lunes, 8 de junio de 2009

La psique a flor de piel



MADRID (Diario El País).- La piel es un órgano complejo y estrechamente ligado a la mente. Además de ser una barrera contra las infecciones, somatiza fácilmente las emociones y quienes padecen enfermedades cutáneas como acné severo, psoriasis o vitíligo pueden ver alterada su imagen y acabar con depresión o ansiedad. De hecho, los pacientes dermatológicos presentan entre el 20% y el 30% más de afecciones psíquicas que el resto de la población, asegura Aurora Guerra, jefa de sección del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid y coordinadora del primer volumen de Dermatología psiquiátrica. De la mente a la piel, publicado por la Academia Española de Dermatología y Venereología.
La principal clasificación de problemas mentales relacionados con la piel se encuentra en el Plan Diagnóstico Vienés de los Trastornos Psicodermatológicos (WDS), en permanente evolución, que surge debido al creciente interés por realizar un abordaje multidisciplinar de estas afecciones. ´El psiquiatra debería intervenir en los problemas dermatológicos en los que hay sospechas evidentes de patología psiquiátrica´, observa Gemma Parramon, psiquiatra del hospital de Vall d´Hebron de Barcelona, que también trata casos relacionados con la piel.
Algunos trastornos psiquiátricos no presentan sintomatología dermatológica. Algunos pacientes tienen síndromes delirantes (por ejemplo, creen que tienen parásitos bajo la piel), fobias o trastornos obsesivos compulsivos (miedo a las deformaciones corporales o a olor mal); otros padecen prurito sin lesiones cutáneas o síndromes dolorosos en zonas como la vulva o el ano, añade Parramon. ´Son pacientes psiquiátricos que no consultan a este especialista y es muy difícil que acepten hacerlo´, añade.
Alrededor del 27% de los 5.000 pacientes dermatológicos atendidos en el hospital Ernest Lluch de Calatayud (Zaragoza) presentaban síntomas que se correspondían con alteraciones psiquiátricas, ´en su mayor parte ansiedad, pero también depresión´, asegura Lucía Tomás, responsable de Psicodermatología del citado hospital. En pacientes con psoriasis, por ejemplo, la terapia en grupo les ayuda a mejorar: ´De alguna forma les enseñamos que son algo más que su enfermedad de la piel; les proporcionamos herramientas de afrontamiento con las cuales aprenden a expresar y manejar sus emociones´.


Autolesiones
Existen también trastornos psiquiátricos combinados con enfermedades dermatológicas. Es el caso de las dermatosis autoprovocadas, como la tricotilomanía (arrancarse pelo) o las excoriaciones neuróticas. El paciente con dermatitis artefacta se lesiona voluntariamente, por rascado o mediante instrumentos, pero niega su autoría. Frecuentemente son mujeres jóvenes que intentan satisfacer la necesidad psicológica de recibir cuidados, al asumir el papel de enfermo, explica Gemma Parramon. La mayoría de estos pacientes padecen un trastorno límite de la personalidad y en algunos casos se han encontrado niveles séricos elevados de metencefalina, que parecen estar relacionados con el grado de autoagresión, ´hecho que puede explicar la gratificación emocional que experimentan estos pacientes´, añade.
Otro tipo de dermatosis autoprovocada es la excoriación neurótica, que es el resultado de una conducta repetitiva, ritual o impulsiva de rascar, pellizcar o frotar la piel. En muchas ocasiones es un automatismo que no se puede romper. La excoriación está presente en entre el 2% y el 4% de los pacientes que acuden al dermatólogo. Es un trastorno que se da con más frecuencia en mujeres de edad comprendida entre 30 y 45 años, pero puede iniciarse en la adolescencia. La duración media de los síntomas es de cinco años, pero el pronóstico es más favorable para los pacientes cuyos síntomas han durado menos de un año.
La conducta asociada a la excoriación es heterogénea. En el tipo compulsivo, esta acción se lleva a cabo para evitar un aumento de la ansiedad o para impedir una situación temida. En el tipo impulsivo, se asocia a placer y a una reducción de la tensión. El trastorno asociado más frecuente es la depresión mayor, seguido del trastorno obsesivo compulsivo.



Prurito y pápulas
Algunos tratamientos dermatológicos, como los corticosteroides, afectan directamente al sistema nervioso central, al estado de ánimo y la conducta. También se pueden encontrar reacciones cutáneas adversas por medicaciones psicotrópicas: entre el 2% y el 5% de los pacientes en tratamiento con psicofármacos desarrollan principalmente prurito, pápulas eritematosas o urticaria.
La incidencia exacta de un psicofármaco en particular es generalmente desconocida y difícil de establecer: la prevalencia de reacciones dermatológicas por tomar litio (utilizado principalmente para tratar el trastorno bipolar) varía del 3,5% al 45% y el efecto más frecuente es la psoriasis en placas. También se sabe que entre el 10% y el 11% de los epilépticos tratados con carbamacepina acusarán efectos colaterales en la piel, dice Parramon.
La piel también es un espejo del interior del organismo, dice Aurora Guerra. ´Unas uñas abombadas pueden indicar hipoxia o falta de oxígeno, y si aparecen blancas, una alteración renal; el pelo quebradizo puede ser síntoma de una enfermedad celiaca; unos nódulos amarillos bajo la piel de ojos, cejas o codos, pueden indicar niveles altos de colesterol´.
Este espejo epidérmico a veces no refleja nada. ´Hay picores generalizados para los que no se encuentra una causa en la piel, ni aparece ninguna enfermedad interna; algo sucederá para que se pongan en marcha la histamina y otros mediadores, probablemente en el sistema nervioso, para que se produzca ese picor´, añade Guerra. El síndrome de la boca urente o quemante produce una sensación de picor que impide a veces comer, besar e incluso dormir, ´y tampoco se observa ninguna anomalía en la piel´. Probablemente la respuesta se encuentre en la combinación de problemas de la piel, mentales y hormonales, algo que estudia la llamada neuroendocrino-psicodermatología, que pretende explicar la interacción entre hormonas, sustancias, estrés y otros factores.
Joan Carles Ambrojo © EL PAIS, SL.


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