tolerancia ciudadana con los homosexuales. Tiene 354 páginas e incluye 270 gráficos. Fue redactado por Germán Lodola, doctor en Ciencia Política de la Universidad de Pittsburgh y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Torcuato Di Tella.
lanacion.com

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ciudades inteligentes

Armonk, NUEVA YORK (De un enviado especial).- No está leyendo el suplemento equivocado. La ciudad es un sistema. Sí, puede ser mucho más complejo que esa PC sobre la que usted trabaja todos los días, pero no deja de ser un sistema que genera una enorme cantidad de datos que, si son leídos con inteligencia, pueden mejorar la vida de los que vivimos en una ciudad.
Los gobiernos pueden intentar leer esa información y lograr que usted sufra menos embotellamientos u opte, con una sonrisa, por ir a su trabajo en un transporte público. Parece imposible, pero no lo es. Distintos países están haciendo pruebas al respecto.
Un reporte de la ONU sorprendió en 2007: por primera vez en la historia de la humanidad más de la mitad de las personas vivía en ciudades: por primera vez el balance dio saldo negativo para las áreas rurales. En la Argentina, aunque lejos del parque automotor de otros países, en septiembre se logró un record histórico de venta de automóviles.
En este contexto, que vuelve locos a los ecologistas, Buenos Aires es una de las ciudades más pobladas del mundo. Y la tecnología es una de las opciones, de la mano de decisiones políticas concretas, que pueden ayudar a resolver el problema generado porque todos queremos vivir en los mismos (pocos) metros cuadrados.
Luego de que Una verdad incómoda, la película de Al Gore, hizo pensar en un futuro apocalíptico, varios científicos, con el apoyo de grandes empresas o gobiernos, se pusieron a analizar cómo hacer para resolver ya no el futuro, sino el día a día, que hace cada vez más estresante moverse en una ciudad como Buenos Aires, el D.F. mexicano o San Pablo. Además del estrés de sus habitantes, según datos publicados por Siemens, en los últimos tiempos la Unión Europea perdió más de 100 mil millones de euros por año por atascos en el tránsito. El problema es tangible.
Así, otra vez la tecnología levanta la mano para ir más allá de intentos como prohibir el ingreso a la ciudad de los autos con ciertas patentes, promover el uso de bicicletas o el alza en los peajes para coches en los que viaje una sola persona; busca encontrar una salida creativa a un problema creciente.
En busca de una solución
IBM decidió hace años salir de algunos segmentos que la mantenían cerca del público masivo. Luego de la venta de su área de PC y notebooks a Lenovo en 2005, la Big Blue prácticamente dejó de estar en el radar de los usuarios no corporativos. Pero ahora, con su nuevo lema Un planeta más inteligente, vuelve a acercarse a las personas, pero desde un nuevo enfoque. La empresa decidió centrarse, entre otros segmentos, en los aspectos que se pueden aplicar desde la tecnología y la consultoría para mejorar el tránsito de las grandes ciudades.
De hecho, realizó un estudio en 20 grandes ciudades, entre las que se encuentra Buenos Aires, y llegó a armar un índice de la molestia que genera ir a trabajar a través del pesado tránsito urbano. Con Pekín y México D.F. como el grado 100 de molestia, los barrios porteños les generan a los trabajadores que los transitan un estrés de grado 50, lo que ubica a Buenos Aires en el octavo puesto de ese ranking (San Pablo está en el sexto lugar).
IBM trabajó en distintos proyectos, entre los que se encuentra el manejo del tránsito en Estocolmo y un análisis del flujo de automóviles en Pekín, donde gracias a sensores en los semáforos se puede anticipar dónde habrá un embotellamiento y, en tiempo real, avisar en una cartelera de LED que se debe tomar un desvío.
Laura Wynter, investigadora científica de IBM y especialista en manejo del tránsito con estudios en el MIT, le dijo a LA NACION: "Es clave achicar los tiempos de viaje entre el hogar y el trabajo. No tiene sentido perder dos horas de tiempo precioso yendo de un lugar a otro. Nuestro desafío es generar modelos matemáticos que hagan viable predecir el tránsito".
Si bien el trabajo a distancia, sobre todo entre los trabajadores en industrias donde lo que se genera es contenido (como diseñadores, creativos o redactores), ha crecido, todavía la interacción cara a cara es necesaria y es ley en la mayoría de los mercados. En ese contexto, se deben encontrar soluciones para quienes deben salir a la calle todos los días.
Por ejemplo, IBM publica en una de sus investigaciones que ha trabajado en Singapur con la meta de ayudar a las autoridades de transporte a tener una hora de aviso sobre los problemas de tránsito. Aunque suene increíble, el tráfico es predecible en muchas de sus variables.
Con información recolectada por sensores en las calles, GPS utilizados por los taxistas y videocámaras se pudo detectar cómo se comportaban las dos variables principales del tránsito: volumen y velocidad; es decir, el promedio de automóviles que pasan por un cierto punto en un lapso determinado. Al superponer los datos de tres semanas, las curvas muestran un solapamiento casi exacto.
Pese a que se puede suponer que la estadística, que se guía por promedios, no sirve para predecir el tránsito, en el laboratorio de IBM creen que con un algoritmo que tenga en cuenta posibles problemas (como accidentes, reparaciones, por ejemplo) se puede llegar a soluciones que les mejorarían la vida a millones de personas. Este tipo de predicciones genera un interés aún mayor por el uso del transporte público, ya que éste es más fácil de predecir que los automóviles particulares.
En la semana de presentación del metrobús que recorrerá Juan B. Justo, IBM cree que en la ciudad de Buenos Aires "se puede trabajar en el análisis de información detallada sobre el comportamiento de los servicios de ómnibus, para determinar corredores de alto volumen y realizar análisis críticos de datos para proponer nuevos servicios, cambios de horarios, nuevos ómnibus, etcétera", destaca Paulo Caratti, líder de Consultoría en Sector Público de IBM Sudamérica.
La empresa tendrá su principal desafío en América latina si es elegida para adecuar las grandes ciudades brasileñas, como San Pablo o Río de Janeiro, para los próximos Juegos Olímpicos de 2016 y el Mundial de Fútbol 2014. No es la única que compite por ese gran proyecto: son varias las compañías que ven en este tipo de enfoques una posibilidad para hacer buenos negocios.
Onda verde al tránsito
El dato de la ONU que encabeza esta nota no sólo es un disparador en los laboratorios de IBM; otros proveedores como Siemens, cuyos brazos también cubren varias industrias, intentan ver esto como una oportunidad para aplicar tecnología en las ciudades y hacer negocios.
Siemens cree que Buenos Aires podría, por ejemplo, tomar los datos que generaría el boleto electrónico SUBE para decidir cuántos colectivos de una línea están dando vueltas por las callecitas porteñas en un momento determinado ajustándose a la demanda.
Luego de hablar de las posibilidades que generaría SUBE para monitorear el tránsito, cuando el sistema se encuentre implementado en su totalidad, Francisco Do Pico, vocero de Siemens, expresa respecto de la onda verde de los semáforos que "la gestión de tránsito integral implica cambios de sincronización dependiendo de horarios y accidentes, por ejemplo. Hoy, Buenos Aires, que cuenta con aproximadamente 3800 intersecciones semaforizadas, tiene un sistema que opera bajo escenarios prefijados. Hay dos mejoras posibles que deberían considerarse. Implementar un sistema de semaforización adaptativo en tiempo real con detectores para distintas áreas o corredores, o instalar un sistema central de gestión y control que abarque todos los subsistemas. Así podría haber centralización de toda la información: semáforos, autopistas, estacionamiento, policía, emergencias, etcétera"
Lejos de los grandes
En abril, Jaime Lerner dio en Buenos Aires una de las mejores charlas de la versión local TEDx. El arquitecto, tres veces alcalde de Curitiba, se dedica a recorrer el mundo explicando las nuevas maneras de lograr que las ciudades sean más vivibles. Muchas de las soluciones que propone son políticas, pero también incluye soluciones tecnológicas.

Jaime Lerner y su charla en TEDx Buenos Aires
Por ejemplo, en el último tiempo está fascinado por el prototipo de un pequeño automóvil, denominado Dockdock, que hace que el Smart o el Mini parezcan unos camiones (el Dockdock tiene la cuarta parte de su tamaño).
Para él, de hecho, la movilidad es una de las tres variables, junto a la sociodiversidad y sustentabilidad, que pueden hacer viable una ciudad. "Hay que pensar en una ciudad para las personas, no para los autos", dice. La tecnología tratará de ayudar.
Pablo Martín Fernández
Twitter:
@fernandezpm
La experiencia local
Buenos Aires está gestando varios cambios en su trazado urbano, desde el futuro metrobús que recorrerá Juan B. Justo inspirado en el trabajo de Lerner -que igualmente propone un trabajo más integrado en todo el trazado urbano- hasta los cambios de carriles, hechos sobre la base de datos estadísticos. Pero por ahora no se ven cambios donde la tecnología esté frente a los usuarios. A la mañana, antes de salir a trabajar, hay que guiarse por la Web, la radio, los canales de noticias o los tweets de amigos para tratar de descifrar si el viaje hasta la oficina demandará 45 minutos o una hora y media. No por nada Wynter, de IBM, dice que en general el problema de América latina y otras regiones en vías de desarrollo es la falta de datos de calidad para generar estadísticas. Habrá que esperar.
En La Plata se avanzó con facilidades para pagar el estacionamiento medido vía SMS, y por la particularidad de su sistema de transporte público, con menos cantidad de líneas y mejor organizadas que el porteño, es posible saber -al llegar a las paradas que cuentan con información en tiempo real- en cuánto tiempo va a llegar el próximo colectivo.
lanacion.com

viernes, 19 de noviembre de 2010

No descorazonar al adolescente

Miguel Espeche
Lo llaman "el problema adolescente", pero no: en realidad, los adolescentes no son un problema, sino que tienen problemas, además de otras cosas que los identifican.
Resulta agraviante decir que su existencia es un problema en sí mismo, como se suele repetir en diferentes ámbitos. Ellos conforman una parte de la humanidad que transita por una etapa que, se supone, empieza alrededor de los 14 años y termina... bueno, no se sabe bien cuándo termina. Antes se solía decir que la edad final de la adolescencia era más o menos la de 21 o 22 años, más allá de que hoy se vea a algunos de 30 portando todavía un título del que les cuesta despedirse.
Es de lamentar que, cuando se describe la vida de los adolescentes, sobre todo a nivel mediático, se apunte, única y metódicamente, a los conflictos y, sobre todo, al "descontrol" que, obviamente, existe en muchos casos y es visible, noche tras noche, en boliches y en calles del país.

Si pensamos en los rituales de pasaje de la niñez a la adultez, no hay dudas de que la noche es el terreno elegido por muchos chicos para vérselas con su "aguante", elemento considerado esencial para ser "grande" y "pertenecer". Lo hacen para ponerse a prueba y conocer los alcances de su coraje y su capacidad para estar lejos de la protección parental, así como en otras culturas salen a cazar leones, van a la guerra o soportan circuncisiones y ritos a veces dolorosos que marcan que el que antes era un niño o una niña, ahora pasa al terreno de los adultos.

En nuestra cultura, pobre en rituales por aquello de que lo simbólico no sirve y forma parte de una mirada mágica o delirante de nuestros antepasados, el ritual de pasaje para una parte de los adolescentes es, precisamente, el "aguante" demostrado en ciertas vivencias nocturnas en las que asumen riesgos y, con diferente resultado, descubren recursos para enfrentarlos.
Al tanto de eso, y también de las fragilidades propias de este período de la vida, el mercado de la noche hace lo suyo y genera condiciones que favorecen el consumo de todo lo que sea consumible. Se induce así, hábilmente, a la asunción de pautas artificiales de cultura nocturna (música fuerte, generadora de una ansiedad que promueve el consumo, por ejemplo), que terminan siendo difíciles de contrarrestar. Gran parte de los chicos y chicas creen haber sido ellos mismos los creadores de esas pautas, y no se sienten meros ejecutores de pautas diseñadas por otros para explotarlos.

Sin embargo, vale señalar que esos mismos chicos que salen a la noche con mayor o menor grado de "descontrol" pueden haber sido parte, por ejemplo, de los más de mil adolescentes que fueron a barrios alejados de sus hogares para construir casas para personas que no tienen un hábitat mínimamente digno. Esta aventura solidaria, una entre tantísimas otras, impulsada por la ONG Un Techo para mi País, hizo que durante un fin de semana largo esos chicos y chicas trabajaran en centenares de casas, empuñaran un martillo quizá por primera vez en su vida y tomaran mate con personas con las que, en otras circunstancias (dado que este movimiento en general es llevado adelante por jóvenes de clase media), no hubieran establecido ningún contacto.

Esa es otra de las formas de ponerse a prueba que usan los adolescentes, una entre tantísimas. En este caso, ellos se reconocen en acciones que no concitan la mirada mediática tanto como un coma alcohólico o la toma de un colegio.

El peor riesgo que corren los adolescentes no es el alcohol, las drogas, la promiscuidad sexual, el embarazo temprano o la inseguridad, sino el descorazonamiento. Se trata de un riesgo, no de una realidad generalizada, porque, si hay algo que cuesta, es descorazonar a un adolescente. Aunque a veces, lamentablemente, el fenómeno se produce, para tristeza de todos.
Uno de los elementos que más riesgo conlleva de descorazonar a los jóvenes es el rostro angustiado de sus padres a la hora de dar cuenta de su propia vida. De hecho, si se hiciera una radiografía psicológica de los chicos y chicas que "descontrolan" en las noches bolicheras y sus adyacencias se vería que el discurso subyacente es el siguiente: "Vivamos ahora todo lo que sea divertido, que al crecer te transformás en eso que son los padres, que están siempre quejándose de su destino y atormentados por su propia vida, sin posibilidad de vivirla en plenitud".
Quieren vivirlo todo ya no porque sean suicidas o tontos, sino porque temen crecer y, al hacerse grandes, perder toda alegría y toda intensidad, tal como creen muchos que les pasó a sus padres.
Es por esta causa que siempre que se habla de adolescencia se termina hablando de los padres. Y es también por esta misma causa que a la hora de hablar de los padres convenga hacer referencia a cómo hacer para que ellos, los padres, tengan una buena calidad de vida y no se transformen en meros heraldos de los infortunios que pueden ocurrir, quejosos a repetición, y nunca gozadores de la vida y sus circunstancias por aquello de "cómo querés que disfrute de la vida si...".
Se sabe que para justificar amarguras nunca, pero nunca, faltarán argumentos, los mismos que usarán algunos jóvenes para dedicarse, con angustia subyacente, a vivir la vida "a full", pero no para saborearla sino para engullirla rápido y para quemar las fichas que, así lo creen, se les vencerán al crecer y ya no tendrán valor.
Nunca está de más proponer a los padres de los adolescentes que vivan su vida con la mayor plenitud e integridad posible, más allá de los problemas que existan, para de esa forma ser un horizonte deseable para sus hijos (y también porque sí nomás, ya que la vida bien vale ser vivida con gusto o, al menos, con integridad, que eso no atenta contra una buena paternidad).

Otro fenómeno llamativo es el de las estadísticas que se trazan en relación con los adolescentes. Cada vez que alguna consultora se dedica a los adolescentes es para abundar en problemas como los señalados más arriba (consumo de drogas y alcohol, embarazos tempranos, etcétera). Nunca se hacen mediciones sobre cuántos adolescentes están enamorados, cuántos ayudan a sus padres trabajando, cuántos son leales con sus amigos, cuántos estudian, trabajan y, además, se ríen de pavadas, como corresponde, generando las endorfinas del caso...
De allí que sea aconsejable que, cuando se lean esas siempre realistas e irrefutables estadísticas acerca de los jóvenes de hoy, se mire al hijo a los ojos, sin olvidar su nombre y la historia que se comparte con él. Es que, susto mediante, hay padres que dejan de ver al hijo con su nombre y apellido y pasan a verlo como parte de ese porcentual terrorífico que habla de drogas, alcohol y nunca jamás de amor o de alegría, elementos también propios de los adolescentes y, sin duda, presente hoy tanto como lo estuvo durante toda la historia humana.

La adolescencia tiene problemas, pero también tiene recursos. A cada problema que aflora, cabe la oportunidad de encontrar un recurso para superarlo, a veces con ayuda directa de los adultos, otras desde los propios jóvenes. Cuando sólo se mira fijo aquello que amenaza, lo que aparece es el miedo crónico, y se deja de percibir con qué se cuenta para sortear esa amenaza. Esos recursos, entre los que la confianza está en lugar principal, no son garantía absoluta, pero, sin duda, no son poca cosa a la hora de ir atravesando nuevos territorios, tal como hacen los chicos y chicas que crecen entre nosotros, mirando en nuestro rostro adulto el reflejo de un mundo del que, aunque teman, serán parte dentro de poco tiempo.
© La Nacion
lanacion.com

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La cultura de la "diversión"

La cultura de la "diversión"


CAMBRIDGE, Massachusetts.- Desde el nacimiento de Estados Unidos, una batalla silenciosa se ha desarrollado con respecto a las palabras que denotan el alma de la nación. Ahora, un recuento puede definir a las victoriosas: "logro" (achievement) y "diversión" (fun).
Desde la década de 1810 hasta el siglo XXI, la frecuencia con que aparece el término "logro" en inglés norteamericano escrito aumentó 11 veces, según una reciente investigación realizada por el Corpus de Inglés Estadounidense Histórico, una base de datos de 107.000 periódicos, revistas, novelas, obras de teatro y guiones cinematográficos. En el mismo período, la frecuencia con que aparece la palabra "diversión" se multiplicó más de ocho veces.
Mientras tanto, otro par de palabras sufrió un destino opuesto. En tanto la frecuencia del término "logro" aumentaba en el curso de estos dos siglos, la palabra "excelencia" perdía preferencia de uso, empleándose 11 veces menos. Y mientras "diversión" ganaba importancia, las menciones de "placer" disminuyeron cuatro veces.
En la historia del lenguaje, las palabras ascienden y caen. Las hacemos y rehacemos y, al mismo tiempo, ellas nos hacen y rehacen a nosotros.
La historia de una palabra es tan compleja como un huracán. Es difícil saber con certeza cómo gana popularidad, satisface nuevas necesidades y adquiere nuevos usos y valencias. Por eso, es imposible atribuir la decadencia de una palabra al ascenso de otra.
Sin embargo, en los destinos de estos dos pares de palabras se insinúa un viraje de la cultura estadounidense, y es un viraje que sin duda ha ejercido influencia en todo el mundo. Se trata de un distanciamiento de la idea, que podría calificarse de aristocrática, del valor intrínseco de las cosas: del placer, con su sentido de una condición interna de la mente, hemos pasado a la diversión, tan estrechamente asociada con las actividades externas, y de la excelencia, una característica interna cuya concreción es su propia recompensa, pasamos al logro, al que se llega con el esfuerzo y el reconocimiento.
El diccionario Merriam-Webster define "placer" como "un estado de gratificación", en tanto "diversión" es "lo que proporciona entretenimiento o gozo, específicamente, palabras y acciones lúdicas y con frecuencia bulliciosas". Además, define excelencia como "la cualidad de ser excelente", que a su vez significa "muy bueno en su clase: eminentemente bueno". "Logro", por su parte, es "un resultado ganado con esfuerzo".
El arco que va del uso de la palabra "placer" al uso del vocablo "diversión" puede trazarse explorando la base de datos del Corpus. En una pieza teatral de 1812, John Blake White escribió: "¿Para qué sirve la riqueza, si no es para comprar placer? ¿Para qué la salud, si no para saborear, cuando el placer ofrece su copa y nos invita a beberla?" En 2009, en cambio, este renglón del novelista Hyatt Bass era mucho más típico de la época: "Vamos, ¿no les parece divertido tener una botella de vino que fue lanzado el mismo mes en que ustedes se comprometieron?"
El "placer" conlleva un atisbo de lo sublime, habla de un estado mental que se presenta orgánicamente, que no necesita ser artificialmente inducido. La "diversión", en cambio, aunque para los hablantes contemporáneos es casi sinónimo de "placer", suele implicar un incentivo artificial. Uno no siente diversión, sino que hace algo divertido. Y la diversión no tiene ni un atisbo de elitismo, mientras que el placer resulta vagamente de elite.
Las cataratas imponentes producen placer; los partidos de paintball , en los que los amigos, con ánimo lúdico (y a veces con cierta crueldad) se disparan entre sí perdigones de pintura, proporcionan diversión. Una cena prolongada y con buena conversación puede ser un "placer"; un bar bailable atestado, oscuro y sudoroso probablemente sea calificado de "divertido".
Si el "placer" proviene del propio ser y del intercambio de ideas, la "diversión" procede de los actos y, con frecuencia, de desconectar el cerebro. Ese cambio posiblemente justifique, en parte, la insistencia sobre el despliegue de actividades en toda ocasión, en vez de confiar en que el placer pueda darse por sí mismo.
Hoy es raro aquí el feriado corporativo o la fiesta de Acción de Gracias que no incluya un torneo de Nintendo Wii o algún otro juego. En los momentos en que otros comen, beben y conversan, los estadounidenses suelen crear actividades temáticas y exhibiciones de talentos.
En Comer, rezar, amar , el libro de memorias que se convirtió en best seller de Elizabeth Gilbert, la autora relata que descubrió la idea italiana de placer como si fuera una ciudad sepultada: "Durante mis primeras semanas en Italia, todas mis sinapsis protestantes se convulsionaban angustiadas, buscando alguna tarea a que abocarse. Quería cumplir con el placer como si fuera un deber". La autora concluye: "Los estadounidenses tienen una incapacidad de relajarse y aceptar el puro placer. Nuestra nación persigue el entretenimiento, pero no necesariamente el placer". Los italianos, por su parte, son maestros del bel far niente , la belleza de no hacer nada, escribe Gilbert.
Después, tenemos el arco que va de la "excelencia" al "logro".
Consideremos esta estrofa de un poema de 1813: "Así ella nos dio una enseñanza moral:/ que el hombre entendería, pero sin alcanzar nunca/ la mayor excelencia, para de ese modo demostrar/ que en el mundo todo es vanidad".
Y veamos este otro fragmento, en este caso de una biografía escrita en 2005: "El joven persigue arduamente su sueño; mientras otros se burlan, emprende un solitario viaje desde el campo a la ciudad en pos de su realización personal, supera obstáculos con una combinación de coraje, determinación y talento, y finalmente asciende hasta la cúspide del logro y la prosperidad".
La "excelencia", con sus connotaciones de virtud, evoca a Aristóteles. Cualquiera puede tener logros, en la recolección de residuos o en la neurocirugía, ¿pero cuántos pueden alcanzar verdaderamente la excelencia?
"Para los antiguos griegos, la felicidad era la plena utilización de las propias capacidades siguiendo los lineamientos de la excelencia", dijo en una oportunidad el presidente John F. Kennedy.
En cambio, los líderes de hoy tienden mucho más a usar el término "logro", que, al igual que "diversión", es de naturaleza exterior. Es algo que se produce al hacer cosas específicas. Algo que se consigue más controlando objetos y cosas que desarrollando las potencialidades internas de cada uno.
La cultura del logro impregna toda la vida actual. Desde los exámenes de la escuela primaria hasta la incesante presión en el rendimiento universitario, la cultura educativa de hoy privilegia la acumulación de logros en los resultados por encima de la brillantez intelectual. En parte, Wall Street se derrumbó porque todos buscaban recibir bonificaciones por sus logros, descuidando la persecución de la excelencia en su vocación. Una cultura que promueve la celebridad instantánea les enseña a los jóvenes que la fama es un fin en sí mismo y no un síntoma incidental de excelencia en su oficio.
El mundo en el que primaban el "placer" y la "excelencia" era menos igualitario que nuestro mundo de hoy. Dejaba fuera a grandes categorías de la humanidad. En los años transcurridos desde entonces, esas exclusiones disminuyeron: el mundo se abrió para muchos (especialmente, en Estados Unidos). Pero junto con ese cambio se produjo otro: una aparente intolerancia del hecho de meramente ser, y una angustiosa insistencia en hacer, hacer, hacer.
Traducción de Mirta Rosenberg
lanacion.com

lunes, 19 de julio de 2010

A la gente le gusta la gente

Una y otra vez, cuando se registran manifestaciones multitudinarias como la que se ha vivido con el triunfo de la selección española, el mismo manifestante se pregunta qué fuerza impulsa y logra el superfenómeno del descomunal gentío. Quinientos mil, millón y medio, dos millones. Lo importante no es tanto su medida exacta como su superación de lo previsible, que convierte lo humano en una réplica de los fenómenos naturales, incontrolables y emancipados de la razón.
Nadie puede decirlo sin parecer trasnochado
Por un lado, si la escala de la manifestación alcanzara cifras razonables sería innecesario recurrir a cábalas para explicar su plétora. Pero, por otro, la experiencia de conciertos y fiestas raves, las cifras de asistencia a los estadios, hacen saber que lo que más interesa a la gente es estar con la gente, pertenecer a su abundancia e incluso jugar con el espectáculo, creado justamente, de ser asombrosamente muchos. De esa masa innumerable se deriva la noticia en primera y cada cual, componiendo esa formación, recibe su diploma de participación en el suceso extraordinario.
El éxito, tanto de los programas del corazón como de las historias "con interés humano" dan idea de que la gente es tema estrella de la gente. Ni los restaurantes importantes lo serían sin mucha clientela ni los musicales ganarían atracción sin colas.
Hay convocatorias ecologistas, partidistas, antiabortistas, festivas o de funeral. Siempre atraen más las que contienen un argumento con personajes que con ideologías. Pero ya todas las citas suelen ser hechos en los que se hallan implicadas las personas o los equipos de personas.
A despecho de que la actual sociedad haya sido designada como individualista o superindividualista, nada ha variado en lo esencial y menos en el estilo del mundo de los últimos años. Desde los tiempos en que no había radio o cine o televisión y los paisanos se distraían mirando pasar a los vecinos, la existencia es amena, posee misterio, interés y sentido gracias a la contemplación, la conversación y el recreo basado en la existencia de los demás.
Ninguna otra especie es más afectiva y gregaria ni más necesitada de cooperación, solidaridad e interacción positiva. Por fragmentos o a granel, la mira, se husmea, se enracima, se acumula, se reclama y reconoce en la especulación con los demás. Y ahora, con el multimillonario éxito de las redes sociales, ¿cómo dudar del potente fenómeno de la muchedumbre creando un nuevo saber y otro sabor de las costumbres?
¿Asombrosas manifestaciones con motivo del Mundial, del desastre del Prestige, de la muerte de Lady Di, del asesinato de Miguel Ángel Blanco, del fallecimiento de Juan Pablo II o del 11-M?
El modo en que la gente se expresa más viva y gloriosamente es a través de la multitud. Una multitud sin número porque la manifestación solo llega a triunfar de verdad cuando las cifras que sumarían los concurrentes se hace una cuenta incalculable. De este modo la cantidad se convierte en cualidad y la voz -de dolor, de alegría, de protesta- se agranda ensordecedoramente. ¿Tendrá efecto este movimiento popular? No es seguro. No es seguro todavía, porque los movimientos sociales desde el feminismo al ecologismo, los derechos de los animales o los derechos de los ancianos, crean fuerzas que van ocupando el lugar de los desacreditados (y corruptos) partidos políticos.
Estas seudorganizaciones se comportan como espasmos de presión, accionan como garantes de la dignidad y, sobre todo, en cuanto "movimientos", en parte espontáneos y en todo heterogéneos, son tan efímeros como las estrellas fugaces y aún no se conoce en qué medida están fundando un nuevo mundo de acción o participación política.
En la psicología, como en cualquier otra disciplina, las distintas escuelas pugnan por el predominio de su particular interpretación de lo real. Sin embargo, hay una ecuación, dentro de la psicología, sobre la que casi todos los profesionales se confiesan de acuerdo. La ecuación se refiere a la "fórmula" que incrementaría la felicidad social y su postulado tiene dos partes. La primera es que son más felices aquellos países o regiones donde las diferencias de renta no son ofensivamente distantes. La segunda es que la felicidad de las personas no correlaciona positivamente ni con el dinero, ni con la inteligencia, ni con la religión, ni con la salud o la cultura, ni con ser bajo o alto, agraciado o feo, hombre o mujer. La felicidad solo correlaciona positivamente con la más numerosa y mejor comunicación con los otros.
De nuevo, el formidable éxito actual de las webs sociales se clarifica por su aporte de relaciones entre muchos e iguales, por virtuales que a algunos les parezcan. Las redes de comunicación, personales y activas, ofrecen la gran ventaja de que las buenas noticias, al ser compartidas, incrementan su importancia y celebración; y las malas noticias, al saber que otros prójimos también las sufren, hacen perder la insoportable suposición de que la adversidad viene a ensañarse con nosotros. La mayor salud física y psíquica, en fin, no proviene del más completo sistema sanitario sino de la especial riqueza personal que se desprende de la trama.
Con esto podría empezar a entenderse sin esfuerzo el atractivo imán de las concentraciones de masas, pero, además, tal recompensa culmina cuando la referencia sobre la concentración se agranda en los medios de comunicación que, enfatizando el suceso, le otorgan categoría tanto como notarios de su excepcionalidad como indirectos convocantes de su fiesta. ¿Convocan los medios mediante alguna proclama? No necesariamente y no continuadamente. Una exposición de Sorolla en el Museo del Prado atrae hasta medio millón de visitantes porque, además de ser excepcional, su excepcionalidad se agiganta en las noticias para millones de receptores. Sorolla, como Shakira, se hacen grandes al mediatizarse en estas cámaras de recauchutado. Ni el amor por la pintura, ni el amor por la música ni las gestiones del ministerio serán más eficientes que el contagioso virus informativo que difunde la televisión y los otros medios.
A la celebración del triunfo de la selección española de fútbol acudirían decenas de miles pero su número sigue multiplicándose, minuto a minuto, al compás del calor que los locutores, los cámaras y los vídeos van atizando.
De hecho, lo realmente atractivo en la última gran exposición de Sorolla (o de Tiziano, fíjense) en El Prado no radicaba en el hermoso poder de sus pinturas sino en el hegemónico poder de la cola. Todo lo que tiene cola goza de simbólica solemnidad, sea en las bodas o en las visitas al museo.
Tal como sucede con las películas, los libros, las pulseras equilibrantes o los iPods lo más decisivo no radica tanto en la intrínseca virtud del producto como en su capacidad para crear virus. Todos los profesionales del marketing lo saben. Cualquiera puede esperar para comprar ese CD de Michael Jackson o la nueva entrega de Harry Potter, cualquiera podría pasear tranquilamente por el Museo Casa Sorolla de Madrid a lo largo de los 365 días del año. Si no lo hacen obedece a que la soledad deprime o devalúa mientras la concurrencia expande.
En el análisis de los fenómenos explosivos, sea en las ventas o en las concentraciones, el marketing llama tipping point al punto crítico en que un artículo o un hecho pasa de ser muy interesante a ser un blockbuster. De ser un éxito a ser un taquillazo.
Los ya casi olvidados Hush Puppies o los modelos de Kickers vivieron su tipping point hace 10 años, cuando una impensada solicitud marginal (pero distintiva) los convirtió, de golpe, en insignias de moda. El mismo expediente ha seguido la marca de ropa Fish&Acrombie, nimbada de un pasado supuestamente mítico pero medio enterrado, o el renacimiento de Adidas enfrentándose al tipping point global de Nike.
A la gente le gusta la gente, se fía cuando acude mucha gente. La gente anima y brinda seguridad, donde hay concentración de comensales se come bien. Los infundios en sentido despectivo, inspirados en la Ilustración, ignoran tanto el cambio de época como que la gente de por sí actúa como un gen en la sociedad de masas.
La moda es un ejemplo elocuente del contagio genético que logra involucrar a tantos como para transformar un producto en un factor de época y un diseño en un designio. Puede que el fervor (como la moda) no dure mucho, puesto que nada de lo que es contemporáneo nace para perdurar, pero son tan productivas porque el modelo dominante es el impacto y su canon el acto terrorista.
Manifestaciones de inconmensurables ciudadanos que, sin embargo, se diluyen un día después como azucarillos, juramentos eternos y odios de pedernal que se erosionan por horas. No hay un antes y un después de una manifestación multitudinaria puesto que por su propia naturaleza se trata de una explosión que mata o hiere, salva o exalta pero que, en ningún caso, ha nacido para fundar un reino perdurable. Lo que cuenta es el grado máximo de calor, el resplandor, la bomba. La emoción de la emoción.
Porque así como todos los medios han ido haciéndose cada vez más calientes o sensacionalistas y llevan a primera plana pedofilias, volcanes o crímenes, la oferta, en general, no olvida nunca el corazón de la clientela. Es el caso del llamado factor emocional (e-factor) que desde hace dos décadas orienta las campañas de marketing, la arquitectura fotogénica o la estructura de los telediarios
Contrariamente a la idea que calificaba a la época inmediatamente anterior a la crisis como materialista, nuestro tiempo ha sido romántico, emotivo, especulativo, presentista o aventurero. Y de ahí, precisamente, la crisis. Todo lo racional se consideraba triste o desfasado en el tiempo posmoderno (desde finales del XX a primeros del siglo XXI). Por el contrario, lo irracional, se trate de amor, muerte, sexo, los bonos basura, la pasión por las ballenas o el vicio de la web social, han sido reflejos acordes con el espíritu del tiempo. La propia manifestación de la manifestación forma parte de lo mismo, puesto que en ella se concelebra tanto la exaltación como el enamoramiento de lo colectivo.
No es, obviamente, casualidad que el descubrimiento de las neuronas espejo, con poderes para mimetizar los comportamientos del otro, más el prolífico discurso en boga sobre la civilización de la empatía, vayan inspirando los análisis más recientes. Empatizar es el pegamento de las multitudes. Ser o no empático ha pasado a ser hoy -como la inteligencia emocional- el tema de nuestro tiempo. La empatía abre el camino emocional del otro: conlleva comprensión y compasión. La simpatía nos acerca, pero la empatía nos une, un factor decisivo en las espectaculares (especulares) manifestaciones de masas, su causalidad y sus consecuencias.
Nos congregamos para celebrar juntos lo óptimo pero también para llorar a la vez. Esta es la magia del contagio. Formamos un tumulto sentimental para llorar al Papa o a Lady Di, para celebrar un campeonato o protestar juntos contra el mal del capitalismo, el terrorismo o el recorte salarial. Desacreditados los partidos llegan las asociaciones de ciudadanos, tan fuertes como efímeras, tan poco ideológicas como cargadas de pasión inaugural.
¿Una alineación más? En el primer capítulo de La rebelión de las masas, publicado en el diario El Sol (24 de octubre de 1929), el mismo día en que estalló el crash del 29, Ortega certifica "el advenimiento de las masas al pleno poderío social" y añadía: "Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer".
Ese supremo padecimiento cultural coincidía aquel 24 de octubre con la ascendencia de la multitud. Pero hay otras coincidencias con nuestros días: el fin de la Gran Cultura y el ascenso de la cultura de masas.
Umberto Eco, en Apocalípticos e integrados en la cultura de masas, no creía, hace 55 años, en la entidad e identidad de la cultura de masas. Este fenómeno sería como un subproducto que fabricaba la cultura burguesa para anestesiar al burdo proletariado. Todos los medios de comunicación de masas desarrollaban la función de hipnotizar a las masas. El fútbol, evidentemente, en uno de los primeros puestos.
Pero ¿qué ocurre, sin embargo, ahora cuando la Wikipedia es el centro del saber, la sabiduría se desliza hacia la muchedumbre (the wisdom of crowds) y la innovación procede de las "fuentes abiertas" en la Red? Es ridículo pensar en un gabinete que diseña las estrategias de alineación popular.
¿El fútbol es una subcultura? Nadie puede afirmarlo sin pasar por ser un trasnochado. Eva Aladro, catedrática en Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, ha expuesto, junto a otros, una sugestiva teoría de lo que ahora ocurre: la masa, contra el criterio de Ortega, no sería una fuerza sin cabeza: "La metáfora de una sola mente social no es una imagen muerta y obsoleta de la comunicación de masas en la actualidad. En ella radica la imagen de un fenómeno que sigue siendo real: los individuos en colectivos numerosos y aparentemente desconectados entre sí experimentan en ciertas ocasiones una capacidad de captación climática de los cambios de actitudes y opiniones, y una velocidad de adaptación y acción que recuerdan a las células de un mismo y único cerebro. La dificultad para explicar estos fenómenos de comunicación que tienen una velocidad siempre mayor y pueden producirse en cualquier campo nos habla de que aún no conocemos bien los procesos de transmisión de experiencias que se producen con la comunicación, y menos aún, con la comunicación de las masas". No conocemos su explicación científica, pero los palpamos. No calculamos su magnitud, pero es esto, precisamente, lo que los hace abrumadoramente grandes.
elpais.com

domingo, 27 de junio de 2010

Las "tribus sociales" que generan los nuevos celulares

¿BlackBerry? ¿Android? ¿iPhone? ¿Nokia? ¿Windows Mobile? Los teléfonos, en especial los smartphones (teléfonos avanzados con sistema operativo y conexión a internet), empiezan a ser sinónimo de pertenencia a un grupo social, el de los usuarios de un determinado sistema o modelo frente a los adversarios, quienes se identifican con los de la competencia.
Muchos usuarios se autodefinen por sus preferencias tecnológicas. Hasta hace dos años, el propietario de una BlackBerry solía tener un perfil estrictamente profesional. Ahora puede ser un ama de casa o un joven universitario. La sólida aplicación de correo de estos terminales de la firma canadiense Research in Motion (RIM) les daba su mejor resultado en el campo corporativo, pero algunas cosas han cambiado en ese tiempo. Las fronteras entre los usuarios-tipo de cada teléfono son más difusas.
Una de las señales más claras la dio hace dos semanas el banco británico Standard Chartered, con 75.000 empleados en Asia, cuando anunció que todos ellos podrían sustituir sus Blackberrys corporativas por iPhones.
Entre los cambios que han propiciado esta situación -que se han repetido ya en otros bancos importantes- hay que tener en cuenta que hoy la mayoría de los teléfonos llevan correo y algunos, como el iPhone, obtienen sus datos por el sistema push, al igual que las BlackBerry, y funcionan también con servidores profesionales Microsoft Exchange.
A diferencia de la forma tradicional en que las empresas solían seleccionar la tecnología, sin consultar a quienes acaban usándola, en este caso no fueron los empleados los que se adaptaron a la elección de la empresa sino ésta la que hizo caso a las peticiones de un determinado número de empleados que, al menos en esta ocasión, prefieren utilizar el teléfono de Apple al de RIM
Muchos usuarios de telefonía suelen opinar en foros de internet. webs y blogs sobre las bondades del teléfono o sistema móvil que utilizan por encima del resto de marcas y modelos. Son, muchas veces, opiniones apasionadas y con argumentos bastante alejados de la objetividad, del tipo "tal modelo le da mil vueltas a tal otro" o "no cambiaría mi teléfono por ese otro".
Esas sentencias tan radicales se suelen dar sin haber probado en muchos de los casos los modelos de los que se está hablando. Jaume Almenara, decano del Colelegi de Psicòlegs de Catalunya, explica que tal identificación con el teléfono "es el motor de la sociedad consumista". "Lo que tiene el individuo lo define y le da un determinado estatus de identidad", observa.
Para acabar de comprender la importancia que pueden adquirir estos dispositivos para las personas, hay que tener en cuenta que "estamos en un mundo teocrático tecnologizado". Los nuevos ídolos en el templo mundial de la tecnología global se llaman Bill Gates (Microsoft), Steve Jobs (Apple), Eric Schmidt (Google) o Mark Zuckerberg (Facebook). Pero también hay muchos otros ídolos alternativos para quienes desdeñan a las grandes firmas por su poder para imponer determinados productos en el mercado mundial.
La identidad relacionada con la tecnología, que tiene similitudes con el fenómeno hooligan - se busca ganar identidad mediante la pertenencia a un grupo social-, se acentúa más en los jóvenes. Un estudio de la consultora Nielsen relativa al primer trimestre del 2010 indica que en Estados Unidos los usuarios del sistema Android son más jóvenes que los del iPhone.
Pese a la irracionalidad que puede llegar a acompañar la elección de un producto comercial cualquiera, la elección de los teléfonos tiene una explicación lógica basada en los recursos económicos de sus usuarios.
El 55% de quienes usan teléfonos con el sistema Android tiene menos de 34 años. En el caso del iPhone, ese grupo de edad es del 47%. La explicación es que los más jóvenes suelen tener menor nivel de ingresos que quienes tienen más edad: resulta que hay varios modelos de Android bastante más asequibles que el iPhone.
Ambos sistemas están hoy en la vanguardia de lo que ofrece la telefonía móvil, por su facilidad para utilizar nuevas aplicaciones, navegar por internet o utilizar el correo - no son los únicos-.Según el informe, los del iPhone son los que más usan el móvil para videojuegos, ya que tiene características de consola portátil, mientras que los de Android tienden más a descargar tonos de llamada, fondos de pantalla y otros tipos de archivos porque estos móviles son más personalizables.
A la hora de valorar los teléfonos, siempre habrá quien ponga un sistema por delante de otro. En muchos casos, por razones lógicas; en otros, por otras que sólo el corazón entiende.

clarin.com