En la madrugada del 14 de julio, Elizabeth Roach, una viuda de 70 años, se levantó de la cama y se sentó en el living de su rancho de Virginia durante quince minutos. Luego volvió a acostarse. Se levantó poco después de las 6, fue a la cocina, enchufó la cafetera eléctrica, se duchó, se pesó y se tomó la presión. A las 12:21, abrió el botiquín de los remedios y lo cerró a las 12:22. Luego abrió la heladera durante tres minutos. A la 1:36, abrió la puerta de la cocina y salió.
Toda esta información – incluidos su peso exacto y su presión arterial – fue transmitida por Internet a su hijo de 44 años, Michael Murdock, que la revisó desde la oficina que tiene en su casa de los suburbios de Denver.
"En este momento, no está en casa", dijo Murdock. Lo dedujo porque los sensores que instaló en toda la casa de su madre le dijeron que la puerta de la cocina no había vuelto a abrirse desde la 1:36. La apertura del botiquín al mediodía le confirmó que su madre había tomado su medicación. Y estaba seguro de que ella había almorzado porque la puerta de la heladera estuvo abierta varios minutos.
En la vida, en general son los padres los que vigilan a los hijos. Pero hoy, una serie de tecnologías nuevas hacen posible que los hijos adultos supervisen con sorprendente precisión los movimientos y los hábitos cotidianos de sus padres ancianos.
El objetivo es supervisarlos lo suficiente para que puedan permanecer en su casa en lugar de mudarse a una residencia o geriátrico, algo deseable tanto desde el punto de vista emocional como económico. Con ese propósito, un amplio espectro de empresas -desde colosos como General Electric a startups como iReminder de Westfield, Nueva Jersey, que ha desarrollado un sistema para notificar a las familias si un ser querido no ha tomado su medicación- buscan una cuota del mercado de las familias que tienen un pariente anciano.
Muchos de los sistemas son una bendición para las familias. Pero, como ocurre con cualquier relación entre padres e hijos, las buenas intenciones pueden chocar con cuestiones de control, inversión de roles, culpa y pequeños engaños.
Así como los integrantes de la actual población adulta de 30 y 40 años han ganado fama de ser padres hipercomprometidos y sobreprotectores con sus hijos, ahora tienen las herramientas para dirigir también la vida de sus padres.
"La pregunta clave es: ¿Es esto algo que la persona mayor quiere?", dice Nancy Schlossberg, psicóloga y profesora emérita de la Universidad de Maryland. Comparó la tecnología de supervisión para personas mayores con las denostadas "nanny cams" – cámaras ocultas que usan algunos padres para espiar a las baby sitters de sus hijos-.
En última instancia, dice, la decisión la debe tomar el anciano. "Tiene que ser algo consensuado con los padres", dice Schlossberg. "De lo contrario, puede ser muy destructivo."
Murdock convenció a su madre de instalar un sistema llamado GrandCare, que produce una empresa del mismo nombre con sede en West Bend, Wisconsin. Permite colocar sensores de movimiento en toda la casa. La información – cuándo se abre una puerta, a qué hora la persona se acostó o se levantó, si hubo movimiento en una habitación – se envía por e-mail, mensaje de texto o correo de voz. Murdock dijo que la instalación del sistema costó 8.000 dólares –lo mismo que dos meses en el geriátrico local- más una tarifa mensual de 75 dólares.
La madre de Murdock, la Sra. Roach, al principio se puso nerviosa cuando su hijo le trajo la propuesta de usar el sistema: "No quería que me invadieran", dijo. "No entendía el sistema y me preocupaba la falta de intimidad." Ahora que está instalado, cambió de opinión y disfruta de la aplicación del sistema que le permite jugar juegos y recibir fotos y mensajes de sus hijos y nietos.
La Sra. Roach no tiene grandes problemas de salud que requieran la supervisión que recibe y, curiosamente, esa es la situación ideal. Elinor Ginzler, vicepresidenta de AARP, una ONG que atiende las necesidades de las personas mayores, dijo que es mejor hablar sobre el uso de esta tecnología mucho antes de que la salud de los padres se haya deteriorado. "Uno lo puede plantear así: 'Estamos muy contentos de que las cosas vayan tan bien. Queremos asegurarnos de que sigan así. Hablemos de lo que podemos hacer para lograrlo."
En general, los padres responden con una negativa. Después de todo, pertenecen a una generación que no se lleva bien con la tecnología.
Cuando la madre de Rachel Meyers, 45, se enfermó de los riñones, Rachel y sus hermanos, que viven muy lejos unos de otros, no sabían cómo asegurarse de que respetara el complicado régimen de medicamentos que debía tomar diariamente.
Por su trabajo en una organización médica, Rachel se enteró de la existencia de un sistema de administración de medicamentos llamado MedMinder. Básicamente, se trata de un pastillero computadorizado. Las dosis diarias de los diez medicamentos que toma la madre de Rachel se distribuyen en casilleros. Cuando llega la hora de tomarlos, el pastillero emite una señal sonora y enciende luces. Si la paciente los toma, Rachel recibe un llamado telefónico y sus hermanos un aviso por correo electrónico.
Pero si su madre no toma los remedios, el sistema se pone insistente. La llama por teléfono, prende luces y hace sonar una alarma. Rachel entonces recibe una llamada en Nueva York con un mensaje que le avisa que su madre salteó una dosis.
Harriet Meyers, madre de Rachel, dijo en una entrevista que ha llegado a valorar el aparato. "Al principio, me rebelé", dijo. "Pero decidí probar y ahora estoy encantada."
Varios estudios académicos se han abocado a determinar dónde puede trazarse la raya entre el cuidado afectuoso y la intrusión exagerada. Llegaron a la conclusión de que la clave es el control. Las personas mayores son mucho más receptivas si pueden controlar quién tiene acceso a la información y cuál es la información que se dará a conocer.
Otras investigaciones indican que el tener instalados los monitores basta para tranquilizar a los familiares y que estos son menos proclives de lo que se piensa a dedicar tiempo a revisar la información.
Los hijos adultos que llaman a sus padres para ver cómo están han aprendido a ser cuidadosos con la forma de hacer las preguntas. "Yo no hago ver que estoy vigilando", dijo Murdock. "No digo: 'Mamá, estuve mirando y vi que no hiciste tal cosa.' Digo: 'Mamá, ¿estás bien? Noté que no tomaste la medicación'."
Otras familias también han observado que estos sistemas reducen la necesidad de mantener conversaciones cargosas. Ya no hace falta preguntar por el estado de salud porque el sistema de monitoreo suministró esa información y entonces se puede hablar de otros temas.
Pese a estar cada vez más familiarizados con la tecnología, muchos ancianos se niegan a que les instalen cámaras.
Susan Oertle utiliza un sistema de monitoreo inalámbrico llamado BeClose para saber cómo está su tía, que enviudó hace poco y no tiene hijos. Aunque la mujer recientemente se quebró la cadera y tiene problemas respiratorios, sigue siendo muy independiente y suele quedarse levantada hasta la 1 de la mañana. Gracias a los sensores inalámbricos de la cama de su tía, Susan puede darse vuelta en la suya y ver en su celular el mensaje tranquilizador de que su tía se ha ido a dormir. Pero ese es el límite. Si hubiera cámaras para vigilarla, dice Susan, "creo que mi tía habría armado un escándalo."
Traducción: Elisa Carnelli
clarin.com
Toda esta información – incluidos su peso exacto y su presión arterial – fue transmitida por Internet a su hijo de 44 años, Michael Murdock, que la revisó desde la oficina que tiene en su casa de los suburbios de Denver.
"En este momento, no está en casa", dijo Murdock. Lo dedujo porque los sensores que instaló en toda la casa de su madre le dijeron que la puerta de la cocina no había vuelto a abrirse desde la 1:36. La apertura del botiquín al mediodía le confirmó que su madre había tomado su medicación. Y estaba seguro de que ella había almorzado porque la puerta de la heladera estuvo abierta varios minutos.
En la vida, en general son los padres los que vigilan a los hijos. Pero hoy, una serie de tecnologías nuevas hacen posible que los hijos adultos supervisen con sorprendente precisión los movimientos y los hábitos cotidianos de sus padres ancianos.
El objetivo es supervisarlos lo suficiente para que puedan permanecer en su casa en lugar de mudarse a una residencia o geriátrico, algo deseable tanto desde el punto de vista emocional como económico. Con ese propósito, un amplio espectro de empresas -desde colosos como General Electric a startups como iReminder de Westfield, Nueva Jersey, que ha desarrollado un sistema para notificar a las familias si un ser querido no ha tomado su medicación- buscan una cuota del mercado de las familias que tienen un pariente anciano.
Muchos de los sistemas son una bendición para las familias. Pero, como ocurre con cualquier relación entre padres e hijos, las buenas intenciones pueden chocar con cuestiones de control, inversión de roles, culpa y pequeños engaños.
Así como los integrantes de la actual población adulta de 30 y 40 años han ganado fama de ser padres hipercomprometidos y sobreprotectores con sus hijos, ahora tienen las herramientas para dirigir también la vida de sus padres.
"La pregunta clave es: ¿Es esto algo que la persona mayor quiere?", dice Nancy Schlossberg, psicóloga y profesora emérita de la Universidad de Maryland. Comparó la tecnología de supervisión para personas mayores con las denostadas "nanny cams" – cámaras ocultas que usan algunos padres para espiar a las baby sitters de sus hijos-.
En última instancia, dice, la decisión la debe tomar el anciano. "Tiene que ser algo consensuado con los padres", dice Schlossberg. "De lo contrario, puede ser muy destructivo."
Murdock convenció a su madre de instalar un sistema llamado GrandCare, que produce una empresa del mismo nombre con sede en West Bend, Wisconsin. Permite colocar sensores de movimiento en toda la casa. La información – cuándo se abre una puerta, a qué hora la persona se acostó o se levantó, si hubo movimiento en una habitación – se envía por e-mail, mensaje de texto o correo de voz. Murdock dijo que la instalación del sistema costó 8.000 dólares –lo mismo que dos meses en el geriátrico local- más una tarifa mensual de 75 dólares.
La madre de Murdock, la Sra. Roach, al principio se puso nerviosa cuando su hijo le trajo la propuesta de usar el sistema: "No quería que me invadieran", dijo. "No entendía el sistema y me preocupaba la falta de intimidad." Ahora que está instalado, cambió de opinión y disfruta de la aplicación del sistema que le permite jugar juegos y recibir fotos y mensajes de sus hijos y nietos.
La Sra. Roach no tiene grandes problemas de salud que requieran la supervisión que recibe y, curiosamente, esa es la situación ideal. Elinor Ginzler, vicepresidenta de AARP, una ONG que atiende las necesidades de las personas mayores, dijo que es mejor hablar sobre el uso de esta tecnología mucho antes de que la salud de los padres se haya deteriorado. "Uno lo puede plantear así: 'Estamos muy contentos de que las cosas vayan tan bien. Queremos asegurarnos de que sigan así. Hablemos de lo que podemos hacer para lograrlo."
En general, los padres responden con una negativa. Después de todo, pertenecen a una generación que no se lleva bien con la tecnología.
Cuando la madre de Rachel Meyers, 45, se enfermó de los riñones, Rachel y sus hermanos, que viven muy lejos unos de otros, no sabían cómo asegurarse de que respetara el complicado régimen de medicamentos que debía tomar diariamente.
Por su trabajo en una organización médica, Rachel se enteró de la existencia de un sistema de administración de medicamentos llamado MedMinder. Básicamente, se trata de un pastillero computadorizado. Las dosis diarias de los diez medicamentos que toma la madre de Rachel se distribuyen en casilleros. Cuando llega la hora de tomarlos, el pastillero emite una señal sonora y enciende luces. Si la paciente los toma, Rachel recibe un llamado telefónico y sus hermanos un aviso por correo electrónico.
Pero si su madre no toma los remedios, el sistema se pone insistente. La llama por teléfono, prende luces y hace sonar una alarma. Rachel entonces recibe una llamada en Nueva York con un mensaje que le avisa que su madre salteó una dosis.
Harriet Meyers, madre de Rachel, dijo en una entrevista que ha llegado a valorar el aparato. "Al principio, me rebelé", dijo. "Pero decidí probar y ahora estoy encantada."
Varios estudios académicos se han abocado a determinar dónde puede trazarse la raya entre el cuidado afectuoso y la intrusión exagerada. Llegaron a la conclusión de que la clave es el control. Las personas mayores son mucho más receptivas si pueden controlar quién tiene acceso a la información y cuál es la información que se dará a conocer.
Otras investigaciones indican que el tener instalados los monitores basta para tranquilizar a los familiares y que estos son menos proclives de lo que se piensa a dedicar tiempo a revisar la información.
Los hijos adultos que llaman a sus padres para ver cómo están han aprendido a ser cuidadosos con la forma de hacer las preguntas. "Yo no hago ver que estoy vigilando", dijo Murdock. "No digo: 'Mamá, estuve mirando y vi que no hiciste tal cosa.' Digo: 'Mamá, ¿estás bien? Noté que no tomaste la medicación'."
Otras familias también han observado que estos sistemas reducen la necesidad de mantener conversaciones cargosas. Ya no hace falta preguntar por el estado de salud porque el sistema de monitoreo suministró esa información y entonces se puede hablar de otros temas.
Pese a estar cada vez más familiarizados con la tecnología, muchos ancianos se niegan a que les instalen cámaras.
Susan Oertle utiliza un sistema de monitoreo inalámbrico llamado BeClose para saber cómo está su tía, que enviudó hace poco y no tiene hijos. Aunque la mujer recientemente se quebró la cadera y tiene problemas respiratorios, sigue siendo muy independiente y suele quedarse levantada hasta la 1 de la mañana. Gracias a los sensores inalámbricos de la cama de su tía, Susan puede darse vuelta en la suya y ver en su celular el mensaje tranquilizador de que su tía se ha ido a dormir. Pero ese es el límite. Si hubiera cámaras para vigilarla, dice Susan, "creo que mi tía habría armado un escándalo."
Traducción: Elisa Carnelli
clarin.com
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