jueves, 8 de julio de 2010

Niños inquietos, adultos ausentes

ÁNGEL DÍAZ
MADRID.- 'Felipe El Inquieto', protagonista de un poema infantil decimonónico, está sentado en la mesa; sus padres se preguntan si, por una vez, será capaz de portarse bien y comer como es debido. Pero el niño no se puede estar quieto: se columpia sobre las patas traseras de la silla hasta que pierde el equilibrio, trata de sostenerse agarrando el mantel y acaba en el suelo enterrado bajo platos, cubiertos y manjares.
Mar, personaje central de un nuevo cómic divulgativo publicado en España, es una joven diseñadora que ha logrado un empleo como comercial. Su primer cliente le pide un encargo para la publicidad de un supermercado, pero Mar no escucha. Aunque intenta prestar atención, se distrae con cualquier cosa, o se entusiasma demasiado, o simplemente tropieza. Cuando sale de la reunión, ni sus clientes ni ella tienen claro de qué han estado hablando.
Las dos historias muestran síntomas de una misma enfermedad, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, conocido por sus siglas TDAH. Entre ellas, sin embargo, se interpone un siglo y medio y una concepción radicalmente distinta del problema. Lo que antes eran sólo niños que se portaban mal, ahora son personas que siguen un tratamiento. Al menos, así lo son quienes han sido diagnosticados.
El TDAH afecta a entre un 4% y un 7% de la población infantil, pero también ataca, en contra de la creencia popular, a adolescentes y adultos, a los que puede arruinar la vida laboral o incluso empujar al alcohol y las drogas. Con el fin de llamar la atención sobre este problema, que a menudo se diagnostica mal o tarde, el doctor Juan Antonio Hormaechea, jefe de Psiquiatría del Hospital Quirón Vizcaya, acaba de publicar un libro, junto al artista y dibujante Roberto Bergado, que muestra todos los síntomas de esta dolencia reunidos en un mismo personaje: la joven diseñadora antes citada.
'Atenta', editado por la farmacéutica Janssen Cilag, es un libro mitad cómic, mitad ensayo, cuyo propósito es divulgar los pormenores de esta enfermedad con la esperanza de que evantuales lectores puedan verse reconocidos y acudan al especialista en busca de ayuda. "Es una cuestión de que se vean reflejados en los síntomas, se produce un efecto espejo", relata Hormaechea a ELMUNDO.es. "Hemos camuflado en la historia todos los criterios de diagnóstico que existen para el TDAH".
La enfermedad, que tiene un componente hereditario, se origina por un déficit de dopamina, una hormona que cumple funciones neurotransmisoras. Sus principales síntomas son la hiperactividad, la impulsividad y el déficit de atención. Los dos primeros tienden a disminuir con la edad; pero la falta de atención, no tanto. "Un 50% de los síntomas pasan a la adolescencia y la edad adulta", señala Hormaechea. "El TDAH no tratado puede generar muchos conflictos sociales y laborales en la vida del adolescente y del adulto con TDAH no tratado, pero también genera consecuencias negativas en su entorno. Existe una relación directa y demostrada entre el TDAH y las adicciones, especialmente con las drogas y el alcohol", concluye el experto.
Aceptación tardía
El TDAH no ha sido aceptado como enfermedad en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales hasta el año 2000. Antes, se conocían sus síntomas pero se asociaban a la falta de educación o el mal comportamiento. El médico alemán Heinrich Hoffman describió tanto la hiperactividad como el déficit de atención en su célebre libro para niños 'Pedro El Greñudo' ('Struwwelpeter'), publicado a mediados del siglo XIX (y reeditado en 2008 por Hormaechea y Bergado). Sus páginas muestran, junto al inquieto Felipe y un tal Juanito tan despistado que se cae al río mientras camina, un auténtico catálogo de 'maldades' asociadas a la infancia y que derivan en toda clase de catástrofes. O, como mínimo, en que los Reyes no traigan regalos.
Los expertos consideran hoy, sin embargo, que algunos de estos niños malos eran realmente enfermos. En palabras de Idoia Loroño, presidenta de la Asociación Vizcaína de TDAH, "es importante que los afectados acepten que padecen un TDAH y que no se culpabilicen por su comportamiento, sino que, todo lo contrario, busquen un buen diagnóstico y tratamiento". El más adecuado, según Hormaechea, sería la combinación de fármacos y psicoterapia.

elmundo.es

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