viernes, 12 de junio de 2009

Guerra al 'porno' de las tribus


Mucho antes de que se inventara el bikini, antes incluso de que Indonesia fuera un país o se escribiera el Corán, las mujeres de las tribus de la isla de Papúa ya lo hacían. Esto es: top less.
Lo que no es seguro es si podrán seguir haciéndolo por mucho tiempo ahora que la práctica ha sido ilegalizada por la nueva ley antipornografía, aprobada el pasado mes de octubre por el parlamento de Indonesia. El texto, redactado con intencionada ambigüedad, declara prohibidos "el desnudo o las representaciones de desnudos", así como los "movimientos del cuerpo contrarios a la moral pública".
Los críticos creen que se trata de un intento de los islamistas de avanzar su agenda radical y aseguran que la ley ha empezado a ser aplicada en algunas zonas del país a pesar de que se encuentra bajo revisión de un comité judicial.
Grupos conservadores aseguran contar ahora con el arma que les permitirá limitar bailes tradicionales excesivamente sugerentes, prohibir cierta vestimenta -o la falta de ella- y censurar obras de arte, libros, fotografías o películas.
La ley es de difícil aplicación en las poblaciones más remotas de Papúa Occidental, situadas a más de 3.500 kilómetros de distancia de la capital, pero algunos jefes de policía locales aseguran haber recibido ya instrucciones para que obliguen a los nativos a cubrirse.
Uno de los objetivos sería la eliminación de la tradicional koteka, la funda fálica que alarga el pene de los hombres de las tribus Dani, Lani o Mee. Lo mismo ocurre con las mujeres que sólo visten sarongs, dejando su pecho al descubierto, o con algunas faldas hechas con plumas que se llevan sin ropa interior y muestran más de lo que querrían los islamistas.
Jimmy Demianus, el presidente del parlamento regional en Papúa Occidental, asegura que la ley es un intento encubierto de llevar la sharia o ley islámica a las tribus y ha amenazado con resistirse declarando la independencia del territorio, si fuera necesario. "Yo mismo me visto a veces con la indumentaria tradicional y bailo moviendo las caderas y se me puede ver el culo. ¿Acaso van a arrestarme por ello?", se pregunta Demianus.
El debate sobre la ley antipornografía forma parte del pulso entre los sectores moderado y radical en Indonesia, un país que tradicionalmente ha abrazado una versión tolerante del Islam. Los partidos islámicos han logrado aprobar la legislación en el parlamento a pesar de haber sumado menos del 10% de los votos en las últimas elecciones, muy lejos de la mayoría de las formaciones seculares.
Yakarta, la capital del país con más musulmanes del mundo con 240 millones de habitantes, es un ejemplo de que el conservadurismo tiene pocos amigos entre las poblaciones urbanas del país. La mayoría de las jóvenes de la capital no llevan velo y decenas de discotecas y bares han hecho de la ciudad uno de los centros de la vida nocturna en Asia. "Esto no es Kabul. La gente quiere pasárselo bien sin ser molestada", dice la joven Dewi, que trabaja como camarera del Buda Bar, uno de los últimos en abrir en Yakarta.
El sector turístico es uno de los que más beligerancia ha mostrado con una ley que, aplicada al pie de la letra, haría ilegal el baño público en piscinas y playas. El Gobernador de Bali, Made Mangku Pastita, ya ha anunciado que ignorará la medida porque va "contra las costumbres locales".
El Gobierno indonesio ha tratado de calmar a los más alarmistas dejando entender que la legislación se aplicará con flexibilidad, que el turismo queda exento y que la policía tratará el caso de las tribus con sensibilidad. Los más pesimistas, sin embargo, aseguran que el texto deja bajo escrito las bases para que los islamistas impongan su dictadura moral una vez tengan los votos, el poder o la influencia para hacerlo.
La coalición que ha promovido la ley, organizada en torno al llamado Consejo de Tangerang, asegura que se trata simplemente de la "recuperación moral de Indonesia y de la defensa de la familia". El frente islámico ya logró, antes incluso de la aprobación de la ley, un éxito improbable al forzar a la edición local de la revista Playboy a cubrir a sus modelos. El objetivo final es mucho más ambicioso y pasa por lograr que hasta sus compatriotas de las lejanas selvas de Papúa Occidental lleven pantalones largos y camisas de cuello alto.

elmundo.es

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